La Visión del Incendio de la Iglesia
El Jueves Santo de 1624, durante su oración de penitencia, la Madre Mariana vio como, a mediados del siglo XIX, en noche de un Jueves Santo, el Altar Mayor de su Iglesia ardía en un terrible incendio. Vio como la Comunidad del futuro lloraba y rogaba al Cielo, pensando que todo el Convento ardería. Entonces se le apareció Nuestra Señora de El Buen Suceso y le dijo: “¿Por qué temes, hija mía…? Yo, la Madre de El Buen Suceso, del Bello Amor y de la Santa Esperanza, soy la Señora Absoluta de esta Casa… Amo mucho este lugar… y os guardaré en todos los tiempos… Si permito que se incendie la Iglesia es para que se edifique una nueva en este tiempo favorable, en que ambas autoridades no pondrán dificultades…”.
Bajando los ojos, la Madre Mariana vio el infierno entero fomentando el incendio con antorchas, entre carcajadas. Oyó que los demonios decían: “Por fin tenemos oportunidad de acabar con esta maldita Fundación, que tanta guerra nos hace… y lo peor, esto es obra de débiles mujercitas. No es posible tolerar tamaño atrevimiento, pues nosotros somos de naturaleza angélica… Que cada uno de nosotros se esmere en echar fuego… aprovechando la circunstancia de que la Señora, nuestra enemiga, está muy quieta… porque de lo contrario nada podríamos”.
En ese instante la Virgen María inspiró a un soldado, bien católico, la fuerte e irresistible inspiración de entrar a la Iglesia para salvar del incendio al Santísimo Sacramento. La Madre Mariana entró en el fuego al mismo tiempo y fue abriendo el camino del valiente soldado, que recogió y estrechó contra su pecho el Vaso Sagrado donde estaba Jesucristo, y lo sacó de la Iglesia en llamas. El soldado salió sin sufrir lesión alguna y sin inhalar humo, pues, sin saberlo, estaba guiado por la Madre Mariana
Luego la Virgen, con el Niño en brazos, ordenó a los demonios precipitarse de nuevo en el infierno. Nuestra Señora dijo: “Fuego, elemento creado por mi Hijo Santísimo para beneficio y también para castigo de la humanidad, yo te bendigo y te ordeno que moderes tu violencia para que seas apagado…”. Entonces los hombres pudieron apagar el incendio, quedando intacto el resto del Convento.
El cumplimiento de esta profecía se verifica leyendo el libro “Contribuciones a la Historia del Arte en el Ecuador”, Volumen III, por José Gabriel Navarro (1950), del cual extractamos el siguiente párrafo:
“Nos cuentan las religiosas, entre las cuales vive todavía hoy una que fue testigo presencial del incendio de aquel fatídico día de Jueves Santo de 1878, que cuando aquel se produjo por efecto de haberse caído una de las tantas lamparitas de kerosene que el sacristán había puesto para iluminar el «monumento» y, sobre las telas enceradas que simulaban rocas, la turbación de todos los que acudieron en auxilio para tratar de conjurar la catástrofe, fue tanta, que empezaron a despojar al templo de cuanto era madera, para impedir la propagación del fuego. Y fue así como hasta las monjas se encargaron de arruinar el coro y, los fieles, la iglesia. La turbación humana hizo contra el arte más que el fuego”.
La Venganza del Demonio
A través de la Madre Mariana de Jesús, Dios obraba sanaciones. La Madre Mariana preparaba con sus propias manos infusiones de “agua de anís del país”, y se las enviaba a los enfermos y a las parturientas en trance difícil.
Cuando le avisaban que un nonato estaba en peligro, la Madre Mariana corría a preparar su famosa agua de anís para mandársela a la madre. Y luego, se postraba ante el Sagrario, “exigiéndole”a Dios, que no permitiera que vaya al Limbo esa alma inocente que no tenía ninguna culpa. Tantos milagros se obraron, que muchos niños fueron bautizados en su honor como “Mariano” y “Mariana”.
Su celo por la conversión de los pecadores y la liberación de las almas del Purgatorio era heroico; su espíritu de oración y de penitencia, extraordinario. Todo esto le costó la persecución del demonio: la hacía rodar las gradas; le enredaba los pies y la hacía caer en los actos de la comunidad; le empujaba los platos para que se riegue la comida cuando servía la mesa; le borraba las letras cuando leía; cuando besaba los pies de sus Hermanas, hacía que le volcaran la comida encima de ella.
Las Visiones de la
Independencia y la República
A fines de 1628, a media noche, la Madre Mariana oraba en el Coro Alto, y tuvo una visión de la Colonia en gran agitación. Dios le reveló que la Colonia trataba de independizarse de España, puesto que las autoridades enviadas por el Rey, se tomaban libertades y cometían abusos, oprimiendo a inocentes y causando grandes sufrimientos. Vio la guerra de la Independencia, los grandes sacrificios de los héroes y la tierra empapada en sangre.
Dios le reveló que, siendo República libre con el nombre de Ecuador, casi al cumplir doscientos años de Independencia, se volvería pecadora e ingrata hacia Dios. Crecería el número de Judas que, poseídos por el demonio, lo venderían por dinero a personas que realizarían secretos sacrilegios contra el Santísimo Sacramento. La Madre Mariana vio el miserable y desgraciado destino eterno de estas pobres almas.
Vio que la República se salvaba de ser enterrada debajo de un terremoto, por haber Dios suscitado, en esa época, almas heroicas y justas que, como víctimas incesantes, aplacaban la Justicia Divina.
Terminada esta visión, volvió a ver al Ecuador al principio de la Independencia. Una nube negra de demonios trataban de apoderarse de la nueva República; para asentar allí los siete pecados capitales, el odio a Dios y a la Virgen María, y acabar con todos los Conventos y Claustros. Los demonios soplaban un humo espeso que oscurecía la luz de la Fe en las almas, las que empezaban a blasfemar.
Luego vio como el Cielo se abrió sobre la República, bajando una Luz clara e irresistible. De cada Convento y Claustro brotaba una estela de estrellas que subía hasta el Cielo. La Madre Mariana oyó la voz del Arcángel San Miguel que decía: “¡Descended inmediatamente al fondo de los abismos, malditas y negras legiones, porque aquí Dios vive, Dios triunfa, Dios reina en todo tiempo por medio de sus almas predilectas! ¡Y cuando más triunfantes estéis, más próxima estará vuestra derrota!...”.
A continuación la Madre Mariana vio rayos, relámpagos y espadas de fuego, que caían a diestra y siniestra, manejadas por manos muy versadas en la guerra, que derrotaron a las legiones diabólicas, las que desaparecieron lanzando horribles alaridos. Antes de desaparecer, los demonios amenazaron con hacer siempre la guerra a este pequeño país, donde sería muy querida su Enemiga, y con tratar de extinguir la devoción del pueblo hacia “Ella”, para alzarse con la victoria. Gritaron: “¡Vendrán tiempos en que tendremos muy buenos agentes… Serán amparados por nosotros, y les proporcionaremos placeres, comodidades, riquezas; y después los atormentaremos en el Infierno…!”. Desaparecidos los demonios, el Ecuador quedó en calma, y la atmósfera más luminosa que antes.
Sexta Aparición, 1628
Entonces Nuestra Señora de El Buen Suceso se apareció con el Niño Jesús en sus brazos. Le dijo: “¡Pobre hija de mi Corazón, con visión tan formidable desfallecen ya tus fuerzas naturales…! Pero, aún no es tiempo de dejar la tierra, siete años más, en memoria de mis siete dolores y mis siete alegrías, peregrinarás en la tierra… Después, tu Amor te llamará a su Casa…, donde tu larga vida no te parecerá haber durado sino un día, y tú te reirás de tus grandes sufrimientos de esta vida, los que se te figurarán como insignificantes, y sentirás, entonces, deseo de volver a vivir para sufrir y merecer el doble.
Ver la estima de tus Hermanas y de los devotos de éste mi querido Convento, será el mayor de los sufrimientos para tu corazón, que… desearía, sin poderlo conseguir, los desprecios, las burlas y las calumnias, porque ya pasó para ti ese tiempo de oro… Cuántas mencionarán tu nombre, deseando haber vivido en tu tiempo y no se darán cuenta de que tú misma estarás viviendo en algunas Hermanas, las más despreciadas y oprimidas”.
La Sublime Oración del Niño Jesús del Pichincha
Nuestra Señora de El Buen Suceso prosiguió: “Levanta ahora la vista y mira hacia el cerro de Pichincha, donde será crucificado este Divino Infante que traigo en mis brazos. Lo entrego a la Cruz a fin de que Él dé siempre buenos sucesos a esta República, la que será muy feliz cuando en toda su extensión me conozcan y me honren bajo esta Advocación, pues será buen suceso para las almas, casas y familias y esta invocación será prenda de salvación”.
Enseguida los tres Arcángeles, Miguel, Gabriel y Rafael, tomaron al Niño Jesús de los brazos de la Virgen María y lo condujeron al cerro del Pichincha, desapareciendo después. En el camino con los Arcángeles, el Niño Jesús “creció”, y en el monte apareció como de 12 años. El Niño se postró en tierra, con los brazos en Cruz, y oró a Su Padre:
“Padre Mío y Dios Eterno, considerad benigno esta pequeña porción de tierra que hoy me dais, para que reine en ella, como Señor absoluto, Mi amoroso y tierno Corazón y el de Mi Madre Santísima, criatura tan pura y bella cual no hay otra.
