lunes, 3 de enero de 2022

DESTAPANDO LA OLLA: ¿ES MARCEL LEFEBVRE UN DEFENSOR DE LA FE Y DE LA TRADICIÓN O ES UN INSTRUMENTO DE LA IGLESIA CONCILIAR PARA NEUTRALIZAR LA OPOSICIÓN DE LOS CATOLICOS A SU FALSA JERARQUÍA Y REFORMAS?


Marcel-François Marie Lefebvre (TourcoingFrancia29 de noviembre de 1905 - MartignySuiza25 de marzo de 1991) fue un sacerdote y arzobispo católico francés.


Por Clément LÉCUYER

Hace unos años, por una orden judicial, a petición de la Fraternidad Sacerdtal de San Pío X (FSSPX), se obligó a ediciones Saint Remi y a la página VirgoMaria.org a dar de baja cientos de audio-sermones y declaraciones realizadas durante 20 años por Marcel Lefebvre en formato de audio digital. La orden fue tajante: se prohibió la difusión de todo ese material sin la aprobación de la Fraternidad San Pío X.

¿A qué le temía Fellay; qué hay de interesante que se pueda conocer y los comprometa en su postura?

Si se examinan las declaraciones públicas que Marcel Lefebvre hizo a través de los años, rápidamente se vislumbra la ausencia de una posición teológica clara y congruente que pone en tela de juicio su integridad moral y doctrinal; la Fraternidad por él fundada, ha heredado esta contradicción y se vislumbra la hipótesis de un pacto secreto con la Logia Vaticana desde épocas tan tempranas como los años 70’s y 80’s, según la denuncia abierta que hizo el obispo Guerard Des Lauriers en 1986.

El 29 de junio de 1976, el fallecido Marcel Lefebvre declaró lo siguiente con ocasión de que Pablo VI, supuestamente, lo suspendiera de la administración de los sacramentos:

«Estamos suspendidos a divinis por y para la iglesia conciliar, a la cual no deseamos pertenecerEsta iglesia es cismática, pues rompe con la Iglesia católica de siempre. Tiene nuevos dogmas, un nuevo sacerdocio, nuevas instituciones, un culto nuevo. Todo esto ya fue condenado por la Iglesia en muchos documentos oficiales y definitivos…

La Iglesia que afirma tales errores es al mismo tiempo cismática y herética. Esta iglesia conciliar no es, por tanto, católica. En la medida en que el papa, los obispos, los sacerdotes o los fieles se adhieran a esta nueva iglesia, así se separan de la Iglesia católica» (Reflexiones sobre la Suspensión ‘a divinis’, escrito por Marcel Lefebvre).

Años más tarde, el 8 de marzo de 1980, Lefebvre se retractó en un escrito a Juan Pablo II, en el cual contradijo su previa posición, y afirmó:

«Santo Padre:

Para poner fin a algunas dudas que ahora circulan en Roma y en ciertos círculos tradicionalistas de Europa y América en lo referente a mi actitud y pensamiento respecto del Papa, el Concilio y la Misa del Novus Ordo; y temiendo que estas dudas lleguen hasta Su Santidad (…), permitidme de nuevo decir lo que siempre he expresado… Que estoy completamente de acuerdo con el juicio de Su Santidad sobre el Concilio Vaticano Segundo, hecho el 6 de noviembre de 1978 en la reunión del Sagrado Colegio. Que el Concilio debe entenderse a la luz de toda la Sagrada Tradición y en base al constante magisterio de la santa Iglesia.

Respecto a la Misa del Novus Ordo, a pesar de todas las reservas que se tengan, yo nunca he dicho que en sí sea inválida o herética.»

Poco después de esta declaración, Lefebvre, en una carta a sus amigos y benefactores norteamericanos, con fecha de 28 de abril de 1983, tomó una posición teológica intermedia, en la cual dijo:

«La Fraternidad no dice que todos los sacramentos según los nuevos ritos posconciliares sean inválidos, sino que, debido a malas traducciones, a la falta de intención adecuada y a los cambios introducidos en la forma y materia, el número de sacramentos inválidos y dudosos está aumentando.»

Pero sólo es cuestión de esperar, y una vez más vemos que Marcel Lefebvre, apenas un año antes de que consagrara cuatro obispos para la Sociedad de San Pío X, en la Carta a los futuros obispos del 29 de agosto de 1987, trató lo siguiente:

«Mis queridos amigos:

Estando la Sede de Pedro y los puestos de autoridad en Roma ocupados por anticristos, se está llevando a cabo rápidamente la destrucción del reino de Nuestro Señor aun dentro de su Cuerpo Místico aquí abajo, especialmente a través de la corrupción de la santa Misa, la cual es magnífica expresión de triunfo de Nuestro Señor sobre la cruz — Regnavit a Ligno Deus — y fuente de la extensión de su reino sobre las almas y las sociedades.»

Con todo, no duró mucho la alusión del arzobispo de que “la Sede de Pedro y los puestos de autoridad en Roma (están) ocupados por anticristos,” pues en su carta a Juan Pablo II el 2 de junio de 1988, concluye:

«Continuaremos orando por la Roma moderna, plagada del modernismo, para que se convierta una vez más en la Roma católica y para que redescubra su tradición dos veces milenaria…

Sea tan bondadoso, Santísimo Padre, de aceptar la expresión de mis más respetuosos y filialmente devotos sentimientos en Jesús y María.»

¡Qué evidente fue la vacilación de Lefebvre! Un año decía que la iglesia conciliar era “cismática y herética”, y luego unos años después decía que era la Iglesia católica; un año se refería a “la Sede de Pedro y a los puestos de autoridad en Roma” como ocupada por anticristos, y el próximo se dirige al ocupante de la Sede de Pedro como “Santísimo Padre.”

Y la confusión continuó. Después de la consagración de cuatro obispos para la Sociedad de San Pío X en junio de 1988, Stefano Paci, un reportero para 30 Giorni (una revista internacional), sostuvo una entrevista con el arzobispo Lefebvre, y el siguiente extracto se encontraba en su edición de julio/agosto:

«PACI: Y ahora, ¿qué prevé Ud. para el futuro de la Fraternidad en sus relaciones con la Iglesia de Roma?

LEFEBVRE: Espero que dentro de unos años, máximo cuatro o cinco años, Roma terminará haciendo un acuerdo con nosotros.

PACI: ¿Y si esto no ocurre?

LEFEBVRE: Roma permanecería lejos de la Tradición, y sería el fin de la Iglesia. Como yo sí reconozco en el papa al sucesor de Pedro, no soy de los que consideran la Sede de Pedro vacante; y no digo que este papa es un hereje. Pero sus ideas sí son heréticas, y ya han sido condenadas por previos pontífices, y además conducen a la herejía. Viendo cómo las autoridades de la Iglesia han actuado desde el Concilio, pareciera que el Espíritu Santo se ha tomado unas vacaciones

¡Qué posición tan interesante! Él afirma que Juan Pablo II “no es un hereje, pero sus ideas sí son heréticas, y conducen a la herejía”. Y la frase de desprecio contra el Espíritu Santo es descomunal, luciferina… [aunque sea con ironía].

