PARA LOS QUE SE HACEN ILUSIONES CON UNA FALSA TOLERANCIA, RECORDEMOS LO QUE NOS ENSEÑA LA SAGRADA ESCRITURA, LA PALABRA DE DIOS:
DEUTERONOMIO - Capítulo 13
Castigo de los falsos profetas
1 Practiquen cuidadosamente todo lo que yo les ordeno, sin añadir ni quitar nada.
2 Si surge en medio de ustedes un profeta o un intérprete de sueños, que te propone un signo o un prodigio,3 y te dice: «Vamos detrás de otros dioses –que tú no conoces– para rendirles culto», aunque se cumplan el signo o el prodigio,4 no hagas caso de las palabras de ese profeta o de los sueños de ese visionario. Porque el Señor, su Dios, los pone a prueba para ver si ustedes lo aman realmente con todo su corazón y con toda su alma.
5 Sigan al Señor, su Dios. Témanlo y observen sus mandamientos, escuchen su voz, sírvanlo y sean fieles a él.
6 Y ese profeta o ese intérprete de sueños deberá ser castigado con la muerte, por haber incitado a la rebelión contra el Señor, tu Dios –el que te hizo salir de Egipto y te rescató de la esclavitud– para desviarte del camino por donde el te ordenó que fueras. Así harás desaparecer el mal de entre ustedes.
Castigo de los que instigan a la idolatría
7 Si tu hermano –el hijo de tu padre o de tu madre– tu hijo o tu hija, la esposa que duerme en tus brazos, o tu amigo más íntimo, trata de seducirte en secreto, diciendo: «Vamos a servir a otros dioses», que ni tú ni tus padres conocieron 8 –los dioses de los pueblos próximos o lejanos que están a tu alrededor, de un extremo al otro de la tierra– 9 no cedas a sus instigaciones ni le hagas caso. Sé implacable con él, no lo perdones ni lo encubras.
10 Tendrás que hacerlo morir irremediablemente. que tu mano sea la primera en levantarse contra él para quitarle la vida. y que después todo el pueblo haga lo mismo.11 Deberás apedrearlo hasta que muera, porque intento apartarte del Señor, tu Dios, que te hizo salir de Egipto, de un lugar de esclavitud.12 Todo Israel, cuando se entere, sentirá temor, y no volverá a cometerse esta infamia entre ustedes.
Castigo de las ciudades apóstatas
13 Si de una de las ciudades que te dio el Señor, tu Dios, para que vivas en ella, te llega esta noticia: 14 Gente despreciable de tu misma raza ha logrado seducir a los habitantes de su ciudad, diciendo» «Vamos a servir a otros dioses» –que tú no conociste– 15 investiga el caso, examinalo e infórmate debidamente. Y si es verdad que la cosa es así, que se ha cometido semejante abominación, 16 pasa sin compasión al filo de la espada a los habitantes de la ciudad, y conságrala al exterminio total con todo lo que hay en ella, incluido su ganado.
17 Reúne luego todos sus despojos en medio de la plaza, e incendia la ciudad con todos esos despojos, como un holocausto para el Señor, tu Dios. Ella se convertirá para siempre en un montón de ruinas y nunca más será reconstruida.
18 Y no retengas nada de lo que debe ser consagrado al exterminio. Así el Señor aplacará el ardor de su ira, se apiadará y tendrá misericordia de ti, y te multiplicará, como lo juró a tus padres,19 con tal que tú escuches la voz del Señor, tu Dios. observando los mandamientos que hoy te prescribo y haciendo lo que es recto a los ojos del Señor, tu Dios.
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jueves, 30 de julio de 2009
lunes, 27 de julio de 2009
Guía del Votante para los Verdaderos Cristianos
por C.E.E.
Resumen del Documento del Episcopado Norteamericano, que también puede servir para orientar al electorado hispano, en tanto no se pronuncien sus pastores naturales. Se extiende sobre los cinco asuntos no negociables. Y aunque parece simple y de sentido común conviene ponerla en prácitca, pues no se hace (sino no sufriríamos los gobiernos y legislación que nos ahora nos tiraniza)
Cómo puede ayudarle esta Guía del Votante
Esta guía del votante le ayudará a emitir el voto de manera informada, consistente con la enseñanza moral cristiana. Le ayuda a eliminar de su consideración aquellos candidatos que apoyan políticas irreconciliables con las normas de moralidad que ha de sostener todo cristiano.
Muchos asuntos que se les presentan a los votantes y legisladores son tan claves, tan elementales, que una sola postura resulta estar en acuerdo con la enseñanza del evangelio cristiano. Nadie que respalde la postura incorrecta sobre esos asuntos puede decir que actúa de acuerdo a las normas morales de la Iglesia.
Esta guía de votantes identifica los cinco asuntos "no negociables" y le ayuda a reducir la lista de los candidatos aceptables que se postulan para desempeñar un cargo, ya sea a nivel nacional, estatal o local.
A los candidatos que respalden cualquiera de los cinco asuntos no negociables, se les debe considerar como que se han descalificado a sí mismos para ocupar un cargo público, y no debe votar por ellos. Usted debe hacer su selección entre los candidatos restantes.
Su papel como votante cristiano
Los cristianos poseen la obligación moral de promover el bien común al ejercer su privilegio del voto. Las autoridades civiles no son las únicas responsables por un país. "El servicio del bien común exige de los ciudadanos que cumplan con su responsabilidad en la vida de la comunidad política". Esto significa que los ciudadanos deben participar del proceso político en la urna de votación.
Pero la votación no puede ser arbitraria. "La conciencia cristiana bien formada no permite a nadie favorecer con el propio voto la realización de un programa político o la aprobación de una ley particular que contengan propuestas alternativas o contrarias a los contenidos fundamentales de la fe y la moral" .
Algunas cuestiones siempre están equivocadas, y nadie puede votar a favor de ellas directamente o indirectamente. Los ciudadanos votan a favor de estos males si votan por los candidatos que proponen promoverlos. Por lo tanto, los cristianos no deben votar a favor de alguien que intenta promover programas o leyes que son intrínsicamente malas.
Los cinco asuntos no negociables
Estos cinco asuntos son llamados no negociables porque conllevan actos que siempre son moralmente malos y nunca pueden ser promovidos por la ley. Es un pecado grave respaldar o promover cualquiera de estos actos, y ningún candidato que verdaderamente desee fomentar el bien común puede apoyar estos cinco asuntos no negociables.
1. El Aborto
El aborto es el asesinato intencional y directo de un ser humano inocente y, por lo tanto, es una clase de homicidio.
Nunca es lícito apoyar el aborto porque viola el mandamiento que dice "No matarás" (Ex 20:13), no solo promoviendo, sino absteniéndose de opinar sobre el crimen del aborto. El que calla otorga.
El aborto no se realiza sólo por medios quirúrgicos, sino también a través de los anticonceptivos de toma diaria (elevando la dosis) y la píldora del día después (anticoncepción de emergencia) y el DIU.
Las escrituras son claras en cuanto a que los no nacidos son seres humanos. Cuando María visitó a Isabel, que estaba encinta de San Juan Bautista, Isabel le dijo: "Tan pronto el sonido de tu voz llegó a mis oídos, el bebé saltó de gozo en mi seno" (Lucas 1:44). La Biblia enseña que los niños no nacidos deben ser cuidados y protegidos como niños.
El niño siempre es la parte inocente, y ninguna ley puede permitir que le quiten la vida. Aun cuando un niño sea concebido por una violación o incesto, el niño no tiene la culpa y no debe sufrir la muerte por los pecados de otros.
2. La Eutanasia
A menudo disfrazada con el nombre de "muerte misericordiosa", la eutanasia es una forma de homicidio. Nadie tiene el derecho de quitarse la vida (suicidio), y nadie tiene el derecho de quitarle la vida a una persona inocente.
Con la eutanasia, los enfermos o ancianos son asesinados por un sentido de la compasión mal encauzado, pero la verdadera compasión no puede incluir el cometer actos intrínsicamente malvados hacia otra persona..
3. Las Investigaciones con Células Estaminales Fetales
Los embriones humanos son seres humanos. Es inmoral matar embriones humanos para usar sus cuerpos como un producto médico y eso es lo que sucede en las investigaciones con células estaminales fetales. Los niños son asesinados antes de nacer para extraer sus células estaminales para uso en experimentos médicos. Esta práctica también viola el mandamiento que dice:"No matarás".
Los recientes avances científicos demuestran que cualquier curación que pueda resultar al experimentar con células estaminales fetales, puede ser desarrollada utilizando células estaminales adultas. Las células estaminales adultas pueden ser obtenidas sin causar daño a los adultos de las cuales provienen. Por lo tanto, ya no existe un argumento médico a favor del uso de las células estaminales fetales.
4. La Clonación Humana
Dios creó a la raza humana para que se reprodujera por la unión de un hombre y una mujer. Cada niño tiene el derecho de nacer de un padre y una madre. La clonación humana viola los designios de Dios al intentar crear un niño con sólo un padre o una madre genéticos.
Algunos pretenden crear clones humanos simplemente para usarlos en experimentos. Sin embargo olvidan que cada clon es un ser humano.
La clonación humana también termina siendo una forma de homicidio porque destruye el clon "rechazado" o "malogrado";
5. El "Matrimonio" Homosexual
El verdadero matrimonio es la unión de un hombre y una mujer. "Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse con su esposa, y ellos se convertirán en una sola carne". (Gen. 2:24). El reconocimiento legal de cualquier otra forma de "matrimonio" menosprecia el verdadero matrimonio, y el reconocimiento legal de las uniones homosexuales en realidad hace daño a las personas homosexuales porque las anima a continuar viviendo un acuerdo objetivamente inmoral.
Nuestra sociedad no escapará sin daños graves si ataca en su base a los verdaderos matrimonios pretendiendo que las uniones homosexuales son equivalentes a las que Dios diseñó.
En el caso de que en una Asamblea legislativa se proponga por primera vez un proyecto de ley a favor de la legalización de las uniones homosexuales, el parlamentario cristiano tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley. Conceder el sufragio del propio voto a un texto legislativo tan nocivo del bien común de la sociedad es un acto gravemente inmoral.
¿Qué puestos políticos me deben preocupar?
Las leyes son aprobadas por la legislatura, la rama ejecutiva las hace cumplir, y la judicial las interpreta. Esto quiere decir que usted debe escudriñar cualquier candidato a la legislatura, a cualquiera que se presente como candidato al poder ejecutivo, y a cualquiera nominado a la magistratura. Esto es así no sólo al nivel nacional, sino al estatal y al local.
Es sumamente importante que evalúe cada candidato antes de las elecciones, sin importar el cargo que procura.
Cómo no se debe votar
1. No descanse su voto solamente en la afiliación a un partido político, en sus anteriores hábitos de votación, o en la tradición de votación familiar. Años atrás estas eran maneras confiables para determinar por quién se podía votar, pero hoy no son de fiar. Debe mirar a cada candidato como un individuo. Esto significa que puede terminar otorgando votos a candidatos de varios partidos.
2. No emita su voto por la apariencia o la personalidad del candidato, o por su astucia ante los medios de comunicación. Algunos de esos candidatos atractivos, agradables y que dicen lo que conviene, apoyan males intrínsicos y debe oponerse a ellos, mientras que otros candidatos, que lucen sencillos, aburridos, o se sienten incómodos ante las cámaras, respaldan leyes que están de acuerdo con los principios cristianos.
3. No vote por los candidatos sólo porque se declaren cristianos. Desafortunadamente, muchos de los candidatos que se identifican como cristianos rechazan las enseñanzas básicas de la moral cristiana . Ellos solamente son cristianos cuando buscan el voto de los cristianos.
4. Tome su decisión sobre los candidatos que parecen más dispuestos a promover el bien común, aunque usted no se beneficie directa o inmediatamente de la legislación que proponen.
5. No premie con su voto a los candidatos que estén correctos en temas menos importantes, pero quienes están equivocados en asuntos morales claves. Puede ser que un candidato tenga un récord al votar exactamente como usted desea, aparte de haber votado a favor de, digamos, la eutanasia. Tal candidato jamás debe recibir su voto. Los candidatos necesitan saber que estar equivocados tan sólo en uno de los cinco asuntos no negociables, es suficiente para excluirlos de su consideración.
Cómo votar
1. Por cada puesto, determine primero la posición de cada candidato en cada uno de los cinco asuntos no negociables.
2. Elimine de su consideración los candidatos que estén equivocados sobre cualquiera de los asuntos no negociables. No importa que tengan razón sobre otros asuntos, debe descalificarlos si están equivocados en uno solo de los no negociables.