En este lugar, se dará la libertad a la República nueva, y Mi Corazón infantil se ensancha de infinita ternura al mirar cuántos héroes perderán la vida temporal. Benditos sean mil veces por sus heroicos sacrificios, serán sus almas recibidas en el Cielo para que gocen el premio de sus esfuerzos. Es por esto que quiero orar en este monte como oré en Getsemaní, pidiéndoos para Mí todas las almas que poblaren estas tierras, librándolas de la ira diabólica que tanto las amenaza…”.
Terminada su oración, se oyó una majestuosa Voz del Cielo que decía:“ Este es mi Hijo muy amado, en Quien encontré siempre mis complacencias. Oídle e imitadle, almas escogidas y queridas”.
La Batalla del Pichincha, que selló la Independencia definitiva de Ecuador de España, se dio el 24 de mayo de 1822, en las faldas del monte Pichincha. El Himno Nacional de Ecuador recoge proféticamente la aceptación de esta gesta por Dios, pues dice en su primera y segunda estrofa: “Los primeros, los hijos del suelo, que soberbio el Pichincha decora, te aclamaron por siempre, señora, y vertieron su sangre por ti. Dios miró y aceptó el holocausto…”.
Entonces todo el cerro se envolvió en luz. El Niño Jesús se levantó del suelo y encontró junto a sí una Cruz de madera con la inscripción INRI en lo alto. Del brazo izquierdo colgaba una corona de espinas y del derecho una estola blanca. Inmediatamente aparecieron los tres Arcángeles. San Miguel traía una Hostia blanca, San Gabriel una túnica blanca salpicada de estrellas y San Rafael un manto rosado.
El Niño Jesús se vistió con la túnica, sobre la cual San Miguel ajustó la estola, según el uso
de los diáconos, en diagonal. Encima de la túnica, el Niño Jesús se
puso el manto rosado. Así
vestido, se apegó a la Cruz y extendió Sus
Manos, quedando crucificado sin clavos. Tomando
la corona de espinas, los Arcángeles la colocaron en Su Cabeza. Entonces el Niño Jesús empezó a llorar, y Sus Lágrimas fueron recogidas por los
tres Arcángeles, quienes las aspergearon en toda la nación.
El Niño Jesús ordenó a San Gabriel que colocara la Hostia detrás de su Cabeza. Hecho esto, Cruzaron la Hostia tres rayos de luz. En el rayo vertical decía la palabra Amor, en el derecho, Ecuador, y en el izquierdo, España. De Su Cabeza punzada por las espinas brotaba sangre, al igual que de las heridas de las manos y de los pies, aunque no se veían los clavos.
Su mirada, desde la Cruz, abarcaba toda aquella futura patria, Ecuador, y sollozando, repetía: “No puedo hacer más por ti, para demostrarte Mi Amor. Almas ingratas, no me paguéis con desprecio, sacrilegios y blasfemias, tanto amor y delicadeza de Mi Corazón. Por lo menos vosotras, mis muy amadas y escogidas Esposas… Sed continuamente las heroínas de vuestra patria, en medio de las amarguras y funestos tiempos que le sobrevendrán. Vuestra humilde, secreta y silenciosa oración, juntamente con vuestra penitencia voluntaria, la salvará de la destrucción a donde la conducen sus hijos ingratos, pues éstos, humillando y despreciando a los buenos, exaltarán y alabarán a los malos advenedizos satélites de Satanás”.
Terminada la visión, la Madre Mariana lloró, pues le dolía la futura separación de la Colonia de España, su patria. La Madre Francisca de los Ángeles la consoló, diciéndole: “¿Por qué llorar lo que nuestros ojos no verán?... Dejad la tristeza… toquemos el arpa y cantemos…”. Y ambas, al son del arpa, tocada por la Madre Mariana de Jesús, cantaron las coplas que la Madre Mariana compuso en su juventud.
Séptima Aparición (16 de Enero de 1629)
La Madre Mariana le refirió la visión del Niño Jesús del Pichincha a su Director Espiritual, quien le dijo que le cuente todo al Obispo, Monseñor Pedro de Oviedo. La Madre le envió una nota, rogándole que venga al Monasterio, para referirle lo ocurrido durante la Aparición. El Obispo vino prontamente, y escuchó admirado el relato.
Entonces el Obispo ordenó que las dos Madres, junto con él, iniciaran una Novena al Espíritu Santo, para pedir Luz sobre lo que debían hacer. En diez días, él volvería para tomar una decisión.
Un día de la Novena, en el que la Madre Mariana y la Madre Francisca oraban en el Coro Inferior, la Madre Mariana recibió la visita de la Virgen de El Buen Suceso. La Madre Francisca presenció junto con ella la visión, mas sin escuchar sus palabras. Como siempre, la Virgen María traía el Niño Jesús en el brazo izquierdo y el báculo en la mano derecha. Le habló a Sor Mariana:
“Mi Dulce Niño te habló y mostró la guerra que habrá, para que esta Colonia se separe del Reino Español, volviéndose República libre. Conociste la conveniencia de esto, y sufrió tu corazón por este rompimiento con tu madre patria… Justo fue tu pesar, porque es grande virtud amar a la patria natal e interesarse por su bien público.
Para tu consuelo te hago saber que es muy conveniente esa independencia, a fin de disminuir las responsabilidades de los monarcas, que, mandando sus representantes para el gobierno, se vuelven ambiciosos, se arrogan libertades indebidas, ofenden a la Iglesia, ultrajan a los Ministros del Señor y se vuelven dueños absolutos de todo. A ti te constan los incontables males infligidos a la Iglesia de Dios en esta Colonia durante estos tiempos…
Amamos mucho esta pequeña porción de tierra. Un día será Ecuador. Y teniendo en cuenta las almas verdaderamente buenas que habitarán aquí, nos empeñamos en hacerla República libre, la cual será un día consagrada solemnemente al Corazón Santísimo de mi Divino Hijo. Y a plenos pulmones repetirán de un confín al otro: «La República del Sagrado Corazón de Jesús»
Tiempos funestos sobrevendrán, en los que… aquellos que deberían defender en justicia los derechos
de la Iglesia… darán la mano a los enemigos de la Iglesia para hacer lo que
éstos quisieren… Pero, ¡ay del error del sabio, el que gobierna la Iglesia, del Pastor del redil que mi Hijo Santísimo confió a sus
cuidados! Más, cuando aparezcan triunfantes y cuando la autoridad abuse de su poder cometiendo injusticias y oprimiendo a los débiles, está próxima su ruina.
¡Caerán por tierra!
Y alegre y triunfante… resurgirá la Iglesia… en brazos del hábil corazón maternal de mi hijo elegido, muy querido de aquellos tiempos, el cual prestará oído a las inspiraciones de la Gracia, siendo una de ellas la lectura de las grandes Misericordias que mi Hijo Santísimo y yo hemos usado contigo. Lo hemos llenado de Gracias y dones muy particulares, lo haremos grande en la tierra y más aún en el Cielo, donde le hemos reservado un asiento muy precioso, porque sin temor a los hombres combatió por la verdad y defendió impertérrito los derechos de su Iglesia, por lo que bien lo podemos llamar mártir.
Crucificado viste a mi Divino Niño en el cerro del Pichincha… Como esa colina domina la ciudad, mi Hijo Santísimo quiso santificar ese lugar, desde donde el Corazón Santísimo de mi Jesús querido quiere ejercer su dominio.
Y, así como por mandato mío, dejaste mi Imagen sobre la Sede Abacial, en el Coro Superior de éste mi Convento… queremos igualmente que hagas reproducir esta visión en estampas… escribiendo en ellas las mismas palabras que oíste de labios de tu Amor Crucificado en el Cerro del Pichincha. Esas estampas volarán por el mundo entero y a todos impresionarán santamente, sin saberse en el transcurso de los tiempos su procedencia… Ahora el Obispo ya tiene la Luz necesaria para decirte él mismo que conviene hacer esas estampas…”.
Entonces Nuestra Señora les dio la Bendición a la Madre Mariana y a la Madre Francisca y se retiró.
La Madre Mariana le dijo a la Madre Francisca:
“...Nosotras apoyaremos al Obispo para que mande a hacer las estampas de la visión del Divino Niño Jesús Crucificado en el Pichincha…”.
Pero la Madre Francisca le replicó, en forma un tanto enigmática:
“…Aunque quisiéramos presenciarlo en nuestra vida mortal, no lo podremos ver, pues la gente de este lugar es propensa a la idolatría. Desde el Cielo asistiremos y, en ocasión oportuna intervendremos para facilitar todo. Unos creerán, otros no… Dios será glorificado por muchas almas y habrá conversiones secretas y también públicas. El resto no tiene importancia. ¡Felices nuestras Hermanas de esos tiempos!...”.
Al día siguiente de terminada la Novena, el Obispo fue al parlatorio del Convento, y se entrevistó con las dos Madres. Les dijo:
“Verdaderamente, éste es el Espíritu de Dios que dirige vuestras almas… durante la Novena sentí emociones celestiales, y en sueños me pareció ver a mi Madre Santísima… Además, me pareció contemplar toda la visión de Madre Mariana de Jesús, referente al Niño Crucificado en el cerro del Pichincha, con una añadidura: me pedía que mandase grabar estampas de la visión, las que serían esparcidas por todo el mundo, acompañadas delas palabras pronunciadas por el mismo Divino Niño… Os mando dibujar la aparición del Divino Niño y enviarla a España con cartas de recomendación a su Majestad, pidiéndole emplee su autoridad a fin de efectuar una rápida impresión…”.
