Prólogo: título del libro y afirmación de su origen divino, 1:1-3.
San Juan comienza su libro por una especie de introducción, en la que nos presenta su escrito, nos habla de su contenido y de su origen divino. Y termina este pequeño prólogo con un macarismo [género literario bíblico], en el que declara bienaventurado al que escucha y pone en práctica las cosas que están escritas en dicho libro.
1 Apocalipsis de Jesucristo, que, para instruir a sus siervos sobre las cosas que han de suceder pronto, ha dado Dios a conocer por su ángel a su siervo Juan, 2 el cual da testimonio de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo, de todo lo que él ha visto. 3 Bienaventurado el que lee, y los que escuchan las palabras de esta profecía, y los que observan las cosas en ella escritas, pues el tiempo está próximo.
La palabra griega apocalipsis vale tanto como revelación, como manifestación de algo oculto. Y puede referirse a la manifestación de secretos de orden natural o sobrenatural. En el Nuevo Testamento, sin embargo, designa la manifestación de verdades sobrenaturales 1 San Pablo es el que más emplea el término apocalipsis 2; algunas veces utiliza dicha expresión para significar la manifestación gloriosa de Cristo y de los fieles 3, pero el sentido más frecuente en San Pablo es el de revelación de los secretos divinos4. Más tarde se aplicará dicha palabra para designar el libro en que está contenida la revelación de las cosas ocultas, de los secretos divinos, comunicados a los hombres por Dios. Unas veces esas revelaciones serán puras invenciones, y entonces tendremos los apocalipsis apócrifos; otras veces las revelaciones serán auténticas, verdaderas, y en ese caso tendremos el Apocalipsis de San Juan, o partes de otros libros del Antiguo y del Nuevo Testamento.
Por consiguiente, el término apocalipsis es muy apropiado para designar el último libro de la Biblia, que contiene la revelación divina comunicada a su siervo Juan, por medio de un ángel, sobre las cosas que están para suceder.
Jesucristo mismo es el que comunica a Juan los secretos de esta revelación divina, como se ve por el contexto inmediato, así como por la visión de Ap 1:9 y por las cartas a las siete iglesias5, en donde el mismo Cristo en persona aparece como revelador. El ángel intermediario es solamente una exigencia del género literario apocalíptico 6.
El origen primordial de la revelación es Dios. En todo el Nuevo Testamento, Dios Padre es la fuente de cuanto existe, porque Él creó el mundo y Él lo conserva. El predestinó a los santos y Él, llevado de su amor hacia los hombres, les da a su Unigénito. Él conduce las almas a Jesús. Mientras que el Hijo tiene como misión cumplir la voluntad de su Padre y darla a conocer a los hombres. Jesucristo es, pues, el que nos descubre los misterios del Padre, los misterios de su naturaleza y de su providencia. El es el verdadero revelador de su Padre. Esta es una idea muy propia de San Juan7.
A pesar de que Apocalipsis de Jesucristo pueda tomarse en el sentido de una revelación comunicada por Cristo a San Juan, de hecho se trata de una revelación que tiene por objeto al mismo Cristo. Jesucristo es el centro de todo el Apocalipsis. Toda la revelación comunicada a Juan gira en torno a la manifestación de Cristo en la historia de la Iglesia y del mundo. Y el contenido de esta revelación es lo que ha de suceder pronto (v.1), es decir, los juicios de Dios sobre el mundo. San Juan, a imitación de los profetas del Antiguo Testamento, considera la ejecución de los juicios de Dios ya cercana. La razón de esto hemos de buscarla en la manera que tienen los profetas de contemplar el futuro mesiánico: sus visiones y profecías son cuadros sin perspectiva, en los que el futuro lejano se entremezcla con el presente, sin delimitación de planos y de épocas. Por eso, para ellos, lo lejano en el tiempo se presenta ya como en el horizonte, próximo a realizarse e íntimamente unido a los sucesos que anuncian. También la literatura apocalíptica suele insistir en que los hechos que predice sucederán pronto o inmediatamente. De donde hemos de deducir que la proximidad de ejecución de los hechos, anunciados por los escritos proféticos y apocalípticos, es relativa, y no hemos de interpretarla según nuestras maneras de pensar actuales.
La presentación sobria y sin títulos que se hace de Juan es un indicio de veracidad 8. Al final del Apoca-lipsis 9 será reiterada de nuevo la garantía dada a sus visiones. Esta insistencia encaja bien en el tono de la literatura joánica 10.
Los beneficiarios de la revelación recibida por Juan serán los sierros de Jesucristo, es decir, los fieles cristianos del Asia Menor, 9 y por medio de ellos, todos los cristianos de la Iglesia universal. 10 Apocalipsis es un libro de consolación dirigido a los fieles de fines del siglo I, que se sentían desalentados y como acobardados ante la hostilidad de los poderes públicos, y decepcionados por la tardanza de la parusía del Señor. El vidente de Patmos les dice que la manifestación gloriosa de Cristo está próxima, y que mientras tanto han de mantenerse firmes en la prueba para que cuando venga Jesucristo, puedan presen-tarse a El purificados. Y entonces los que hayan permanecido fieles reinarán gloriosos con Cristo triunfador.
