La instrucción religiosa es la luz del alma.
Cuanto el alma vale más que el cuerpo, tanto
más vale la luz espiritual que la material.
Procuremos todos poseer luz tan preciosa
y difundirla por todas partes, para disipar
las tinieblas espirituales en que están sumidos
tantos hermanos nuestros.
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Octava Edición
Los ejemplares de las siete ediciones anteriores, en su conjunto, han sido 272,000.
Las más altas personalidades han hecho de este libro los mejores elogios y lo recomiendan encarecidamente.
¡Ojalá hubiera un ejemplar en todos los hogares!
El difundirlo es una obra de propaganda católica, muy agradable a Dios y provechosa para las almas.
Es uno de los mejores regalos que se pueden hacer.
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Buenos Aires, 31 Agosto 1931.
Antonio Rocca
Vic. Gen.
PRÓLOGO
La religión cristiana está extendida por todo el mundo y a ella debemos nuestra civilización.
Saber, pues, lo que es dicha religión es asunto que interesa a todos los hombres; pero los cristianos especialmente deben conocerla bien y tener de ella ideas muy claras.
Quien ignora la religión que profesa tiene justo motivo de confusión.
En los tiempos actuales no basta enunciar simplemente las verdades de la santa religión, sino que es necesario dar razones que satisfagan a la inteligencia.
El catecismo es muy lacónico y necesita explicaciones que muchas veces no se pueden obtener, o por falta de tiempo, o de persona competente.
Hay libros catequísticos con muy buenas explicaciones, pero son extensos y caros; por consiguiente, no están al alcance de la mayoría.
Este librito explica en forma clara, breve y con razones sólidas, acomodadas a la inteligencia de todos, los dogmas, oraciones, mandamientos y sacramentos de la religión cristiana.
Quien lo lea atentamente, conseguirá un conocimiento claro de la religión; sabrá cuál debe ser su conducta, como cristiano verdadero, en los diferentes casos de la vida, y encontrará un auxilio excelente para prepararse a la digna recepción de los santos sacramentos.
Esta “Instrucción Religiosa” se publicó en una revista semanal, y muchos lectores pidieron la colección de los artículos, por haberlos encontrado muy interesantes.
Teniendo en cuenta este pedido, que constituye un juicio favorable de la opinión pública, se resolvió la edición del presente libro, con la persuasión de que ha de ser para mayor gloria de Dios y la salvación de
las almas.
El autor
GALO MORET Pbro. S.
NOTA. – Lo más importante sobre lo cual el lector debe fijar la atención está en letra negrita.
JUICIOS QUE HA MERECIDO ESTE LIBRO
† Juan Cardenal Cagliero:
“Aportará grandes y óptimos frutos al pueblo cristiano”.
† Mariano Antonio, Arzobispo de Buenos Aires:
“Por el asunto que trata y por la manera de tratarlo, es de tanta importancia, que no debiera faltar en ningún hogar cristiano”.
† Francisco Alberti, Obispo de La Plata:
“Contiene la doctrina de N. S. Jesucristo explicada en la forma más breve, sencilla y completa que se puede desear. Se comprende entonces fácilmente por qué los Reverendísimos Prelados recomiendan a todo cristiano que procure poseer dicho libro, leerlo atentamente y hacer de él la mayor propaganda posible.
El que lo propague, contribuirá a que la celestial doctrina del Divino Maestro sea conocida y practicada; así hará obra de apóstol, sumamente meritoria y agradable a la Divina Majestad.
¿Para qué sirve escribir un libro bueno si no es leído? Los que procuran que los libros buenos sean leídos, participan del mérito del que los ha escrito”.
† Luis María, Obispo de Corrientes:
“En verdad se puede afirmar que “el que lo lea atentamente conseguirá un conocimiento claro de la religión, a pesar de su brevedad, lo que lo hace más aceptable y legible y avalora su mérito.
¡Ojalá que llegase a manos de todos, y lo leyesen siquiera una sola vez!”
Francisco Reverter, Párroco de S. Cristóbal:
“Parece increíble el caudal enorme de conocimientos que Ud. Ha encerrado en estas 300 paginitas. Hacen muy laudable la obra la precisión teológica, la claridad al alcance de todos, lo breve de las definiciones y lo completo de los conceptos. Dentro de cada párrafo palpita la convicción, y hay en todo el libro una unción que atrae al alma; todo esto lo hará de gran provecho para las almas.
