“Aquí está mi vida, aquí está mi honra y mi voluntad; todo os lo he dado, vuestra soy, disponed de mí conforme a vuestra Voluntad” (Libro de la Vida 21, 5)
Éste es el cántaro de Santa Teresa, el que ella ha dejado en el brocal del pozo cuando ha encontrado al Mesías para poder correr libre y gritar al mundo que ha encontrado a Jesucristo, que le ha visto cara a cara, que ha encontrado al Mesías: “Todo lo que he hecho me ha contado. Él conoce todo, Él conoce ‘mi ruin vida’, mis miserias, los cinco maridos –que diría a la Samaritana- ¡Aquí esta mi vida, aquí está mi honra y mi voluntad! Éste es mi cántaro, Jesús. Aquí lo dejo, me desprendo de él para poder correr.”
La Voluntad de Jesús, entregarle a Dios su honra, su vida es el motivo principal, el móvil principal de la vida de Santa Teresa, quien luego escribirá a propósito de esta idea, de esta vivencia un bello poema: “Vuestra soy, para Vos nací. ¿Qué mandáis hacer de mí?”
Santa Teresa nos estimula a educar nuestra alma para determinarnos, para decidirnos, para apostar del todo. Ella habla de decidirse con “determinada determinación”. Ésta es su palabra contundente, característica: la “determinada determinación”. “Determinada determinación” de trabajar mucho por Dios y sobre todo, de despertar el amor. Ella está determinada a ayudarnos a que crezcamos en las virtudes y dice que “es muy bueno y apropiado para los que están en ese estado en que actúa el entendimiento crecer en las virtudes”. Es el único medio en realidad válido para alcanzar la unión con Dios, para hacer con autenticidad el camino de la oración: “No querría para mí otra oración sino la que nos hiciese crecer en las virtudes.”
A Santa Teresa le interesa mucho orientarse hacia Cristo y relacionarse con Él. Nos dice en el Libro de la Vida en el capítulo 12 en el número 2 lo siguiente:
“Puede el alma representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle siempre consigo y hablar con El, pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin procurar oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos y necesidad. Es excelente manera de aprovechar y muy en breve; y quien trabajare a traer consigo esta preciosa compañía y se aprovechare mucho de ella y de veras cobrare amor a este Señor a quien tanto debemos, yo le doy por aprovechado”.
En estas reflexiones vamos a intentar vincular el evangelio que ya hemos comentado del encuentro de Jesús junto al pozo con la mujer Samaritana y los cuatro grados de oración que nos enseña Santa Teresa en el Libro de la Vida en los capítulos del 11 al 21.
En estos capítulos ella nos va guiando. Interrumpe de alguna manera el relato de su vida para enseñarnos el itinerario de la oración. Habla de agua, del agua viva que es la oración con la que se riega el huerto. Es el agua viva que la mujer samaritana le pide a Jesús: “¡Dame de esa agua para que ya no tenga más sed”. Es el agua de la que tenemos que estar sedientos y de la que tenemos que hacer que el mundo entero sienta deseos, sienta ansias, sienta sed. ¡La oración! Que tengan de orar, de encontrarse con Cristo, que tengan sed de la oración de Cristo.
Santa Teresa de Jesús nos va a iluminar este camino de oración con una parábola: la parábola de regar el huerto, la comparación del huerto y el agua. El huerto es el alma o nosotros mismos, cada uno de nosotros, cada uno de los que ora. El agua es la oración, la gracia, la vida, es decir, nuestra alma, el Don de Dios, el agua viva que la Samaritana pide a Jesús.
En el Libro de la Vida en el capítulo 11 en los números de 6 y 7, Santa Teresa nos lo describe así plásticamente, con sencillez como es ella:
“…ha de hacer cuenta el que comienza, que comienza a hacer un huerto… Y con ayuda de Dios hemos de procurar, como buenos hortelanos, que crezcan estas plantas y tener cuidado de regarlas para que no se pierdan, sino que vengan a echar flores que den de sí gran olor para dar recreación a este Señor nuestro, y así se venga a deleitar muchas veces a esta huerta y a holgarse entre estas virtudes.
Pues veamos ahora de la manera que se puede regar, para que entendamos lo que hemos de hacer y el trabajo que nos ha de costar, si es mayor que la ganancia, o hasta qué tanto tiempo se ha de tener. Paréceme a mí que se puede regar de cuatro maneras: sacar el agua de un pozo, que es a nuestro gran trabajo; con noria y arcaduces, que se saca con un torno; yo lo he sacado algunas veces: es a menos trabajo que estotro y sácase más agua; de un río o arroyo: esto se riega muy mejor, que queda más harta la tierra de agua y no se ha menester regar tan a menudo y es a menos trabajo mucho del hortelano; con llover mucho, que lo riega el Señor sin trabajo ninguno nuestro, y es muy sin comparación mejor que todo lo que queda dicho”.