Después de esta conversación, el Obispo citó a la Madre Mariana al Confesionario, y le pidió que le diese cuenta exacta de su vida, desde el uso de razón. El Obispo volvió a su casa, pero desde entonces frecuentó en forma seguida el Monasterio, para hablar con las dos Madres. Y le escribió al Rey de España una carta con la petición de impresión de las estampas, además de enviarle un relato extenso, con los extraordinarios pormenores de la vida de la Madre Mariana de Jesús.
Octava Aparición, 2 de Febrero de 163
El 2 de febrero de 1634, la Madre Mariana rezaba a media noche en el Coro Alto. Decía: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Santísima Virgen de El Buen Suceso… os doy gracias por todos los beneficios que, sin merecimientos personales, recibí… me habéis manifestado tantas maravillas, que constituirán motivo de asombro a los siglos venideros, a los que está reservado el conocimiento de mi nombre y de los grandes y admirables prodigios que sucedieron en este Real Monasterio… Haced que éste mi Convento sea siempre gobernado por Abadesas de una caridad bien entendida, que corrijan los abusos con pulso firme, teniendo en las manos vara de hierro con aquellas que en tristes tiempos se infiltrarán aquí…”.
El dolor que produjo en el alma de la Madre Mariana pensar en aquellas futuras monjas infieles, hizo que haga una audaz petición: “Quisiera pediros que me conservaseis la vida para al menos sujetarlas a lo santo, justo y razonable… Temo que el mal ejemplo, como peste formidable, se propague sutilmente en mi querida Comunidad, extinguiendo la virtud y la santidad de mis buenas y dóciles hijas… Es por esto que quiero vivir en esos tiempos para reprimir a las insolentes con mi autoridad de Fundadora, e impedir los grandes males reservados para esos desdichados tiempos”.
Cuando la Madre Mariana terminó su petición, el Coro se llenó de luz y se abrió el Sagrario. Se le dio a conocer cómo en la Eucaristía estaban el Padre, el Hijo con su Santa Humanidad y el Espíritu Santo, y el modo por el cual Dios concede a sus criaturas sus Gracias y siete Dones para alcanzar la perfección. Vio cómo la Virgen fue preservada del pecado original desde su Concepción por los méritos de Jesucristo. Le fueron mostradas todas las instituciones religiosas que deberían fundarse hasta el fin de los siglos, y también las que se destruirían por la decadencia espiritual de sus miembros. El Señor también le hizo ver que no era necesaria su vida material para cuidar de su Comunidad, pues ella la favorecería desde el Cielo.
Entonces Nuestra Señora, que estaba presente, le habló: “Hija querida… no es necesario que tu destierro se prolongue por tantos siglos… Hoy que la Santa Iglesia celebra el Misterio de mi Purificación en el Templo y la Presentación de mi Divino Niño, quiero ponerlo en tus brazos como prueba de que, de aquí a un año, estarás viviendo en el Templo de la Gloria… Me quedaré yo a vivir y gobernar éste mi Monasterio, a través de mi milagrosa Imagen que te ordené fuese hecha y puesta en el Coro Alto de éste mi Convento, sobre la Sede Abacial… Y tú debes salir tranquila de esta vida mortal, dejando a tus continuadoras este precioso tesoro, que no fue dado, ni lo será, a ningún otro Convento… Recibe en tus brazos mi dulce Niño, como prueba de lo mucho que amo a este Convento y de que siempre lo guardaré. Prepárate con esto a salir de la vida mortal, tú continuarás presente en las personas de las buenas Religiosas”.
Y la Virgen, luego de estrechar a su Niño contra su Corazón, lo puso, contenta, en los brazos de la Madre Mariana, que lo recibió con gozo indescriptible.
Las Profecías del Niño Jesús
El Niño Jesús, estando en sus brazos, acarició a la Madre Mariana, y le dijo: “Mi Esposa querida, ¡cómo eres de hermosa a mis ojos! En tu larga vida solamente Yo fui tu único amor, amaste la Cruz como yo la amé, y la cargaste en paz, haciendo de ella tu tesoro y tu riqueza… Amo este Convento porque es Fundación y propiedad de mi Madre Inmaculada, y también mía. Lo amo, porque tú viviste en él y seguirás viviendo en todos los siglos.
En las épocas difíciles, Yo lo sostendré… Las Hermanas incautas y carentes de virtud sólida, pondrán en duda tu maravillosa vida y los favores muy especiales y raros, con los que Yo y mi Bendita Madre te hemos regalado. Las eminencias del mundo moverán guerra implacable y… habrá duda, oposición e indiferencia. Solamente a las almas humildes y simples de corazón, se les franqueará la seguridad, el conocimiento y la firme convicción de todo lo referido en tu vida, la que permanecerá oculta durante los primeros siglos de esta Colonia, que se volverá nueva patria…
Ni el poder de los reyes y príncipes paganos fue capaz de impedir la Fundación de Mi Iglesia… Esta Iglesia tan querida, la conservaré hasta la consumación de los siglos. Ella será fuertemente combatida, pero jamás vencida, porque si faltaren hombres, traeré del Cielo legiones de Ángeles para su conservación, hasta su triunfo. En épocasfunestas, Yo la gobernaré a mi gusto y Voluntad, por medio de mis Vicarios en la tierra, residentes en Roma, ciudad de los Papas de invicta e intrépida Fe. Al Papa deben obedecer y reconocer como mi representante en la tierra, a él deben prestar obediencia ciega…
El Dogma de Fe de la Inmaculada Concepción de mi Madre, será proclamado cuando más combatida esté la Iglesia, y se encuentre cautivo mi Vicario”.
En abril de 1848, la masonería internacional fomentó atentados, revoluciones y desórdenes contra el Papado y las naciones católicas. Debido a los motines en Roma, el Papa se trasladó a Gaeta. El masón Mazzini, proclamó, en 1849, la “República Romana”. Las iglesias fueron saqueadas mientras Mazzini se apropiaba de obras de arte de la Iglesia, para pagar a la masonería británica que le había dado el dinero para tomar Roma. Gracias a la intervención de tropas francesas, la “República Romana” cayó y el Papa pudo volver a la capital en 1850. Los últimos años de su pontificado los vivió en aislamiento en el Vaticano, viendo como las propiedades de la Iglesia en Italia eran sucesivamente confiscadas.
El Beato Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, rodeado de 92 Obispos, 54 Arzobispos, 43 Cardenales y de una gran multitud del pueblo, definió el Dogma de Fe de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
“Del mismo modo, el Dogma de Fe del Tránsito y Asunción en cuerpo y alma a los Cielos de mi Madre Santísima. Mas tú, mis Esposas y almas escogidas, debéis creerlo siempre, como si ya fuese un Dogma”.
El Papa Pío XII, el 1 de noviembre de 1950, definió el Dogma de Fe de la Asunción en cuerpo y alma a los Cielos de la Virgen María.
“Esto me da mucha alegría, porque es un acto de reconocimiento a mi Poder y a mi Amor de Hijo a la Inmaculada Virgen Madre, a Quien por Mi Propia Honra y Dignidad, jamás hubiera permitido que su Inmaculado y Bendito Cuerpo se reduzca al polvo de la tierra, como sucede con el común de mis humanos…
Sé…. que es inaccesible a los humanos la comprensión de la conservación de cuerpos incorruptos de algunos de mis siervos, con cuánta mayor razón no conservaría el Cuerpo de mi Madre, Virgen Inmaculada…
¡Malditos mil veces sean los herejes y sus secuaces, que ponen en duda los Misterios concernientes a Mí y a Mi Madre! ¡Malditos sean! Y sea su morada eterna el centro de la tierra, junto con el padre de la mentira, Lucifer y sus secuaces, en medio del fuego creado por la Ira Divina, para los Ángeles rebeldes y los hombres que los sigan a ellos, apartándose de la verdad, fuera de la Iglesia Católica.
La Madre Francisca de los Ángeles… en quien imprimí secretamente mis llagas, verdadera hija del Serafín Llagado, Francisco de Asís, entregará el día 4 de octubre, a las cinco de la tarde, su vida terrena para ingresar a la Eternidad… Ella no debe siquiera ver el Purgatorio, y para purificarse después de su camino, padecerá durante tres meses... tormentos indecibles en el alma, tentaciones de toda suerte y contra todas las virtudes, siendo las más dolorosas aquellas contra la Fe, contra la santa pureza… En ese período, tan aflictivo para esta amada Esposa mía, llenará su alma de grandes méritos. Porque cuando a algunas almas muy queridas de Mi Corazón doy el Purgatorio en vida mortal, es para que la purificación venga acompañada de méritos, lo que no ocurre en el lugar de expiación… donde las almas rescatan las faltas cometidas sin adquirir ningún merecimiento personal… como mendigos indigentes de la caridad de los sufragios de la Iglesia Militante.
Y, como habitualmente sobreviene el olvido de aquellas que sufren en la Iglesia Paciente (el Purgatorio), allí tienes, a tu vista, esa ciudad de fuego, llanto y dolor, compuesta por ese incontable número de espíritus de toda edad, sexo, condición y estado que estuvieron en la vida terrena, sufriendo lo que para los mortales es incomprensible…”.