Cuando el tal [falso] papa invitó a Asís a los líderes de varias religiones paganas y a satanistas del vudú para que invocaran a sus falsos dioses (demonios) por la paz mundial; o cuando promulgó el nuevo Código de Derecho canónico (1983) en el cual se permiten a los herejes y cismáticos recibir la Sagrada Eucaristía (bajo ciertas circunstancias, sin reconciliación con la Iglesia); o cuando continúa reforzando el Novus Ordo Missæ y las falsas enseñanzas del ecumenismo y la libertad religiosa, ¡¿“sus ideas son heréticas”, pero…. “él no es un hereje”?!

Puede decirse que la Sociedad San Pío X tiene una teología confusa cuando se trata de la situación en la Iglesia, y, desafortunadamente, esto es justo lo que los lleva al final de cuentas a una complicidad secreta con la iglesia conciliar.

Hay quienes proponen a Marcel Lefebvre como la figura a seguir en estos últimos tiempos. ¿Se puede confiar la propia salud espiritual y doctrinal a prelados que dan tantos golpes de timón en la conducción de las almas? ¿Se puede afirmar con verdad que Lefebvre era un auténtico defensor de la integridad de la Fe, como lo promueven sus seguidores? La respuesta se puede dar por el principio secular: Varías… luego mientes.

Consideraciones sobre Mons. Lefebvre y su FSSPX

Para terminar con [cincuenta] años de Lefebvrismo

¿Por qué el Lefebvrismo no triunfó en España, siendo más tradicional que Francia y Alemania? Por la desobediencia de Lefebvre al hereje que el reconocía como papa. España eligió entre el [falso] Papa y el cisma, al [falso] Papa, porque Lefebvre nunca declaró la Sede vacante y los españoles le dieron la espalda al cismático. Sin embargo, España estaba preparada, y Lefebvre la hundió al ponerla ante una opción falsa. VEA AQUÍ LA HISTORIA  

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Con motivo del 40 aniversario de la famosa declaración de 21 de noviembre de 1974 del Arzobispo Lefebvre, Petrus, en un comunicado que no se anda por las ramas, ya muy conocido en Forum Catholique, hace una severa declaración sobre la “farsa del Arzobispo Lefebvre” que quiere acabar de una vez por todas con el mito arraigado del “santo luchador contra la herejía modernista.”

Estamos totalmente de acuerdo con el fondo del artículo de Petrus; pero vamos a enmendar quizás un poco la forma. Somos conscientes de que nuestro propósito va a levantar ronchas, ya que va en contra de lo comúnmente aceptado. Esto no es juzgar al hombre, porque sólo Dios sondea los corazones, pero está claro que las desviaciones y errores graves de Mons. Lefebvre tienen consecuencias catastróficas; son las almas y la Iglesia quienes sufren hoy las consecuencias. Por supuesto, no hay que rechazar enteramente todo lo que hizo Mons. Lefebvre, pero ha llegado el momento de decir que estuvo muy lejos de ser un santo y un salvador… ¡oremos por él!

Los lectores pueden encontrar el artículo entero AQUÍ He aquí algunos extractos:

Cuarenta y siete años. Hace tan sólo cuarenta y siete años que el Arzobispo  Lefebvre publicó su famosa declaración del 21 de noviembre de 1974. En la revista Itineraires, Jean Madiran llegó a escribir que era “la carta de la Iglesia militante.” En realidad, es el principal acto fundacional del lefebvrismo y todos aquellos que se reclaman seguidores del fundador de Ecône todavía hoy hacen totalmente suya la declaración. […]

En esta declaración, proclamación fundacional del Lefebvrismo, se haya resumida y concentrada la inconsistencia fundamental del movimiento y pensamiento lefebvrista. En este documento Mons. Lefebvre reconoce que Pablo VI y los que le rodeaban en el Vaticano eran tanto la Roma modernista (a la que hay que desobedecer) como la Roma eterna (a la que hay que mantenerse fiel). […]

Dicho de otra manera, Mons. Lefebvre se erige en magisterio paralelo al mismo tiempo que reconoce la autoridad de Pablo VI. Es en él en quien recae la tarea de seleccionar (¿con qué autoridad? ¿Qué infalibilidad se atribuye a sí mismo? ¿Con qué legitimidad?) lo que es católico, lo que es aceptable, lo que está conforme con la Tradición y lo que no lo está, en las palabras y acciones de los que reconoce como vicarios de Cristo. 

Estamos ante una exorbitante atribución porque ¿quién es el garante infalible de la Tradición sino el magisterio, el Papa que, recordemos, es la regla viviente y próxima de la Fe? Es al Papa a quien pertenece decir con autoridad lo que está conforme con la Tradición y lo que no lo está, lo que es católico y lo que no lo es. Si se piensa y se actúa de otro modo, ya no se es católico. Donde está Pedro, allí está la Iglesia. […]

Esto demuestra que el lefebvrismo destruye los mismos fundamentos de la Iglesia y vicia el acto de fePorque si creemos las verdades de la fe (objeto de la revelación), es porque Dios (autor de la revelación) las ha revelado y la Iglesia nos las enseña (regla de la fe). La Iglesia goza, por consiguiente, de infalibilidad doctrinal. Hacer propio el discurso lefebvrista, es nada menos que destruir la Roca sobre la cual se asienta la Iglesia. […]

Mons. Lefebvre es como el Bazar municipal de París: allí se encuentra de todo… y lo contrario…! Esa es la razón por la que las actuales fracciones de la Fraternidad de San Pío X y de las comunidades amigas, se arrojan a la cara declaraciones contradictorias de Mons. Lefebvre para justificar la propia posición, siendo todas ellas perfectamente auténticas. Todos y cada uno se erigen en los verdaderos discípulos del fallecido fundador de la Fraternidad de San Pío X, y en guardianes de la Orden del Templo lefebvriano, sin preguntarse si estas divisiones fratricidas no se originan precisamente en las incoherencias, los titubeos y, hay que decirlo, la duplicidad de Mons. Lefebvre de quien lo menos que se puede decir es que no fue un modelo de estabilidad. […]

PRUEBA: Firma de Lefebvre del herético decreto sobre la libertad religiosa del Concilio Vaticano II, y del resto de documentos. Véase el cuarto firmante. He aquí la verdad que no quieren reconocer los lefebvrianos, sean de la FSSPX, de la igualmente falsa resistencia encabezada por el “obispo” Williamson, o por los clericus vagus expulsados o salidos de la obra herética de Lefebvre que predican fuera de la Iglesia en diversas capillas de Colombia, Argentina, España, etc. 