En el Libro de la Vida capítulo 12 en el número 2 nos dice Santa Teresa:
“Puede representarse delante de Cristo y acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle siempre consigo y hablar con El, pedirle para sus necesidades y quejársele de sus trabajos, alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin procurar oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos y necesidad. Es excelente manera de aprovechar y muy en breve; y quien trabajare a traer consigo esta preciosa compañía y se aprovechare mucho de ella y de veras cobrare amor a este Señor a quien tanto debemos, yo le doy por aprovechado”.
El camino de la oración dura lo que dura nuestra vida. Es algo así como quien se sabe una persona de oración y tiene que cuidar la vida de cada día. Esto supone una exigencia porque tiene que cuidar la calidad de lo que hace, cómo lo hace, es decir, tiene que haber una coherencia entre la vida exterior, nuestros actos, y nuestra vida interior, nuestra oración.
Es importante, aunque nos pueda parecer difícil, asumir la cruz de Cristo como parte de la vida. Es necesario entre otras cosas, sentirse pobre para no codiciar para no desear nada, para no dar con afán en las tareas.
La persona de oración es una persona que se ha determinado a vivir su vida orientada a Dios. Es una persona con el “alma animosa” –que diría Santa Teresa– pero además, aunque la oración es trato de amistad con Dios en la intimidad, ésta no es solo para uno, la oración no es solo para mi provecho, no es solo para mí, es para vivirla en comunidad, en beneficio de la comunidad, en beneficio de la Iglesia. Todos unidos en la oración, una oración que tiene que tener una proyección apostólica. El que es amigo de Dios lleva sus amigos a Dios, arrastra a la gente a Dios, lleva la gente consigo, ¡nunca va solo! La oración lleva consigo el esfuerzo, el educarse en al fe, el educarse en la esperanza, el educarse en la caridad.
Hablamos continuamente del Don de Dios, hablamos continuamente de la oración, de que la oración es el Don de Dios. Pero cabe una pregunta: ¿qué es en realidad la oración?
¿Qué nos dice Santa Teresa, la gran Maestra de Oración, nuestra maestra en este itinerario de los grados de la oración y de aprehender, de coger, de tomar, de agarrar el Don de Dios, del que Jesús le habla a la Samaritana, que son los grados de la oración, que es la oración misma? Esta maestra, que es Santa Teresa, que nos va a explicar, que nos va a enseñar, ¿qué nos dice que es la oración? ¿Qué nos enseña Santa Teresa en sus libros?
Para Santa Teresa la oración es el camino único, incuestionable para ir a Dios. Ella nos explica en sus libros que principalmente están dirigidos para sus hijas, para sus monjas, que hay varios grados de oración que ella diferencia bien, que nos acercan a Dios como sus hijos amados y nos invita a tratar con Dios con una amistad que es de un afecto máximo, profundo, de un gran amor, de una gran intimidad.
Primeramente nos habla ella de oración vocal, como un primer paso, como un primer nivel. También nos cuenta que a ella no le gustaban las oraciones vocales largas o complicadas o farragosas, como si fueran fórmulas mágicas para convencer a Dios de algo, para convencer a Dios de lo que se le pide. ¡No! Ella, para convencer a Dios de algo, para arrancarle milagros prefiere, más que la locuacidad, un corazón apasionado y volcado hacia Dios que, de alguna manera, “obliga” a Dios a darse. ¡No puede negarse a quien le pide compasión con una fe inquebrantable, con una fuerza impresionante! La fe nos hace participar de la Omnipotencia de Dios, nos hace omnipotentes, participando de la Omnipotencia de Dios.
En los escritos teresianos observamos que su oración predilecta era el “Padre nuestro”, a ella le dedica un libro entero: el “Camino de Perfección”. También habla de la “Ave María”, del “Credo, así como también repetir que “el Reino no tendrá fin”.
Otro paso, u otro segundo nivel de oración, que nos invita a practicar después de la oración vocal, es la meditación. Que nos debemos confundir con la oración mental. En sus escritos nos aclara muchas cosas sobre la oración afectiva: “que no está la cosa en pensar mucho, hermanas, sino en amar mucho” (Fundaciones 5, 2)
Avanzando, nos enseña sobre el [tercer nivel] recogimiento adquirido, que consiste en encerrarse dentro de uno mismo para encontrar allí a Dios y conversar amorosamente con Él, en una fórmula cada vez más simplificada, más sencilla, como si habláramos con Él como padre, madre, hermano, amigo, esposo, compañero.