“Hacía mucha falta una obra así: es pequeña y completa, se lee con agrado y pronto, instruye perfectamente en toda la doctrina y moral cristianas; para ciertos casos, sobre todo cuando hay que instruir a personas mayores, es obra inapreciable. No había nada escrito con tanta adaptación a este fin.
“Gócese su corazón de sacerdote en el bien que con la gracia de Dios va a producir su obrita tan grande por su importancia: la recomendaré con calor y entusiasmo en todas partes”.
Segismundo Masferrer, S. J.
“Utilísimo librito que considero digno de estar en manos de todo cristiano y de no faltar en ningún hogar”.
Boletín Eclesiástico de la Diócesis de Córdoba (Mayo 1924).
No conocemos otra obra que con más propiedad merezca este nombre, pues ningún otro, ni con más claridad, ni con mayor brevedad, da a conocer qué es el Cristianismo, cuáles son sus Dogmas, sus Oraciones, sus Mandamientos y Sacramentos.
Quien atentamente leyere este libro, fácilmente aprenderá cuáles deben ser las creencias y cuál la conducta de un verdadero cristiano, y se librará de muchas dudas y errores.
La doble cualidad de ser claro y completo en su género lo hacen igualmente recomendable al ignorante y al instruido. A uno y a otro aprovechará no poco su lectura.
Por esto resulta el libro ideal, que no debiera faltar en ningún hogar cristiano.
Es el mejor obsequio que puede hacerse a un amigo, y su módico precio, a pesar de su hermosa encuadernación, habilita para hacer por este librito una eficaz propaganda religiosa.
NOCIONES GENERALES
Para qué estamos en la tierra .
Hace cien años, y aún mucho menos tiempo, no existíamos.
Ahora existimos, estamos en este mundo.
Dentro de algún tiempo, tal vez muy pronto, moriremos.
Es muy justo y razonable, pues, que averigüemos seriamente:
- ¿Quién nos ha dado el ser que tenemos?
- ¿Para qué estamos en este mundo?
- ¿Qué será de nosotros después de la muerte?
La razón iluminada por la fe nos dice que:
Dios nos ha criado para conocerle, amarle y servirle en esta vida, y después gozarle para siempre en la otra.
El fin para el cual Dios nos ha criado es tan elevado y excelente, que no puede serlo más.
Los Ángeles del cielo y María Santísima no tienen otro fin más elevado.
Nuestro fin es infinitamente grande.
Estamos en la tierra para servir a Dios y ganar el cielo; para nada mas.
Por consiguiente, en esto debemos poner todo nuestro empeño y diligencia.
A Dios se le sirve guardando sus mandamientos.
La religión verdadera nos enseña cuáles son estos divinos mandamientos.
Religión.
Religión es el conjunto de los deberes del hombre para con Dios.
Debemos servir a Dios como El quiere ser servido y no como a nosotros nos agrade.
La religión verdadera es la que enseña servir a Dios como El quiere ser servido.
La religión verdadera nos enseña de dónde venimos, para qué estamos en la tierra y cuál será nuestro paradero después de la vida presente.
El asunto de la religión es, pues, el más digno de estudio para todo hombre de sana razón.
La primera obligación que tiene todo hombre es procurar conocer y practicar la verdadera religión.
Nada teme tanto la religión verdadera como el ser ignorada; pues quien la conoce bien, no puede menos que amarla sinceramente, a no ser que tenga el corazón enteramente corrompido.
La mayor parte de las personas que aborrecen la religión, la aborrecen porque no la conocen.
La religión no es solamente para las mujeres, sino que es también para los hombres, pues todos tienen un alma que salvar.
Jesucristo predicó a hombres y a mujeres y confió especialmente a hombre la enseñanza de su doctrina.
Indiferencia religiosa o no tener religión.
El que profesa una religión, aun falsa, a lo menos demuestra el deseo de honrar de alguna manera a la divinidad, y puede ser que esté involuntariamente en el error.
Pero el que no quiere tener ninguna religión, manifiesta no querer servir a Dios de ningún modo, se rebela contra Dios y le niega todo homenaje.