El papel de su conciencia
La conciencia es como una alarma. Le advierte cuando está a punto de hacer algo equivocado. Ella sola no determina lo que está bien o mal. Para que su conciencia funcione correctamente, debe estar bien informada. Es decir, usted debe informarse sobre lo que está bien y lo que está mal. Solamente así su conciencia será una guía confiable.
Desafortunadamente, muchos cristianos hoy día no han formado sus conciencias adecuadamente sobre asuntos claves de la moralidad. El resultado es que sus conciencias no se activan en los momentos apropiados, incluyendo el día de las elecciones.
Una conciencia bien formada jamás contradice la enseñanza moral cristiana . Por esta razón, si tiene dudas sobre el camino por el que le conduce su conciencia cuando se encuentre ante la urna de votación, ponga su confianza en la firme enseñanza moral cristiana.
Cuando termine con esta Guía del Votante
Por favor, no se quede solo en recibir esta guía. Léala, aprenda de ella, y prepare su selección de candidatos basada en la misma. Luego, reenvíe esta Guía del Votante a un amigo, y pídale que la lea y la pase a otros. Mientras más personas voten de acuerdo a los principios morales básicos, mejor estará nuestra Patria
C.E.E.
Fuente: Revista Arbil
Resumen del Documento del Episcopado Norteamericano, que también puede servir para orientar al electorado hispano, en tanto no se pronuncien sus pastores naturales. Se extiende sobre los cinco asuntos no negociables. Y aunque parece simple y de sentido común conviene ponerla en prácitca, pues no se hace (sino no sufriríamos los gobiernos y legislación que nos ahora nos tiraniza)
Cómo puede ayudarle esta Guía del Votante
Esta guía del votante le ayudará a emitir el voto de manera informada, consistente con la enseñanza moral cristiana. Le ayuda a eliminar de su consideración aquellos candidatos que apoyan políticas irreconciliables con las normas de moralidad que ha de sostener todo cristiano.
Muchos asuntos que se les presentan a los votantes y legisladores son tan claves, tan elementales, que una sola postura resulta estar en acuerdo con la enseñanza del evangelio cristiano. Nadie que respalde la postura incorrecta sobre esos asuntos puede decir que actúa de acuerdo a las normas morales de la Iglesia.
Esta guía de votantes identifica los cinco asuntos "no negociables" y le ayuda a reducir la lista de los candidatos aceptables que se postulan para desempeñar un cargo, ya sea a nivel nacional, estatal o local.
A los candidatos que respalden cualquiera de los cinco asuntos no negociables, se les debe considerar como que se han descalificado a sí mismos para ocupar un cargo público, y no debe votar por ellos. Usted debe hacer su selección entre los candidatos restantes.
Su papel como votante cristiano
Los cristianos poseen la obligación moral de promover el bien común al ejercer su privilegio del voto. Las autoridades civiles no son las únicas responsables por un país. "El servicio del bien común exige de los ciudadanos que cumplan con su responsabilidad en la vida de la comunidad política". Esto significa que los ciudadanos deben participar del proceso político en la urna de votación.
Pero la votación no puede ser arbitraria. "La conciencia cristiana bien formada no permite a nadie favorecer con el propio voto la realización de un programa político o la aprobación de una ley particular que contengan propuestas alternativas o contrarias a los contenidos fundamentales de la fe y la moral" .
Algunas cuestiones siempre están equivocadas, y nadie puede votar a favor de ellas directamente o indirectamente. Los ciudadanos votan a favor de estos males si votan por los candidatos que proponen promoverlos. Por lo tanto, los cristianos no deben votar a favor de alguien que intenta promover programas o leyes que son intrínsicamente malas.
Los cinco asuntos no negociables
Estos cinco asuntos son llamados no negociables porque conllevan actos que siempre son moralmente malos y nunca pueden ser promovidos por la ley. Es un pecado grave respaldar o promover cualquiera de estos actos, y ningún candidato que verdaderamente desee fomentar el bien común puede apoyar estos cinco asuntos no negociables.
1. El Aborto
El aborto es el asesinato intencional y directo de un ser humano inocente y, por lo tanto, es una clase de homicidio.
Nunca es lícito apoyar el aborto porque viola el mandamiento que dice "No matarás" (Ex 20:13), no solo promoviendo, sino absteniéndose de opinar sobre el crimen del aborto. El que calla otorga.
El aborto no se realiza sólo por medios quirúrgicos, sino también a través de los anticonceptivos de toma diaria (elevando la dosis) y la píldora del día después (anticoncepción de emergencia) y el DIU.
Las escrituras son claras en cuanto a que los no nacidos son seres humanos. Cuando María visitó a Isabel, que estaba encinta de San Juan Bautista, Isabel le dijo: "Tan pronto el sonido de tu voz llegó a mis oídos, el bebé saltó de gozo en mi seno" (Lucas 1:44). La Biblia enseña que los niños no nacidos deben ser cuidados y protegidos como niños.
El niño siempre es la parte inocente, y ninguna ley puede permitir que le quiten la vida. Aun cuando un niño sea concebido por una violación o incesto, el niño no tiene la culpa y no debe sufrir la muerte por los pecados de otros.
2. La Eutanasia
A menudo disfrazada con el nombre de "muerte misericordiosa", la eutanasia es una forma de homicidio. Nadie tiene el derecho de quitarse la vida (suicidio), y nadie tiene el derecho de quitarle la vida a una persona inocente.
Con la eutanasia, los enfermos o ancianos son asesinados por un sentido de la compasión mal encauzado, pero la verdadera compasión no puede incluir el cometer actos intrínsicamente malvados hacia otra persona..
3. Las Investigaciones con Células Estaminales Fetales
Los embriones humanos son seres humanos. Es inmoral matar embriones humanos para usar sus cuerpos como un producto médico y eso es lo que sucede en las investigaciones con células estaminales fetales. Los niños son asesinados antes de nacer para extraer sus células estaminales para uso en experimentos médicos. Esta práctica también viola el mandamiento que dice:"No matarás".
Los recientes avances científicos demuestran que cualquier curación que pueda resultar al experimentar con células estaminales fetales, puede ser desarrollada utilizando células estaminales adultas. Las células estaminales adultas pueden ser obtenidas sin causar daño a los adultos de las cuales provienen. Por lo tanto, ya no existe un argumento médico a favor del uso de las células estaminales fetales.
4. La Clonación Humana
Dios creó a la raza humana para que se reprodujera por la unión de un hombre y una mujer. Cada niño tiene el derecho de nacer de un padre y una madre. La clonación humana viola los designios de Dios al intentar crear un niño con sólo un padre o una madre genéticos.
Algunos pretenden crear clones humanos simplemente para usarlos en experimentos. Sin embargo olvidan que cada clon es un ser humano.
La clonación humana también termina siendo una forma de homicidio porque destruye el clon "rechazado" o "malogrado";
5. El "Matrimonio" Homosexual
El verdadero matrimonio es la unión de un hombre y una mujer. "Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse con su esposa, y ellos se convertirán en una sola carne". (Gen. 2:24). El reconocimiento legal de cualquier otra forma de "matrimonio" menosprecia el verdadero matrimonio, y el reconocimiento legal de las uniones homosexuales en realidad hace daño a las personas homosexuales porque las anima a continuar viviendo un acuerdo objetivamente inmoral.
Nuestra sociedad no escapará sin daños graves si ataca en su base a los verdaderos matrimonios pretendiendo que las uniones homosexuales son equivalentes a las que Dios diseñó.
En el caso de que en una Asamblea legislativa se proponga por primera vez un proyecto de ley a favor de la legalización de las uniones homosexuales, el parlamentario cristiano tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley. Conceder el sufragio del propio voto a un texto legislativo tan nocivo del bien común de la sociedad es un acto gravemente inmoral.
¿Qué puestos políticos me deben preocupar?
Las leyes son aprobadas por la legislatura, la rama ejecutiva las hace cumplir, y la judicial las interpreta. Esto quiere decir que usted debe escudriñar cualquier candidato a la legislatura, a cualquiera que se presente como candidato al poder ejecutivo, y a cualquiera nominado a la magistratura. Esto es así no sólo al nivel nacional, sino al estatal y al local.
Es sumamente importante que evalúe cada candidato antes de las elecciones, sin importar el cargo que procura.
Cómo no se debe votar
1. No descanse su voto solamente en la afiliación a un partido político, en sus anteriores hábitos de votación, o en la tradición de votación familiar. Años atrás estas eran maneras confiables para determinar por quién se podía votar, pero hoy no son de fiar. Debe mirar a cada candidato como un individuo. Esto significa que puede terminar otorgando votos a candidatos de varios partidos.
2. No emita su voto por la apariencia o la personalidad del candidato, o por su astucia ante los medios de comunicación. Algunos de esos candidatos atractivos, agradables y que dicen lo que conviene, apoyan males intrínsicos y debe oponerse a ellos, mientras que otros candidatos, que lucen sencillos, aburridos, o se sienten incómodos ante las cámaras, respaldan leyes que están de acuerdo con los principios cristianos.
3. No vote por los candidatos sólo porque se declaren cristianos. Desafortunadamente, muchos de los candidatos que se identifican como cristianos rechazan las enseñanzas básicas de la moral cristiana . Ellos solamente son cristianos cuando buscan el voto de los cristianos.
4. Tome su decisión sobre los candidatos que parecen más dispuestos a promover el bien común, aunque usted no se beneficie directa o inmediatamente de la legislación que proponen.
5. No premie con su voto a los candidatos que estén correctos en temas menos importantes, pero quienes están equivocados en asuntos morales claves. Puede ser que un candidato tenga un récord al votar exactamente como usted desea, aparte de haber votado a favor de, digamos, la eutanasia. Tal candidato jamás debe recibir su voto. Los candidatos necesitan saber que estar equivocados tan sólo en uno de los cinco asuntos no negociables, es suficiente para excluirlos de su consideración.
Cómo votar
1. Por cada puesto, determine primero la posición de cada candidato en cada uno de los cinco asuntos no negociables.
2. Elimine de su consideración los candidatos que estén equivocados sobre cualquiera de los asuntos no negociables. No importa que tengan razón sobre otros asuntos, debe descalificarlos si están equivocados en uno solo de los no negociables.
El papel de su conciencia
La conciencia es como una alarma. Le advierte cuando está a punto de hacer algo equivocado. Ella sola no determina lo que está bien o mal. Para que su conciencia funcione correctamente, debe estar bien informada. Es decir, usted debe informarse sobre lo que está bien y lo que está mal. Solamente así su conciencia será una guía confiable.
Desafortunadamente, muchos cristianos hoy día no han formado sus conciencias adecuadamente sobre asuntos claves de la moralidad. El resultado es que sus conciencias no se activan en los momentos apropiados, incluyendo el día de las elecciones.
Una conciencia bien formada jamás contradice la enseñanza moral cristiana . Por esta razón, si tiene dudas sobre el camino por el que le conduce su conciencia cuando se encuentre ante la urna de votación, ponga su confianza en la firme enseñanza moral cristiana.
Cuando termine con esta Guía del Votante
Por favor, no se quede solo en recibir esta guía. Léala, aprenda de ella, y prepare su selección de candidatos basada en la misma. Luego, reenvíe esta Guía del Votante a un amigo, y pídale que la lea y la pase a otros. Mientras más personas voten de acuerdo a los principios morales básicos, mejor estará nuestra Patria
C.E.E.
Fuente: Revista Arbil
Doctrina y táctica del Mal Menor
Por F. Javier Garisoain Otero
Quisiera decir algo católicamente correcto sobre el concepto de “mal menor”. Y explicar que una cosa es la lícita doctrina moral del mal menor y otra más discutible la táctica política del mal menor. La táctica política malminorista es, desde hace doscientos años, seña de identidad del llamado catolicismo liberal, una ideología que ha pretendido conciliar la Verdad que predica la Iglesia con el relativismo y el naturalismo. Soy consciente de que muchos católicos sinceros siguen confiando en las tácticas maquiavélicas del mal menor y del voto útil tal vez porque no acaban de descubrir otra que les convenza. Después de pensarlo un poco les diré mi opinión: que hacer propuestas malas sabiendo que son malas y esperando con ello evitar el triunfo de propuestas peores suena, cuando menos, bastante inmoral. Y además es ineficaz.
