domingo, 28 de febrero de 2021

DIFERENCIA MORAL ENTRE EL USO DE LA FUERZA Y LA VIOLENCIA por Tomasso di Pastenes

INTRODUCCIÓN

Desde hace un siglo la retórica y táctica dialéctica del marxismo, ha sido hábil en lograr inmovilizar la reacción de las naciones libres, pues de llegar a usar la fuerza los acusa de atropellar los derechos humanos, de ser antidemocráticos o fascistas. No obstante, cuando éstos mismos se apoderan del poder político de un país ejercen la violencia más extrema, sin ningún disimulo. 

Simultáneamente, la propaganda pacifista de las utopías psicologicistas, humanitaristas, personalistas, democristianas, orientalistas, como también, los mass media y las organizaciones internacionales globalistas, entre otras, hacen creer a la gran mayoría de los seres humanos que se debe renunciar definitivamente al uso de la fuerza como medio legítimo de resolución de conflictos, pues generaría un ambiente violento entre personas y sociedades, pondría en peligro la anhelada fraternidad universal y colocaría en riesgo la sobrevivencia del planeta por la posibilidad de un desenlace nuclear.

En el caso del Cristianismo, estas ideas han llevado a muchos creyentes a cuestionar y objetar injustamente la historia bélica y la dureza de los cristianos de antaño, como si fueran unos abusadores del poder. Han llegado tan lejos en su postura que señalan que el Dios del Antiguo Testamento no es el mismo Dios del Nuevo Testamento. Como consecuencia, estas ideas han terminado por alejar a la mayoría de la Fe minando los fundamentos de la Cristiandad o Civilización Cristiana Occidental. La trampa de todo este embrollo consiste en no saber con claridad distinguir la fuerza de la violencia, acto de fuerza que en nada incumple la Ley Divina y humana, como brevemente demostraremos.

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Desde sus orígenes el Cristianismo supo distinguir la fuerza de la violencia. 

LA MALICE, O ESPADA DE SAN PEDRO



Exhibición de la auténtica espada de San Pedro Apóstol, la Malice.


No es la primera vez que se menciona en el Evangelio que los discípulos de Nuestro Señor Jesucristo llevaban espada, pues en la narración de la Pasión de Lucas, al final de la Última Cena, se dice:

Y añadió: «Ahora, el que tenga bolsa que la tome, y lo mismo la alforja; y el que no tenga, venda su manto y compre una espada. Pues os digo que debe cumplirse en mí lo que está escrito: Y fue contado entre los delincuentes. Porque se acerca el cumplimiento de todo lo que se refiere a mí. Ellos le dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas». Les respondió: «Es bastante». Lucas, 22: 36-38

 La Malice, puede decirse que es probablemente una de las más desconocidas reliquias cristianas que existen.  Ha sido numerosa la literatura sobre el Grial, así como sobre otras muchas reliquias relacionadas con la vida de Jesucristo, pero parece que la más importante espada de la cristiandad ha pasado bastante desapercibida.

La reliquia se custodia actualmente en la catedral de Poznań (Polonia) y la tradición dice que la espada llegó allí en 968 como un regalo de Juan XIII para el Obispo Jordan (primer obispo de Polonia) o el Duque Mieszko I.

Sea como fuere, la espada está formada por una sola pieza de hierro con una pequeña guarda cruzada, con una longitud total de 70,2 cm, aunque parece haber perdido parte de la punta a causa de la corrosión. La anchura máxima de la hoja es de 9,4 cm.


