En tiempos de Juan Pablo II, hubo una reforma más, de
las tantas ya hechas de la Iglesia Católica Romana post Vaticano II, en esta
ocasión, le tocó a la oración del Padrenuestro, enseñada ni más ni menos que
por el mismo Señor Jesucristo a los Apóstoles, innovación que consistió en
reemplazar el término deudas por ofensas; esta reforma se enmarcó en la línea
de "adaptar" la Religión Católica Romana a los intereses y criterios
de la modernidad (aggiornamiento). Aparentemente el cambio no era substancial,
pero veremos que sí lo es, pues desvirtúa y tergiversa su sentido original y
teológico y la herencia tradicional de esta Sagrada Oración enseñada por N. S.
Jesucristo, conservada por la Santa Iglesia Católica por dos mil años.
Esta modificación pretendió adaptar el Padrenuestro, a instancias del ecumenismo, con los protestantes, que niegan el purgatorio y el reato de pena(*) que conlleva todo pecado, aunque haya sido borrada la culpa en la Confesión sacramental, pena que se borra sólo con penitencia, buenas obras o con las indulgencias plenarias que concede la Iglesia al penitente como administradora de los méritos de Cristo y de los santos, y que de no ser así, y si se salva de la condenación, tendrá que purgar en el Purgatorio; también, se quiso halagar el personalismo antropocéntrico que rebaja la gravedad del pecado y su debido castigo por el recurso de apelar a la conciencia individual (subjetivismo moral); igualmente con este cambió se pretendió acoger la idea marxista de la teología de la liberación (materialismo histórico) que veía en las deudas un aspecto de carácter puramente "monetario" que favorecería una mirada "capitalista" del Padrenuestro y del cristianismo; y finalmente, se buscó minimizar el sentido de culpa ante la visión masónica de fraternidad universal, reemplazando el complacer y satisfacer a Dios por condescender con el hombre (moral de situación) y sus circunstancias, liberándolo de todo deber absoluto obligatorio no consentido, confundiendo así, como consecuencia, amor con indulgencia moral (libertinaje, laxismo).
Pues bien, tomando en cuenta todas estas heréticas razones del cambio, entre otras, en el año 1986 a 1988, la Conferencia Episcopal Española, en connivencia con las Conferencias Episcopales de 26 países de habla española, impuso cambios en el texto de algunos textos litúrgicos y en la oración más repetida entre los cristianos, el Padrenuestro, como lo había exigido Juan Pablo II. El cardenal de Toledo, Primado de España, llegó a decir al respecto: “…cambios que "son muy gratos al oído". [Nota del editor del Blog]
Esta modificación pretendió adaptar el Padrenuestro, a instancias del ecumenismo, con los protestantes, que niegan el purgatorio y el reato de pena(*) que conlleva todo pecado, aunque haya sido borrada la culpa en la Confesión sacramental, pena que se borra sólo con penitencia, buenas obras o con las indulgencias plenarias que concede la Iglesia al penitente como administradora de los méritos de Cristo y de los santos, y que de no ser así, y si se salva de la condenación, tendrá que purgar en el Purgatorio; también, se quiso halagar el personalismo antropocéntrico que rebaja la gravedad del pecado y su debido castigo por el recurso de apelar a la conciencia individual (subjetivismo moral); igualmente con este cambió se pretendió acoger la idea marxista de la teología de la liberación (materialismo histórico) que veía en las deudas un aspecto de carácter puramente "monetario" que favorecería una mirada "capitalista" del Padrenuestro y del cristianismo; y finalmente, se buscó minimizar el sentido de culpa ante la visión masónica de fraternidad universal, reemplazando el complacer y satisfacer a Dios por condescender con el hombre (moral de situación) y sus circunstancias, liberándolo de todo deber absoluto obligatorio no consentido, confundiendo así, como consecuencia, amor con indulgencia moral (libertinaje, laxismo).