La doctrina moral del Mal Menor
Los buenos filósofos explican que el mal no tiene entidad propia porque sólo es ausencia de bien. El mal menor pues no es más que carencia de bien. Y en este sentido mal menor es exactamente lo mismo que bien mayor. Como en el ejemplo de la botella “medio llena”o “medio vacía”sabemos que el nivel puede cambiar a más o a menos. Sabemos que diversas limitaciones internas o externas nos alejan siempre de la perfección individual y social. Por eso la doctrina del mal menor, que exige procurar siempre el mayor bien posible y evitar el mal en lo posible, es válida siempre. Ante una elección -suponiendo que nuestra única responsabilidad sea elegir- no existe otra posibilidad de rectitud ética que elegir lo mejor. Y si todo es malo hay que elegir el mal menor. Y no estará de mas convenir que en ciertos casos el negarse a elegir, es decir, la abstención, aún siendo un mal, puede ser el verdadero mal menor que estamos buscando. Todo ello suponiendo -insisto- que nuestra única responsabilidad sea elegir. La cosa cambia, como veremos, si nuestra responsabilidad no es elegir, sino hacer, o proponer. Al fin y al cabo vivimos en una sociedad plural en la que tenemos el deber de participar. ¿Se satisfará ese deber con la mera elección pasiva del mal menor? Si el llamamiento es a participar, a hacer, a construir, habrá que HACER el bien.
La táctica política del Mal Menor
La táctica política del mal menor ya no se limita al momento electoral, pues consiste en proponer unos males (menores) para evitar que triunfen otros males (mayores). Es la tentación política que nos acosa cuando tenemos la responsabilidad de hacer propuestas. Y llegados a este punto he llegado a una conclusión: desde el punto de vista ético nunca puede ser lícito proponer un mal, aunque éste sea menor.
He aquí algunos argumentos de por qué no es bueno el malminorismo:
- Porque la doctrina católica es clara al respecto cuando afirma que la conciencia ordena “practicar el bien y evitar el mal”(Cat. 1706 y 1777), que no se puede “hacer el mal”si se busca la salvación (Cat. 998) y que “nunca está permitido hacer el mal para obtener un bien”. (Cat.1789)
- Porque la responsabilidad de los laicos católicos no puede limitarse a elegir pasivamente entre los males que los enemigos de la Iglesia quieran ofrecer, sino que debe ser una participación activa y directa, “abriendo las puertas a Cristo”.
- Porque el mal menor pretende asignar a los católicos un papel mediocre y pasivo dentro del nuevo sistema “confesionalmente aconfesional”.
- Porque el mal menor convierte en cotidiana una situación excepcional.
- Porque una situación de mal menor prolongada hace que el mal menor cada vez sea mayor mal. Los males “menores”de nuestros días pesan demasiado como para no evidenciar un enfrentamiento radical con el Evangelio: el individualismo, la relativización de la autoridad, el primado de la opinión, la visión científico-racionalista del mundo... principios que se manifiestan en la pérdida de fe, la crisis de la familia, la corrupción, la injusticia y los desequilibrios a escala mundial, etc.
- Porque la táctica del mal menor se ha demostrado ineficaz en el tiempo para alcanzar el poder o reducir los males.
- Porque es preciso exponer en su integridad el mensaje del Evangelio ya que “donde el pecado pervierte la vida social es preciso apelar a la conversión de los corazones y a la gracia de Dios”(...) y “no hay solución a la cuestión social fuera del Evangelio”(Cat. 1896)
- Porque la propuesta de un mal por parte de quien debiera proponer un bien da lugar al pecado gravísimo de escándalo que es la “actitud o comportamiento que induce a otro a hacer el mal”).
(Cat. 2284). A este respecto es muy clara la enseñanza de Pío XII: “Se hacen culpables de escándalo quienes instituyen leyes o estructuras sociales que llevan a la degradación de las costumbres y a la corrupción de la vida religiosa, o a condiciones sociales que, voluntaria o involuntariamente hacen ardua y prácticamente imposible una conducta cristiana conforme a los mandamientos (...) Lo mismo ha de decirse (...) de los que, manipulando la opinión pública la desvían de los valores morales”. (Discurso de 1/6/1941. Recogido en: Cat. 2286).
- Porque un mal siempre es un mal y “es erróneo juzgar la moralidad de los actos considerando sólo la intención o las circunstancias”(Cat. 1756).
Cómo nace el Mal Menor
Históricamente, la táctica política del mal menor nace en la Europa cristiana postrevolucionaria de la mano de dos movimientos políticos católicos: el catolicismo liberal y la democracia cristiana. Es complicado desentrañar los motivos que llevan a sus promotores a adoptarla en la teoría. Y son contradictorios los hechos y las decisiones adoptadas en la práctica. No entraré a juzgar la intención. En muchas ocasiones los malminoristas han sido hombres de iglesia, católicos inquietos por los avances de la revolución y deseosos de hacer algo en un contexto de debilidad de la respuesta católica a la revolución liberal.
Se puede llegar al malminorismo por diversos motivos que se superponen y entremezclan:
- Por “contaminación”del pensamiento revolucionario y el deslumbramiento ante la aparente perfección de las nuevas ideologías. Buscando, por ejemplo, el compromiso de la Iglesia con una forma política concreta (nacionalismo, parlamentarismo, democracia de partidos, etc.)
- Por exageración de los males del Antiguo Régimen y su identificación con la misma Doctrina Católica.
- Por cansancio en la lucha contrarrevolucionaria, por el acomodo conservador de quienes están llamados a la valentía.
- Por una derrota bélica de las políticas católicas, o tras un período intenso de persecución religiosa.
- Por una aparente urgencia de transacción con los enemigos de la Iglesia a fin de que, al menos, sea tolerada por unas autoridades hostiles una mínima labor apostólica.
- Por maniobras de partidos revolucionarios que intencionadamente procuran sembrar dudas y división entre los católicos.
- Por la carencia de verdaderos políticos católicos lo cual anima la intromisión del clero en la política concreta.
- Por la misma intromisión clerical en el juego político lo que a su vez retrae de la participación a unos y desautoriza la labor independiente -y tal vez discrepante en lo contingente- de otros laicos.
- Por ingenuidad de los católicos que confían sin garantías en las reglas del juego establecidas por los enemigos de la fe.
- Por una sobrevaloración del éxito político inmediato olvidando que, como dice el catecismo: “el Reino no se realizará (...) mediante un triunfo histórico de la Iglesia en forma de un progreso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal”. (Cat. 677)
- Por una creciente desorientación y falta de formación del pueblo católico que genera pesimismo o falta de fe en la eficacia salvadora de los principios del Derecho Público Cristiano.
- Por un enfriamiento en la fe y la religiosidad. Porque sin ayuda de la gracia es muy difícil “acertar con el sendero a veces estrecho entre la mezquindad que cede al mal y la violencia que, creyendo ilusoriamente combatirlo, lo agrava”. (Centesimus Annus, 25. En Cat. 1889)
Cómo ha evolucionado la táctica del Mal Menor
La táctica del mal menor no se ha introducido de golpe en ningún momento. Lo ha hecho de forma progresiva (a peor) a lo largo de los dos últimos siglos. En la historia política de los países europeos se podrían identificar las siguientes situaciones:
- En un primer momento, tras el choque violento de la revolución, y argumentando el accidentalismo de la Iglesia (que corresponde a la institución pero no a los laicos), los malminoristas toleran, consienten y hasta promueven la disolución de estructuras políticas y sociales tradicionales (monarquía, gremios, instituciones religiosas, bienes comunales, etc.) que eran de hecho un freno a la revolución.
- Paralelamente a la secularización de la política y por un cierto maquiavelismo, empiezan a omitir los argumentos religiosos a la hora de hacer propuestas con la ilusión de captar así el apoyo de los no católicos. Algunos llegan a afirmar como justificación para no hablar de la Redención que “la doctrina cristiana es más importante que Cristo”lo cual no deja de ser puro pelagianismo.
- El paso siguiente en la táctica malminorista es el intento de unión de los católicos en torno a un programa mínimo pero no para presentar una alternativa al nuevo régimen sino para integrarse mejor en él con la idea de “cambiarlo desde dentro”. Para ello se procura el desprestigio de otros políticos y tácticas católicas marginales.
- Un recurso frecuente en los malminoristas es tratar de ganar la simpatía de la jerarquía mediante promesas de “paz y reconciliación”que permitan la reconstrucción material de las Iglesias y el mantenimiento regular del culto. Se trata de un intento desesperado de salvar “lo que se pueda”, de tentar a la jerarquía de la Iglesia con una dirección política que no le es propia. Que podría ser algo excepcional, pero no la tónica habitual de participación política católica.
- En ocasiones son los propios obispos o miembros del clero quienes promueven grupos políticos en esa línea con una mentalidad puramente defensiva de la Iglesia. Esta intromisión empobrece la acción política de los católicos, la hace “ir a remolque”de las propuestas revolucionarias, y compromete a la Iglesia con soluciones políticas legítimas pero opinables. Cuando alguien propone hacer acción social, como lo hizo en España un influyente obispo, “para que no se nos vayan los obreros de la Iglesia”está falseando la finalidad de la verdadera acción social, que no puede ser un mero instrumento de catequesis, sino un deber de justicia y responsabilidad de los laicos.
- El caso del Ralliement propuesto por León XIII, que envalentonó aún más a los enemigos de la Iglesia en Francia, o la verdadera traición de ciertos obispos mexicanos a los católicos cristeros, milagrosamente perdonada por el pueblo fiel, son dos ejemplos de las nefastas consecuencias a las que puede llevar el malminorismo. En este sentido la claridad del Concilio Vaticano II al exigir la abstención del clero de toda actividad política representa una rectificación importante. Es preciso reconocer que el empeño cobarde de algunos cristianos por buscar la mera supervivencia material de la Iglesia, la “añadidura”, ha sido un anti-testimonio escandaloso. Es un escándalo que quienes dicen con el Evangelio “Buscad el Reino de Dios y su justicia...”olviden que el mal moral es “infinitamente más grave”que el mal físico. (Cat. 311)
- Más recientemente y coincidiendo con la euforia previa al Concilio Vaticano II se procuró la disgregación de partidos, asociaciones, instituciones y estados católicos con la idea de potenciar una especie de “guerra de guerrillas”que pudiera conquistar así la opinión pública y llegar a todos los rincones del entramado social. Los resultados están a la vista: no sólo se han debilitado o extinguido las antiguas herramientas sino que además no ha surgido esa nueva”guerrilla”y no se ha conquistado nada nuevo -o poco- que no fuera ya católico.
- El último paso del malminorismo y la demostración palpable de su maquiavelismo es la justificación del voto útil lo que, paradójicamente, contradice el mal menor porque propugna que se vote no ya al menos malo, sino a la opción que tenga mayores posibilidades de triunfo, aunque sea peor que otras opciones con menos posibilidades.
La ineficacia del Mal Menor
Al analizar la génesis y desarrollo de las tácticas malminoristas, en ningún caso condeno aquí la intención de quienes las han apoyado o apoyan. Simplemente quiero constatar algunas razones que expliquen por qué el malminorismo nunca consigue lo que se propone. No consigue reducir el mal mayor:
- Porque las energías que debían gastarse en proponer bienes plenos se gastan en proponer males menores.
- Porque es una opción de retirada, pesimista, en la que el político católico esconde sus talentos por temor, o por falsa precaución.
- Porque la táctica del mal menor predica la resignación; y no precisamente la resignación cristiana, sino la sumisión y la tolerancia al tirano, a la injusticia y al atropello. Con tácticas malminoristas nunca se habría decidido el alzamiento español de 1936, ni habría caído el muro de Berlín. No habría habido Guerra de la Independencia Española, ni insurgencia católica en la Vendée, ni Carlistas en España, ni Cristeros en México. Y tal vez ninguna oposición habría encontrado el avance islámico por Europa. No habrían existido ni Lepanto, ni Cruzadas, ni Reconquista.
- Porque el mal menor se presenta como una forma inteligente de favorecer económica y físicamente a la Iglesia olvidando que la mayor riqueza de la Iglesia -su única riqueza- es el testimonio de la Verdad, testimonio que si sigue hoy vivo es gracias a la sangre de los mártires.
- Porque hay ejemplos sobrados en los que el triunfo del malminorismo ha dado el poder a partidos que reclamando el voto católico han amparado, y eso ha pasado en media Europa, una legislación anticristiana (divorcio, aborto, etc.).