Entonces la Madre Mariana levantó la vista y contempló el Purgatorio. Las almas le pedían con los brazos en alto, oraciones, penitencias y sufragios (obras buenas que se realizan a nombre de las almas purgantes). Jesús continuó:
“En el tiempo de su purificación, los tres últimos meses, ayúdala con tus oraciones, penitencias, consejos… Yo daré unción a tus palabras y luz clarísima, para que conozcas sus penas interiores y veas cómo las almas justas se purifican antes de entrar en el gozo eterno, restituido hasta el último maravedí.
¡Ay! Si las almas religiosas mostrasen un corazón dócil a las inspiraciones de mi Gracia, ¡cómo Yo les haría ver… la pureza que necesita un alma para entrar en la Gloria!...
Te digo… que en el correr de los tiempos habrá almas traidoras, ingratas, Esposas infieles que me odiarán… Pero en éste mi Convento, tan querido de mi Corazón… no toleraremos tales extremos. No, aquí viviremos y reinaremos siempre… Aquí Me refugiaré cuando el mundo Me persiga. Aquí tendré almas secretas, singulares y siempre desconocidas, con las que me complazco y que me desagraviarán y desarmarán cuando mi Justicia esté saturada por las maldades y sacrilegios del siglo XX.
Ya para ti se termina el destierro, de aquí a un año estarás en el Cielo, pues cerrarás tus ojos a la luz material para abrirlos a la Luz eterna, el día 16 de enero del próximo año. Después de mi Hermana Francisca, te faltarán apenas tres meses de peregrinación sobre la tierra…
…en este Claustro de Mi Madre Inmaculada… Yo seré siempre servido, querido y adorado en Espíritu y en Verdad. Es por esta razón que Yo mismo inspiré a Mi Esposa, tu Madre María Taboada, cuando veía edificarse esta Fundación, que ella se titulase con mi dulce Nombre de Jesús, y trajese de su patria una Imagen Mía para ser venerada, querida y reconocida como Titular de este Convento.
Quiero que sepas y transmitas a tus sucesoras… que la devoción al Niño Jesús será siempre, en todo conflicto, la salvaguardia del Convento. Si faltara esta devoción, desaparecerá el bello espíritu de infancia espiritual en el que se complace mi Padre Celestial.
¡Felices, mil veces, las almas religiosas que habitaren en esta Mi Casa, que me amen y den culto! Yo las llenaré de Luces y Gracias para que sus almas sean preciosas ante Mi Padre Celestial y la Santísima Trinidad, en ellas nos deleitaremos.
Fíjate bien… en todas las apariciones con que Mi Inmaculada y Bendita Madre te favoreció… siempre me trajo en el brazo izquierdo, para conmigo aplacar la Justicia Divina, y el precioso báculo en el brazo derecho para gobernar ésta mi grey querida.
En los primeros años del siglo XX, cuando, sin conocimiento de los hombres, estuviere por extinguirse éste mi Convento, Yo Mismo haré una nueva Fundación, comenzada por personas de corazón dócil, humilde y hábil…
Cuando hubiere terminado el tiempo del castigo de ésta Mi Comunidad, durante el cual el demonio trabajará por destruirla impidiendo la renovación de las Monjas y poniendo mil trabas características de su orgullo luciferino y envidioso… me vengaré de aquellas que se arrogaren injustas libertades para oprimir a los desvalidos seres que sólo tienen lágrimas.
Estas verán, en el momento de la muerte, con nítida luz, toda la enormidad de su conducta… las Gracias que recibieron para enmendarse, los auxilios que tuvieron en los buenos ejemplos de sus Hermanas, las oraciones que se dirigían al Cielo, frustrándose todo por su rechazo y soberbia, por su vanagloria de ser algo, cuando cualquier mortal no pasa de ser un saco de podredumbre y un puñado de polvo.
¡Ay, si los mortales comprendiesen… cuánto me hieren y desagradan las… desconfianzas y pequeñas imperfecciones inveteradas…!
¡Por eso Yo no los tolero, nada a medias me agrada, o todo o nada, a Mi semejanza, que no me quedó una sola gota de Sangre ni de Agua en Mi Cuerpo destrozado en la Cruz!...
Entonces, Yo los abandono y dejo que sigan todos los deseos de su corazón pervertido, para desconocerlos delante de Mi Padre Celestial, puesto que ellos en su vida se avergonzaron de la humildad, de la obediencia, de la práctica de las virtudes, las que hacen violencia a la naturaleza…
¡Ay, de aquellos y aquellas! ¡Ay!
Mas, los Sacerdotes y también Prelados, tanto Religiosos como seculares, que amando la Orden de Mi Madre, se esmeren por el aumento y conservación de éste Mi Convento… serán benditos de Mi Corazón y los recompensaré en esta vida con Gracias y favores y tendrán en la otra reservada su recompensa…
También te hago saber, Esposa querida, que es grande mi Amor de predilección a la Orden de Mi Madre que lleva el título de Mercedes y Misericordias. A esa Orden de los Mercedarios, uniré en Santa Hermandad éste Mi Convento y de Mi Madre Inmaculada… Y para que esos lazos de unión fraterna sean indisolubles, en todos los siglos habrá miembros de una Orden viviendo en el Convento de la otra, recíprocamente… entre los Mercedarios tendré Ministros fieles, con sólida virtud, que, ocultos a los ojos humanos, despreciados por el mundo, e incluso a veces por los suyos, siempre me darán Gloria. Ellos serán los que traigan almas para éste mi Convento… Mira y conoce a todos”.
La Madre Mariana vio a los santos Mercedarios de cada época, y dio gracias a Dios porque Él siempre tendría, en todas las Órdenes, almas hermosas y queridas.
Así terminó la visión del Niño Jesús y sus profecías, en los brazos de la Madre Mariana.
La Madre Mariana le refirió a la Madre Francisca de los Ángeles todo lo que le había dicho el Niño Jesús, incluyendo lo de su pronta partida al Cielo. La Madre Francisca recibió la noticia con serenidad, aunque un poco preocupada por los tres meses de tribulación espiritual que le esperaban. Son tiernos y llenos de unción divina los versos compuestos por la Madre Mariana en 1634, para la Madre Francisca de los Ángeles, con motivo de la buena nueva de la terminación de su destierro.
La Madre Mariana le rogó a la Madre Francisca que viniera, con las demás Fundadoras, a asistirla en su muerte, y la Madre Francisca así se lo prometió.
Novena Aparición, Marzo de 1634
La Madre Mariana rezaba a las tres de la mañana, en el Coro Alto, frente al Sagrario, diciendo: “…postrada en el polvo os adoro como a mi Padre y Esposo, y este amor sale victorioso en la confianza… de que seré purificada con vuestra Preciosísima Sangre, por las manos de la Emperatriz del Cielo, María Santísima, mi Madre, a quien pido el Buen Suceso en el trance de mi muerte, en la sentencia definitiva de la que depende mi feliz Eternidad…”.
Pronunciadas estas palabras, vio apagarse la lamparita que ardía junto a Jesús Sacramentado, quedando el Altar totalmente a oscuras. La Madre Mariana quiso levantarse para encender una vela, pero no pudo moverse. Entonces una Luz sobrenatural iluminó todo el Coro y apareció la Virgen María, que encendió la lamparita, se colocó frente a ella y le habló: “Hija querida de mi Corazón, soy María de El Buen Suceso, tu Madre y Protectora que, trayendo a mi Hijo Santísimo en el brazo izquierdo y el báculo en el derecho, vengo a darte la alegre noticia de que, dentro de 10 meses y algunos días, cerrarás por fin tus ojos a la luz material de este mundo, para abrirlos a la claridad de la Luz Eterna.
¡Oh, si todos los mortales… conociesen lo que es el Cielo, lo que es la posesión de Dios! ¡Cómo vivirían de otro modo y jamás omitirían cualquier sacrificio para poseerlo!
La lámpara que arde delante del Altar y que viste apagarse, tiene varios significados:
• El primer significado es que al fin del siglo XIX, y hacia buena parte del XX, varias herejías se propagarán en estas tierras, entonces ya constituida República libre, y reinando ellas se apagará la luz preciosa de la Fe, por la total corrupción de costumbres. En ese período habrá grandes calamidades físicas y morales, públicas y privadas…
Para la liberación de la esclavitud de estas herejías, necesitarán gran fuerza de voluntad, constancia, valor y mucha confianza en Dios, aquellos a quienes destinará para la restauración, el Amor Misericordioso de mi Hijo Santísimo.
• El segundo significado es que ésta mi Comunidad, estando con reducido número de personas, será sumergida en un mar de insondables e indecibles amarguras…
En estos aciagos tiempos, aun en éste mi huerto cerrado entrará la injusticia, la que revestida con el nombre de falsa caridad, hará estragos en las almas… en mis fieles hijas, en mis almas ocultas… Ellas llorarán en secreto, quejándose a su Dios y Señor… pidiendo que por amor al Divino Prisionero acorte tan aciagos tiempos.
• El tercer motivo por el que se apagó la lamparita es, porque en esos tiempos estará la atmósfera saturada del espíritu de impureza, que a manera de un mar inmundo correrá por las calles, plazas y sitios públicos con una libertad asombrosa, de manera que casi no habrá en el mundo almas vírgenes.
El envidioso y pestífero demonio intentará, en su maliciosa soberbia, introducirse en estos huertos cerrados de los Claustros religiosos… ¡ay, dolor! Habrá almas incautas que voluntariamente se entregarán a sus garras, y otras, regresando al mundo, serán instrumentos del diablo para perder almas.