Un hombre sin religión no merece ninguna confianza; pues no creyendo en un Dios que premia o castiga, sólo tratará de satisfacer sus propias pasiones, sin respetar derechos ajenos.
Se enriquecerá, si puede, aunque sea robando; se entregará a la obscenidad, aún cometiendo las mayores infamias.
La única regla de su conducta será el placer y el interés; si para conseguirlos es necesario cometer acciones indignas, las cometerá; en tal caso, su único cuidado será procurar no ser descubierto.
La falta de honradez, justicia y demás buenas costumbres son efecto de la falta de religión.
Es lógico: si no hubiera más vida que la presente, nuestro supremo anhelo sería gozar, mientras vivimos, todo lo posible, valiéndonos de todos los medios a nuestro alcance.
La virtud que exige mortificación y abnegación, fuera una locura.
Si todas las personas trataran de conocer y cumplir bien la santa religión, no habría ladrones, asesinos, borrachos, deshonestos, etc.
La religión condena todo acto indigno, sea quien fuere el que lo cometa.
Hay personas religiosas que tienen algún defecto, como mal carácter, etc. Dios lo permite para que sean humildes.
Los impíos notan estas pequeñas imperfecciones de la gente religiosa, y se escandalizan grandemente; pero no sienten rubor de los muchos y gravísimos pecados que ellos mismos cometen.
Bien dice de ellos N. S. Jesucristo: “Ven la paja en el ojo ajeno, y no ven la viga que tienen en el suyo propio”.
No son buenas todas las religiones.
Como hay monedas falsas, hay también religiones falsas.
No pueden ser buenas todas las religiones.
No es buena la religión que manda adorar a ídolos y ofrecerles sacrificios humanos.
Ni aun son buenas todas las religiones que se llaman cristianas; pues una afirma lo que otra niega.
Por consiguiente, una u otra de ellas está en el error.
Todas las religiones están de acuerdo en algunas verdades, como por ejemplo: que existe la divinidad, que es necesario honrarla, etc.
Las religiones falsas tienen siempre algo o mucho que es de la verdadera.
No es, pues, falso todo lo que enseñan las religiones falsas.
Hay muchas religiones, porque hombres perversos han querido modificar a su gusto la religión verdadera.
La falsedad de una religión está en aquello que se aparta de la verdadera.
Para conocer cuál es la religión verdadera no es necesario conocer y examinar todas las religiones, pues esto fuera imposible.
La razón natural nos dicta que debemos amar y servir a Dios, pedirle luz para conocer la verdad y seguirla prontamente al conocerla.
Quien esto practica, hace todo lo que está de su parte para seguir la verdadera religión.
El que hace todo lo que está de su parte, no está obligado a más.
Nadie se condena por no haber practicado lo que sin culpa no conoció.
El que por error involuntario profesa una religión falsa, creyendo de buena fe que es la verdadera y procura amar y servir a Dios lo mejor que puede, se salvará.
Sólo Dios es el juez de las conciencias; El sabe quién está voluntaria o involuntariamente en el error.
Quien se da cuenta de que su religión es falsa, debe dejarla y abrazar la verdadera.
No puede seguir la religión de los padres, el que conoce que es falsa.
La religión contiene:
Dogmas, preceptos y medios para honrar a Dios.
Dogmas, son las verdades fundamentales de la religión.
Hay verdades que el entendimiento humano puede comprender, como la existencia de Dios, etc.
Se llaman Misterios las verdades que el entendimiento humano no puede comprender, como la SSma. Trinidad, etc.
No es de extrañar que haya misterios en la religión, pues los hay, y muchos, aún en las cosas del orden natural.
Preceptos: son las leyes que la religión impone.
Los Medios para honrar a Dios y santificarnos son: la oración, el santo sacrificio, etc.
La religión cristiana es la única verdadera.
En Jesucristo se cumplieron todas las profecías referentes al Mesías prometido.
Nuestro Señor Jesucristo manifestó claramente y probó con grandes milagros que El era verdadero Dios.
La doctrina cristiana es purísima. Sus dogmas no son contrarios, sino superiores a la razón; y su moral enseña al hombre el cumplimiento de los deberes para con Dios, con el prójimo y consigo mismo; a practicar la caridad, abnegarse a sí mismo y refrenar la concupiscencia.
