Por R.P. Horacio Borjorge sj
El Modernismo afirmó que la revelación de Dios se da en la experiencia.
Hoy, en algunos ambientes, se oye hablar más de experiencias de Dios y de experiencias de oración que de fe y de creer.
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Estimado visitante:
Un breve escrito mío apareció en Internet en el año 2007 para recordar el centenario de la Encíclica Pascendi de San Pío X. Fue retomado por varios sitios amigos de la red. Lo escribí y publiqué año y medio antes de inaugurar el Blog Toma y Lee, por lo cual me parece oportuno modificarlo y albergarlo ahora en el Blog.
Estoy convencido de que sigue siendo esclarecedor. Y de que es necesario seguir avisando que el modernismo es una herejía que exige permanente atención, porque está impuesta y se ha convertido en sentido común de muchos fieles y también, desgraciadamente, de muchos pastores.
Es como un olor ambiental al que nos hemos habituado y ya no lo percibimos.
El dibujo de E. J. Pace, que hemos tomado del Artículo Modernismo (teología) (Wikipedia) muestra, con elocuencia gráfica, cómo descienden los modernistas por la escalera de sus
negaciones, desde la fe cristiana al ateísmo. Ellos niegan:
1) La divina inspiración e infalibilidad de las Sgdas. Escrituras,
2) Que el hombre haya sido creado a imagen de Dios,
3) Que pueda haber milagros,
4) El nacimiento virginal de Cristo
5) La divinidad de Cristo,
6) El carácter expiatorio de su muerte,
7) Su resurrección histórica
De esa manera descienden hasta el agnosticismo y al ateísmo.
Y así recaen, dramáticamente, de la condición de hombre nuevo a la de "hombre viejo". Y descienden desde las luces de la fe a las tinieblas del ateísmo.
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El Modernismo afirmó que la revelación de Dios se da en la experiencia interior del hombre. Con esto restó importancia y hasta invalidó la revelación histórica. Pero además, tuvo un efecto incalculablemente grave:
puso la vida religiosa del ser humano en mano de los psicólogos.
En una entrevista a la Nación, concedida a Silvana Premat, el benedictino alemán Anselm Grün dejó escapar, de pasada, la afirmación de que: "La experiencia de Dios se hace a través del cuerpo".
Los ecos de la afirmación han resonado y se siguen repitiendo ampliamente en la red, como podrá comprobar cualquiera usando un buscador. La expresión no llama la atención porque afirme que Dios sea experimentable, sino porque afirma que lo sea a través del cuerpo.
Pero la sola afirmación de la posibilidad de experimentar a Dios, que ya no resulta llamativa, se aparta de la doctrina de la fe católica, según la cual Dios no es experimentable.
A Dios solamente se tiene acceso desde y por la fe. La doctrina revelada y católica dice que "a Dios nadie lo vió jamás" y que fue Jesucristo quien nos lo reveló, de modo que no tenemos acceso a Él sino por la fe en Cristo. De la fe, pueden luego derivar experiencias. O también, la fe puede interpretar hechos que sin ella no sería inteligibles o perceptibles.
Pero, lo que entiende el modernismo, es que Dios se revela en la experiencia interior, psicológica del ser humano.
Ya me he referido en algunas de las primeras entradas de este Blog, al método de Anselm Grün en su interpretación acomodada de las Sagradas Escrituras [Ver las entradas publicadas el 26 y 27 de diciembre del 2008]. He señalado en ellas que ese método reduce el mensaje revelado de las Sagradas Escrituras primero porque lo interpreta en forma acomodada y segundo porque, mediante este sentido no bíblico, lo homologa con afirmaciones de orden psicológico, haciendo así del Evangelio un libro de autoayuda.
La afirmación de Anselm Grün en la entrevista antes citada, no ha llamado la atención de los pastores. Anselm Grün no es su creador. Es un modo de hablar de uso común en los medios eclesiales de hoy, hablar de experiencia de Dios. Es frecuente ver anuncios de retiros espirituales que se ponen como meta lograr una experiencia de Dios.
No es de admirar, además, que Anselm Grün use esa expresión, porque él no oculta su dependencia de la doctrina psicológica de Carl Jung, un representante de la visión modernista en psicología. Jung hace de Dios un arquetipo del inconsciente colectivo.