• El cuarto motivo de apagarse la lamparita es que habiéndose apoderado la secta de todas las clases sociales, tendrá tanta sutileza para introducirse en los hogares domésticos, que, perdiendo a la niñez, se gloriará el demonio de alimentarse con el exquisito manjar de los corazones de los niños.
En esos aciagos tiempos, apenas se encontrará inocencia infantil, de esta manera se irán perdiendo las vocaciones al Sacerdocio…
En ese entonces… habrá Santos Ministros del Altar, almas ocultas y bellas en quienes mi Hijo Santísimo y yo nos recrearemos con las exquisitasflores y frutos de santidad heroica, a quienes la impiedad hará cruda guerra llenándoles de vituperios, calumnias y vejaciones para impedirles el cumplimiento de su Ministerio. Ellos, como firmísimas columnas, permanecerán inamovibles, haciendo frente a todo, con ese espíritu de humildad y sacrificio del que serán revestidos en virtud de los infinitos méritos de mi Hijo Santísimo, que los ama como a las fibras más delicadas de su Santísimo y tiernísimo Corazón.
Entonces padecerá esta Iglesia, la noche oscura de la falta de un Prelado y Padre que vele con amor paterno, con suavidad, fortaleza, tino y prudencia…
Ora con insistencia, clama sin cansarte y llora con lágrimas amargas en lo secreto de tu corazón, pidiendo a Nuestro Padre Celestial que por Amor al Corazón Eucarístico de mi Santísimo Hijo, por la Preciosísima Sangre vertida con tanta generosidad y por las profundas amarguras y dolores de su acerba Pasión y Muerte, Él se compadezca de susMinistros y ponga término, cuanto antes, a tiempos tan nefastos, enviando a esta Iglesia el Prelado que deberá restaurar el espíritu de sus Sacerdotes.
A este hijo mío muy querido le amamos mi Hijo Santísimo y yo, con amor de predilección, pues lo dotaremos de una capacidad rara, de humildad de corazón, de docilidad a las divinas inspiraciones, de fortaleza para defender los derechos de la Iglesia y de un corazón tierno y compasivo, para que, cual otro Cristo, atienda al grande y al pequeño, sin despreciar a los más desafortunados, a quienes les dará luz y consuelo en sus dudas y amarguras. Y para que, con suavidad divina, guíe a las Almas Consagradas al servicio de Dios en los Claustros… En su mano pondré la balanza del Santuario para que todo se haga con peso y medida, y Dios sea glorificado.
Para tener pronto a este Prelado y Padre, harán contrapeso la tibieza de todas las Almas Consagradas a Dios en el estado Sacerdotal y Religioso. Siendo esta misma la causa de apoderarse de estas tierras el maldito Satanás, quien todo lo conseguirá por medio de tanta gente extranjera sin fe, que cual nube negra oscurecerá el límpido cielo de la ya República consagrada al Corazón Santísimo de mi Divino Hijo.
Con esa gente entrarán todos los vicios que atraerán, a su vez, toda suerte de castigos, como la peste, el hambre, disputas internas y con otras naciones, y la apostasía, causa de perdición de un considerable número de almas, todas muy queridas por Jesucristo y por mí.
Para disipar esta nube negra, que impide a la Iglesia gozar el claro día de libertad, habrá una guerra formidable y espantosa en la que correrá sangre de nacionales y extranjeros, de Sacerdotes seculares y regulares, y también de Religiosas. Esa noche será horrorosísima, porque, a ojos humanos, el mal parecerá triunfar.
Es entonces llegada mi hora, en la que yo, de un modo asombroso, destronaré al soberbio y maldito Satanás, colocándolo debajo de mis plantas y sepultándolo en el abismo infernal, quedando por fin la Iglesia y la Patria libres de su cruel tiranía.
• El quinto motivo se debe a la dejadez, al descuido de las personas que, poseyendo cuantiosas riquezas, verán con indiferencia a la Iglesia oprimida, perseguida la virtud, triunfante la maldad, sin emplear santamente sus riquezas en la destrucción del mal y la restauración de la fe, y por esa indiferencia del pueblo en dejar que poco a poco se borre el Nombre de Dios, adhiriéndose al espíritu del mal, entregándose con libertad a los vicios y pasiones.
¡Ay, querida mía! Si te fuese dado vivir en esa temerosa época, morirías de dolor al ver realizado todo lo que aquí te revelo. Tal es el Amor que mi Hijo Santísimo y yo tenemos a estas tierras, heredad nuestra, que queremos desde ahora la aplicación de tus sacrificios y oraciones para acortar el tiempo de duración de tan terrible catástrofe”.
Después de estas palabras, María de El Buen Suceso terminó su visita, sin embargo, la Madre Mariana tuvo la visión futura de todo lo referido por la Virgen, y esto la afectó tanto, que quedó como muerta en el Coro, con la frente en tierra y los brazos en Cruz, y así la encontraron las Hermanas y la llevaron a su lecho. En estado estuvo tres días y tres noches. Al tercer día, a las tres de la mañana, la Madre Mariana se incorporó, diciendo: “Sí, Serafín llagado y Padre mío querido, te doy gracias”.
La Madre Mariana le relató la aparición de la Virgen a su Director Espiritual y le confió que, cuando estaba sin sentido, vio a San Francisco de Asís, que le dijo, entre otras cosas: “Pocos meses te faltan para que concluyas el penoso destierro… En tus últimos momentos estaremos a tu lado, Beatriz –la Fundadora de tu Orden- yo y todos los Hermanos de la Seráfica Familia y el Beato Ignacio de Loyola, a quien tú amas tanto por el ardiente amor que tuvo durante su vida a Jesucristo, y le dio tantas almas, aun a costa de grandes sacrificios. Es éste un siervo muy amado de Dios y lo será en su Compañía, a quien animará en toda su vida espiritual, el carácter militar que le legó su Santo Padre. En ella habrá siempre grandes sabios, grandes Santos e invictos mártires. Poseerán como don especial de la munificencia divina, la discreción y discernimiento de espíritu, y la cola serpentina no podrá esconderse de ellos…
A este Convento tan querido de Dios y de Nuestra Madre Santísima, le esperan grandes tribulaciones, persecuciones y calumnias, las que acrisolarán a las almas fervorosas y fieles, y a las tibias las arrojarán fuera, como indignas de recibir estos regalos valiosos…”.
A los Franciscanos se los llama la “Seráfica Familia” porque San Francisco de Asís tuvo la famosa visión de un Cristo Crucificado, que tenía seis alas de Serafín, en el Monte Alvernia. Fue cuando recibió los Estigmas o Llagas de Jesucristo en su cuerpo. El Señor le dio a entender que él se convertiría en otro Cristo por el fuego de amor de su corazón, semejante al de un Serafín. Por eso a San Francisco también se lo conoce como el “Serafín Llagado”.
Aparición de San Ignacio de Loyola, 30 de Julio de 1634
El 30 de julio de 1634, en la oración de la mañana, que tuvo con la Comunidad, se le apareció el (entonces) Beato Ignacio de Loyola, muy alegre y con aire militar. Le dijo, entre otras cosas: "Esposa fiel de Jesucristo, valiente soldado de Cristo Redentor, tiempo es ya de dejar la mísera tierra de llanto y dolor, y subir al Reino Celestial para coronaros de Gloria, por las insignes victorias que habéis ganado en la cruda guerra de vuestra penosa vida…
¡Oh, si los mortales pensaran para arreglar su vida,aquellas palabras que tanto yo inculqué a mis hijos, y a toda alma redimida, con la Sangre Redentora!: «¿Qué importa al hombre ganar todo el mundo, si al fin pierde su alma?», de otra manera vivirían, y los antros infernales no se llenarían de ese sinnúmero de almas que desgraciadas se sepultan en sus abismos, para sufrir inauditos tormentos por toda la Eternidad…
Está para terminar vuestra existencia mortal, llena de grandes merecimientos… Si, incauta… no hubieses aceptado tantos sufrimientos, tantas penas y humillaciones, como monedas preciosas para comprar el Cielo, si os hubierais dormido con el pesado sueño de la tibieza, ¿qué hubiera sido de ti ahora que vais a pasar a la Eternidad, a dar estrecha cuenta de todas las Gracias recibidas, así como de los pesares y padecimientos que no son sino medios para labrarse una Eternidad Feliz?…
Como habéis sido siempre mi devota, me habéis llamado en vuestros conflictos y necesidades, contigo estaré en el lecho de vuestro dolor. Yo os ofrezco que favoreceré ahora y siempre este privilegiado Convento, por medio de mi Compañía, la que será el consuelo y la Luz de almas que sufrirán y florecerán aquí a la sombra de la Cruz...”.
Décima Aparición, 10 de Agosto de 1634
Estando la Madre Mariana en el Coro Alto, en oración, a las tres de la mañana, el 10 de agosto de 1634, vio salir una Luz muy bella del Sagrario. Contempló en la Hostia Consagrada a las Tres Divinas Personas, a la vez distintas y a la vez un sólo Dios Verdadero. Luego se le manifestó la Presencia Real del Verbo en la Hostia, en su unión hipostática, Dios y Hombre al mismo tiempo.