En definitiva, el malminorismo no ha sido derrotado nunca porque en sí mismo es una derrota anticipada, una especie de cómodo suicidio colectivo. Es el retroceso, la postura vergonzante y defensiva, el complejo de inferioridad. Defendiendo una táctica de mal menor, los cristianos renuncian al protagonismo histórico, como si Cristo no fuese Señor de la historia. Se creen maquiavelos y sólo son una sombra en retirada. Niegan en la práctica la posibilidad de una doctrina social cristiana, y niegan la evidencia de una sociedad que, con todas sus imperfecciones, ha sido cristiana. El malminorismo, contrapeso necesario de una revolución que en el fondo es anticristiana, ha fracasado siempre, desde su mismo nacimiento.
En cambio, la historia de la Iglesia y de los pueblos cristianos está llena de hermosos ejemplos en los que el optimismo -o mejor, la esperanza cristiana-, nos enseña que es posible, con la ayuda de Dios, construir verdaderas sociedades cristianas. La política cristiana no ha fracasado en la medida en que todavía hoy seguimos viviendo de las rentas de la vieja cristiandad occidental.
Conclusiones
Es alentador comprobar que, gracias a Dios, los errores filosóficos o teológicos, cuando se concretan en movimientos y personas, siguen adelante en medio de felices incongruencias, acuciados por la realidad de las cosas. Raras veces llegan a desarrollar las últimas consecuencias de sus principios. Por eso el resultado de una acción política, aunque parta de unos principios erróneos, es incierto y sorprendente. “Dios creó un mundo imperfecto, en estado de vía”. (Cat. 310) y ni siquiera el acceso al gobierno político de personas santas podría eliminar todas las imperfecciones de este mundo.
Una vez reconocida esta tremenda limitación de la realidad política, nuestra responsabilidad de laicos católicos no puede ser la resignación ante un mundo imperfecto, sino la lucha y la aventura por procurar el acercamiento a ese ideal de perfección que propone también a un nivel social el Evangelio. Aquí radica el verdadero y sano pluralismo que debe existir entre los católicos, porque sin reconocer cierto “derecho a la equivocación”será imposible rectificar y mejorar.
La Doctrina de la Iglesia está pidiendo a los laicos católicos una participación activa en la vida política, solos o acompañados. Todo llamamiento a la unidad entre los católicos no puede exigir mas que una unión en los principios pre-políticos, es decir, en torno a una misma idea de bien común. Y esa acción política católica es responsabilidad exclusiva de los laicos, no de la Institución jerárquica. Laicos solos, o laicos agrupados. Pero laicos.
En cuanto a los conceptos de mal menor y voto útil, estas son mis conclusiones:
- El mal menor como doctrina moral es siempre válido si nuestra responsabilidad es exclusivamente la elección.
- El mal menor como táctica política nace en la Europa postrevolucionaria en un contexto de debilidad de las opciones políticas cristianas.
- La táctica del mal menor es pesimista e ineficaz.
- La táctica política del voto útil es puro maquiavelismo político y aunque aparentemente contradice la táctica del mal menor es en realidad una vuelta de tuerca en una misma concepción que esteriliza la acción política de los laicos católicos.
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F. Javier Garisoain Otero
Fuente: Revista Arbil
Quisiera decir algo católicamente correcto sobre el concepto de “mal menor”. Y explicar que una cosa es la lícita doctrina moral del mal menor y otra más discutible la táctica política del mal menor. La táctica política malminorista es, desde hace doscientos años, seña de identidad del llamado catolicismo liberal, una ideología que ha pretendido conciliar la Verdad que predica la Iglesia con el relativismo y el naturalismo. Soy consciente de que muchos católicos sinceros siguen confiando en las tácticas maquiavélicas del mal menor y del voto útil tal vez porque no acaban de descubrir otra que les convenza. Después de pensarlo un poco les diré mi opinión: que hacer propuestas malas sabiendo que son malas y esperando con ello evitar el triunfo de propuestas peores suena, cuando menos, bastante inmoral. Y además es ineficaz.
La doctrina moral del Mal Menor
Los buenos filósofos explican que el mal no tiene entidad propia porque sólo es ausencia de bien. El mal menor pues no es más que carencia de bien. Y en este sentido mal menor es exactamente lo mismo que bien mayor. Como en el ejemplo de la botella “medio llena”o “medio vacía”sabemos que el nivel puede cambiar a más o a menos. Sabemos que diversas limitaciones internas o externas nos alejan siempre de la perfección individual y social. Por eso la doctrina del mal menor, que exige procurar siempre el mayor bien posible y evitar el mal en lo posible, es válida siempre. Ante una elección -suponiendo que nuestra única responsabilidad sea elegir- no existe otra posibilidad de rectitud ética que elegir lo mejor. Y si todo es malo hay que elegir el mal menor. Y no estará de mas convenir que en ciertos casos el negarse a elegir, es decir, la abstención, aún siendo un mal, puede ser el verdadero mal menor que estamos buscando. Todo ello suponiendo -insisto- que nuestra única responsabilidad sea elegir. La cosa cambia, como veremos, si nuestra responsabilidad no es elegir, sino hacer, o proponer. Al fin y al cabo vivimos en una sociedad plural en la que tenemos el deber de participar. ¿Se satisfará ese deber con la mera elección pasiva del mal menor? Si el llamamiento es a participar, a hacer, a construir, habrá que HACER el bien.
La táctica política del Mal Menor
La táctica política del mal menor ya no se limita al momento electoral, pues consiste en proponer unos males (menores) para evitar que triunfen otros males (mayores). Es la tentación política que nos acosa cuando tenemos la responsabilidad de hacer propuestas. Y llegados a este punto he llegado a una conclusión: desde el punto de vista ético nunca puede ser lícito proponer un mal, aunque éste sea menor.
He aquí algunos argumentos de por qué no es bueno el malminorismo:
- Porque la doctrina católica es clara al respecto cuando afirma que la conciencia ordena “practicar el bien y evitar el mal”(Cat. 1706 y 1777), que no se puede “hacer el mal”si se busca la salvación (Cat. 998) y que “nunca está permitido hacer el mal para obtener un bien”. (Cat.1789)
- Porque la responsabilidad de los laicos católicos no puede limitarse a elegir pasivamente entre los males que los enemigos de la Iglesia quieran ofrecer, sino que debe ser una participación activa y directa, “abriendo las puertas a Cristo”.
- Porque el mal menor pretende asignar a los católicos un papel mediocre y pasivo dentro del nuevo sistema “confesionalmente aconfesional”.
- Porque el mal menor convierte en cotidiana una situación excepcional.
- Porque una situación de mal menor prolongada hace que el mal menor cada vez sea mayor mal. Los males “menores”de nuestros días pesan demasiado como para no evidenciar un enfrentamiento radical con el Evangelio: el individualismo, la relativización de la autoridad, el primado de la opinión, la visión científico-racionalista del mundo... principios que se manifiestan en la pérdida de fe, la crisis de la familia, la corrupción, la injusticia y los desequilibrios a escala mundial, etc.
- Porque la táctica del mal menor se ha demostrado ineficaz en el tiempo para alcanzar el poder o reducir los males.
- Porque es preciso exponer en su integridad el mensaje del Evangelio ya que “donde el pecado pervierte la vida social es preciso apelar a la conversión de los corazones y a la gracia de Dios”(...) y “no hay solución a la cuestión social fuera del Evangelio”(Cat. 1896)
- Porque la propuesta de un mal por parte de quien debiera proponer un bien da lugar al pecado gravísimo de escándalo que es la “actitud o comportamiento que induce a otro a hacer el mal”).
(Cat. 2284). A este respecto es muy clara la enseñanza de Pío XII: “Se hacen culpables de escándalo quienes instituyen leyes o estructuras sociales que llevan a la degradación de las costumbres y a la corrupción de la vida religiosa, o a condiciones sociales que, voluntaria o involuntariamente hacen ardua y prácticamente imposible una conducta cristiana conforme a los mandamientos (...) Lo mismo ha de decirse (...) de los que, manipulando la opinión pública la desvían de los valores morales”. (Discurso de 1/6/1941. Recogido en: Cat. 2286).
- Porque un mal siempre es un mal y “es erróneo juzgar la moralidad de los actos considerando sólo la intención o las circunstancias”(Cat. 1756).
Cómo nace el Mal Menor
Históricamente, la táctica política del mal menor nace en la Europa cristiana postrevolucionaria de la mano de dos movimientos políticos católicos: el catolicismo liberal y la democracia cristiana. Es complicado desentrañar los motivos que llevan a sus promotores a adoptarla en la teoría. Y son contradictorios los hechos y las decisiones adoptadas en la práctica. No entraré a juzgar la intención. En muchas ocasiones los malminoristas han sido hombres de iglesia, católicos inquietos por los avances de la revolución y deseosos de hacer algo en un contexto de debilidad de la respuesta católica a la revolución liberal.
Se puede llegar al malminorismo por diversos motivos que se superponen y entremezclan:
- Por “contaminación”del pensamiento revolucionario y el deslumbramiento ante la aparente perfección de las nuevas ideologías. Buscando, por ejemplo, el compromiso de la Iglesia con una forma política concreta (nacionalismo, parlamentarismo, democracia de partidos, etc.)
- Por exageración de los males del Antiguo Régimen y su identificación con la misma Doctrina Católica.
- Por cansancio en la lucha contrarrevolucionaria, por el acomodo conservador de quienes están llamados a la valentía.
- Por una derrota bélica de las políticas católicas, o tras un período intenso de persecución religiosa.
- Por una aparente urgencia de transacción con los enemigos de la Iglesia a fin de que, al menos, sea tolerada por unas autoridades hostiles una mínima labor apostólica.
- Por maniobras de partidos revolucionarios que intencionadamente procuran sembrar dudas y división entre los católicos.
- Por la carencia de verdaderos políticos católicos lo cual anima la intromisión del clero en la política concreta.
- Por la misma intromisión clerical en el juego político lo que a su vez retrae de la participación a unos y desautoriza la labor independiente -y tal vez discrepante en lo contingente- de otros laicos.
- Por ingenuidad de los católicos que confían sin garantías en las reglas del juego establecidas por los enemigos de la fe.
- Por una sobrevaloración del éxito político inmediato olvidando que, como dice el catecismo: “el Reino no se realizará (...) mediante un triunfo histórico de la Iglesia en forma de un progreso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal”. (Cat. 677)
- Por una creciente desorientación y falta de formación del pueblo católico que genera pesimismo o falta de fe en la eficacia salvadora de los principios del Derecho Público Cristiano.
- Por un enfriamiento en la fe y la religiosidad. Porque sin ayuda de la gracia es muy difícil “acertar con el sendero a veces estrecho entre la mezquindad que cede al mal y la violencia que, creyendo ilusoriamente combatirlo, lo agrava”. (Centesimus Annus, 25. En Cat. 1889)
Cómo ha evolucionado la táctica del Mal Menor
La táctica del mal menor no se ha introducido de golpe en ningún momento. Lo ha hecho de forma progresiva (a peor) a lo largo de los dos últimos siglos. En la historia política de los países europeos se podrían identificar las siguientes situaciones:
- En un primer momento, tras el choque violento de la revolución, y argumentando el accidentalismo de la Iglesia (que corresponde a la institución pero no a los laicos), los malminoristas toleran, consienten y hasta promueven la disolución de estructuras políticas y sociales tradicionales (monarquía, gremios, instituciones religiosas, bienes comunales, etc.) que eran de hecho un freno a la revolución.
- Paralelamente a la secularización de la política y por un cierto maquiavelismo, empiezan a omitir los argumentos religiosos a la hora de hacer propuestas con la ilusión de captar así el apoyo de los no católicos. Algunos llegan a afirmar como justificación para no hablar de la Redención que “la doctrina cristiana es más importante que Cristo”lo cual no deja de ser puro pelagianismo.
- El paso siguiente en la táctica malminorista es el intento de unión de los católicos en torno a un programa mínimo pero no para presentar una alternativa al nuevo régimen sino para integrarse mejor en él con la idea de “cambiarlo desde dentro”. Para ello se procura el desprestigio de otros políticos y tácticas católicas marginales.
- Un recurso frecuente en los malminoristas es tratar de ganar la simpatía de la jerarquía mediante promesas de “paz y reconciliación”que permitan la reconstrucción material de las Iglesias y el mantenimiento regular del culto. Se trata de un intento desesperado de salvar “lo que se pueda”, de tentar a la jerarquía de la Iglesia con una dirección política que no le es propia. Que podría ser algo excepcional, pero no la tónica habitual de participación política católica.