Dios en la experiencia moral. Emanuel Kant
Pero mucho antes de estos fenómenos actuales, el modernismo se mostró discípulo de Emanuel Kant, por la convicción kantiana de que Dios es objeto de la experiencia moral del ser humano. Para Kant la religión verdadera debía ser relegada, reducida a la moral, al encerrarla dentro de los límites de la pura razón. La revelación histórica no tiene, afirma Kant, fuerza de convicción universal como tiene la lógica y su fuerza racional. La revelación histórica, y el Dios que en ella se revela, no puede aspirar a ser una religión universalmente aceptada por todos.
De la apelación de Kant a la universalidad de la razón en asuntos de fe y moral, sobreviene más tarde el recurso de los autores modernistas a la "experiencia humana", universal o compartible, como fuente de la revelación o conocimiento de Dios. Sólo que de la conciencia moral, se pasa a explorar la experiencia religiosa en otros campos de la conciencia. De este modo se ofrecía una alternativa que se cosideraba ventajosa frente a la fe, y que acosejaba dejarla de lado, como algo que divide a los hombres y es causa de desacuerdo. Separa a los creyentes de los demás hombres y no puede ser fundamento de un acuerdo universal sobre la base de una experiencia humana universal.
De esta visión modernista de cuño y origen kantiano fueron derivando en estos cien años muchísimos frutos, efectos y consecuencias. Dado que se presentan en sus formas corrientes de "sentido común instalado" ya no se percibe cuáles son sus orígenes y hacia dónde conducen. Ni es fácil a veces percibir su incompatibilidad de fondo con la fe y la espiritualidad católica.
Sucede, que muchos de estos fenómenos del sentido común modernista, se han extendido tambíén entre los católicos, sin que se advierta cuál es su origen y cuáles sus consecuencias. Tanto más cuanto que la inadvertencia acerca de su naturaleza modernista está extendida a menudo hasta en la misma academia teológica y universitaria católica; en la mente de las clases dirigentes intelectuales del catolicismo.
Esto explica que no se haya percibido la naturaleza modernista de las obras de Anselm Grün y que pastores de almas bien intencionados hayan creído que se trataba de un ensayo valioso de conciliación de la "psicología moderna" con la "espiritualidad cristiana". Sorprendidos en su buena fe, se hicieron difusores del pensamiento de Anselm Grün. Algún sacerdote a quien aprecio mucho reaccionó muy fuertemente contra mí, cuando le comuniqué mis reparos frente a la obra de este autor. Según él, Anselm Grün está prestando un gran servicio al conciliar los conocimientos de la psicología actual con la tradición espiritual eclesial.
Esto muestra hasta qué punto, los principios modernistas, convertidos actualmente en sentido común de fieles y pastores, hacen difícilmente perceptible el carácter modernista de muchas afirmaciones hoy corrientes.
Cuando algo se convierte en cultura, sus principios ingresan en la profundidad de los implícitos y, más aún, en la condición de tabúes intocables y que ya no es posible poner en discusión, sin exponerse a aparecer como un cuestionador del sentido común, que es como decir: un loco.
A eso se agrega, que esos métodos se presentan a menudo con una cierta ambigüedad, que permite a la vez entenderlos de manera ortodoxa por unos y heterodoxa por otros. Precisamente porque los principios de los que derivan quedan implícitos y fuera de discusión.
Cuando el Pastor Bohoeffer dice, por ejemplo "redimidos para lo humano", lo humano puede entenderlo el católico a su manera, a la luz de Cristo, verdadero hombre, y el marxista a la suya a la luz de la ideología del hombre nuevo socialista.
Cuando en catequesis se habla de partir del hecho de vida, se puede entender el método de manera correcta, si en la percepción del hecho de vida ya está implicada la mirada, el juicio y la acción de fe. Y si se ha admitido que el gran hecho de vida es la muerte redentora de Cristo en Cruz.
O puede entenderse de manera que se suponga que el anuncio evangélico y la fe que reclama como respuesta, son tan difíciles, que solamente pueden tener lugar si previamente se les ha preparado el terreno con la "revelación" que tiene lugar en la experiencia interior del hombre, para que lo humano haga aceptable lo revelado y propuesto a la fe.
De manera semejante, resulta ambiguo el método del "ver, juzgar y actuar" íntimamente relacionado con el método catequístico que propone algo dogmáticamente que se ha de partir del "hecho de vida", es decir "de la experiencia" humana común, (en cuya génesis puede suponerse sin problema que la fe todavía no interviene) para llegar, por fin a la fe, según algunos lo entienden, o para llegar a la "iluminación del hecho" por la Palabra, que muchas veces funciona como una iluminación de la Palabra por el hecho de vida.