USO DE LA FUERZA EN EL 
NUEVO TESTAMENTO


Expulsión de los mercaderes del Templo ( Mt 21,12-17; Mc 11, 15-18; Lc 19, 45; Jn 2, 13-25).
Cristo no viene a traer paz, sino la espada, desunión  (Mt 10, 34; Lc 12, 51)
Cristo enseña que en la guerra debe haber estrategia (Lc. 14, 31)
Vivid en paz si se puede (Rom 12, 18)
Cristo concede milagro a Centurión (Mt 8,5-12
Cristo aconseja en su ausencia comprar espada (Lc 22, 36)
Los apóstoles preguntan si hay que herir a alguien por espada ( Lc  22, 49)
Pedro corta oreja a Malco (Mt, 26,51; Mc 14,47; Jn 18, 10)
La autoridad castiga el mal (Rom 13,4)
Pedro ejecuta a Ananías y Safira (Hch 5,1-11)
Hay que predicar la Doctrina con fuerza (2 Tit 4, 2)
La autoridad tiene potestad de usar la fuerza (Rom 13, 1-14)
Pedro ordena estar sujetos a la autoridad (1 Pd. 2, 13-19)
San Pablo elogia la bravura del pueblo del A. T (Hb 11,34)
San Pablo dice que el cristiano debe ser soldado de Cristo (2 Tit 2,3-4)


El uso de la fuerza durante de la historia de la iglesia y de la naciones cristianas es algo que ni siquiera necesita ser demostrado por la gran cantidad de hechos y documentos al respecto.

San Mauricio y la Legión Tebana



Las Cruzadas para proteger los Santos Lugares



Los Monarcas Carlo Magno, San Luis, San Fernando y el Sacro Imperio Romano Germánico, Enrique II



Santa Juana de Arco



Ejército católico y real de Vandea


Louis-Marie de Salgues, marqués de Lescure, General del Ejército Católico 
y Real de la Vandea.  Conocido como Le saint du Poitou, «el santo de Poitú».


DIFERENCIA DE LA FUERZA 
Y LA VIOLENCIA


El uso abusivo, innecesario e indebido de la fuerza es característica propia del uso de la violencia, que nunca es legítima y debe ser siempre sancionada. Así como la fuerza es una condición natural de todo organismo viviente que, por ende, puede ser fuerte o débil; la violencia, en cambio es una actitud de comportarse o disposición de ánimo que convierte a las personas en iracundas o irascibles.

La diferencia entre la fuerza y la violencia es analógicamente la misma que entre tener y ser. En efecto, se puede tener fuerza y no ser violento y, a la inversa, se puede ser violento y no tener fuerza. Lo primero es algo natural y constitutivo; lo segundo, anímico y volitivo. En suma, tener fuerza no equivale necesariamente a ser violento.

La fortaleza o la debilidad se da en todos los animales, sean racionales o irracionales; en cambio, la violencia es una cualidad sólo atribuible a la conducta y comportamiento humanos, en otras palabras, se ejerce violencia sólo a causa de un acto o elección libre de la voluntad, por eso el acto voluntario violento es imputable y punible.

De los animales no se puede decir, en sentido estricto, que sean violentos. Pueden ser peligrosos, agresivos e, incluso, feroces; pero no violentos, pues esta es una condición o actitud que presupone la existencia de un ser dotado de voluntad que la ejecuta. Las formas más graves de violencia son la tortura o el suplicio, el ensañamiento y el sometimiento mental o violencia psicológica extrema (secuestro, extorsión, cautiverio, dominio psíquica inducido, control psíquico remoto). Las mencionadas formas de violencia antiguas y modernas sólo pueden ser cometidas por el ser humano.

Respecto de los animales puede decirse que los hay dañinos, es decir, que pueden causar daño; pero no que sean malignos, porque el mal exige una intención en el que lo comete de la que carecen los animales. Los conceptos de bien y mal tienen un contenido ético o moral que es propio exclusivamente de los seres humanos.

Aplicadas las anteriores evidencias naturales a la justicia y el derecho, es evidente que cumplir y hacer cumplir la ley exige, en caso necesario, utilizar la fuerza o el poder coactivo del Estado; pero en ningún caso el monopolio de la fuerza puede confundirse con el empleo de la violencia pues, por definición, el uso de la violencia deslegitima el empleo de la fuerza.

Sólo cabe hablar del empleo violento de la ley en los regímenes dictatoriales, tiránicos o despóticos.

Precisamente, para que la fuerza no se confunda ni con la violencia, la venganza o la revancha, la propia ley exige, para la legítima defensa, la necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla. En definitiva, la fuerza y la violencia son conceptos distintos y recíprocamente excluyentes. Tanto es así, que defender la fuerza de la razón es todo lo contrario a querer imponerla por la violencia.