- En ocasiones son los propios obispos o miembros del clero quienes promueven grupos políticos en esa línea con una mentalidad puramente defensiva de la Iglesia. Esta intromisión empobrece la acción política de los católicos, la hace “ir a remolque”de las propuestas revolucionarias, y compromete a la Iglesia con soluciones políticas legítimas pero opinables. Cuando alguien propone hacer acción social, como lo hizo en España un influyente obispo, “para que no se nos vayan los obreros de la Iglesia”está falseando la finalidad de la verdadera acción social, que no puede ser un mero instrumento de catequesis, sino un deber de justicia y responsabilidad de los laicos.
- El caso del Ralliement propuesto por León XIII, que envalentonó aún más a los enemigos de la Iglesia en Francia, o la verdadera traición de ciertos obispos mexicanos a los católicos cristeros, milagrosamente perdonada por el pueblo fiel, son dos ejemplos de las nefastas consecuencias a las que puede llevar el malminorismo. En este sentido la claridad del Concilio Vaticano II al exigir la abstención del clero de toda actividad política representa una rectificación importante. Es preciso reconocer que el empeño cobarde de algunos cristianos por buscar la mera supervivencia material de la Iglesia, la “añadidura”, ha sido un anti-testimonio escandaloso. Es un escándalo que quienes dicen con el Evangelio “Buscad el Reino de Dios y su justicia...”olviden que el mal moral es “infinitamente más grave”que el mal físico. (Cat. 311)
- Más recientemente y coincidiendo con la euforia previa al Concilio Vaticano II se procuró la disgregación de partidos, asociaciones, instituciones y estados católicos con la idea de potenciar una especie de “guerra de guerrillas”que pudiera conquistar así la opinión pública y llegar a todos los rincones del entramado social. Los resultados están a la vista: no sólo se han debilitado o extinguido las antiguas herramientas sino que además no ha surgido esa nueva”guerrilla”y no se ha conquistado nada nuevo -o poco- que no fuera ya católico.
- El último paso del malminorismo y la demostración palpable de su maquiavelismo es la justificación del voto útil lo que, paradójicamente, contradice el mal menor porque propugna que se vote no ya al menos malo, sino a la opción que tenga mayores posibilidades de triunfo, aunque sea peor que otras opciones con menos posibilidades.
La ineficacia del Mal Menor
Al analizar la génesis y desarrollo de las tácticas malminoristas, en ningún caso condeno aquí la intención de quienes las han apoyado o apoyan. Simplemente quiero constatar algunas razones que expliquen por qué el malminorismo nunca consigue lo que se propone. No consigue reducir el mal mayor:
- Porque las energías que debían gastarse en proponer bienes plenos se gastan en proponer males menores.
- Porque es una opción de retirada, pesimista, en la que el político católico esconde sus talentos por temor, o por falsa precaución.
- Porque la táctica del mal menor predica la resignación; y no precisamente la resignación cristiana, sino la sumisión y la tolerancia al tirano, a la injusticia y al atropello. Con tácticas malminoristas nunca se habría decidido el alzamiento español de 1936, ni habría caído el muro de Berlín. No habría habido Guerra de la Independencia Española, ni insurgencia católica en la Vendée, ni Carlistas en España, ni Cristeros en México. Y tal vez ninguna oposición habría encontrado el avance islámico por Europa. No habrían existido ni Lepanto, ni Cruzadas, ni Reconquista.
- Porque el mal menor se presenta como una forma inteligente de favorecer económica y físicamente a la Iglesia olvidando que la mayor riqueza de la Iglesia -su única riqueza- es el testimonio de la Verdad, testimonio que si sigue hoy vivo es gracias a la sangre de los mártires.
- Porque hay ejemplos sobrados en los que el triunfo del malminorismo ha dado el poder a partidos que reclamando el voto católico han amparado, y eso ha pasado en media Europa, una legislación anticristiana (divorcio, aborto, etc.).
En definitiva, el malminorismo no ha sido derrotado nunca porque en sí mismo es una derrota anticipada, una especie de cómodo suicidio colectivo. Es el retroceso, la postura vergonzante y defensiva, el complejo de inferioridad. Defendiendo una táctica de mal menor, los cristianos renuncian al protagonismo histórico, como si Cristo no fuese Señor de la historia. Se creen maquiavelos y sólo son una sombra en retirada. Niegan en la práctica la posibilidad de una doctrina social cristiana, y niegan la evidencia de una sociedad que, con todas sus imperfecciones, ha sido cristiana. El malminorismo, contrapeso necesario de una revolución que en el fondo es anticristiana, ha fracasado siempre, desde su mismo nacimiento.
En cambio, la historia de la Iglesia y de los pueblos cristianos está llena de hermosos ejemplos en los que el optimismo -o mejor, la esperanza cristiana-, nos enseña que es posible, con la ayuda de Dios, construir verdaderas sociedades cristianas. La política cristiana no ha fracasado en la medida en que todavía hoy seguimos viviendo de las rentas de la vieja cristiandad occidental.
Conclusiones
Es alentador comprobar que, gracias a Dios, los errores filosóficos o teológicos, cuando se concretan en movimientos y personas, siguen adelante en medio de felices incongruencias, acuciados por la realidad de las cosas. Raras veces llegan a desarrollar las últimas consecuencias de sus principios. Por eso el resultado de una acción política, aunque parta de unos principios erróneos, es incierto y sorprendente. “Dios creó un mundo imperfecto, en estado de vía”. (Cat. 310) y ni siquiera el acceso al gobierno político de personas santas podría eliminar todas las imperfecciones de este mundo.
Una vez reconocida esta tremenda limitación de la realidad política, nuestra responsabilidad de laicos católicos no puede ser la resignación ante un mundo imperfecto, sino la lucha y la aventura por procurar el acercamiento a ese ideal de perfección que propone también a un nivel social el Evangelio. Aquí radica el verdadero y sano pluralismo que debe existir entre los católicos, porque sin reconocer cierto “derecho a la equivocación”será imposible rectificar y mejorar.
La Doctrina de la Iglesia está pidiendo a los laicos católicos una participación activa en la vida política, solos o acompañados. Todo llamamiento a la unidad entre los católicos no puede exigir mas que una unión en los principios pre-políticos, es decir, en torno a una misma idea de bien común. Y esa acción política católica es responsabilidad exclusiva de los laicos, no de la Institución jerárquica. Laicos solos, o laicos agrupados. Pero laicos.
En cuanto a los conceptos de mal menor y voto útil, estas son mis conclusiones:
- El mal menor como doctrina moral es siempre válido si nuestra responsabilidad es exclusivamente la elección.
- El mal menor como táctica política nace en la Europa postrevolucionaria en un contexto de debilidad de las opciones políticas cristianas.
- La táctica del mal menor es pesimista e ineficaz.
- La táctica política del voto útil es puro maquiavelismo político y aunque aparentemente contradice la táctica del mal menor es en realidad una vuelta de tuerca en una misma concepción que esteriliza la acción política de los laicos católicos.
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F. Javier Garisoain Otero
Fuente: Revista Arbil
lunes, 20 de julio de 2009
No tenemos el mismo modo de concebir la reconciliación
"El Cardenal Ratzinger la ve en el sentido de reducirnos de nuevo al Vaticano II. Nosotros, por el contrario, la vemos como un retorno de Roma a la Tradición. No nos entendemos. Es un diálogo de sordos. No puedo hablar demasiado del porvenir, puesto que el mío está detrás de mí. Pero si viviera áun un poco, y suponiendo que Roma nos llamara, que quisiera recibirnos, volver a hablar, entonces soy yo quien pondría las condiciones. Ya no aceptaría encontrarme en la situación en que nos ha dejado los coloquios. Eso ya terminó.
Yo colocaría la cuestión en el plano doctrinal. "¿Están de acuerdo con las grandes encíclicas de todos los Papas que les han precedido? ¿Están de acuerdo con la Quanta Cura de Pío IX, Immortale Dei, Libertas de León XIII, Pascendi de San Pío X, Quas Primas de Pío XI, Humani Generis de Pío XII? ¿Están ustedes en plena comunión con estos Papas y sus afirmaciones? ¿Aceptan todavía el juramento antimodernista? ¿Están a favor del reinado social de Nuestro Señor Jesucristo? Si no aceptan la doctrina de sus predecesores, entonces es inútil hablar. Mientras no acepten una reforma del Concilio teniendo en cuenta la doctrina de estos Papas que les han precedido, no hay diálogo posible. Es inútil. Las posturas serían más claras.
No nos opone algo de poca importancia. No basta con que se nos diga: pueden celebrar la antigua misa, sino que hay que aceptar todo esto. No, no es eso lo que nos opone, sino la doctrina. Está claro".
Mons. Marcel Lefebvre, entrevista de Fideliter, Nº 66, nov-dic de 1988.
Fuente: Panodigital
viernes, 17 de julio de 2009
San Enrique Emperador, Patrón de los oblatos seglares de San Benito
SAN ENRIQUE
emperador, confesor y patrono de los oblatos seglares benedictinos
(† 1024)
Fiesta: 13 de Julio según el Calendario Ordinario, y 15 de Julio según el Tradicional.
En la primavera del año 973 el ducado de Baviera celebraba con grandes festejos el nacimiento del príncipe heredero. Este niño, que llegaría a ser emperador y santo, era hijo de Enrique el Batallador, duque de Baviera, y de la princesa Gisela de Borgoña.
Podemos fácilmente imaginarnos los primeros años del niño príncipe: las fiestas, la caza, los trovadores, la guerra, en el marco poético del Medievo.
La vida de San Enrique parece que comienza como un bonito cuento de hadas, pero aquellos tiempos no eran de pura poesía; guerras y pestes se dejaban sentir y la lglesia atravesaba lo que se ha llamado su "edad de hierro". La sociedad sufría violentos vaivenes y, en uno de ellos, nuestro pequeño Santo tuvo que sufrir durante algunos años la persecución, mientras su padre, vencido en guerras familiares, era condenado al destierro.
Recobrada la calma y restablecido su padre en el trono de Baviera, el joven Enrique se dedicó al cultivo de las artes y las letras, bajo la custodia del santo obispo de Ratisbona, San Wolfgang, que había sido su padrino de bautismo y se cuidó de darle una esmerada educación cristiana.
A la muerte de su padre ocupó el trono nuestro Santo, que contaba por entonces veintidós años. Era uno de los príncipes más instruidos de su tiempo; joven y fuerte, su fama corrió pronto por toda Alemania, ganándose la simpatía general. Para completar el cuadro gozó también del amor, casándose con la princesa Cunegunda, con quien vivió tan santamente que hoy veneramos a ambos en los altares.
San Enrique fue un verdadero padre para sus súbditos; su ímpetu de mozo no le hizo olvidar la responsabilidad de ser rey.
Cuando algún señor feudal o alguna ciudad se sublevaban, cosa, por lo demás, harto frecuente en aquellos tiempos, sus jefes militares le aconsejaban destruir tales ciudades o fortalezas para castigo de su orgullo y escarmiento de los demás, pero el joven rey contestaba con calma:
—Dios no me dio la corona para hacer mal, sino para corregir a los que lo hacen.
Así poco a poco su gobierno se consolidaba cada vez más y su buena fama corría de boca en boca.
Una noche se le apareció en sueños su padrino, San Wolfgang, y le hizo leer en la muralla: "Después de seis", desvaneciéndose inmediatamente la aparición.
San Enrique creyó que se trataba de un anuncio de su próxima muerte en el plazo de seis días y redobló sus acostumbradas penitencias, poniéndose en las manos de Dios. Pero el sentido exacto de la aparición lo comprendió sólo después de seis años, ya que exactamente a los seis años de la aparición, el 1 de enero del año, 1002, fue proclamado emperador de Alemania. Acababa de morir el emperador Otón III y, como no dejaba descendencia directa, correspondía por derecho a San Enrique ocupar el trono del Imperio romano-germánico.
Reunidos los electores del Imperio declararon emperador a San Enrique, con gran gozo de todos sus súbditos. Sin embargo, para ocupar el trono al que tenía todos los derechos se vio obligado a hacer algunas guerras familiares contra otros pretendientes.
La situación del Imperio en aquellos momentos no era nada halagüeña. Numerosos señores feudales, marqueses u obispos, se hacían la guerra mutuamente, asolando el país con sus razzias. A su vez, el rey de Polonia intentaba invadir Alemania y los bizantinos presionaban en las fronteras del sur del Imperio.
Para poner fin a todo esto, San Enrique organizó un formidable ejército y poco a poco logró imponer la paz en todos sus dominios, haciendo, además, tributarios a los reyes vecinos. San Enrique contaba entre sus dotes personales un gran genio militar.
