domingo, 20 de febrero de 2011

Respuestas a las objeciones contra la posición católica sedevacantista 5ª Objeción

5ª Objeción: La Iglesia no puede existir sin un Papa, o al menos no puede existir durante 40 años sin un Papa, como dicen los sedevacantistas…


Respuesta: La Iglesia ha existido por años sin un Papa, y lo hace cada vez que un Papa muere. La Iglesia ha experimentado un interregno papal (es decir, un período sin un Papa) más de 200 veces en diferentes tiempos en la historia de la Iglesia. El interregno papal más largo (antes de la apostasía del Vaticano II) fue entre el Papa San Marcelino (296-304) y el Papa San Marcelo (308-309). Duró más de tres y medio años [1]. Además, los teólogos enseñan que la Iglesia puede existir, incluso por décadas sin un Papa.

EL P. EDMUND JAMES O’REILLY  ANIQUILA  EL ARGUMENTO DE LOS NO SEDEVACANTISTAS SOBRE LA LONGITUD DE UN INTERREGNO PAPAL (UN PERÍODO SIN UN PAPA), MEDIANTE LA ENSEÑANZA DE QUE LA IGLESIA PUEDE EXISTIR SIN UN PAPA POR DÉCADAS.

El P. Edmund James O’Reilly fue un teólogo eminente que vivió en la época del Vaticano I. Escribió después del Vaticano I y sus definiciones sobre la perpetuidad del oficio del Papa. Enseñó que Dios podía dejar a la Iglesia sin un Papa por más de 39 años, por ejemplo: durante todo el lapso del Gran Cisma de Occidente (1378-1417). Aquí hay una cita de una argumentación del Padre O’Reilly del Gran Cisma de Occidente:

“Podemos terminar aquí de preguntarnos de lo que se ha dicho de esta posición, en esa época, de los tres reclamantes, y sus derechos respecto al  Papado.  En primer lugar, se produjo todo completo, desde la muerte de Gregorio XI en 1378, un Papa – con  excepción, por supuesto, de los intervalos entre  muertes y  elecciones para llenar las vacantes por eso creadas.  Había, yo digo, en cada tiempo dado, un Papa, realmente investido de la dignidad del Vicario de Cristo y Cabeza de la Iglesia, cualesquiera que sean las opiniones que pudieron existir  en relación a su autenticidad; que un interregno que cubre todo el período no sería algo imposible o inconsistente con las promesas de Cristo, porque esto no está por ningún medio manifestado, pero que, en realidad, no hubo tal interregno”[2].

El P. O’Reilly dice que un interregno (un período sin un Papa), que abarca todo el período del Gran Cisma de Occidente no es en absoluto incompatible con las promesas de Cristo sobre su Iglesia. El período del cual está hablando el P. O’Reilly comenzó en 1378 con la muerte del Papa Gregorio XI y finalizó esencialmente en 1417, cuando el Papa Martín V fue elegido. Eso sería un interregno de 39 años (período sin un Papa). Y el P. O’Reilly fue uno de los teólogos más eminentes del siglo XIX.

Es evidente que el P. O'Reilly está de parte de aquellos que al rechazar a los antipapas del Vaticano II, mantienen la posibilidad de una vacante en la Santa Sede por un período largo. De hecho, en la página 287 de su libro, el P. O’Reilly escribe esta advertencia profética:

“El gran cisma de Occidente me sugiere una reflexión que me tomo la libertad de expresar aquí. Si este cisma no hubiera ocurrido, la hipótesis de que tal cosa sucediera, parecería a muchos algo quimérico [absurdo]. Dirían que no podría ser; Dios no permitiría que la Iglesia llegara a una situación tan infeliz. Las herejías podrían surgir y extenderse y durar  penosamente mucho tiempo, a través del error y la perdición de sus autores y cómplices, al gran peligro también de la fe,  aumentado por  las reales persecuciones  en muchos lugares donde los herejes eran dominantes. Pero que la verdadera Iglesia podría permanecer entre treinta y cuarenta años sin un Jefe bien elegido y representante de Cristo en la tierra, esto no podría ser. Sin embargo, ha sido, y no tenemos ninguna garantía de que no volverá a ocurrir otra vez, aunque fervorosamente esperamos lo contrario. Lo que puedo inferir es que no hay que estar demasiado seguros para afirmar sobre lo que Dios puede permitir. Sabemos con absoluta certeza que Él cumplirá sus promesas. (…) También podemos confiar  que Él hará mucho más de lo que Él se ha obligado a Sí mismo por sus promesas. Podemos mirar hacia adelante  con alegres  probabilidades de dispensas para el futuro de algunos de los problemas y  desgracias que han acontecido en el pasado. Pero nosotros, o nuestros sucesores en las futuras generaciones de cristianos, quizás verán   extraños males que ya han sido experimentados, incluso antes del inmediato acercamiento a esa gran tribulación de todas las cosas en la tierra que precederá el día del juicio. Yo no me declaro un profeta, ni pretendo  ver infelices sucesos, de los cuales no tengo conocimiento alguno. Todo lo que trato de dar a entender es que las contingencias en relación con la Iglesia, que no están excluidas por las promesas divinas, no pueden ser consideradas como prácticamente imposibles, sólo porque ellas serían terribles y peligrosas en un grado extremo[3].

Esto es un punto excelente. El P. O'Reilly está diciendo que si el Gran Cisma de Occidente nunca hubiera ocurrido la gente diría que tal situación (tres reclamantes en competencia al Papado sin ninguna comprobación de un jefe por décadas) es imposible – así como hoy dicen aquellos que la “tesis” sedevacantista es imposible, a pesar de que los hechos demuestran que es cierto.

El Gran Cisma de Occidente sí ocurrió, dice el P. O’Reilly, y no tenemos ninguna garantía de que cosas peores, que no están excluidos por las promesas divinas, no sucederán. No hay nada en contra de la indefectibilidad [que es una de las propiedades esenciales de la Iglesia] en decir que no hemos tenido un Papa desde la muerte de Pío XII en 1958.  Todo estaría  en contra de la indefectibilidad de la Iglesia Católica al afirmar que verdaderos Papas podrían promulgar el Vaticano II, apoyando oficialmente a las religiones falsas y paganas, promulgando la Nueva Misa protestante, y sosteniendo que los no católicos no necesitan convertirse para la salvación. Que la Iglesia esté sin un Papa por un largo período en la Gran Apostasía es el castigo infligido por Dios a nuestra generación por la maldad del mundo.

La profecía de San Nicolás de Flüe (1417-1487): “La Iglesia será castigada porque la mayoría de sus miembros, grandes y pequeños, se pervertirán. La Iglesia se hundirá más y más, hasta que, finalmente, parecerá haber quedado destruida, y la sucesión de Pedro y de los demás Apóstoles parecerá haber terminado. Pero después de esto, será exaltada triunfalmente a la vista de todos los que dudaban”[4].


[1] Denzinger 51-52e; Warren H. Carroll, A History of Christendom [Una Historia de la Cristiandad], Vol. 1 (The Founding of Christendom [La Fundación de la Cristiandad]), edición inglesa, p. 494; J.N.D. Kelly, Oxford Dictionary of Popes [Diccionario de los Papas de Oxford], edición inglesa, Oxford University Press, 2005, p. 25.
[2] P. Edmund James O’Reilly, The Relations of the Church to Society – Theological Essays [Las relaciones de la Iglecia con la Sociedad – Ensayos Teologicos], edición inglesa, 1882.
[3] p. O’Reilly, The Relations of the Church to Society Theological Essays, edición inglesa, p. 287.
[4] Yves Dupont, Catholic Prophecy [Profecía Católica], edición inglesa, Rockford, IL: Tan Books, 1973, p. 30.


Fuente: La verdad de lo que le pasó realmente a la Iglesia Católica después del Vaticano II, escrito por los Monjes Benedictinos, Dom Michael Dimond OSB y Dom Peter Dimond OSB, Monasterio de la Sagrada Familia, EEUU.