Vio luego como la Santísima Trinidad, previstos los méritos infinitos del Redentor, creó un cuerpo perfecto en el vientre de Santa Ana, y a este cuerpo le infundió un Alma bellísima, sin la manchadel pecado original, para que fuese Su Madre. Vio que Ella debía vivir sólo tres años con San Joaquín y Santa Ana, sus padres, para honrar el Misterio de la Trinidad, luego de los cuales, debía entrar a morar en el Templo de Jerusalén, donde sería Ella el modelo de las doncellas llamadas por Dios a la vida religiosa. Dios le reveló, a la Madre Mariana, los grandes sacrificios y penalidades que tuvo que soportar en el Templo y las virtudes sublimes y heroicas que poseía, altura a la cual ningún mortal podrá llegar jamás.
Luego tuvo la visión de la Virgen María como Madre de Jesús y Virgen antes del parto, en el parto y después del parto, destinada para Corredentora de la humanidad y Refugio de los pecadores.
Entonces la Virgen le habló así: “Hija fiel y muy querida Esposa del Cordero sin mancha, que es el fruto bendito de mi Purísimo Seno, como lo has visto y comprendido… después de largo destierro llegas ya a los umbrales de la Patria Celestial. Ya suLuz inaccesible comienza a alumbrar tus pupilas con esta Luz que ahora has visto…
¡Pobres y míseros mortales, ciegos voluntarios! Se precipitan de abismo en abismo entregados a los deleites sensuales buscando la dicha y la paz. Pero estas… huyen de ellos, porque sólo se las encuentra y se goza de ellas en la Cruz y el sacrificio… Debes saber que la enfermedad es el único y seguro termómetro que gradúa la virtud y el amor a Dios… son la mejor y la más meritoria penitencia, exenta de ilusiones, orgullo y soberbia…
A tus hijas, incúlcales para que sean buenas y santas Religiosas, cumplidoras de las solemnes promesas que voluntariamente hicieron a su Dios y Señor, así a las presentes como a las venideras de todos los siglos; ellas necesitan más que las presentes porque les sobrevendrán terribles padecimientos, persecuciones, injusticias, enfermedades y penas interiores… Este será el tiempo de la purificación de esta Comunidad, lo cual sucederá hacia la corta edad del siglo XX, cuando ya entonces la Iglesia ecuatoriana se verá oprimida, encadenada y perseguida por el sectarismo diabólico, el que durará de treinta a treinta y tres años… Los crímenes ocultos y públicos, en esa entonces República, a manera deuna espesa nube negra, la cubrirán toda, siendo envenenada y pestífera su atmósfera… imposible de respirar para todas las clases sociales.
Lo más triste es que el Clero secular dejará mucho que desear, porque los Ministros del Altar, olvidando su misión sublime de identificarse con mi Hijo Santísimo, mediante el conocimiento propio y la oración humilde, diaria y fervorosa, vivirán sólo en la superficie de su alma, sin apartarse de las cosas sensibles, del demasiado apego a su familia y a los bienes materiales, creyendo que aspiran a la santidad del Estado Sacerdotal por medio de alguna práctica de una o dos virtudes, sin cuidarse del sólido cimiento de una humildad profunda, sin la cual ninguna virtud puede existir… Nadie más llamado para esto que elSacerdote porque es otro Cristo. Cada uno de ellos es la fibra más delicada de su Santísimo Corazón: todo Amor, mansedumbre y humildad… Mas, ¡ay, dolor!, que estos mismos, sus muy amados, se alejarán de Él, dejándolo solo y abandonado en sus Sagrarios… llorando su soledad… el cuidado y las preocupaciones de las cosas de la tierra no darán lugar a que le oigan… siendo éste el motivo por el cual ningún fruto sacan en la conversión de los pecadores y la Salvación de las almas, motivo por el cual serán juzgados y castigados en el Supremo Tribunal, porque agraciados de la Divina Bondad recibieron el don preciosísimo de la Vocación Sacerdotal, para ser Luz del mundo y edificación de los fieles”.
Cuando la Virgen María terminó de hablar, se presentó la Venerable (hoy Santa) Beatriz de Silva, la Fundadora de la Orden de la Inmaculada Concepción, y le dijo: “Hija mía muy amada, vengo por Voluntad de Cristo Jesús, nuestro Celestial Esposo y de María Inmaculada, Nuestra Madre… Tu gloria será especial en el Cielo porque con tu tolerancia, humildad y caridad, salvaste el alma de la Capitana, tu Hermana, sufriendo con heroísmo el Infierno por ella… ella, reconocida de tu caridad, desde el lugar de expiación donde está, te ama y te bendice. Además, con las manifestaciones divinas has conocido muchos secretos de Dios respecto de las almas y has salvado un gran número. Ellas serán tu corona y tu gloria… yo quiero y exijo de mis hijas que se llamen y sean Concepcionistas Franciscanas, sólo de esa manera yo las reconozco… porque sin mi Padre, el Serafín llagado y sus hijos, extendidos en gran número por la faz de la tierra, yo no hago nada… ¡Oh, cuánto debe a la Franciscana, mi Orden Concepcionista!”
Entonces vio la Madre Mariana el incontable número de Religiosas de la Inmaculada Concepción que estaban en el Cielo. Luego la Madre Mariana vio bajar a San Francisco de Asís, junto con los Franciscanos que defendieron la Inmaculada Concepción, ondeando la bandera de triunfo del Venerable (hoy Beato) Padre Juan Duns Escoto.
El sacerdote franciscano escocés, Juan Duns Escoto, es el más grande teólogo de la Inmaculada Concepción, quien en la Sorbona, en 1307, demostró ese gran Privilegio de la Virgen María, refutando a 200 teólogos opositores, utilizando la Sagrada Escritura y los escritos de los Santos Padres, sintetizando su demostración con el célebre axioma: “Potuit, decuit, ergo fecit”; “Dios podía hacerlo, a Dios le convenía hacerlo, luego lo hizo”.
De la bandera salían estrellas que se posaban una en la frente de cada Religiosa. Todos comenzaron el canto: “Tota pulcra est Maria…”. Este canto sólo lo podían cantar las Religiosas que en vida habían amado mucho a San Francisco de Asís y a la Orden Franciscana. Luego la Venerable Madre Beatriz pidió a la Madre María de Jesús Taboada y a las demás Fundadoras, que le dieran la Bendición a la Madre Mariana. Las Fundadoras la bendijeron y le encomendaron que ruegue por las almas del Purgatorio, y por las Concepcionistas quienes, en gran número, estaban en el Purgatorio.
El alma de la Madre Mariana quedó llena de la dulce ilusión de su próxima entrada al Cielo.
Visión del Purgatorio y del
Corazón de Jesús, 2 de Noviembre de 1634
En la madrugada del 2 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos, la Madre Mariana empezó su oración por las almas que estaban en el lugar de expiación, rogando a Jesús que aliviara sus penas y que las lleve al Cielo. Siendo ya las cuatro de la mañana, Jesús le mostró las penas de las almas en purificación.
Vio que las penas que sufrían los Sacerdotes y personas Religiosas, eran más intensas que las de los seglares del mundo, pues los primeros recibían más luces y Gracias para el ejercicio de su Vocación Sacerdotal y Religiosa. También vio el número de Sacerdotes que se condenarían, unos por apostasía, y otros porque degradarían su Vocación y morirían en su pecado. Esta visión fue particularmente dolorosa para la Madre Mariana.
Cuando llegó la Comunión, al consumir la Santa Hostia, vio a Jesús totalmente llagado por los maltratos y azotes, y a Su Corazón, cubierto de pequeñas y punzantes espinas que nunca antes había visto. La Madre Mariana le dijo a Jesús: “…¿por qué causa o causas sufres tan crueles e íntimos martirios? ¿No fueron suficientes los padecidos en tu amarguísima y dolorosísima Pasión? En ésta, hasta el presente, no se hace mención de espinas tan pequeñas. Los Evangelistas sólo hablan de gruesas y largas espinas con las que te coronaron…”. Jesucristo le contestó:
“…Este Corazón tan punzado de tan crueles y pequeñas espinas, tal como ahora lo ves, queda reservado para manifestarlo a los mortales, por medio de un Alma Religiosa de tu misma familia, después de algunos siglos…mírala!”. Y la Madre Mariana vio a la feliz mensajera de Dios quien, en tiempos calamitosos, era despreciada por sus Hermanas y por casi todos los que la trataban, a excepción de algunos Sacerdotes quienes, con Luz divina, reconocían los Secretos de Dios confiados a los que el mundo desprecia y los considera indignos y faltos de inteligencia.
Jesucristo continuó: “…ya ves que estas pequeñas espinas me punzan con crueldad. Te hago saber que ellas son las faltas graves y leves de mis Sacerdotes Seculares y Religiosos y de mis almas Religiosas… Derramaré sobre ellas una lluvia de espirituales Gracias, valiéndome aun de enfermedades graves y largas para asemejarlas a Mí. Pero ellas… se quejarán de mi Amorosa Providencia, me creerán cruel con ellas y retirándose de Mí con la indiferencia, me dejarán solo… Frustrarán los grandes designios que tenía con ellas… porque la Cruz y la tribulación son el patrimonio de los justos aquí en la tierra… Habrá tiempos en los que la “teoría” será moneda corriente en sabios e ignorantes… Se escribirán muchos libros, pero la práctica de las virtudes apenas se encontrará en contadas almas, siendo ésta la causa de escasear los Santos. Precisamente por esto, caerán mis Sacerdotes y mis Religiosas en una indiferencia fatal, cuyo hielo apagará el fuego del Amor Divino, punzando mi Corazón Amante con estas menudas espinas que ves”.