Él rehusó estampar su firma en el Breve examen crítico de los Cardenales Ottaviani y Bacci (de hecho, el texto fue escrito por el Padre Guérard des Lauriers que era de doctrina mucho más sólida que el fundador de la Fraternidad San Pío X, ¡aunque su tesis no nos convence [porque es una tesis herética]), pero firmó todos los documentos del Vaticano II …

Cuando necesitábamos un atleta de la fe, tuvimos un diplomático. Donde debería haber habido un confesor de la fe, tuvimos un prelado pragmático que navegaba según sus conveniencias. Donde debería haber habido un destructor incansable de la herejía y la apostasía, tuvimos un político tratando de hallar un lugar en la iglesia conciliar [y a un hereje aún más peligroso]. Allí donde debería haber formado espíritus de fuego, almas ardientes, listas para cualquier sacrificio y persecución, no promovió más que personajillos aduladores de Monseñor (Monseñor dijo esto, Monseñor hizo lo otro, Monseñor pensaba así…), hipócritas, hombres sin consistencia, sin convicción, sin columna vertebral. […]

En ambas declaraciones [la de Mons. Lefebvre y más tarde la del obispo Fellay] se reconoce explícitamente que aprueban el nuevo código canónico de 1983, la validez de la Nueva Misa y de los nuevos sacramentos, la autoridad del ocupante de la Sede de Pedro y hasta el Vaticano II.

El día de las consagraciones episcopales, en la homilía, Mons. Lefebvre pidió que en su epitafio constaran las famosas palabras de San Pablo: “tradidi quod et accepi” transmití lo que recibí. Sus discípulos evidentemente obedecieron su recomendación. Y sus seguidores todavía caen arrobados ante esta declaración. Pero una vez más esto fue una farsa

¿dónde aprendió Mons. Lefebvre que un concilio ecuménico promulgado por un verdadero Papa podría ser falible y meramente pastoral? 

  • ¿Dónde leyó que se podrían consagrar obispos contra la voluntad explícita y pública del que reconoce ser Vicario de Cristo? 
  • ¿Dónde ha aprendido que el Magisterio ordinario y universal de la Iglesia no era necesariamente infalible o que para que lo fuera, se necesita el consenso no sólo en el espacio sino también en el tiempo?
  • ¿Dónde ha aprendido que se puede erigir un seminario, preparar y ordenar sacerdotes contra la orden formal de la autoridad que se tiene por legítima?
  • ¿Dónde ha aprendido que uno puede conferir el sacramento de la confirmación en cualquier diócesis del mundo sin siquiera comunicarlo a aquéllos que reconoce como obispos residenciales y legítimos? 
  • ¿Dónde ha aprendido que se puede llamar uno católico y al mismo tiempo desobedecer al que se reconoce públicamente como Vicario de Cristo? 
  • ¿En qué manual de teología católica ha aprendido que la canonización hecha por un verdadero Papa pudiera no ser infalible, o que la Misa, el Código de derecho canónico, el catecismo, los ritos de los sacramentos promulgados por el Papa a la Iglesia universal podrían ser nocivos y peligrosos para la fe?
  • ¿Dónde ha aprendido que uno puede expulsar de por vida de su supuesta hermandad y sin alguna vacilación a sacerdotes y diáconos que ha ordenado él mismo por la única razón de que en conciencia no podían decir, en el Canon de la Misa, estar en comunión con los ocupantes de la Sede de Pedro, que están destruyendo la Iglesia? 
  • ¿Dónde ha aprendido que se podía sin ningún problema de conciencia mandarlos a la calle sin ninguna preocupación por su subsistencia, su cobertura social, sus angustias y su abandono?

En esto, por cierto, el obispo Fellay es un digno sucesor de Monseñor Lefebvre. Y es a este hombre a quien se presenta como santo, héroe y atleta de la fe, como el salvador de la Iglesia y de la Tradición. Siendo así que en verdad ha sido el más formidable y eficaz enterrador de las mismas.

Tal como escribió con dureza pero con justicia el difunto padre Barbara: después de Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II (y, podríamos añadir hoy Benedicto XVI y Francisco), Mons. Lefebvre fue uno de los principales destructores de la Iglesia militante, el más formidable adversario del sedevacantismo y por tanto de la verdad católica.

¿Cuántos sacerdotes y laicos me han dicho que se hubieran hecho sedevacantistas si no hubiera existido Mons. Lefebvre en quién habían puesto equivocadamente toda su confianza

Ciertamente no hay nada de que presumir en este desastroso resultado. Cada vez que había que tomar una decisión crucial, Lefebvre lo hizo mal: sobre la validez de la Misa y de los nuevos sacramentos, sobre la autoridad de los ocupantes ilegítimos de la sede de Pedro, sobre la aceptación de la liturgia y el breviario Juan XXIII, sobre la elección de hombres en puestos clave. […]

Es fácil de ver: la Sociedad de San Pío X no ha servido históricamente más que para canalizar y neutralizar la resistencia católica al Vaticano II y a las detestables reformas que se han derivado de élTal como el Frente Nacional ha conseguido neutralizar la resistencia francesa al mundialismo y a la destrucción de Francia. […]

¿Qué hay que hacer por aquellos que quieren permanecer integralmente católicos en las actuales tinieblas? Orar, santificarse, mantener la Fe en toda su integridad, ver claro acerca de la herejía modernista y de la impostura lefebvrista.

Dicho en pocas palabras, la iglesia conciliar no es la Iglesia Católica, los ocupantes de la Sede de Pedro desde Juan XXIII, no son vicarios de Cristo, Mons. Lefebvre no es el salvador de la Tradición, sino su enterrador. Todo lo demás son tonterías.


REFRESQUEMOS LA MEMORIA CON ALGUNOS ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE UN INSIGNE CATÓLICO ARGENTINO QUE DA CUENTA DE LAS AMBIGUAS AFIRMACIONES Y ACTUACIONES DEL OBISPO LEFEBVRE:

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Revista Roma N° 107 – Diciembre de 1988

ESTAD FIRMES Y GUARDAD LAS TRADICIONES

Por M. Roberto Gorostiaga


Mateo Roberto Gorostiaga Victorica (28 de octubre de 1922 -10 de mayo de 2003) fue un empresario y político argentino, destacado por su militancia a favor de la defensa y difusión de las tradiciones católicas, y por su lucha contra el comunismo y la masonería.
     

«Estad firmes y guardad las tradiciones» ( II Tes. 2, 15)

          Las ordenaciones episcopales del 29 de junio último en Ecóne han traído la división entre los católicos tradicionalistas, o sea, los que sostenían la Fe, la Misa, la moral de siempre frente a las innovaciones conciliares.

          Conocimos a Mons. Lefebvre en Roma, en mayo de 1962, pues sabíamos que era uno de los prelados que creía en Cristo Rey y se oponía al «humanismo» que cundía. Las «nuevas teologías»  que condenara Pío XII en «Humani Generis» levantaban cabeza a su muerte.

Durante el Concilio se opuso al triunfante humanismo, pidió la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María y la condena del comunismo ateo y después del Concilio fue llevado, ante la angustia de muchos jóvenes seminaristas, que estaban como ovejas sin pastor, a fundar el Seminario de Ecóne.

        Estuvimos en Ecóne en 1975 y hablamos de la situación de nuestra Patria y de la eventual fundación de una casa en Buenos Aires.

        En 1977 lo invitamos a visitar la Argentina y como resultado de esa visita quedó fundado el priorato de Buenos Aires; la obra de la Tradición se extendió rápidamente por la Argentina e Hispanoamérica y en pocos meses funcionaba un seminario con estudiantes de la Argentina, México, Colombia y otros países, el que luego se instalaría en La Reja.