Interesado en la reforma espiritual del clero, el año 1007 convocó en Francfort un concilio general para tratar este tema. De todos los puntos del Imperio acudieron numerosos prelados. Cuando San Enrique entró en la sala del concilio se postró en tierra ante todos los obispos en humilde y pleno reconocimiento de su potestad en todos los asuntos espirituales; tal gesto de humildad no lo había hecho ningún emperador germano. Bajo la protección imperial el concilio dictó severas normas disciplinares y San Enrique se encargó de hacerlas cumplir.
El emperador fundó espléndidamente numerosos monasterios y nuevas iglesias. Por todas partes florecían nuevos claustros, en que los monjes se entregaban a sus obras de piedad y de cultura, y desde todos los rincones del Imperio miles de campanas volteaban dando gracias al emperador. En Alemania todavía se conservan muchas de las grandes catedrales de entonces. Sobre las antiguas ciudades se destaca su imponente masa, como auténticas fortalezas, y su silueta marca siempre dos torres o dos ábsides iguales, simbolizadores de los dos poderes: la Iglesia y el Imperio.
Pero en Italia los Estados Pontificios no gozaban de la misma paz. Toda Italia era un hervidero de luchas fratricidas y en los Estados del Papa reinaba la más completa anarquía.
San Enrique pasó a Italia con un fuerte ejército para restablecer el orden, pero tuvo que salir de nuevo hacia Polonia para sofocar la sublevación de aquella parte del Imperio. Toda la vida del Santo transcurre en un continuo zigzaguear de marchas militares y batallas para restablecer la paz y castigar a los malhechores.
San Enrique era amigo de la paz; tal vez por contraste con su azarosa vida amaba la delicia de un claustro silencioso y le gustaba darse a la oración completamente solo. Podía parecer que le gustaba ser monje.
Cierta vez, estando en Estrasburgo, en el año, 1012, maravillado de la piedad de los canónigos de la catedral quiso ser canónigo, y así se lo pidió al obispo que presidía el cabildo.
El obispo vio las buenas disposiciones del emperador, pero prefirió tomar su petición en broma y, siguiendo el juego, le pidió una promesa de obediencia:
—¿Estáis, señor, dispuesto a obedecerme en todo?
Y a decir verdad que el rey estaba bien dispuesto a renunciar a todo para hacerse miembro de aquel santo cabildo.
—Pues bien; yo os ordeno, en virtud de santa obediencia, que continuéis rigiendo el Imperio como hasta ahora, porque el Señor os ha destinado para rey y no para canónigo.
El rey obedeció, pero fundó una rica prebenda para que un canónigo se ocupara siempre de rezar por el rey, con el título de "rey del coro" y los honores consiguientes. Tal tradición se conservó en Estrasburgo hasta bien entrado el siglo XIII.
Entretanto murió en Roma el papa Sergio IV y fue elegido sucesor el papa Benedicto VIII, pero éste fue expulsado de Roma por el antipapa Gregorio y tuvo que refugiarse junto al emperador, el cual hizo una marcha sobre Roma para colocar al verdadero Papa en la Santa Sede. El Papa, en agradecimiento, le regaló un globo de oro adornado con piedras preciosas, representando su soberanía sobre el mundo, y desde entonces ése fue el símbolo de los emperadores. En tal ocasión San Enrique y su esposa fueron ungidos y coronados como emperadores de la cristiandad. Roma celebró con gran júbilo aquellas fiestas; parecía como si, bajo signo cristiano, hubiera resucitado otra vez el antiguo Imperio de Roma. Era el 14 de febrero del año 1014.
Seguramente pocos reyes pudieron gozar como San Enrique del amor de sus súbditos, y sus vasallos recibieron como un don del cielo el tener tan buen rey.
A su muerte, el emperador hizo llamar a los padres de su esposa y a los grandes de la corte y, tornando dulcemente la mano a Santa Cunegunda, les dijo: "He aquí a la que vosotros me habéis dado por mujer ante Cristo, como me la disteis virgen, virgen la pongo otra vez en las manos de Dios y en las vuestras". Luego dictó su testamento y fue a reunirse con los santos.
En Grona las campanas tocaban a muerto el 13 de julio de 1024. Mientras tanto una gran procesión trasladaba los restos de San Enrique emperador a la catedral de Barnberg, donde todavía se conservan.
LUÍS PÉREZ ARRUGA, O. P.
Para mayor información lea aquí
LAS CAUSAS DEL DESORDEN MUNDIAL
La decadencia mortal que sufre nuestro mundo (y que el optimismo humanista confunde con progreso) es la consecuencia última de un estado de apostasía que, perfectamente descrito por los Romanos Pontífices en sus causas, a lo largo de un siglo (desde Pío IX hasta Pío XII) es ahora verificado (...) en los oscuros umbrales de este siglo XXI.
La causa primera (y, en rigor, única) de esta debacle moral a la que asistimos no es otra que el rechazo formal de Dios (fuente de toda verdad), de su redención restauradora (la gracia cristológica) y aún del mismo orden natural que de Él procede.
No es extraño, por lo tanto, que contemplemos impávidos la catarata de crímenes atroces y perversos en el seno de una sociedad oficialmente descreída (sin Dios), y filantrópica (sin caridad sobrenatural). Sin embargo, sí resulta aterrador comprobar que esos delirios de necedad son justificados y propagados en nombre de doctrinas cuyas propuestas no permite el más elemental análisis metafísico.
Es que el mal de la época, aunque se manifieste principalmente en situaciones extremas que comprometen la proyección ética del hombre, pertenece antes que nada, a un oscurecimiento voluntario de las inteligencias. Son ellas las que ya no ven (ni quieren ver) la luz de la verdad.
Por ello han caído ya -y seguirán precipitándose- en la tenebrosa región de las mentiras o, más propiamente, de las fábulas, tal y como está claramente profetizado por el Apóstol “porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la sana doctrina sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades, apartarán su oídos de la verdad y se volverán a las fábulas...” (II Tim.4, 3-4), versículo que muchos exegetas de otros siglos dieron por cumplida (pues el misterio de iniquidad obra a lo largo de la historia) pero que con toda propiedad sólo corresponde a estos aciagos días y a los que todavía sobrevendrán ya que, ciertamente, estamos mal… pero estaremos peor o, como lo dijera con su acostumbrado estilo el P. Castellani: “no hay que afligirse ni tomar poca pena porque todo lo que está pasando pasará…¡y cosas más horrendas vendrán!”
La síntesis de los errores y pecados que acompasan al mundo parece que se puede enunciar en los siguientes males, cuya siniestra interdependencia atraerá y prepara ya la aparición del “hombre impío” a que alude también san Pablo en Tes.II,3-4, esto es, “el hijo de perdición, el adversario, que se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto”, acotando estas estremecedoras palabras que alguna vez – ya muy pronto - serán realidad literal: “hasta el extremo de sentarse él mismo en el santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios”.
Algunos males de nuestro tiempo serían:
1. Agnosticismo: actitud empecinada del entendimiento que niega “a priori” su capacidad para indagar en lo real y alcanzar el conocimiento y enunciación de una verdad objetiva. Es, en principio, una disposición intelectual pero que termina comprometiendo todo el orden práctico.
2. Relativismo ético: es la consecuencia natural del agnosticismo y conlleva a la negación de toda medida moral que no provenga del más desenfrenado hedonismo – placer - que desemboca, en definitiva, en la calificación neutral de las conductas.
3. Soberanía del pueblo o democracia popular: mito cuantitativo de justificación social sometido a la ligereza de las mayorías electorales que, al negar la primacía de una legitimidad fundada en la justicia, arremete contra todo el acervo de la tradición y se erige en última “razón” de una legalidad desconectada no solo del orden natural sino, básicamente, de todo orden.
4. Secularización: subproducto final de una apostasía de la fe católica gestada desde la Ilustración del siglo XVIII y cuyas manifestaciones rezagadas son el laicismo de los Estados y el indiferentismo religioso en la masa general de la población.
5.Evolucionismo cultural: hijo lejano pero legítimo de la dialéctica hegeliana que pretende fundar la “organización” de la comunidad en un evolucionismo de estructuras que brota sólo de las inclinaciones “culturales” del hombre, reducida la “cultura” a una factura puramente artificial, como la llamada ideología del Género.
6.Desintegración de la familia: concepción de un modelo de familia que ya no está fundado en las tendencias específicas de la naturaleza humana sino en el relativismo moral y en las inclinaciones del “Género”.
7.Matrimonio homosexual: engendro estéril de vida en común sin arraigo alguno mas que en una deformación aberrante y antinatural concepción del amor y que, más allá de toda fáctica orientación sexual de las personas, emerge como un paradigma de la catastrófica involución demográfica de la Unión Europea.
8.Aborto: satánico genocidio (asesinato premeditado, alevoso y con traición) de inocentes no nacidos pero que son ya hombres y mujeres perfectos y completos desde la fecundación de un óvulo y un espermatozoide y que señala con meridiana claridad la hipocresía de una “ciencia” que conoce en nuestros días lo que los escolásticos ignoraban y, sin embargo, propugna la legitimación de semejante crimen colectivo en ofrenda perfecta a Satanás.
9.Y lo que falta en la vía de manipular la genética para pretender, como en los tiempos primeros, asemejarse a Dios, y que llevó al Creador a arrepentirse de haber creado al hombre y de borrarlo de la tierra.¿ Se repetirá la historia?
Luis Eduardo López Padilla
17 de Julio del 2009
Fuente: Apocalipsis mariano
La causa primera (y, en rigor, única) de esta debacle moral a la que asistimos no es otra que el rechazo formal de Dios (fuente de toda verdad), de su redención restauradora (la gracia cristológica) y aún del mismo orden natural que de Él procede.
No es extraño, por lo tanto, que contemplemos impávidos la catarata de crímenes atroces y perversos en el seno de una sociedad oficialmente descreída (sin Dios), y filantrópica (sin caridad sobrenatural). Sin embargo, sí resulta aterrador comprobar que esos delirios de necedad son justificados y propagados en nombre de doctrinas cuyas propuestas no permite el más elemental análisis metafísico.
Es que el mal de la época, aunque se manifieste principalmente en situaciones extremas que comprometen la proyección ética del hombre, pertenece antes que nada, a un oscurecimiento voluntario de las inteligencias. Son ellas las que ya no ven (ni quieren ver) la luz de la verdad.
Por ello han caído ya -y seguirán precipitándose- en la tenebrosa región de las mentiras o, más propiamente, de las fábulas, tal y como está claramente profetizado por el Apóstol “porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la sana doctrina sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades, apartarán su oídos de la verdad y se volverán a las fábulas...” (II Tim.4, 3-4), versículo que muchos exegetas de otros siglos dieron por cumplida (pues el misterio de iniquidad obra a lo largo de la historia) pero que con toda propiedad sólo corresponde a estos aciagos días y a los que todavía sobrevendrán ya que, ciertamente, estamos mal… pero estaremos peor o, como lo dijera con su acostumbrado estilo el P. Castellani: “no hay que afligirse ni tomar poca pena porque todo lo que está pasando pasará…¡y cosas más horrendas vendrán!”
La síntesis de los errores y pecados que acompasan al mundo parece que se puede enunciar en los siguientes males, cuya siniestra interdependencia atraerá y prepara ya la aparición del “hombre impío” a que alude también san Pablo en Tes.II,3-4, esto es, “el hijo de perdición, el adversario, que se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto”, acotando estas estremecedoras palabras que alguna vez – ya muy pronto - serán realidad literal: “hasta el extremo de sentarse él mismo en el santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios”.
Algunos males de nuestro tiempo serían:
1. Agnosticismo: actitud empecinada del entendimiento que niega “a priori” su capacidad para indagar en lo real y alcanzar el conocimiento y enunciación de una verdad objetiva. Es, en principio, una disposición intelectual pero que termina comprometiendo todo el orden práctico.
2. Relativismo ético: es la consecuencia natural del agnosticismo y conlleva a la negación de toda medida moral que no provenga del más desenfrenado hedonismo – placer - que desemboca, en definitiva, en la calificación neutral de las conductas.
3. Soberanía del pueblo o democracia popular: mito cuantitativo de justificación social sometido a la ligereza de las mayorías electorales que, al negar la primacía de una legitimidad fundada en la justicia, arremete contra todo el acervo de la tradición y se erige en última “razón” de una legalidad desconectada no solo del orden natural sino, básicamente, de todo orden.
4. Secularización: subproducto final de una apostasía de la fe católica gestada desde la Ilustración del siglo XVIII y cuyas manifestaciones rezagadas son el laicismo de los Estados y el indiferentismo religioso en la masa general de la población.