El cristiano que comete una mala acción, ya en esto prácticamente deja de ser cristiano.
Unos pobres pescadores, a quienes Jesús nombró sus apóstoles, fueron los encargados de predicar esta doctrina, tan contraria a las pasiones humanas.
En la rápida propagación del cristianismo se ve bien claramente el dedo de Dios, y no la obra de los hombres.
Innumerables mártires derramaron su sangre por la religión cristiana en forma tal, que sólo Dios podía darles la fortaleza de ánimo y aún la alegría, que mostraban en medio de los mayores tormentos.
La religión enseñada por nuestro Señor Jesucristo es, pues, divina y la única verdadera.
La religión existe desde que empezó a existir el hombre.
La religión primitiva, es la revelada por Dios a nuestros primeros padres Adán y Eva, que la transmitieron a sus descendientes.
La religión mosaica, es el conjunto de dogmas y preceptos revelados por Dios al pueblo Hebreo, por medio de Moisés.
La religión mosaica fue obligatoria para los Hebreos y debía durar sólo hasta la venida del Mesías.
La religión cristiana es obligatoria para todos los hombres.
Jesús dijo a sus Apóstoles: “Id, enseñad a todas las naciones, predicad el Evangelio a toda criatura. Aquel que creyere y fuere bautizado, se salvará; aquel que no creyere, será condenado”. (San Mateo, XXVIII, v. 18 y 19).
La Biblia y la Tradición divina.
Todas las verdades de la religión cristiana están contenidas en la Biblia y en la Tradición divina.
La Biblia o Sagrada Escritura, es la palabra de Dios escrita.
Los libros de la Biblia son 72 [Conc. de Trento, en La Biblia Vulgata Jeremías incluye el libro de Las lamentaciones].
El Espíritu Santo inspiró a los hombres que los escribieron.
La Biblia se divide en Antiguo y Nuevo Testamento.
El Antiguo Testamento comprende 45 libros escritos antes de la venida de N. S. Jesucristo.
El Nuevo Testamento comprende 27 libros escritos después de la venida de N. S. Jesucristo.
Tradición divina es la palabra de Dios no escrita en la Biblia.
La religión primitiva pasó de padres a hijos por la Tradición divina.
La Sagrada Escritura no dice qué libros han sido inspirados por Dios; sabemos cuáles son éstos sólo por la Tradición divina.
Por esta razón, es tan importante la Tradición divina como la misma Sagrada Escritura.
Jesucristo no escribió libro alguno, ni mandó a los Apóstoles escribir, sino predicar el Evangelio a toda criatura; y así lo practicaron.
Los Evangelios y demás libros del Nuevo Testamento fueron escritos algunos años después que Jesucristo subió a los cielos, cuando los Apóstoles habían ya predicado el Evangelio en muchas partes.
La depositaria de la Tradición divina es la Iglesia de Jesucristo.
La Tradición divina y la autoridad de la Iglesia son necesarias para saber qué libros forman la Sagrada Escritura y cómo se deben interpretar.
Sólo se pueden leer las Biblias aprobadas por la Santa Iglesia, las cuales van acompañadas de las correspondientes notas aclaratorias del texto.
El nombre de cristiano.
Somos cristianos por la gracia de Dios.
Ser cristiano es uno de los beneficios más grandes que el Señor nos ha dispensado; por lo cual debemos dar muchas gracias a Dios todos los días.
La palabra “cristiano” viene de Cristo Nuestro Señor.
Es cristiano todo el que ha recibido el verdadero bautismo de Jesucristo.
Cristiano quiere decir hombre que está bautizado y profesa la fe y la ley de Jesucristo.
La fe y la ley de Jesucristo son santas; por consiguiente, todos los que profesan de veras esta fe y esta ley, serán también virtuosos y santos.
Hay cristianos verdaderos y cristianos falsos.
Cristianos verdaderos son los que cumplen lo que manda la religión cristiana; cristianos falsos son los que no lo cumplen.
Doctrina cristiana.
Para ser cristiano verdadero es necesario conocer y practicar la doctrina cristiana.
Doctrina cristiana es la que enseñó Nuestro Señor Jesucristo.
La primera y principal obligación de todo cristiano llegado al uso de razón, es aprender bien la doctrina cristiana.