Durante diez años pusimos nuestra Cabeza y nuestro corazón al servicio de esa Obra, en la que veíamos un pilar de la Tradición bimilenaria.

          Algunas posiciones poco claras de Mons. Lefebvre y el comienzo de nuevas tratativas con el Vaticano nos trajeron inquietud, como también a no pocos tradicionalistas. Le escribimos al respecto; incluso una carta, a los dos obispos, antes de que las consagraciones fueran realizadas. Ellas significaron un corte profundo.

          La documentación que la propia Fraternidad hizo pública, mostró la hondura de ese corte que hirió nuestro corazón, que no es de piedra.

           San Jerónimo escribió a Heliodoro, invitándolo a vivir en el desierto: «Aunque vuestra madre, desgreñada y rotas las vestiduras os muestre los pechos con que os alimentó y aunque vuestro padre se tienda en el suelo sobre el umbral de la puerta; pasad por encima y seguid adelante…! Aquí el cariño exige ser cruel.» [1]

          Santa Felicitas pasó pisando a su padre que la instaba a rehuir el martirio.

       Cuando la expulsión de los jesuitas del Ecuador, en 1852, el joven novicio Manuel Proaño Vega, de diecisiete años, quiso seguir a los padres al destierro. Su madre, para que no lo hiciera, se tendió a lo largo del umbral de la casa de la Compañía. La gente quedó suspensa. García Moreno, presente como muchos fieles católicos, le dice con acento enérgico: «¡Firme, Manuelito, firme!». El novicio se arrodilla junto a su madre y le dice: «Madre mía, primero es Dios y después mis cariñosos padres». Y saltó por encima de ella. La madre vio en esto un signo de Dios y lo bendijo.

Veinte años después, el ya Padre Manuel Proaño Vega fue el que instó a García Moreno a consagrar al Ecuador, como Presidente, al Sagrado Corazón de Jesús [2].

       Mas, dejemos que hablen esa documentación y el Magisterio de la Iglesia. ¡Ay de mí, si los callare!

El diálogo con los «anticristos»

Como escribió Mons. Lefebvre [3]: «El 28 de julio de 1987, el Cardenal Ratzinger abría nuevos horizontes que podrían hacer pensar legítimamente que por fin Roma nos miraba con ojos más favorables, …un Visitador era finalmente anunciado…» Y se reanudaron las negociaciones con el Vaticano.

        Un mes después, el 29 de agosto en la fiesta de San Agustín, ya en plenas negociaciones, Monseñor escribía a los futuros obispos, padres Williamson, Tissier de Mallerais, Fellay y de Galarreta[4]: «La Cátedra de Pedro y los puestos de autoridad de Roma están ocupados por anticristos…» Y luego: «Vengo a vosotros por esta carta para pediros aceptar el recibir la gracia del Episcopado católico… Os conferiré esta gracia, confiando en que sin tardar la Sede de Pedro estará ocupada por un sucesor de Pedro perfectamente católico y en cuyas manos podréis depositar la gracia de vuestro episcopado para que él la confirme.»

        Si no es «perfectamente católico»  simplemente no es católico, pues como dice León XIII [5]: «El juicio que emite Santiago respecto a las faltas en el orden moral, hay que aplicarlo a los errores de entendimiento en el orden de la fe. Quien se hace culpable en un solo punto se hace transgresor de todos (Santiago II, 10). Esto es aún más verdadero en los errores del entendimiento…»

         En cambio, sí es «perfectamente católico»  adherir a la profesión de fe del Papa Hormisdas (A.C. 870), ratificada por el Concilio IV de Constantinopla y 1.000 años después por el Concilio Vaticano I:

        «La condición primera para la salvación es guardar la regla de fe ortodoxa y no desviarse en modo alguno de los decretos de los Padres. Y puesto que en modo alguno puede desvirtuarse la palabra del Señor nuestro, Jesucristo, que dijo: Tú eres Roca y sobre esta Roca edificaré mi Iglesia (Mt. 16,18) esta afirmación se verifica con los hechos: porque en la Sede Apostólica siempre se ha conservado inmaculada la religión católica…» (D.S. 363, cf. D.S. 3066).

         Aquella carta de Mons. Lefebvre fue recién conocida un año después; cuando la leímos no podíamos creer que hubiera sido escrita al reiniciarse las tratativas, pero sus tremendas consideraciones no impidieron que aquéllas siguieran su curso.

El tradicionalismo libre en la Iglesia conciliar libre

         Así, el Vaticano designó como visitador apostólico para las obras de la Fraternidad San Pío X, a quien Mons. Lefebvre prefería, el Cardenal Gagnon. La revista Fideliter, de enero-febrero 1988, narra la visita apostólica que éste y su auxiliar Mons. Perl realizaron en noviembre y diciembre a los prioratos, seminarios, escuelas de la Fraternidad y a otras comunidades religiosas a ella vinculadas. Luego hicieron lo propio en Alemania.

Fueron recibidos como los enviados, no del «anticristo que ocupa la Sede de Pedro» sino del Vicario de Cristo. Los coros cantaban Tu es Petrus, en San Nicolás du Chardonnet se preparó un trono con las armas papales, reinaba un clima de fiesta, pues parecía que al fin el Vaticano «dejaba hacer la experiencia de la Tradición». El informe del visitador apostólico al «Vicario de Cristo-anticristo» fue muy favorable.

     «El Papa parecía dispuesto a dar cabida a la Tradición en el amplio margen del ‘ecumenismo conciliar’. Mons. Lefebvre estaba contento. Sin embargo, la cuestión de los obispos lo preocupaba», comenta la publicación de la Fraternidad [6]. Por ello, un trabajo de hace cinco años, «L’attitude actuelle de Mgr. Marcel Lefebvre» del Abad V. M. Zins [7], se subtitula «El tradicionalismo libre en la Iglesia conciliar libre».

            Así las cosas, el 15 de abril del presente año, desde Albano, Mons. Lefebvre dirige a «Su Eminencia Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe», la siguiente carta:

«Eminencia:

            «Siguiendo los trabajos de la Comisión encargada de preparar una solución aceptable para el problema que nos preocupa, parece que —con la gracia de Dios— nos encaminamos hacia un acuerdo, de lo cual estamos muy felices.

            «Me permito adjuntar a estas líneas la declaración doctrinal, ligeramente modificada, tal como creo poder firmarla y que, espero, tendrá su aprobación.

        «Habrá, sin duda, algunas precisiones que agregar al documento canónico para la Comisión Romana, en la cual deseo —al menos en principio— cooperar, para facilitar las soluciones de los diversos casos de quienes estuvieron a nuestro lado durante estos últimos años y que desean también un feliz resultado a sus problemas.

            «En esta ocasión, ¿no sería deseable que se acuerde a todos los Obispos y sacerdotes la posibilidad de utilizar los libros litúrgicos de Juan XXIII?