5.Evolucionismo cultural: hijo lejano pero legítimo de la dialéctica hegeliana que pretende fundar la “organización” de la comunidad en un evolucionismo de estructuras que brota sólo de las inclinaciones “culturales” del hombre, reducida la “cultura” a una factura puramente artificial, como la llamada ideología del Género.
6.Desintegración de la familia: concepción de un modelo de familia que ya no está fundado en las tendencias específicas de la naturaleza humana sino en el relativismo moral y en las inclinaciones del “Género”.
7.Matrimonio homosexual: engendro estéril de vida en común sin arraigo alguno mas que en una deformación aberrante y antinatural concepción del amor y que, más allá de toda fáctica orientación sexual de las personas, emerge como un paradigma de la catastrófica involución demográfica de la Unión Europea.
8.Aborto: satánico genocidio (asesinato premeditado, alevoso y con traición) de inocentes no nacidos pero que son ya hombres y mujeres perfectos y completos desde la fecundación de un óvulo y un espermatozoide y que señala con meridiana claridad la hipocresía de una “ciencia” que conoce en nuestros días lo que los escolásticos ignoraban y, sin embargo, propugna la legitimación de semejante crimen colectivo en ofrenda perfecta a Satanás.
9.Y lo que falta en la vía de manipular la genética para pretender, como en los tiempos primeros, asemejarse a Dios, y que llevó al Creador a arrepentirse de haber creado al hombre y de borrarlo de la tierra.¿ Se repetirá la historia?
Luis Eduardo López Padilla
17 de Julio del 2009
Fuente: Apocalipsis mariano
miércoles, 15 de julio de 2009
San Benito y la apostasía sociológica post-moderna
Este sábado 11 de Julio la Iglesia celebra a San Benito de Nursia, Patrono de Europa. Escribió una Regla de monjes, en la cual su sabiduría de vida lo convirtió en Padre de los monjes de Occidente. Hoy la Confederación Benedictina cuenta con unos 10.000 monjes y monjas, y ha dado a la Iglesia una treintena de Papas.
San Benito es uno de los «arquitectos» de la gestación de un mundo nuevo. El Imperio Romano estaba corroído por dentro y por eso pudo ser devastado por fuera mediante las invasiones de los pueblos bárbaros. De la conversión de tales invasores nació la Cristiandad Medieval.
Los autores espirituales enseñan que Dios concede a los fundadores vivir en forma anticipada lo que van a transmitir a sus hijos. ¡Qué obra tan grandiosa ha realizado el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de San Benito para que su vida haya sido a tal punto fructífera e imperecedera! Para penetrar en el misterio de este gran santo, quiero invitarlos a realizar un recorrido hacia la interioridad de San Benito. Un recorrido que comience en el mundo actual y desde él se dirija hacia la vida de nuestro santo. Es un caminar en dirección contraria que ha de ayudarnos a tener mayor luz y a ampliar nuestra reflexión sobre los grandes problemas y luces de la historia del mundo. Dicho de otra manera, espero que esta mirada nos ayude a comprender, desde el estado final de nuestra civilización occidental, aquello que se gestó en el corazón del Patriarca y Patrono de Occidente y que dio origen a los mil años de soberanía social de Cristo Rey, como fue la Cristiandad medieval.
Pérdida de interioridad y vida sobrenatural. Siguiendo en algunos aspectos el análisis que el filósofo ruso existencialista Nicolás Berdiaeff realiza en su obra Una nueva Edad Media, podríamos decir que el proceso que ha dado a luz la modernidad comenzó en el Renacimiento cuando el hombre comenzó a disociarse de las fuentes espirituales de la vida, emprendiendo un itinerario que condujo a la reducción del hombre espiritual al hombre natural. El hombre se sometió a su «materialidad» pero quedando disociado de su interioridad, de su vida sobrenatural. El triunfo del hombre natural sobre el espiritual en la historia moderna nos condujo a la esterilidad creadora, es decir, al fin del Renacimiento y con posterioridad a la autodestrucción del hombre en un humanismo suicida en la modernidad y post-modernidad (guerras mundiales, exterminios de millones de personas, el genocidio masivo del aborto, etc). El vacío a que ha conducido esta existencia superficial y «descentrada» donde se ha proclamado la muerte de Dios, no ha llevado a que Dios muera, sino a la muerte del hombre mismo. Fue así que para el supuesto engrandecimiento del hombre, este humanismo antropocéntrico le privó de la semejanza divina y le sometió a la sola necesidad natural. Así, según Berdiaeff, el hombre no tuvo de dónde sacar nada creador de las fuentes de su interioridad porque ya no puedo acceder a ella; quedó relegado a la superficie. Esclavo de lo material y prisionero del conocimiento sensible no tuvo como acceder al mundo espiritual y acabó eliminándolo tanto en la especulación filosófica como en la vida práctica. La proclamación de la muerte de la metafísica terminó reduciendo su conocimiento de la naturaleza al ámbito de las matemáticas—como dijo Galileo: «el universo está escrito con caracteres matemáticos»—, a una comprensión de los entes vivos como si fueran un mero reloj, cuyo funcionamiento es meramente extrínseco. Ciertamente, el problema ya lo veía San Pablo cuando dice: el hombre animal no puede comprender las cosas que son del espíritu de Dios, pues para él todas son una necedad. Y no puede entenderlas, puesto que se han de discernir con una luz espiritual que no tiene. Sólo el hombre espiritual puede ser un verdadero creador sumergiendo sus raíces en la vida infinita y eterna (cf. 1 Cor 2,14-16).
La historia moderna ha sido edificada con la ilusión de que el hombre podría desarrollarse y hacer un mundo más humano disociado del mundo sobrenatural, del mundo divino. De aquí que vuelto al mundo material, se ha llegado a invertir la subordinación de lo natural a lo sobrenatural. Así el error de la modernidad no se debió a las cosas auténticamente santas de la Iglesia católica. Fue el hombre quien, por sus caídas, alteró y desfiguró el cristianismo, y finalmente se alzó contra él, haciéndolo responsable de sus propias culpas y pecados. Esto es digno de ser meditado. Robert Hugh Benson en su libro El alba del cristianismo dice que el mundo moderno ha de llegar a destruirse a tal punto que finalmente no le queda otra solución que una disyuntiva final: «O la Iglesia católica o nada».
«Habitare secum», vuelta a la interioridad. San Gregorio Magno nos dice que «hubo un varón de vida venerable, bendito —en latín, Benedictus— por gracia y por nombre, dotado desde su juventud de una prudencia de anciano, quien prefiriendo sufrir las injurias del mundo a sus alabanzas y verse por Dios agobiado de trabajos que ensalzado por los favores de esta vida, se fue a vivir en soledad». Dice también que «pudiendo gozar libremente de los bienes temporales, despreció como árido el mundo con sus flores», y que abandonóRoma —la capital del Imperio— «conscientemente indocto y sabiamente inculto». Probablemente, por obra del Espíritu Santo, tomó esta decisión asqueado por la degradación de costumbres de un mundo que ya estaba deshecho y lleno de inmoralidades, parecido a lo que vamos viendo hoy. En esa soledad viviendo solo con el Solo, es decir, solo con Dios, vive vida eremítica o solitaria durante 3 años, una vida que San Gregorio describe con las profundas palabras de «habitare secum», esto es: «habitar consigo mismo». Son exactamente las mismas palabras que el hijo pródigo se dice a sí mismo, y que posibilitan el camino de retorno al Padre: esto es su conversión. San Benito en Subiaco hizo su camino de conversión, de descubrimiento de la interioridad, del encuentro con Dios que posibilita el encuentro consigo y «la auto posesión» de sí mismo. Esto quiere decir que estando iluminadas y gobernadas las facultades espirituales —entendimiento y voluntad— por el Espíritu Santo, las inferiores se someten pacíficamente y el hombre recobra la paz original, la paz interior, la Pax. En la Santa Regla propone a sus hijos el mismo itinerario del hijo pródigo: «volver por el trabajo de la obediencia, a Aquel de quien nos habíamos alejado por la desidia de la desobediencia» (cf. Prólogo). Este es el camino monástico benedictino, un camino singular inserto en el núcleo mismo de la vida cristiana, un camino de interioridad que conduce a la paz. Una paz que no es un equilibrio que esconde profundas divisiones como lo que ofrece el mundo actual, sino la «quies», la tranquilidad del orden por la redención intrínseca de la gracia divina y la reconciliación con Dios.
¿Qué ha pasado con Europa? Ahí tenemos a San Benito, que ha realizado un camino hacia Dios que in-habita en su alma por gracia, un camino inverso al anti-itinerario por el que comenzó a caminar Occidente desde el Renacimiento y que lo va llevando cada vez más al colapso final. El resultado de este camino de San Benito fue que el Monasterio por él propuesto se convirtió en una especia de «Civitas Dei», de una Ciudad de Dios como la descrita por San Agustín, que dio origen a las ciudades que conformaron Europa sobre todo a partir de Carlo Magno. El modelo del Monasterio propuesto por San Benito engendró un mundo cristiano fundamentado en una síntesis entre antigüedad clásica y Evangelio, entre fe y razón, entre contemplación y trabajo que fue capaz de dar vida a una civilización cristiana y constituir el elemento aglutinante de los hombres y de los pueblos de Europa durante 1000 años. Sin duda, San Benito cuando escribió su Regla no previó que un día sus monjes habrían de ser, de alguna manera, los gestores de un mundo nuevo, de un mundo socialmente convertido a Cristo. Pero Europa fue de hecho poblada de Monasterios (en Francia, por ejemplo, estudios revelan que habría existido uno cada 25 kms.). La abadía de Cluny en el siglo XI llegó a tener unas 1000 Casas filiales y Citeaux en el siglo siguiente otras tantas. Estos Monasterios tenían una divisa tan grandiosa como elemental para todo cristiano: «No anteponer nada al amor de Cristo». Los pocos que han sobrevivido, y las ruinas de muchos, aun testimonian que Europa tuvo un día un alma cristiana… ¿Qué ha sucedido desde entonces hasta ahora?
Hoy día, por vez primera en la historia de la humanidad, la influencia de esta cultura occidental ha llegado a todos los confines de la tierra. Este proceso globalizador ha hecho más evidente que la «crisis de la conciencia europea» —a la que hacia referencia el historiador Paul Hazard—, ha llegado a ser la crisis del mundo contemporáneo. Un mundo que camina hacia una gran unidad, pero una unidad sin centro ni punto de referencia, unidad que hace necesariamente conflictiva toda la riqueza de la pluralidad de culturas. Ante esta situación, lo primero que cabe a Europa y a nosotros los monjes es un serio examen de conciencia. Tenemos la responsabilidad de volver a encontrar las raíces que nos permitan desempeñar nuevamente una tarea evangelizadora, y por tanto civilizadora. Desde esta perspectiva, tiene una renovada actualidad recordar el patronazgo que San Benito tiene sobre Europa y Occidente. Y recordar que esta influencia del mismo San Benito comenzó por un camino de conversión en la soledad y silencio de Subiaco, como el hijo pródigo. Es ahí donde debemos volver a encontrar la linfa vital, nosotros los monjes y también los laicos, si aun no hemos capitulado frente al influjo secularizador del mundo contemporáneo. Que la Virgen Santísima, Madre de la Iglesia, nos alcance la gracia de este camino de conversión personal y social bajo la dulce guía del Patriarca de los monjes y Patrono de Europa. Amén.
P. Petrus Paulus Mariae Silva
Fuente: Infocatólica
San Benito es uno de los «arquitectos» de la gestación de un mundo nuevo. El Imperio Romano estaba corroído por dentro y por eso pudo ser devastado por fuera mediante las invasiones de los pueblos bárbaros. De la conversión de tales invasores nació la Cristiandad Medieval.
Los autores espirituales enseñan que Dios concede a los fundadores vivir en forma anticipada lo que van a transmitir a sus hijos. ¡Qué obra tan grandiosa ha realizado el Espíritu Santo en la mente y en el corazón de San Benito para que su vida haya sido a tal punto fructífera e imperecedera! Para penetrar en el misterio de este gran santo, quiero invitarlos a realizar un recorrido hacia la interioridad de San Benito. Un recorrido que comience en el mundo actual y desde él se dirija hacia la vida de nuestro santo. Es un caminar en dirección contraria que ha de ayudarnos a tener mayor luz y a ampliar nuestra reflexión sobre los grandes problemas y luces de la historia del mundo. Dicho de otra manera, espero que esta mirada nos ayude a comprender, desde el estado final de nuestra civilización occidental, aquello que se gestó en el corazón del Patriarca y Patrono de Occidente y que dio origen a los mil años de soberanía social de Cristo Rey, como fue la Cristiandad medieval.
