lunes, 4 de octubre de 2021

EL DISCERNIMIENTO: ¿Qué es el discernimiento? PARTE N°2



¿Qué es el discernimiento? 

La palabra "discernir" viene del latín discernere y significa "distinguir". Sus componentes léxicos son: el prefijo dis - (divergencia, separación múltiple) y cernere (distinguir, en origen cribar).

La palabra discernimiento designa la capacidad y el efecto de distinguir con el raciocinio bien las cosas.

Entonces, discernir significa separar los componentes de algo para elegir lo mejor: discernimos lo bueno de lo malo, para quedamos con lo bueno, como nos indica san Pablo: "Examínenlo todo, para retener lo bueno; absténganse de toda especie de mal" (1 Tes 5, 21-22).

Pero discernimos también entre cosas buenas, para retener lo que Dios quiere de nosotros: por ejemplo, un joven deberá discernir el rumbo que dará a su vida. Quizás tenga por delante varias posibilidades, todas buenas. ¿Cuál es la voluntad de Dios para él? o en otras palabras ¿qué es lo más ciertamente óptimo o conveniente para él? que viene a ser lo mismo. O una dueña de casa, que es invitada por su párroco para que se responsabilice de una actividad parroquial, deberá pedir luces de Dios para discernir cuál es su voluntad. Esta nueva responsabilidad fuera de su casa, ¿estorbará quizás los deberes para con su marido e hijos?

En el lenguaje del discernimiento, la constatación de un llamado a lo que quiere la voluntad de Dios se atribuye al "espíritu bueno". Es una moción de Dios Espíritu Santo, una acción de Él en nosotros. También podemos hablar del "ángel bueno". 

La experiencia de una atracción o impulso que es contrario a la voluntad de Dios, se llama "espíritu malo", "ángel malo" o simplemente "demonio", aunque la atracción sea hacia algo aparentemente óptimo, si se considera en sí mismo. Por ejemplo: hacer más oración, dedicarse al apostolado, dar todos los bienes a los pobres, partir a lejanas tierras para evangelizar... Todas estas acciones son excelentes en sí mismas, pero si no son lo que Dios me pide a mí en las circunstancias concretas de mi vida, debo deducir que no son sugeridas por el espíritu bueno, sino por un espíritu malo; en último término, por el demonio, que es el "padre de la mentira".

Jesucristo nos dice que hemos de andar en la luz; y que para ver la luz debemos tener "bueno" el ojo. Con el ojo bueno "todo el cuerpo" está rodeado de luz y sabemos dónde pisar; cuando está "malo" el ojo, estamos rodeados de tinieblas y no vemos el camino.

Pero puede suceder que "la luz que nos rodea sea en realidad tinieblas" para nosotros. Entonces estamos engañados por apariencias de bien (véase Lc 11, 33-36).

Discernir los espíritus (mociones o impulsos) nos hace saber si una cosa viene de Dios, del espíritu humano o del enemigo, debe ser un don muy puro y estar despojado de toda idea personal premeditada o influenciada por cualquier situación o idea y su eficacia depende de tan unidos estemos a Dios.

Por esto escribe san Juan: "Amados hermanos, no confíen en todo espíritu, sino prueben los espíritus para ver si son de Dios" (1 Jn 4, 1). Esto es discernir.


Características de este estudio

En este estudio hemos reunido varios escritos de algunos expertos sobre el discernimiento. Sin embargo hemos seguido con mayor cercanía la obra de Scaramelli que es uno de los más reconocidos.

P. Giovanni Battista Scaramelli sj (1687-1752), ha recogido de las Escrituras los rasgos del ángel bueno y los rasgos de la acción del maligno. La ordenación de estos rasgos ofrece una caracterización que es fácil de emplear para ejercer en sí mismo y en los demás el discernimiento de espíritus.

Para acabar este trabajo hemos terminado con una aplicación práctica tomada de las mismas reglas de san Ignacio. Ahí se hacen aprovechables los tesoros de sabiduría cristiana contenidos en el libro de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio, teniendo presente que la "ciencia" y "arte" del discernimiento no sustituye la luz de Dios. Siempre será necesario pedir esa luz para usar acertadamente las reglas de discernimiento. Pero el uso de estas reglas es orientador para el cristiano y para toda persona sensata que lo busca para sí y para el que aconseja o acompaña a otros.

Esta ciencia y arte de discernimiento es también una disposición, de nuestra parte, para que Dios Espíritu Santo actúe en nosotros con la gracia del discernimiento (Ver Dones del Espíritu Santo y sus frutos). En este caso, pasamos más allá de un método, o lo que parece un reconocimiento infuso de lo que viene de Dios, de lo que viene del maligno y de lo que viene por engaño de nosotros mismos.

Pero ese reconocimiento es directo e infalible porque es Dios mismo quien nos comunica su luz; es Dios mismo quien nos guía a través de su Espíritu, el Espíritu Santo que "guía hacia toda la verdad " (Jn 16,13). En esta parte ya no hay reglas ni indicaciones; pero el cristiano puede hacerse disponible para estar dispuesto a recibir esta gracia. La mejor preparación es el deseo y la oración para acertar siempre en la voluntad de Dios.


Continúa en la PARTE N°3...

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