            «Tener un sucesor en el episcopado me regocija vivamente y agradezco al Santo Padre y a usted. Un solo obispo no bastará para la tarea a hacer, ¿no sería posible tener dos, o al menos que se prevea la posibilidad de aumentar el número en seis meses o un año?

            «Le ruego, Eminencia, expresar al Santo Padre mi vivo agradecimiento y el de todos los que represento y recibir mis sentimientos respetuosos y fraternales in Christo et Maria.

            «Marcel Lefebvre, Arzobispo – Obispo emérito de Tulle.»

El acuerdo firmado

         El 4 de mayo se establece un Protocolo de acuerdo, que se firma el 5 y que en su declaración doctrinal dice [8]: «Yo, Marcel Lefebvre, Arzobispo-Obispo emérito de Tulle, así como los miembros de la Fraternidad San Pío X por mí fundada:

«1. Prometemos ser siempre fieles a la Iglesia Católica y al Pontífice Romano, su Pastor Supremo, Vicario de Cristo, sucesor del Bienaventurado Pedro en su Primado y cabeza del cuerpo de los obispos.

«2. Declaramos aceptar la doctrina contenida en el número 25 de la Constitución dogmática LUMEN GENTIUM del Concilio Vaticano II sobre el Magisterio Eclesiástico y la adhesión que le es debida.

«3. A propósito de ciertos puntos enseñados por el Concilio Vaticano II o que conciernen a las reformas posteriores de la liturgia y del derecho y que nos parecen difícilmente conciliables con la Tradición, nos comprometemos a tener una actitud positiva de estudio y de comunicación con la Sede Apostólica, evitando toda polémica.

«4. Declaramos además reconocer la validez del sacrificio de la Misa y de los sacramentos celebrados con la intención de hacer lo que hace la Iglesia tanto según los ritos indicados en las ediciones típicas del misal Romano como de los Rituales de los Sacramentos promulgados por los Papas Paulo VI y Juan Pablo II.

«5. Finalmente prometemos respetar la disciplina común de la Iglesia y las leyes eclesiásticas, especialmente aquéllas contenidas en el Código de Derecho Canónico promulgado por el Papa Juan Pablo II quedando salva la disciplina especial concedía a la Fraternidad por una ley particular.»

Entre las cuestiones jurídicas se acuerda la formación de una «2. COMISIÓN ROMANA… para coordinar las relaciones con los diversos Dicasterios y los obispos diocesanos… Ella tendría, además, la función de vigilancia y apoyo para consolidar la obra de reconciliación y reglamentar las cuestiones relativas a las comunidades religiosas que tengan un vínculo jurídico o moral con la Fraternidad».

         Así, «3.4. A los miembros de las comunidades que viven según la regla de los diversos Institutos religiosos (Carmelitas, Benedictinos, Dominicos, etc.) y que están moralmente unidos a la Fraternidad, conviene acordarles, según cada caso, un Estatuto particular que regule sus relaciones con la orden respectiva».

        Y casi al final se acuerda: «5.2. Pero, por razones prácticas y psicológicas, aparece la utilidad de la consagración de un Obispo miembro de la Fraternidad. Por lo cual en el cuadro de la solución doctrinal y canónica de reconciliación, sugerimos al Santo Padre nombrar un Obispo elegido en la Fraternidad, presentado por Monseñor Lefebvre. En consecuencia del principio indicado más arriba (5.1.) este obispo normalmente no es Superior General de la Fraternidad. Parece oportuno que sea miembro de la Comisión Romana […].

          «(Firmado) Joseph Cardenal Ratzinger – Marcel Lefebvre.»

La ruptura del acuerdo

            Pero el 6 de mayo Monseñor escribió al ‘Card.’ Ratzinger [9]:

            «Con verdadera satisfacción firmé ayer el protocolo elaborado en los días precedentes. Pero usted mismo pudo apreciar mi profunda decepción al leer la carta que me remitió [esta carta no figura en el «Dossier especial», ¿por qué?] donde me daba respuesta del Santo Padre en relación a la consagración episcopal.

           «Prácticamente, diferir la consagración episcopal a una fecha ulterior no fijada; sería la cuarta vez que aplazó la consagración. La del 30 de junio había sido indicada en mis cartas precedentes como fecha límite […]

       «Si la respuesta fuera negativa, me vería obligado en conciencia a proceder a la consagración, apoyándome sobre el consentimiento dado por la Santa Sede en el Protocolo para la consagración de un Obispo miembro de la Fraternidad […]

            «Todos [?] desean que esta consagración se realice con el acuerdo de la Santa Sede… Esperando que este pedido no sea un obstáculo irreductible para la reconciliación en curso, le ruego, Eminencia, reciba mis sentimientos respetuosos y fraternales «in Christo et María».»

            El 20 de mayo se dirigió así a Juan Pablo II [10]:

            «Santísimo Padre:

            «Mientras nacía cierta esperanza en relación a la posible solución del problema de la Fraternidad, luego de la firma del Protocolo surgió una grave dificultad respecto al Episcopado acordado a la Fraternidad para sucederme en mi función […]

            «El 30 de junio se me presenta como la última fecha para realizar esta sucesión […]

«Santísimo Padre, poned un término a este doloroso problema de los sacerdotes, de los fieles y de Vuestro servidor, quienes, guardando la Tradición, no han tenido otro deseo que el de servir a la Iglesia y salvar almas […]

            «El desarrollo de ese ambiente renovado, alentado por Vuestras decisiones, Santísimo Padre, restaurará las diócesis por los contactos con los obispos y el clero. Algunos obispos nos confiarán la formación de seminaristas y así, con la gracia de Dios, la Iglesia recobrará una renovada juventud y transformará la sociedad pagana en sociedad cristiana.

«Comprenderéis fácilmente porqué un solo Obispo no bastaría en un campo de apostolado tan amplio.

            «Si me permito someter estas consideraciones a Vuestro juicio, es con el más profundo deseo de ayudaros a solucionar esos graves problemas que Vos os esforzáis por resolver en el curso de vuestros viajes apostólicos [11]

«Dignaos recibir, Santísimo Padre, la expresión de mis sentimientos respetuosos y filiales en Jesús y María.»

El ultimátum a la que se reconoce como autoridad suprema

           Y el 26 de mayo escribió nuevamente [12] al ‘Card.’ Ratzinger:

           «[…] con gran pesar, nos vemos obligados a pedirle que antes de la fecha del primero de junio [13]  nos indique claramente cuáles son las intenciones de la Santa Sede sobre esos puntos: consagración de tres obispos para el 30 de junio y mayoría de miembros de la Tradición en la Comisión Romana.

        «Si no hay respuesta a esa solicitud, procederé a la publicación de nombres de los candidatos al Episcopado que consagraré el 30 de junio con la asistencia de Su Excia. Mons. de Castro Mayer.»

            «[…] dígnese Eminencia recibir mis sentimientos respetuosos [?] y fraternales en Jesús y María…»

                                                                                        (Firmado) «Marcel Lefebvre.»

       Cuatro días después (el 30-V) Monseñor realizó una exposición ante superiores y superioras de comunidades religiosas tradicionales y algunos sacerdotes convocados por él en Pointet, requiriendo su consejo y apoyo.