San Juan se siente después como obligado a dar testimonio y a atestiguar ante la Iglesia y ante el mundo la verdad de la palabra de Dios (v.2), es decir, todo lo que ha visto y nos irá declarando en el curso del libro. Esta palabra de Dios es, según Juan, una profecía (v.3), o sea una exhortación que consuela, instruye y estimula 11. Esta profecía despertará en los corazones cristianos la certeza de la victoria sobre las fuerzas enemigas de Dios. San Juan la coloca de golpe al mismo rango que las profecías del Antiguo Testamento, porque proclama bienaventurados a los que la lean y la escuchen con obediencia. El que cumpla el mensaje del Apocalipsis vencerá y obtendrá de Cristo una grande recompensa. En el Apocalipsis existen siete bienaventuranzas o macarismos 12. El macarismo, que se encuentra en la literatura griega y latina, es una forma literaria muy propia de la literatura bíblica, mediante la cual se proclama feliz a alguien a causa de una buena acción, de una virtud, por la cual será recompensado. El macarismo consta de cuatro elementos: a) ha de empezar con la expresión biena-venturado, que en hebreo es 'asrey, en griego μακάριος, y en latín beatus (Vulgata); b) después viene la persona a la cual se dirige el macarismo; c) se alude a la causa que ha motivado la alabanza: una buena acción, una virtud; d) y, finalmente, se expresa la recompensa de la buena acción, que suele ser descrita con imágenes exuberantes. Puede suceder, sin embargo, que alguno de estos cuatro elementos no esté expresado, en cuyo caso será suficiente atender al contexto para suplirlo 13.
Juan apremia a los cristianos, a los que se dirige, para que reciban el mensaje y conformen su conducta a las instrucciones morales de la profecía. Esto es tanto más necesario y útil cuanto que el tiempo está próximo 14. En la perspectiva teológica de San Juan, los hechos se suceden con celeridad tal que el cristiano dispone de poco tiempo para prepararse a la venida gloriosa de Cristo 15.
La manifestación gloriosa de Jesucristo constituirá el tiempo de la plena salud, el tiempo en que cada uno ha de recibir su recompensa, que con tanta instancia promete Juan a los fieles, a través de todo el libro, para animarlos a la lucha.
Notas:
— 1 Cf. Lc 2:32; Ef 1:17.
— 2 De diecisiete veces que se emplea el término apocalipsis en el Ν. Τ., catorce veces pertenecen a las epístolas de San Pablo.
— 3 Cf. 2 Tes 1:7; Rom 2:5; 8:19; 1 Cor 1:7; ver 1 Pe 1:7.13; 4:13.
— 4 Rom 16:25; 2 Cor 12:1; Gal 1:12; 2:2; Ef 3:3.
— 5 Ap 2-3
— 6 Cristo reveló a su Padre al mundo, pero aquí lo hace por medio de un ángel (cf. Ap 22, 6.16) para acomodarse al estilo apocalíptico. A partir de Ezequiel, Zacarías y Daniel, los ángeles eran los guías de los videntes y los intérpretes de sus visiones. El ángel, enviado por Jesucristo y como ministro suyo, viene a comunicar la revelación a Juan. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento es frecuente el ministerio de los ángeles entre Dios y los hombres (Ez 40:1-44:3; Zac 1:9; 2:3; Dan 7,16; 8:15-26; 9:20-27; 10:4-21; 12:5-12; Ap 22:6-9).
— 7 Cf. Jn 1:18; 5:20ss; 7:16; 14:10; 17:8.
— 8 Cf. Ap 1:9, en donde vuelve a presentarse como Juan, recordando al mismo tiempo a los lectores que, como ellos, ha tenido que sufrir la tribulación en la isla de Patmos. Véase también Ap 22:8.
— 9 Ap 22:8-9.
— 10 Jn 19:35; 21:21; 1 Jn 1:1-3.
— 11 Cf. 1 Cor 14.
— 12 Cf. Ap 1:3; 14:13; 16:15; 19.9; 20:6; 22:7.14. El nombre de macarismo proviene del adjetivo griego μακάριος: feliz, dichoso, bienaventurado. Por eso los griegos llaman μακαρισ-μοί las bienaventuranzas del sermón de la Montaña.
— 13 Cf. S. Bartina, Los macarismos del Nuevo Testamento. Estudio de la forma: EstEcl 34 (1960) 57-88. Véase también el Excursus I: Los siete macarismos del Apocalipsis, del mismo autor, en La Sagrada Escritura. Nuevo Testamento III (BAC, Madrid 1962) p.618-621.
— 14 Cf. Ap 22:10.
— 15 Cf. M. García Cordero, El libro de los siete sellos (Salamanca 1962) ρ.34
Continuará...
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