Un nuevo anuncio de esta futura Revelación ocurrió en el Siglo XX, a la Sierva de Dios mexicana, Concepción Cabrera de Armida, madre de familia y fundadora de Las Obras de la Cruz, que consigna en su libro “Mirarán al que traspasaron”, las siguientes Palabras de Jesús: «Quiero que se honren de manera muy particular los dolores internos de mi Corazón; dolores que si me acompañaron desde que me encarné en las virginales entrañas de María, no cesaron en la Cruz, sino que místicamente continúan en la Eucaristía. El mundo desconoce estos dolores. Desde el instante de mi Encarnación ya la Cruz me oprimía y las punzadoras espinas me penetraban. La lanzada hubiera sido un desahogo que me aliviara de aquel volcán de amor y dolor, pero esto no lo consentí hasta después de mi muerte”.
“Has de saber que la Justicia Divina suele descargar terribles castigos a naciones enteras, no tanto por los pecados del pueblo, cuanto por los de los Sacerdotes y personas Religiosas, porque éstos y éstas están llamados por la perfección de su estado, a ser la sal de la tierra, los Maestros de la Verdad y los pararrayos de la Ira Divina. Al desviarse de su sublime misión se degradan de tal manera que, ante los ojos de Dios, son quienes aceleran el rigor de los castigos…
Ahora, Esposa mía querida, pocos meses te restan ya de destierro, trabaja incansable por la perfección de mis Sacerdotes y personas Religiosas, ofreciendo con este fin, en unión de Mis Méritos Infinitos y de Mi Inmaculada Madre y tuya, todo cuanto hagas, hasta la más pequeña respiración.
Mucho me agradan las personas Religiosas que toman sobre sí la sublime misión de santificar al Clero, con sus oraciones, sacrificios y penitencias… En todo tiempo Yo me escogeré tales almas… deparándoles en el Cielo una Gloria muy especial”. Así terminó esta visión.
Última Aparición de Nuestra Señora de El Buen Suceso, 8 de Diciembre de 1634.
Llegó el día de la Fiesta de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre. La Comunidad se había preparado con una Novena, y ese día todas las Religiosas comulgaron con mucho fervor. Después de las actividades del día, las Religiosas se fueron a dormir, y la Madre Mariana fue al Coro Alto, a las once y media de la noche, a hacer su oración de costumbre.
Estando sumida en la oración, se le apareció la Virgen María, con el Niño en el brazo izquierdo, y el báculo en el derecho, como siempre. Los tres Arcángeles la acompañaban, al igual que los Nueve Coros Angélicos.
Miguel traía incontables túnicas blancas, salpicadas de estrellas y adornos de oro, ornada cada una con un collar de perlas del que colgaba una Cruz de oro incrustada de piedras preciosas. En el medio de cada Cruz había una estrella con los Nombres de Jesús y María. Gabriel traía un Cáliz con la Preciosa Sangre, un Copón lleno de Hostias y muchísimas azucenas. Rafael traía un envase transparente y cerrado, conteniendo un bálsamo cuyo suave olor se esparcía por el aire, numerosas estolas de color violeta, y una pluma de oro, marcada con el Nombre de María.
A una señal de Miguel, comenzó a cantar el primer Coro Angélico, sucediéndose hasta el Noveno. Terminada la Sinfonía, la Virgen la saludó cariñosamente y luego le habló así:
“… ¿Has visto lo que los tres Santos Arcángeles, Miguel, Gabriel y Rafael, traen…? Pues bien… las túnicas blancas son, en primer lugar, para mis fieles y fervorosos hijas, de todos los tiempos, que habitarán en este Claustro; unas conservando su inocencia bautismal, y otras, habiéndose purificado por la austera penitencia. Las estrellas significan el continuo… ejercicio de todas las virtudes que darán Luz en el firmamento de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, Luz que alumbrará muchas inteligencias extraviadas, volviéndolas a la verdad católica. Los adornos preciosos de oro bruñido son los actos generosos y prácticos ejecutados por… Amor Divino. El collar correspondiente a cada túnica, significa los lazos de los Votos con los cuales se entregaron voluntariamente a su Dios. La Cruz que de él pende, representa todos los padecimientos físicos y morales de su vida sufridos en cristiana y religiosa resignación, acatando la Voluntad Divina…
En segundo lugar, estas hermosas túnicas son también para los Sacerdotes seculares y regulares y las personas seglares de ambos sexos que, amando con sencillo y recto corazón a mi Hijo Santísimo y a Mí, amen este Convento de nuestra predilección, y prescindiendo de críticas y mofas, trabajen por conservarlo y se esmeren en propagar mi culto, bajo la consoladora advocación de El Buen Suceso, la que en la casi total corrupción del siglo XX será el sostén y salvaguardia de la fe.
Gabriel trae ese precioso Cáliz rebosante de Sangre Redentora, lo que significa la Gracia de restauración y resurrección de la muerte del pecado… por medio del Sacramento de la Penitencia… ¡Mira y contempla la grandeza de este restaurador y vivificador Sacramento, tan olvidado y aun despreciado por los ingratos mortales!... Hay quienes miran la ocupación del Confesionario como una cosa sin importancia y una pérdida de tiempo. ¡Oh, no! Si a los sacerdotes les fuera dado mirar por sí mismos lo que tú ahora… ¡cuán agradecidos quedarían del Amor de predilección que (Dios) les ha tenido, escogiéndolos entre millares… para redimir de la tirana esclavitud las almas que hizo presa el envidioso y desgraciado Luzbel!...
Al Sacerdote venero por su sublime misión y lo amo tiernísimamente y… le cuido con secreto esmero para que no se aparte de la senda de la Verdad… El Sacerdote desempeña en el Confesionario los cargos delicadísimos de padre, madre, médico y juez. A su cuidado… acuden presurosas las almas necesitadas, sufridas, enfermas y dudosas… ¡Ay del Sacerdote que, dejándose llevar de su natural carácter, austero y duro, despache descomedido a esas almas, quienes buscaron en su corazón sacerdotal, ser lavadas y limpiadas de la lepra del alma!
Cuando el Sacerdote esté en el Tribunal Divino se le pedirá estrecha cuenta de esta delicada misión de dirigir almas… a unas necesita sacarlas del abismo, ponerlas en el camino recto del Cielo y cuidar que perseveren en él. A otra clase de almas, también le confía… almas llenas del Espíritu de Dios… que caminan por sendas sobrenaturales, siendo… el blanco de toda clase de groserías, desprecios y aun calumnias de parte de toda clase de gente. A estas almas… se les destina Sacerdotes que deben dirigirlas y sostenerlas, contemplando cuán admirable es Dios en sus Santos…
¡Ay del Sacerdote, que incauto aleje de sí estas almas, las que son para él un regalo del Amor Misericordioso del Corazón Santísimo de mi Hijo y Señor!... son para él las mensajeras de Dios, Quien le habla y enseña por medio de ellas, y de cuya Gracia le pedirá estrecha cuenta si no supo aprovecharse y mejorar su vida espiritual y sacerdotal, tratándolas de fatuas y engañadas, sin penetrar en el fondo de ellas…
Los Sacerdotes desde el siglo XX deberán amar con toda su alma a San Juan María Vianney, un siervo mío, que la Bondad Divina prepara para hacer un regalo con él en esos siglos, dándoles un ejemplar modelo del abnegado Sacerdote. No será de familia noble, para que el mundo sepa y entienda que en el aprecio de Dios no hay otra preferencia sino la virtud a fondo. Ese siervo mío… vendrá al mundo al finalizar el siglo XVIII, me amará con todo su corazón, y en su vida pastoral me obsequiará con su oración, enseñando a sus compañeros a conocerme y amarme”.
San Juan María Vianney nació el 8 de Mayo de 1786, en Dardilly, Francia.
Tuvo que superar muchas dificultades para llegar por fin a ordenarse sacerdote. Muchos decían que era estúpido, sin embargo nada mas lejos de la realidad. Lo que ocurría era que su memoria era pobre y le era muy difícil retener la gramática del Latín. Su protector, el Padre Balley, lo ayudó.
El 13 de agosto de 1815, Juan María Vianney fue ungido Sacerdote. Las autoridades diocesanas pensaron que él no tendría facultades para confesar, pero el Padre Balley habló con las autoridades eclesiásticas y él fue su primer penitente.
Juan María fue asignado al pueblo de Ars y allá se dirigió, a pie, en febrero de 1818. Ars era un pueblito aislado, donde pensaron que sus limitaciones intelectuales no podrían hacer mucho daño. Tenía unas 40 casas y su Iglesia estaba muy deteriorada, al igual que la Rectoría.
Durante los siguientes 41 años, Ars se convirtió en el lugar de la más sorprendente actividad: aquel humilde Sacerdote, tan despreciado, estaba dotado por Dios de extraordinarias cualidades como Confesor, que hizo que miles de fieles acudieran a él de todas partes de Francia. La compañía de trenes tuvo que abrir una oficina especial para poder lidiar con el tráfico entre la ciudad de Lyon y el pequeño pueblo de Ars. Modestos hoteles se abrieron para acomodar a los peregrinos. El tope de visitantes se alcanzó en 1845: llegaban de 300 a 400 todos los días. Al final de la vida del Santo Cura, el número anual de peregrinos alcanzó el asombroso número de 100 a 120 mil personas.