         Transcribimos algunas de las notas que da el ya citado documento de la Fraternidad [14]:

            «Quince años de oposición a las desviaciones doctrinales del concilio y a las reformas nacidas de este espíritu conciliar, a fin de permanecer fieles a la fe y a las fuentes de la gracia santificante…

            «El obispo formaba el vínculo moral y aún el vínculo eclesial con la Roma modernista. Hay que reconocer que los esfuerzos para corregir el espíritu y las reformas del Concilio fueron vanos, así como los pedidos para autorizar oficialmente «la experiencia de la Tradición».»

            «Ventajas [del acuerdo con Roma]:

            «Normalización canónica de nuestras obras.

            «Se retoman las relaciones con Roma por parte de cada una de las obras […]

            «Obispo consagrado con el acuerdo de la Santa Sede.

            «Inconvenientes:

            «Dependencia mesurada pero cierta de la Roma modernista y conciliar […]

            «Disociación de nuestra unidad moral creada en torno a mi persona, que desaparece en provecho, por una parte del Cardenal Ratzinger y por otra de los diferentes superiores generales y generalas que tendrán trato directo con Roma, pero que podrán continuar dirigiéndose al obispo consagrado para la Tradición […]

            «El problema moral, pues, se presenta para nosotros.

            «¿Hay que correr los riesgos que significa el contacto con los medios modernistas… y así permanecer legalmente unidos a Roma en la letra, puesto que lo estamos en la realidad y en el espíritu?

            «¿Qué es preciso ante todo, preservar la familia tradicional para mantener su cohesión y su vigor en la fe y en la gracia, considerando que el nexo puramente formal con la Roma modernista no puede equipararse con la protección de esta familia, que representa lo que resta de la verdadera Iglesia Católica? […]»

           (Los que están fuera de esa familia, ¿no son la Iglesia Católica? ¿Cómo se negocia con ellos?)

            «NOTA: Mons. de Castro Mayer prometió venir el 30 de junio para las consagraciones episcopales, con tres sacerdotes de su diócesis.»

La respuesta del «Santísimo Padre» ¿o «anticristo»?

            A aquella carta el ‘Card.’ Ratzinger respondió [15] el 30 de mayo:

            «Excelencia:

            «Luego de haber sido recibido en Audiencia por el Santo Padre el viernes 27 de mayo, como se lo indiqué en nuestro coloquio del 24, puedo ahora responder a la carta que me remitió ese mismo día a propósito de los problemas sobre la mayoría de miembros de la Fraternidad en la Comisión Romana y la Consagración de Obispos.

           «En lo que concierne al primer punto, el Santo Padre juzga que conviene mantener los principios fijados en el punto II/2 del Protocolo que Ud. aceptó. Esta Comisión es un organismo de la Santa Sede al servicio de la Fraternidad y de las diversas instancias con las cuales habrá que tratar para establecer y consolidar la obra de reconciliación. Además, no es ella, sino el Santo Padre quien, en última instancia, tomará las decisiones: el problema de una mayoría no se presenta; los intereses de la Fraternidad están garantizados por su representación en el seno de la Comisión, y no hay razón para que persistan los temores que usted expresó con relación a los otros miembros, puesto que la elección de esos otros miembros será efectuada por el mismo Santo Padre.

«En relación al segundo punto, el Santo Padre confirma lo que ya le indiqué de su parte, a saber, que Él está dispuesto a nombrar un Obispo miembro de la Fraternidad (en el sentido del punto II/5.2. del Protocolo), y a acelerar el proceso habitual de nombramiento de manera que la consagración pueda realizarse para la clausura del Año Mariano, el 15 de agosto próximo.

«En la práctica, esto requiere que, a la brevedad, usted presente a Su Santidad un número mayor de legajos de candidatura, para permitirle elegir libremente un candidato que corresponda al perfil considerado en los acuerdos y al mismo tiempo a los criterios generales de aptitud que la Iglesia tiene para el nombramiento de obispos […]

«Pero como usted recientemente anunció la intención de ordenar tres obispos el próximo 30 de junio con el acuerdo de Roma o sin él, es necesario que en esta carta (Cf. nº 4 del proyecto) diga claramente que renuncia a ello y que se somete con plena obediencia a la decisión del Santo Padre […]»

           El juicio propio por sobre quien se «reverencia» como Papa

           El documento de la Fraternidad así comenta [16] dicha carta:

        «¿Por qué solicitar ahora nuevos legajos y la ampliación del número de candidatos cuando ya habían sido convenientemente presentados a su debido tiempo? La intención de postergar lo más posible las consagraciones es evidente. Así lo entendió Mons. Lefebvre y así lo expresó al Papa en la carta del 2 de junio:

          «Santísimo Padre:

        «[…] En razón del rechazo de considerar nuestros pedidos, y siendo evidente que el objetivo de esta reconciliación no es en absoluto el mismo para la Santa Sede que para nosotros, creemos preferible esperar momentos más propicios cuando Roma vuelva a la Tradición.

         «Por eso nosotros nos daremos, nosotros mismos, los medios para proseguir la Obra que la Providencia nos ha confiado, asegurados, por la carta de Su Eminencia el Cardenal Ratzinger, fechada el 30 de mayo, que la consagración episcopal no es contraria a la voluntad de la Santa Sede, puesto que fue concedida para el 15 de agosto.

            «Continuaremos rezando para que la Roma moderna, infestada de modernismo, vuelva a ser la Roma católica y recobre su Tradición dos veces milenaria. Entonces, el problema de la reconciliación ya no tendrá razón de ser y la Iglesia volverá a tener una renovada juventud.

«Dignaos recibir, Santísimo Padre, la expresión de mis sentimientos respetuosos y filiales [?] en Jesús y María.»

(Firmado) «Marcel Lefebvre.»

            ¿Cómo podría la Santa Sede, el Santísimo Padre, la Iglesia Romana alejarse de la Fe?

         «Porque el Espíritu Santo no fue prometido a los sucesores de Pedro para manifestar una nueva doctrina recibida de él por revelación, sino para que, con su asistencia, custodiaran santamente y expusieran fielmente la doctrina recibida de los apóstoles, es decir, el depósito de la fe. Y ciertamente, todos los Santos Padres han abrazado su doctrina apostólica, y la han venerado y seguido los santos doctores ortodoxos. Pues sabían perfectamente que esta Sede de San Pedro permanece libre de todo error, según la promesa de nuestro divino Salvador hecha al Príncipe de sus Apóstoles: Yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos (Le. 22,32)». (D.S. 3070).

            Esta oración, ¿se habría vuelto ineficaz? ¿En vez de confirmar en la fe a sus hermanos los aparta de ella? No, el sucesor de Pedro no desfallece en la Fe y si «manifiesta una nueva doctrina» no es el sucesor de Pedro.

         «Este carisma de verdad y de fe que nunca faltará fue dado por Dios a Pedro y a sus sucesores en esta cátedra, para que desempeñaran su excelso cargo en orden a la salvación de todos; para que toda la grey de Cristo, apartada por ellos de los pastos venenosos del error, se nutriera con el alimento de la doctrina celestial; para que, quitada la ocasión de cismas, se conservara en la unidad la Iglesia entera y, apoyada en su cimiento se mantuviera firme contra el poder del infierno» (D.S. 3071).