Pérdida de interioridad y vida sobrenatural. Siguiendo en algunos aspectos el análisis que el filósofo ruso existencialista Nicolás Berdiaeff realiza en su obra Una nueva Edad Media, podríamos decir que el proceso que ha dado a luz la modernidad comenzó en el Renacimiento cuando el hombre comenzó a disociarse de las fuentes espirituales de la vida, emprendiendo un itinerario que condujo a la reducción del hombre espiritual al hombre natural. El hombre se sometió a su «materialidad» pero quedando disociado de su interioridad, de su vida sobrenatural. El triunfo del hombre natural sobre el espiritual en la historia moderna nos condujo a la esterilidad creadora, es decir, al fin del Renacimiento y con posterioridad a la autodestrucción del hombre en un humanismo suicida en la modernidad y post-modernidad (guerras mundiales, exterminios de millones de personas, el genocidio masivo del aborto, etc). El vacío a que ha conducido esta existencia superficial y «descentrada» donde se ha proclamado la muerte de Dios, no ha llevado a que Dios muera, sino a la muerte del hombre mismo. Fue así que para el supuesto engrandecimiento del hombre, este humanismo antropocéntrico le privó de la semejanza divina y le sometió a la sola necesidad natural. Así, según Berdiaeff, el hombre no tuvo de dónde sacar nada creador de las fuentes de su interioridad porque ya no puedo acceder a ella; quedó relegado a la superficie. Esclavo de lo material y prisionero del conocimiento sensible no tuvo como acceder al mundo espiritual y acabó eliminándolo tanto en la especulación filosófica como en la vida práctica. La proclamación de la muerte de la metafísica terminó reduciendo su conocimiento de la naturaleza al ámbito de las matemáticas—como dijo Galileo: «el universo está escrito con caracteres matemáticos»—, a una comprensión de los entes vivos como si fueran un mero reloj, cuyo funcionamiento es meramente extrínseco. Ciertamente, el problema ya lo veía San Pablo cuando dice: el hombre animal no puede comprender las cosas que son del espíritu de Dios, pues para él todas son una necedad. Y no puede entenderlas, puesto que se han de discernir con una luz espiritual que no tiene. Sólo el hombre espiritual puede ser un verdadero creador sumergiendo sus raíces en la vida infinita y eterna (cf. 1 Cor 2,14-16).
La historia moderna ha sido edificada con la ilusión de que el hombre podría desarrollarse y hacer un mundo más humano disociado del mundo sobrenatural, del mundo divino. De aquí que vuelto al mundo material, se ha llegado a invertir la subordinación de lo natural a lo sobrenatural. Así el error de la modernidad no se debió a las cosas auténticamente santas de la Iglesia católica. Fue el hombre quien, por sus caídas, alteró y desfiguró el cristianismo, y finalmente se alzó contra él, haciéndolo responsable de sus propias culpas y pecados. Esto es digno de ser meditado. Robert Hugh Benson en su libro El alba del cristianismo dice que el mundo moderno ha de llegar a destruirse a tal punto que finalmente no le queda otra solución que una disyuntiva final: «O la Iglesia católica o nada».
«Habitare secum», vuelta a la interioridad. San Gregorio Magno nos dice que «hubo un varón de vida venerable, bendito —en latín, Benedictus— por gracia y por nombre, dotado desde su juventud de una prudencia de anciano, quien prefiriendo sufrir las injurias del mundo a sus alabanzas y verse por Dios agobiado de trabajos que ensalzado por los favores de esta vida, se fue a vivir en soledad». Dice también que «pudiendo gozar libremente de los bienes temporales, despreció como árido el mundo con sus flores», y que abandonóRoma —la capital del Imperio— «conscientemente indocto y sabiamente inculto». Probablemente, por obra del Espíritu Santo, tomó esta decisión asqueado por la degradación de costumbres de un mundo que ya estaba deshecho y lleno de inmoralidades, parecido a lo que vamos viendo hoy. En esa soledad viviendo solo con el Solo, es decir, solo con Dios, vive vida eremítica o solitaria durante 3 años, una vida que San Gregorio describe con las profundas palabras de «habitare secum», esto es: «habitar consigo mismo». Son exactamente las mismas palabras que el hijo pródigo se dice a sí mismo, y que posibilitan el camino de retorno al Padre: esto es su conversión. San Benito en Subiaco hizo su camino de conversión, de descubrimiento de la interioridad, del encuentro con Dios que posibilita el encuentro consigo y «la auto posesión» de sí mismo. Esto quiere decir que estando iluminadas y gobernadas las facultades espirituales —entendimiento y voluntad— por el Espíritu Santo, las inferiores se someten pacíficamente y el hombre recobra la paz original, la paz interior, la Pax. En la Santa Regla propone a sus hijos el mismo itinerario del hijo pródigo: «volver por el trabajo de la obediencia, a Aquel de quien nos habíamos alejado por la desidia de la desobediencia» (cf. Prólogo). Este es el camino monástico benedictino, un camino singular inserto en el núcleo mismo de la vida cristiana, un camino de interioridad que conduce a la paz. Una paz que no es un equilibrio que esconde profundas divisiones como lo que ofrece el mundo actual, sino la «quies», la tranquilidad del orden por la redención intrínseca de la gracia divina y la reconciliación con Dios.
¿Qué ha pasado con Europa? Ahí tenemos a San Benito, que ha realizado un camino hacia Dios que in-habita en su alma por gracia, un camino inverso al anti-itinerario por el que comenzó a caminar Occidente desde el Renacimiento y que lo va llevando cada vez más al colapso final. El resultado de este camino de San Benito fue que el Monasterio por él propuesto se convirtió en una especia de «Civitas Dei», de una Ciudad de Dios como la descrita por San Agustín, que dio origen a las ciudades que conformaron Europa sobre todo a partir de Carlo Magno. El modelo del Monasterio propuesto por San Benito engendró un mundo cristiano fundamentado en una síntesis entre antigüedad clásica y Evangelio, entre fe y razón, entre contemplación y trabajo que fue capaz de dar vida a una civilización cristiana y constituir el elemento aglutinante de los hombres y de los pueblos de Europa durante 1000 años. Sin duda, San Benito cuando escribió su Regla no previó que un día sus monjes habrían de ser, de alguna manera, los gestores de un mundo nuevo, de un mundo socialmente convertido a Cristo. Pero Europa fue de hecho poblada de Monasterios (en Francia, por ejemplo, estudios revelan que habría existido uno cada 25 kms.). La abadía de Cluny en el siglo XI llegó a tener unas 1000 Casas filiales y Citeaux en el siglo siguiente otras tantas. Estos Monasterios tenían una divisa tan grandiosa como elemental para todo cristiano: «No anteponer nada al amor de Cristo». Los pocos que han sobrevivido, y las ruinas de muchos, aun testimonian que Europa tuvo un día un alma cristiana… ¿Qué ha sucedido desde entonces hasta ahora?
Hoy día, por vez primera en la historia de la humanidad, la influencia de esta cultura occidental ha llegado a todos los confines de la tierra. Este proceso globalizador ha hecho más evidente que la «crisis de la conciencia europea» —a la que hacia referencia el historiador Paul Hazard—, ha llegado a ser la crisis del mundo contemporáneo. Un mundo que camina hacia una gran unidad, pero una unidad sin centro ni punto de referencia, unidad que hace necesariamente conflictiva toda la riqueza de la pluralidad de culturas. Ante esta situación, lo primero que cabe a Europa y a nosotros los monjes es un serio examen de conciencia. Tenemos la responsabilidad de volver a encontrar las raíces que nos permitan desempeñar nuevamente una tarea evangelizadora, y por tanto civilizadora. Desde esta perspectiva, tiene una renovada actualidad recordar el patronazgo que San Benito tiene sobre Europa y Occidente. Y recordar que esta influencia del mismo San Benito comenzó por un camino de conversión en la soledad y silencio de Subiaco, como el hijo pródigo. Es ahí donde debemos volver a encontrar la linfa vital, nosotros los monjes y también los laicos, si aun no hemos capitulado frente al influjo secularizador del mundo contemporáneo. Que la Virgen Santísima, Madre de la Iglesia, nos alcance la gracia de este camino de conversión personal y social bajo la dulce guía del Patriarca de los monjes y Patrono de Europa. Amén.
P. Petrus Paulus Mariae Silva
Fuente: Infocatólica
martes, 14 de julio de 2009
Lo que los protestantes dicen del “rito ordinario” de la misa (misa nueva o de Pablo VI)
DECLARACIÓN DEL CONSISTORIO PROTESTANTE DE AUGSBURGO RESPECTO DE LA MISA DE PABLO VI
“Estimamos que en las presentes circunstancias, la fidelidad al Evangelio y a nuestra tradición no nos autoriza a oponernos a la participación de los fieles de nuestra Iglesia en una celebración eucarística católica. ( Lo que quiere decir que en las presentes circunstancias, la nueva Misa ya no se opone a la tradición protestante. N.T.) “Es necesario, sin embargo, obrar con discernimiento y sabiduría. No debería aceptarse la invitación de otra Iglesia más que cuando pueda reconocerse, personalmente, en su celebración eucarística, la celebración de la Cena tal como el Señor la instituyó. (Es decir, tal como Lutero lo entendió. N.T.) Dadas las formas actuales de la celebración eucarística en la Iglesia Católica y en razón de las presentes convergencias teológicas, (Ya que las dos teologías convergen y la de los protestantes no ha variado; resulta claro que la teología de la nueva misa, para ellos, se ha puesto del lado de la teología protestante que niega los Dogmas eucarísticos. N.T.) muchos de los obstáculos que habrían podido impedir a un protestante la participación en su celebración eucarística, parecen estar en vías de desaparición. Hoy en día debería ser posible para un protestante reconocer en la celebración eucarística católica la Cena instituida por el Señor. (Es decir, la Cena protestante). En particular nos corresponde velar, por los siguientes puntos: El carácter evangélico de la celebración en la que el protestante pueda participar debe ser manifiesto (Es el caso de la nueva misa, para ellos, puesto que la aceptan. N.T.). Nosotros defendemos firmemente la comunión bajo las dos especies, no sólo por fidelidad al Evangelio y a la Reforma, sino porque para nosotros esta práctica se opone a una cierta apariencia de clericalismo (En otras palabras, en la comunión bajo las dos especies ven sobre todo una oposición declarada al Concilio de Trento. N.T.). Nos atenemos al uso de las nuevas plegarias eucarísticas bajo las cuales nos reconocemos y que tienen la ventaja de matizar la teología del sacrificio que teníamos por costumbre atribuir al catolicismo (Matizar la teología del sacrificio, es decir, no confesar el carácter propiciatorio de la Misa. N.T.). Estas oraciones nos invitan a reconocer una teología evangélica del sacrificio (Es decir, una teología protestante que niega el carácter propiciatorio del sacrificio. N.T.)” (Revista Roma)
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La pregunta que surge ante la Declaración es lógica: ¿se han vuelto católicos los protestantes o se han vuelto protestantes los católicos? Lo primero, parece ser que no, sin embargo, sólo un necio o un cretino se atrevería a negar la protestantización que han sufrido millones de católicos después del Concilio Vaticano II y del Novus Ordo. ¿De quién es la culpa y a qué se debe? Cada uno que saque sus propias conclusiones. Lo cierto es que una serie de doctrinas extrañas al catolicismo se han hecho dominantes en la misma Iglesia. Lo cierto es que la idea de Cena ha sustituido casi por completo a la noción de Sacrificio, en lo que se refiere a la Santa Misa. Lo cierto es que se ha desplazado a Dios y se ha puesto al hombre en el centro del mismo culto. Lo cierto es que el sentido de lo sagrado brilla por su ausencia en multitud de celebraciones católicas. Lo cierto es que un vocabulario novedoso ha sustituido la terminología tradicional católica, cuyo máximo exponente es el sacerdote transformado en presidente de una asamblea, o en un animador litúrgico. Y lo cierto es que todavía hay muchos que se empecinan en defender lo indefendible. ¿Es qué en verdad no te dice nada que los mismos protestantes se nieguen a participar en la Misa de siempre, en la Misa de los Santos, y no tengan el más mínimo reparo en participar en el Novus Ordo? Cuánto veneno y cuánto analgésico se ha inoculado en los corazones y en las mentes de los católicos en los últimos cuarenta años…
fuente textual: Veritas Vencit