Esto sucede por lo tanto muchas veces en el supuesto, al parecer, de que la fe no ha logrado previamente determinar el ver, de que no sería capaz de hacerlo, por lo que el ver tiene que terminar fundando la racionabilidad o aceptabilidad de la fe.
En ocasión de aproximarse la Conferencia de Aparecida, volvían a oírse voces partidarias de mantener y de volver al método del ver, juzgar y actuar. La Conferencia lo hizo, pero dejando bien claro en su número 19 que: "Este método implica contemplar a Dios con los ojos de la fe a través de su Palabra revelada y el contacto vivificante con los Sacramentos, a fin de que en la vida cotidiana, veamos la realidad que nos circunda a la luz de su providencia, la juzguemos según Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, y actuemos desde la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo y Sacramento Universal de Salvación, en la propagación del Reino de Dios, que se siembra en la tierra y que fructifica plenamente en el Cielo".Ya que, como afirmaba el Papa Benedicto 16 en su discurso inaugural de la Conferencia, el 13 de Mayo de 2007: "Quien excluye a Dios de su horizonte, falsifica el concepto de realidad".
Nada impide pues emplear el método como enseñan a emplarlo el Papa y los obispos en Aparecida: purificado de ambigüedades dañosas, que puedieron hacerlo funcionar en la perspectiva modernista y no en la católica.
Esto quiere decir: interpretando y explicitando claramente el pleno acuerdo con el método, pero urgiendo que:
1) El ver del que se trata y se trate, sea el ver de la fe, y no un ver previo, que luego va a preguntarle a la fe, por su juicio y su acción, sino que ya desde que ve, ve con fe. El Vaticano primero ya ponía en guardia contra un poner de lado la fe provisoriamente por principio metódico (Denzinger 1815, Dz Schönmetzer: 3036)
2) Que el juicio sea el juicio creyente, de quien ha mirado con fe, sin ponerla de lado en el momento del ver, y por lo tanto entiende y juzga con fe y desde la fe, libre de complicidades con juicios mundanos o de contaminaciones con miras humanas
3) Que la acción sea la vida cristiana, la caridad y la misericordia, pero también la parresía cristiana dispuesta a la confesión, a la prisión y al martirio.
De lo contrario se llega, como muestra la experiencia pasada, por el camino del experiencialismo modernista, a una mirada o un ver, que es el ver de las ciencia humanas construidas a partir de una antropología ajena a la fe (una psicología, una sociología, una economía, una ciencia política, que ignoran el pecado original, que ignoran la existencia de la envidia, de la acedia, del impulso irracional de las pasiones); que juzga de acuerdo a esa mirada glaucomiosa sobre lo humano y que actúa en consecuencia y ¡con qué consecuencias!.
Nos encontramos así, al final de este recorrido desde la pretensión modernista de la revelación de Dios en el alma del hombre, en el drama que señala Benedicto XVI en su discurso en Ratisbona.
Quiero por fin, señalar, que la visión psicológica de Jung según la cual Dios se revela en el alma del hombre casi como una estructura (simplifico forzosamente pero por ahí va) es una concreción del principio modernista de la revelación interior. Es clara la impronta de este pensamiento en el de los discípulos de Jung, entre los que se encuentra Anselm Grün.
Sin embargo no se ha percibido en muchos medios católicos a qué conduce esta visión junguiana que se difunde a través de las obras de Anselm Grün. Por eso me ha parecido urgente avisar que el hoy tan difundido magisterio espiritual del Benedictino alemán Anselm Grün, tributario de Jung y Drewermann, navega en la corriente modernista. Y cunde produciendo desviaciones muy dañinas, por lo parecidas al recto camino de la fe y la espiritualidad católica. De hecho, como me decía un amigo obispo, Anselm Grün, siguiendo a Jung, termina leyendo el evangelio como un librito de auto ayuda.
Lejos de ser conciliables con la fe y la sana espiritualidad católica. como algunos suponen, desvían el alma de los fieles católica por los trillos del modernismo y de una falsa ciencia psicológica, vulgarizados y convertidos en sentido común de la cultura dominante.
Me parece que es necesario seguir avisando que el modernismo es un tema que exige atención, porque está candente. Y cuáles son algunos de los más torrentosos canales por donde se derrama hoy en los medios católicos más ávidos de oración y espiritualidad.
Fuente: Toma y lee
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