Sobre la consagración de obispos dice el derecho Canónico: «La consagración episcopal está reservada al Pontífice Romano, tal que no está permitido a ningún obispo consagrar a algún obispo, antes que el mandato del Pontífice haya sido reconocidamente establecido» (Can. 953).

La Iglesia católica es una sola y santa, sin mancha ni arruga

Mons. Lefebvre da un documento, el 19 de junio  [17], en que explica las negociaciones con Roma y su ruptura. Y concluye diciendo: «La Roma actual, conciliar y modernista no podrá tolerar jamás la existencia de una rama vigorosa de la Iglesia Católica que con su vitalidad la condena.

            «Será preciso esperar, sin duda, algunos años para que Roma reencuentre su Tradición bimilenaria…»

           ¿Qué es esta «rama vigorosa» de un tronco enfermo?

           Pero como dice la Bula Unam Sanctam: «Por imperativo de la fe estamos obligados a creer y sostener que hay una santa Iglesia católica y apostólica. Nosotros la creemos firmemente y abiertamente la confesamos. Fuera de ella no hay salvación ni remisión de los pecados, como quiera que el Esposo clama en los cantares: Una sola es mi paloma, una sola es mi perfecta (Cant. 6,8)… Ella representa el único cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo, y Dios la cabeza de Cristo. En ella hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo (Ef. 4,5). Porque, en efecto, una sola fue el arca de Noé, en tiempos del diluvio, la cual prefiguraba a la única Iglesia. Rematada con toda precisión (cf. Gén. 6,16), tenía un único piloto y un único jefe: Noé. Fuera de ella, pereció todo cuanto existía sobre la tierra, según leemos» (D. S. 870).

           Y en ella la autoridad, aunque «haya sido dada a un hombre y sea un hombre el que la ejerce, no procede de un hombre, sino de Dios. Pues ha sido dada por boca de Dios a Pedro, y consolidada para él y sus sucesores en Aquél que él, la roca, había confesado, cuando el Señor dijo al mismo Pedro: Todo lo que atares… (Mt. 16,19). Quienquiera, pues, que se opone a esta autoridad ordenada por Dios, se opone a la ordenación divina (Rom. 13,2). A no ser que se imagine, como lo hizo Manes, que hay dos principios, opinión que juzgamos falsa y herética» [cf. n. 199.200.203] (D.S. 874).

«Por consiguiente —concluye la Unam Sanctam— declaramos, afirmamos, definimos y pronunciamos, que el someterse al Romano Pontífice es a toda creatura humana absolutamente necesario para la salvación» (D.S. 875).

El juicio propio se sustituye al régimen tradicional de la Iglesia

        El 30 de junio Mons. Lefebvre con asistencia de Mons. de Castro Tayer procedió en Ecóne a consagrar obispos a los cuatro sacerdotes que había designado diez meses antes.

          Dice la revista de la Fraternidad [18]: «Normalmente toda consagración episcopal debe contar con un mandato apostólico del Santo Padre. Al carecer del mismo en el presente caso, fruto de la malicia de los que ocupan los puestos en Roma, Mons. Lefebvre elaboró el siguiente mandato que expresa sus sentimientos al respecto:

          «— ¿Tenéis un mandato apostólico?

          «—Lo tenemos.

          «—Que sea leído.

        «—Este mandato lo tenemos de parte de la Iglesia Romana, siempre fiel a la Santa Tradición que Ella ha recibido de los Apóstoles…

         «Desde el Concilio Vaticano II hasta hoy, las autoridades de la Iglesia Romana están animadas por el espíritu del modernismo; ellas han obrado contra la Santa Tradición…

         «Es por este mandato de la Santa Iglesia Romana siempre fiel, que nosotros elegimos para el Episcopado de la Santa Iglesia Romana a los sacerdotes aquí presentes, como auxiliares de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X: Padre Bernard Tissier de Mallerais; Padre Richard Williamson; Padre Alfonso de Galarreta; Padre Bernard Fellay.»

            En la carta del 29 de agosto (véase nota 4) en que les pedía «aceptar el recibir la gracia del Episcopado católico» les decía:

«El fin principal de esta transmisión es el de conferir la gracia del orden sacerdotal para la continuación del verdadero sacrificio de la Misa, y para conferir la gracia del sacramento de la confirmación a los niños y a los fieles que os la pidan…

«En fin os conjuro a permanecer unidos a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, a permanecer profundamente unidos entre vosotros, sometidos a Su Superior General, en la Fe católica de siempre…»

Un episcopado no católico

            ¿Qué obispos son éstos sin jurisdicción, sin mandato de la Santa Sede sino «elaborado» ad hoc por Mons. Lefebvre («nosotros nos daremos, nosotros mismos, los medios para proseguir la Obra que la Providencia nos ha confiado»); consagrados principalmente para conferir dos sacramentos y a ser confirmados cuando haya un Papa «perfectamente católico», sin funciones pues de gobierno ni judiciales sino «auxiliares de la Fraternidad» y «sometidos a su Superior General»?

            Como dice Homero Johas con precisión y firmeza [19]: «La conciencia individual no es libre moralmente para decidir contra la ley impuesta por la legítima autoridad de la Iglesia, dentro de sus límites divinamente establecidos. Cristo no es sólo Padre, no sólo Redentor, sino también un legislador que debe ser obedecido: «quien no oye a la Iglesia, sea para ti como un pagano». Por lo tanto, la defensa de la fe en tiempos de herejía, se hace por las leyes de la Iglesia sobre los delitos contra la Fe y no por juicios o decisiones particulares contra aquéllas, por la invención de nuevas doctrinas para justificar el propio modo de obrar.

         «Se pretende que la insumisión a un papa en el cual se reconoce una «jurisdicción válida» no sería cismática, porque habría mera desobediencia y no oposición a la «función en cuanto tal». Ahora, en el caso concreto actual existiría oposición a la «función en cuanto tal» relativa al cargo papal y existiría sistemática y pertinaz insumisión a un papa de quien se juzga que es papa, con jurisdicción válida: habría pues una posición herética y cismática.»

Pues los Padres del Concilio Vaticano I, aprobado por Pío IX:»…enseñamos y declaramos que la Iglesia romana posee, por disposición del Señor, el primado de potestad ordinaria sobre todas las otras iglesias, y que esta potestad de jurisdicción del Romano Pontífice es verdaderamente episcopal e inmediata. A esta autoridad están ligados por un deber de subordinación jerárquica y de verdadera obediencia, los pastores y fieles de cualquier rito y dignidad que sean, tanto individualmente como todos juntos; tanto en las cosas que pertenecen a la fe y costumbres, como también a aquéllas que se refieren a la disciplina y al régimen de la Iglesia extendida por todo el mundo. Para que así, guardando con el Romano Pontífice la unidad tanto de comunión como de profesión de la misma fe, sea la Iglesia de Cristo un solo rebaño, bajo un solo pastor supremo. Tal es la doctrina de la verdad católica, de la que nadie puede desviarse sin menoscabo de su fe y de la salvación» (D.S. 3060).