Un triunfo tan grande atrajo la furia del infierno. Por 35 años el Cura de Ars fue molestado por el demonio: casi todas las noches, ruidos horribles y gritos estrepitosos se oían fuera del Presbiterio. Una mañana, el demonio hasta incendió su cama. A veces, gritaba debajo de la ventana del Santo: "Vianney, Vianney, come papas" (La dieta de Juan María prácticamente sólo consistía en papas cocinadas). El propósito de todo esto era no dejar dormir al Santo Cura para que se cansara y no pudiese estar horas en el Confesionario, donde durante 11 o 12 horas diarias, le arrancaba muchas almas de sus garras.
Su tierno amor por la Virgen lo movió a consagrar su Parroquia a la Reina del Cielo. Cuando en 1854, el Papa Pío IX definió el Dogma de la Inmaculada Concepción, Juan María pidió a los habitantes del pueblo que iluminaran sus casas de noche, y las campanas de la Iglesia resonaron por horas.
El sábado 4 de agosto de 1859, el Cura de Ars encomendó su alma a Dios. Su cuerpo permanece incorrupto en la Iglesia de Ars. El 8 de enero de 1905, el Papa Pío X, lo beatificó y, en la fiesta de Pentecostés, el 31 de mayo de 1925, el Papa Pío XI lo inscribió en el Catálogo de los Santos. Es el Patrón de los Sacerdotes.
“El Arcángel Gabriel también trae un Copón… lleno de Hostias, lo que significa el Augustísimo Sacramento de la Eucaristía que será distribuido por mis Sacerdotes Católicos a los fieles cristianos, pertenecientes a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, cuya cabeza visible es el Papa, Rey de la Cristiandad, y cuya Infabilidad Pontificia será declarada Dogma de Fe por el Papa que está destinado a declarar Dogma el Misterio de mi Inmaculada Concepción, quien será perseguido y encarcelado en el Vaticano, por la injusta usurpación de los Estados Pontificios, por la maldad, envidia y avaricia de un monarca terreno”.
Desde que terminó la persecución a la Iglesia, en la época del emperador Constantino (333 AD), y el Primado de Pedro, instituido desde el principio en Roma, pudo ser visible, los fieles, y sobre todo los emperadores cristianos, fueron donando a la Iglesia cuantiosos bienes territoriales y otros bienes inmuebles, que conformaron lo que se conoció como el Patrimonio de San Pedro. Los territorios, llamados Estados Pontificios, estuvieron diseminados por toda Italia e incluso fuera de ella.
Con la llegada del masón Garibaldi, la Iglesia fue despojada de las regiones de la Romaña en 1859, y de Umbría y Las Marcas poco después. En 1860, Víctor Manuel II, Rey de Piamonte-Cerdeña, invadió y usurpó más territorios, quedando sólo Roma bajo jurisdicción Papal.
Finalmente, el 20 de septiembre de 1870, con la toma de Porta Pia, la misma Roma fue usurpada, quedando el Papa reducido dentro de los muros del Vaticano. Desde entonces, la masonería italiana celebra su fiesta anual el 20 de septiembre, en recuerdo de la victoria contra la Iglesia. Los documentos antimasónicos del Pontificado de Pío IX son 124, entre encíclicas, cartas, discursos y alocuciones. En ellos, Pío IX explicó cómo la persecución contra la Iglesia y la sociedad provenía del ateísmo y del cientificismo del siglo XVII, postulado por la masonería y luego exaltado por la Revolución Francesa.
En aquel dramático tiempo, el Beato Papa Pío IX, convocó al Concilio Vaticano I, que duró de 1869 a 1870. El Concilio definió la Infalibilidad Pontificia para sus pronunciamientos Ex Cathedra (“desde la Cátedra o Silla de San Pedro”). Esta definición dogmática era esencial, pues desde el siglo XVI, los cismáticos protestantes cuestionaban la autoridad Papal, no solo en lo temporal sino también en lo doctrinal. Fueron 435 Padres conciliares los que votaron sobre la Infalibilidad Pontificia, siendo 433 padres los que votaron plácet (a favor) y sólo dos los que votaron non plácet.
La Constitución Dogmática Pastor Æternus, promulgada por el Papa Pío IX el 18 de julio de 1870, tras haber sido elaborada y aprobada por el Concilio Ecuménico Vaticano I, contiene la definición solemne del Dogma de la Infalibilidad Pontificia, que dice:
"...enseñamos y definimos ser Dogma divinamente revelado que el Romano Pontífice, cuando habla Ex Cathedra, esto es, cuando, ejerciendo su cargo de Pastor y Doctor de todos los Cristianos, en virtud de su Suprema Autoridad Apostólica, define una doctrina de Fe o costumbres y enseña que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la Asistencia Divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el Divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de Fe y costumbres”.
Desde 1870 se ha invocado la Infabilidad Papal sólo una vez, cuando el Papa Pío XII, el 1º de noviembre de 1950, previa consulta con los Obispos del mundo, proclamó el Dogma de la Asunción de la Virgen María al Cielo.
“Ves el Copón lleno, para que comprendas la sublimidad de este Misterio, y la reverencia con que debe ser tratado y recibido por los fieles, teniendo en Él un antídoto contra el pecado y un medio fácil y poderoso de unirse las almas con su Dios y Redentor, Quien, en el exceso de Su Amor a ellas, se quedó oculto bajo los blancos accidentes, expuesto a las sacrílegas profanaciones de Sus ingratos hijos.
¡Para esta reparación están destinadas… las hijas de mi Inmaculada Concepción, porque… en los secretos divinos, fue la expiación secreta y voluntaria uno de los designios que Dios tuvo al fundar esta Orden!...
Ese sinnúmero de fragantísimas y hermosas azucenas que ves junto con el Cáliz y Copón, que trae mi Arcángel Gabriel, son todas las buenas Religiosas de mi Orden, que serán muchísimas… Cada una de ellas en un mismo Claustro, tendrá distinta misión… A mis hijas están encomendados los siete Sacramentos para que sean cumplidos con perfección por los fieles, pero sobre todo el tercero, el cuarto y el sexto (Confesión, Eucaristía, Sacerdocio).
El grande y precioso envase transparente y bien cerrado que trae mi Arcángel Rafael, el que contiene un bálsamo exquisito cuyo suave olor… se esparce por el aire, purificando la atmósfera, haciendo sentir al alma sumo gozo y admirable tranquilidad, significa los Claustros y Conventos, lugares únicos en los que se practican a diario las sólidas virtudes…
La pureza y castidad que allí
existe, es el aroma exquisito que se difunde en los países felices que poseen Monasterios y Conventos, purificando el aire impuro que aspiran los mundanos entregados a los vicios y pasiones
más vergonzosas… (ellos) se vuelven a Dios por las oraciones que en
esas Casas, incesantemente de día y de noche, se elevan
al Cielo…
¡Ay del mundo si no hubieran los Monasterios y Conventos!... allí se encuentra el remedio de todo mal físico y moral.
La Santísima Trinidad y yo, la Madre y Modelo de las personas Religiosas, amamos a estas casas con ternura; y el canal por donde desciende a ellas el diluvio de preciosísimas Gracias, que no se da a los del mundo, soy yo… En todos me veneran bajo distinta advocación y los Arcángeles recogen las oraciones, lágrimas, penitencias, suspiros y vida de sacrificio de ellos y ellas y me las presentan a mí, y yo los presento llevándolo todo al Trono del Señor para la Salvación del universo.
Nadie se da cuenta en la faz
de la tierra, de dónde viene la Salvación de las almas, la conversión de grandes pecadores, la disipación
de grandes flagelos, la producción y fertilidad de los campos, la cesación de pestes, de guerras y
la buena armonía entre las naciones. Todo
esto viene de las oraciones que se elevan de los Monasterios y Conventos.
Las innumerables estolas que también trae mi Arcángel Rafael, que teniendo el color violeta esparcen admirable resplandor… significan la acción práctica y el celo sacerdotal de los buenos Sacerdotes que, abnegados, se olvidan de sí mismos para hacer conocer y amar a Jesucristo y a mí… trabajando infatigables en la Viña del Señor, para aumentarla, cuidar y salvar las almas redimidas con la Sangre Redentora… Estos son los siervos buenos y fieles que entrarán en el goce de su Señor.
La pluma de bruñido y refulgente oro marcada conmi Nombre, es para todos los Sacerdotes… que escriban mis glorias y dolores, así como para quienes escriban difundiendo mi culto de El Buen Sucesode este Monasterio mío, muy querido, como también tu vida, la que es inseparable de esta tierna y consoladora advocación, la que en el siglo XX hará prodigios así en lo espiritual como en lo temporal, porque la Voluntad de Dios es dejar esta advocación y tu vida para ese siglo en el que la corrupción de costumbres será casi general y la luz preciosa de la Fe estará casi extinguida.
Aquí tienes… significadas todas las cosas que has visto que traen en sus manos mis Santos Arcángeles. Miguel «¿Quis ut Deus?», Gabriel «Fortitudo Dei», Rafael «Medicina Dei». Cada uno cumple su misión en favorecer a la humanidad caída… ellos cuidarán siempre de mi Imagen y de este Convento tan querido y tan favorecido de la Bondad de Dios”.
Al terminar la Aparición, la
Madre Mariana quedó, como siempre, llena del fuego del Amor Divino.
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compártanos sus comentarios