Sobre el recogimiento infuso, nos enseña que dan ganas de cerrar los ojos y no oír, ni ver, ni entender sin aquello en que el alma entonces se ocupa, que es poder tratar con Dios a solas, íntimamente, a solas con Aquél que nos ama.
Sobre la [cuarto nivel] oración de quietud nos enseña que se trata de una paz interior inmensa.
Sobre la oración de unión nos enseña que hay una ausencia total de distracciones y la certeza de haber estado el alma unida a Dios, ¡una certeza imborrable!, que queda impresa ahí como un sello para siempre.
Santa Teresa nos deja bien claro que, sin esfuerzo personal, no hay encuentro con Dios. Ella, además, nos habla siempre de su experiencia, de lo que ha vivido; describe lo que pasa y ha pasado en su alma. No intenta explicar por la filosofía, ni por la teología, ni por la psicología, ni por ninguna otra ciencia en qué consiste la unión con Dios. Tampoco recurre nunca a cosas extrañas, a metafísica o cosas similares. ¡No! Ella siempre recurre a la experiencia de sí misma y, desde ahí, trata de comunicarnos a los demás esa experiencia gozosa del encuentro con Dios.
¿Qué es orar? Santa Teresa de Jesús nos define de una manera bellísima la oración. Oración –nos dice en el Libro de la Vida, en el capítulo 8– es tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas, con Quien sabemos nos ama” (Vida 8, 5). Orar es prestar atención al amor que Dios nos tiene. Ella dice: “con Quien sabemos nos ama”. No dudamos del amor de Dios. ¡Saberse amado! Es un punto de partida para una respuesta de amor, que “amor saca amor”, nos dirá también en el Libro de la Vida en el capítulo 22: “que amor saca amor” (Vida 22, 14)
Por eso en todo hay que mirar el amor que Dios nos tiene y nos dice ella en las Moradas Cuartas en el capítulo 1: “lo que más os despierte a orar, eso haced” (4M 1, 7). ¡Sí! No tenemos que complicarnos la vida. Lo que más encienda en nosotros el amor es lo mejor para nosotros. Aquello que tenemos que buscar y potenciar: lo que nos encienda en amor, lo que nos lleve a amar más. “Lo que más os despierte a amar, eso haced”.
Encuentro en el amor: la oración. Y encuentro en la verdad: la verdad de Dios y la verdad nuestra.
En la oración Dios se nos revela, se nos desvela, se nos muestra, nos muestra su verdad: que nos ama, que nos da, que se entrega. ¡Dios es amigo de dar! No se cansa de dar, da sin tasa, anda buscando tener a quien dar. ¡Éste es el Dios que Teresa ha descubierto en la oración! El conocimiento de alguien solo se logra por un trato íntimo con él, amistoso con él y ella ha descubierto que Dios es el que da. De la misma manera que a la Samaritana, Jesús se le presenta ofreciendo, pidiendo y ofreciendo al mismo tiempo: “¡Si conocieras el don de Dios y quien es el que te pide de beber, le pedirías tú a Él y él te daría!” Si le pedimos, Él nos va a dar siempre.
La oración es también el descubrimiento de nosotros mismos. Orar es entrar dentro de nosotros, es conocernos. Conocernos con sencillez, en la paz, en la verdad de lo que somos, pero sin obsesionarnos, sin vivir continuamente pendientes de lo que nos pasa. Eso ya no es conocernos, eso es idolatrarnos, eso es contemplarnos a nosotros mismos.
Santa Teresa quiere que nos conozcamos. Sabe que la oración nos lleva a conocernos. Conocernos todo lo que somos: nuestra riqueza, nuestras virtudes, nuestros dones, nuestra alma creada a imagen y semejanza de Dios; y también nuestra miseria, nuestra pobreza, nuestro estado moral, el que sea.
Ella dice que somos un palacio todo de un diamante o muy puro cristal. Nuestra gran capacidad, dignidad, hermosura… Estas son las primeras palabras que Santa Teresa nos brinda al iniciar su gran tratado de oración: las Moradas. Nos dice en la Morada Primera en el capítulo primero: “podemos tener conversación no menos que con Dios”. No es una conversación cualquiera, no es un trato cualquiera, es tratar con Dios.