Pues bien, tomando en cuenta todas estas heréticas razones del cambio, entre otras, en el año 1986 a 1988, la Conferencia Episcopal Española, en connivencia con las Conferencias Episcopales de 26 países de habla española, impuso cambios en el texto de algunos textos litúrgicos y en la oración más repetida entre los cristianos, el Padrenuestro, como lo había exigido Juan Pablo II. El cardenal de Toledo, Primado de España, llegó a decir al respecto: “…cambios que "son muy gratos al oído". [Nota del editor del Blog]
(*) Reato: Obligación o resto de pena que queda por cumplir, aun después de perdonado el pecado. Gran Diccionario de la Lengua Española © 2016 Larousse Editorial, S.L.
La Biblia Vulgata, conocida más comúnmente como «La
Vulgata» es una traducción de la Biblia hebrea y griega al latín, realizada a
finales del siglo IV, (en el 382 d.C.) por Jerónimo de Estridó (Santo patrono
de los traductores). Fue encargada por el papa Dámaso I dos años antes de su
muerte. Es considerada la Biblia de traducción más exacta.
Si tomamos esta Biblia, podremos encontrar en el evangelio de San Mateo (San Mateo 6, 9-13) la Oración del Señor, conocida por todos nosotros como El Padrenuestro:
«Pater noster qui in cælis es sanctificetur nomen tuum, veniat regnum tuum fiat voluntas tua sicut in cælo et in terra, panem nostrum supersubstantialem da nobis hodie, et dimitte nobis debita nostra sicut et nos dimisimus debitoribus nostris et ne inducas nos in temptationem sed libera nos a malo».
En ella se emplea la palabra debita, misma que en latín se traduce literalmente como deuda. Nuestro Señor Jesucristo empleó la palabra «deudas» y no «ofensas».
Si tomamos esta Biblia, podremos encontrar en el evangelio de San Mateo (San Mateo 6, 9-13) la Oración del Señor, conocida por todos nosotros como El Padrenuestro:
«Pater noster qui in cælis es sanctificetur nomen tuum, veniat regnum tuum fiat voluntas tua sicut in cælo et in terra, panem nostrum supersubstantialem da nobis hodie, et dimitte nobis debita nostra sicut et nos dimisimus debitoribus nostris et ne inducas nos in temptationem sed libera nos a malo».
En ella se emplea la palabra debita, misma que en latín se traduce literalmente como deuda. Nuestro Señor Jesucristo empleó la palabra «deudas» y no «ofensas».
[En la versión griega del Evangelio de Mateo, la frase en cuestión dice: Kai afes emín ta ofeilémata ‘emón. La palabra “ofeilema (nominativo), ofeilématos (genitivo)” con su acusativo plural “ofeilémata” significa deber, obligación. Y el verbo “ofeilo”, en sus significados, deber, ser deudor / deber, estar obligado. En modo alguno, “ofensas”. Nota del editor del blog]
Entendiendo la diferencia
La nueva traducción no es feliz; porque “ofensa” tiene un
matiz muy restringido con respecto a “pecado” o “falta” que son más amplias. Una
ofensa implica una relación personal que puede estar ausente en un pecado o
falta. Quien viola una norma de tránsito, comete una falta, pero no intenta
ofender a nadie.
La deuda abarca todo lo que le debemos a Dios (la vida, la salud, el alimento, el vestido, la familia, la gracia, la redención, etc.). La deuda abarca, pues, todo, naturalmente que también las ofensas que le hacemos.
Al decir «perdona nuestras ofensas» sólo pedimos a Dios que nos condone lo que debemos por el pecado (ofensas) y no todo lo demás que también le debemos. Traducir la palabra debita como «ofensa» es restrictivo. A Dios le debemos todo, no sólo por nuestras ofensas.
La Virgen -cuando vivía en la tierra- no habría podido rezar la nueva traducción del padrenuestro porque Ella nunca pecó y por lo tanto jamás ofendió a Dios, en cambio si se traduce literalmente -que es lo más correcto- si lo pudiera haber rezado, porque aún Ella debía todo al Señor. La Virgen tenía para con Dios, la deuda de la Vida (de haber sido creada), de haber sido preservada de todo pecado, de ser la Madre de Dios, etc. Todas esas eran deudas ¡y, por supuesto, no eran ofensas!