            Y lo confirman con anatema a quien dijere lo contrario (Conc. Vat. I, Constit. I, Pastor Aeternus, Cap. II, Canon, D.S. 3064).

         Sabemos pues que «en la Sede Apostólica, siempre se ha conservado inmaculada la religión católica» (D.S. 363,3066) y que su autoridad suprema se ejerce como vimos «tanto en las cosas que pertenecen a la fe y costumbres, como también a aquéllas que se refieren a la disciplina y al régimen de la Iglesia» (D.S. 3060).

         Y «someterse al Romano Pontífice es a toda creatura humana absolutamente necesario para la salvación» (D.S. 875).

          Por tanto, si Juan Pablo II es Papa legítimo se le debe no sólo reverenciar con los labios sino acatar sus decisiones, pues quien «rehúsa someterse al Romano Pontífice es cismático» (C.D. Can. 1325 #2).

«Si alguno no trae esta doctrina no le recibáis en casa ni le saludéis. Porque quien le saluda participa de sus malas obras» (II Juan 8,10)

         Pero si ha apostatado públicamente de la fe católica, si niega pertinazmente alguna de las verdades que han de ser creídas con fe divina y católica o la pone en duda (v.g. que fuera de la Iglesia no hay salvación) entonces ha renunciado tácitamente a su cargo [20] y se ha vuelto, sí, un «anticristo que ocupa la cátedra de Pedro».

Entonces, ¿qué diálogo cabe con él y quienes «ocupan los puestos de autoridad de Roma»? ¡Ninguno! Clama, ne cesses! No se puede «evitar la polémica» (Protoc., 1,3). Dice San Vicente Ferrer que es muy peligroso para el alma cristiana adherirse como a papa al que no lo es: «El papa legítimo es padre universal de los cristianos, y la Iglesia es madre. Además, prestando obediencia a uno que no es papa y tributándole honores papales, se quebranta el primer precepto de la primera tabla, en el cual se ordena: No adores a dios extranjero, ni ídolo, ni estatua, ni semejanza alguna del cielo. ¿Qué otra cosa es el falso papa sino un dios extranjero en este mundo, un ídolo, una estatua, una imagen ficticia de Cristo? Si existe el cisma, es necesario que haya cismáticos, que no son precisamente los que obedecen al papa verdadero, sino los que obedecen al falso cual si fuera legítimo. La ignorancia no excusa a los cismáticos, porque, según San Pablo: Si alguno lo desconoce, será él desconocido. Con todo, hay que notar que en este género de ignorancia no todos pecan del mismo modo. Cuanto más excelentes son los hombres en ciencia o en algún oficio o grado, tanto mayor es su pecado de ignorancia […] Ya quienes incumbe predicar de oficio están obligados a informar pública y solemnemente al pueblo cristiano de la verdad del sumo pontífice y de la Iglesia romana. A éstos se les dice en San Mateo: Lo que yo os digo en la oscuridad decidlo a la luz, y lo que os digo al oído, predicadlo sobre los tejados.»[21]

Hay una enemistad, puesta por Dios mismo entre la mujer y la serpiente, entre los hijos de Una y otra (Gen. 3,15). No cabe el diálogo ni las negociaciones entre ambos. El diálogo de nuestra madre carnal Eva con la serpiente fue fatal para la humanidad. En cuanto se discierne su «cola serpentina» hay que «poner mucho rostro», «haciendo el opposito (sic) per diametrum» (22). No hay tres banderas sino dos y entre ellas no hay relaciones.

        En cambio Mons. Lefebvre escribió explicando su ruptura del acuerdo firmado «con verdadera satisfacción»: «Aunque nosotros nunca hayamos querido romper las relaciones con la Roma Conciliar… [23]. Por lo dicho la posición actual de Mons. Lefebvre y su Fraternidad (nos duele y nos ha costado meses el decirlo) es una tentación sutil y peligrosísima que ha enervado no ya a la masa, sino a la levadura que debía fermentarla, a esa minoría fiel a la Tradición, pequeña grey que se ha vuelto pequeñísima, humanamente despreciable. Y bien, siguiendo los consejos ignacianos decimos, violentando nuestro afecto sensible, que no queremos diálogo con él, ni sus obispos, ni su Fraternidad. Antes de agradar a los hombres hay que obedecer a Dios y el primer amor está en decir la verdad.

       Esta posición parece dura pero se acompaña de un gran afecto sobrenatural a quien amamos y seguimos durante tantos años de tantas pruebas para la fe.

         Revista «Roma» N° 107, Diciembre de 1988 Pg. 01

Esto lo escribió el ingeniero Gorostiaga en 1988. Él era un valeroso predicador del conclavismo y de la elección del papa para acabar con la vacancia de la sede de pedro. (Nota del administrador del blog catolicosalerta.ar)

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ÍNDICE DEL N° 107

[1] Ver ROMA 97, p. 42.

[2] 2.- Severo Gómez Jurado, S.J., La consagración, Ed. Fray Jodoco Ricke, Quito, Ecuador, 1973, pp. 9-10 y 17-18.

[3] En Ecóne, 19 de junio de 1988. En Jesús Christus, Dossier especial, p. IX. de la Fraternidad San Pío X.

[4] Credidimus Caritati, de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, Seminaio de La Reja, año IV, nº 18, julio 1988, p. 5.

[5]  Satis Cognitum, Encíclicas Pontificias, IV edic., tomo I, p. 55, edit. Guadalupe, Buenos Aires, 1963.

[6] Jesús Christus, Dossier especial, p. I.

[7] Director de Sub tuum praesidium, 34 rué de la Californio, 37.000 Tours, Francia.

[8] Jesus Christus, Dossier especial, pp. II-III.

[9] Jesus Christus, Dossier especial, p. IV.

[10] Jesús Christus, Dossier especial, p. V-VI. 

[11] Véase en ROMA 106 «Itinerario ecuménico de Juan Pablo II», algunos de sus dichos y hechos públicos en esos «viajes apostólicos».

[12] Dossier especial, p. VII. 

[13]  Subrayado en el original.

[14] Dossier especial, pp. X y XI.

[15] Dossier especial, pp. VII-VIII.

[16] Dossier especial, p. VIII.

[17] Jesus Christus, Dossier especial, p. IX.

[18] Credimus Caritati, íbld., p. 15.

[19] En «Así muere la fe», ROMA nº 106, pp. 27-28. 

]20] Homero Johas, «Renuncia tácita al Sumo Pontificado «ab ipso jure admissa»», ROMA nº 96. Véase también del mismo autor: «Pérdida de la jurisdicción papal» y «La jurisdicción en época de herejía papal», ROMA nº 103; y «La doctrina de la Iglesia sobre la pérdida del Sumo Pontificado por herejía pública», ROMA nº 104.

[21] Véase «Tratado del cisma moderno», ROMA nº 98, p. 21.

[22] San Ignacio, Reglas de discreción de espíritus.

[23] Ecóne, 19-VI-88, en Dossier especial, p. IX.


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