El cristiano que no practica la doctrina de Jesucristo, no va al cielo; y para practicarla es necesario conocerla.
No basta saber el catecismo de un modo rutinario; es necesario entenderlo.
El catecismo nos enseña el camino del cielo.
Las demás ciencias nos enseñan los conocimientos útiles para nuestro bienestar en la tierra.
El estudio del catecismo es mucho más importante que el estudio de todas las otras ciencias.
El cielo y la salvación del alma valen infinitamente más que la tierra y todos los bienes temporales.
La señal del cristiano.
La señal del cristiano es la Santa Cruz, porque es figura de Cristo crucificado, que en ella nos redimió.
La santa cruz representa las principales verdades de la religión cristiana.
Estas son: Unidad y Trinidad de Dios, y Redención.
Unidad de Dios quiere decir que hay un solo Dios.
Trinidad de Dios quiere decir que en Dios hay tres personas realmente distintas.
Redención significa que el Hijo de Dios se hizo hombre, padeció y murió en la cruz para salvarnos.
En la señal de la Santa Cruz, con las palabras expresamos la Unidad y Trinidad de Dios, y con la figura de la cruz, la Pasión y Muerte de N. S. Jesucristo.
Haciendo la señal de la Santa Cruz manifestamos profesar todas estas verdades y todas las demás que de ellas se derivan.
La señal de la cruz se hace trazando con la mano dos líneas: una de arriba abajo y otra de la izquierda a la derecha, como indica esta figura.
1
3 † 4
2
El cristiano usa de esta señal en dos maneras.
Estas son: Signar y santiguar.
Al signarse y santiguarse, si está libre la mano izquierda, se pone extendida debajo del pecho.
Signarse es hacer tres cruces con el dedo pulgar de la mano derecha; la primera en la frente; la segunda en la boca; y la tercera en el pecho, diciendo:
Por la – señal † de la Santa – Cruz
de – nuestros † ene – migos
líbranos, - Señor † Dios – nuestro.
Hacemos la señal de la cruz: en la frente, porque nos libre Dios de los malos pensamientos; en la boca, porque nos libre Dios de las malas palabras; y en el pecho, porque nos libre Dios de las malas obras y deseos.
Santiguarse es hacer una cruz, llevando la mano derecha a la frente, diciendo: En el nombre del Padre,
luego al pecho, diciendo: y del Hijo, de aquí al hombro izquierdo y al derecho, diciendo: y del Espíritu Santo, y se termina con la palabra Amén. Para hacer la señal de la Cruz usamos la mano derecha, porque es la principal, y en el servicio de Dios hemos de usar lo mejor.
Cuando hacemos la señal de la Cruz, el pasar de la izquierda a la derecha indica que por virtud de la Santa Cruz hemos pasado del estado de culpa al estado de gracia.
La señal de la Cruz debe hacerse con devoción.
Es cosa utilísima hacer a menudo la señal de la Cruz porque tiene la virtud de avivar la fe, desechar las tentaciones y alcanzar de Dios muchas gracias.
Conviene usar de la señal de la Cruz: por la mañana al levantarnos y por la noche al acostarnos; al principio y al fin de la comida y del trabajo; al entrar y salir de la Iglesia y especialmente al comenzar la oración.
Siendo la Cruz el signo de nuestra redención, es muy conveniente que toda familia cristiana tenga un cuadro o imagen de Jesús crucificado en lugar visible y principal de la casa.
Partes principales de la Doctrina Cristiana.
Los deberes del cristiano son:
Creer las verdades de la fe; orar con frecuencia; observar la ley de Dios y de la Iglesia; y recibir con devoción los Santos Sacramentos.
Por consiguiente, el cristiano, al llegar al uso de razón, debe saber lo que ha de creer, orar, observar y recibir.
Estas cuatro cosas están contenidas:
- en el credo, lo que se ha de creer;
- en el Padre nuestro y demás oraciones de la Iglesia, lo que se ha de orar;
- en los Mandamientos de la ley de Dios y Preceptos de la Iglesia, lo que se ha de observar;
- y en los Sacramentos, lo que se ha de recibir.
Las partes principales de la Doctrina Cristiana, pues, son cuatro: Credo, Padre nuestro, Mandamientos y Sacramentos.
Continuará...
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