Toda la atención de los que oramos, quiere Santa Teresa que la centremos en la Persona Divina, mirar a la Persona Divina. En el Camino de Perfección en el capítulo 26 nos dice: “no os pido más de que le miréis” (Camino 26, 3). En el Libro de la Vida en el capítulo 13 nos dice: “…acallado el entendimiento, mire que la mira” (Vida 13, 22). ¡Sí, mirémosle! Y seamos conscientes de ser mirados por Él, miremos que nos mira. ¡No importa lo que le digamos, ni como se lo digamos! ¡Interesa sobre todo estar con Él: mirarle y dejarnos mirar!
El estilo, los modos, en la oración teresiana
La manera de orar teresiana resulta muy sugestiva, muy interesante, muy atractiva para el hombre de hoy porque somos seres sociales que necesitamos desarrollar en nosotros la tendencia hacia los demás, el acercamiento hacia los demás y, concretamente, hacia el Ser Infinito, hacia el Ser de Dios a cuya imagen y semejanza hemos sido creados.
Santa Teresa de Jesús nos enseña de una manera simple, sencilla, fácilmente comprensible como entrar en diálogo con Dios, cómo establecer esa relación con Él: “Procuraba lo más que podía, traer a Jesucristo dentro de mí presente” (Vida 9, 4)
Representar a Jesús dentro de si misma era para Ella la manera de contactar con Él, la manera de relacionarse con Él, una manera que llega a su cumbre de su realismo en el momento de la comunión eucarística. En el Libro de la Vida utiliza una expresión preciosa: “entrábame con Él”.
Orar es para ella ante todo prestar atención a la otra Persona, a Dios dentro del propio espacio interior, a Dios que mora en mi castillo en la cámara secreta, en la camera principal. Por eso ella nos dice en el Libro de la Vida en el capítulo 13 que “se esté allí con Él…” (Vida 13, 22).
Para explicar este lenguaje de la oración, Santa Teresa recurre a una serie de comparaciones muy hermosas acerca de las relaciones de amistad entre los dos protagonistas, Dios y la persona: son los cuatro grados de la oración.
Ella compara el alma con un huerto – ya lo hemos visto – donde Dios quita las malas hierbas y planta plantas buenas. La persona es el hortelano que tiene que cuidar el huerto de su alma para que no se le seque las plantas, las virtudes que Dios ha sembrado en ella. Todo está en la solicitud del hortelano, en tener cuidado que no se malogre la siembra que Dios ha hecho en el huerto al alma. Lo importante para el hortelano es siempre Dios, es su punto de referencia: ¡contentarle!, ante y en todo, contentar a Dios!
De esta manera, la persona se libra de caer en un egocentrismo espiritual que sería malsano, que sería pernicioso, y también se libra del descontento en la relación de amistad con Dios.
BREVE RESUMEN DE LOS 4 GRADOS DE ORACIÓN SEGÚN SANTA TERESA DE JESÚS
grado primero: oración del principiante, meditación discursiva, entretejida de reflexión y afecto, sobre temas variados, evangélicos u ocasionales, especialmente la Pasión del Señor. Al principiante se le dan consignas prácticas: determinación, perseverar en la oración a toda costa, orar la vida, enamorarse mucho de la Humanidad de Cristo. Sobre todo, no entrenarse en falsos vuelos místicos, 'inasequibles' por propio esfuerzo. Teresa no es partidaria del vacío mental.
grado segundo: primera experiencia mística en la oración, puro don de Dios; quietud de la voluntad, fascinada por el misterio de Dios, pero sin la aquiescencia de las restantes funciones interiores: divagación de la fantasía, pero no hacer caso de la loca de la casa. En la oración, primera experiencia de la acción de Dios, 'que tiene su deleite en estar con los hombres'. Experiencia fruitiva de su presencia envolvente. Amar es ejercicio principal y 'gustoso'. Con gran influjo en el cambio de vida.
grado tercero: La experiencia de la presencia y la acción de Dios se extiende a toda la actividad interior, a todo el ser. Toda ella quería fuese lenguas para alabar al Señor. Todo su cuerpo y alma querría se despedazase para mostrar el gozo que con esta pena siente. Pura doxología. Total cambio de vida. Irradiación sobre los demás. Prolongada efervescencia preextática. (La nomenclatura 'sueño de potencias' la toma de Laredo, Subida del Monte Sión, II,19).
grado cuarto: experiencia de la plena unión con Dios. Oración de total conformidad con la voluntad divina. El orante se ha entregado a la acción desbordante de Dios. Es como un poseso de Dios. En poesía: vuestra soy, para Vos nací: clara conciencia y experiencia de que el orante 'es de Dios' y 'para Dios'. Múltiples episodios místicos, de éxtasis, vuelo de espíritu, arrobamientos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compártanos sus comentarios