La deuda abarca todo lo que le debemos a Dios (la vida, la salud, el alimento, el vestido, la familia, la gracia, la redención, etc.). La deuda abarca, pues, todo, naturalmente que también las ofensas que le hacemos.
Al decir «perdona nuestras ofensas» sólo pedimos a Dios que nos condone lo que debemos por el pecado (ofensas) y no todo lo demás que también le debemos. Traducir la palabra debita como «ofensa» es restrictivo. A Dios le debemos todo, no sólo por nuestras ofensas.
La Virgen -cuando vivía en la tierra- no habría podido rezar la nueva traducción del padrenuestro porque Ella nunca pecó y por lo tanto jamás ofendió a Dios, en cambio si se traduce literalmente -que es lo más correcto- si lo pudiera haber rezado, porque aún Ella debía todo al Señor. La Virgen tenía para con Dios, la deuda de la Vida (de haber sido creada), de haber sido preservada de todo pecado, de ser la Madre de Dios, etc. Todas esas eran deudas ¡y, por supuesto, no eran ofensas!
El padrenuestro y el purgatorio
Pero hay más. En versión original y auténtica, el Padre
Nuestro era un buen apoyo de la doctrina del Purgatorio que los protestantes
niegan. Porque justamente ese sitio tiene por misión el que paguemos “nuestras
deudas”. La confesión borra el pecado. Pero es obvio que, además, es preciso
restablecer el orden y restituir, si viene el caso. Esa deuda no extinguida por
la confesión es cancelada en el Purgatorio.
De paso esta doctrina justifica las famosas “indulgencias” que la iglesia tan generosamente concede y que Lutero jamás entendió. La indulgencia borra la deuda que se paga en el Purgatorio; por ello se aconseja tanto que las apliquemos a nuestros difuntos. Como vemos, con la nueva traducción se perdió algo más que una palabra.
De paso esta doctrina justifica las famosas “indulgencias” que la iglesia tan generosamente concede y que Lutero jamás entendió. La indulgencia borra la deuda que se paga en el Purgatorio; por ello se aconseja tanto que las apliquemos a nuestros difuntos. Como vemos, con la nueva traducción se perdió algo más que una palabra.
¿Cómo y cuándo ocurrió este cambio?
Esta oración fue cambiada de su tenor tradicional hace ya
algunos años por el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano). Juan Pablo II
solicitó que en todas partes se rece igual y exhortó a los episcopados a llegar
a un único Padre Nuestro. Orden sobremanera curiosa, pues la misa en latín se
rezaba en todas partes iguales y ahora no. Por desgracia nadie ha dicho lo
obvio, lo sensato: Debe prevalecer el Padre Nuestro de la Tradición, salvo que
haya un gravísimo error en la traducción.
Pidamos a Dios, que nos perdone TODO lo que le debemos, incluyendo -por supuesto- nuestras ofensas. Recemos frecuentemente esta oración. Y no olvidemos que, con el padrenuestro, estamos pidiendo al Padre que nos perdone en la medida que perdonamos nosotros. Si queremos que Dios nos perdone, debemos nosotros también perdonar. El amor y el perdón son la señal del verdadero cristiano.
Pidamos a Dios, que nos perdone TODO lo que le debemos, incluyendo -por supuesto- nuestras ofensas. Recemos frecuentemente esta oración. Y no olvidemos que, con el padrenuestro, estamos pidiendo al Padre que nos perdone en la medida que perdonamos nosotros. Si queremos que Dios nos perdone, debemos nosotros también perdonar. El amor y el perdón son la señal del verdadero cristiano.
Visto en: https://www.proyectoemaus.com/perdona-nuestras-ofensas-o-perdona-nuestras-deudas/