Por Pacomio
Todo es dios, menos Dios
Gilbert Chesterton, en su libro Ortodoxia, decía que sólo existen dos religiones, y por ende dos cosmovisiones: cristianismo (creación) y panteísmo (emanación). No hay más. Lo demás son sólo variadas emulaciones o desvirtuaciones de ambas. Por cierto, la plasmación más actual de panteísmo es el ecologismo.
“Si Dios es infinito, y por lo tanto ilimitado, no es posible que nada se encuentre fuera de su Ser, y por ello formamos parte de Él y en tanto es así, somos Él mismo”.
Para el panteísta la Creación no es más que un juego divino, en el que los seres y las cosas tienen que evolucionar (proceso de cambio progresivo y continuo) hasta volver a su pureza esencial, que es Dios. Algo así como una ola que por un momento se separa de la gran masa de agua del océano, para luego retornar a ella.
En el panteísmo, entonces, y yendo hasta la última consecuencia, una hormiga, un ángel, la basura, la paz, una obra de arte, un asesino, un delito, el amor, etc., todo es parte del mismo y único Dios en que todo es sólo un modo más de cómo se expresa.
De esto se trata el panteísmo. Es muy importante saberlo refutar, ya que está muy en boga y genera una buena porción de la confusión reinante a través de la Nueva Era y el Orientalismo que ha inundado Occidente, y que ha ocasionado que muchos cristianos, poco interesados en formarse en su religión, han terminado apostatando de ella por caer en la red del panteísmo y de su sincretismo, error ya enfrentado y derrotado por los primeros cristianos, en relación a los gnósticos.
El centro de la cuestión está en el sofisma que arriba inicialmente señalamos. Recordemos: “Todo es Dios puesto que es infinito y nada puede estar aparte o fuera de Él”. Lo cierto es que es un sofisma muy corriente y muy poco refutado ante el gran público. ¿Dónde está el error de esta afirmación? En el modo de entender la infinitud de Dios.
Dos cosas de diferente naturaleza pueden coexistir en su infinidad, es decir, existir como cosa al mismo tiempo que otra, sin anularse la una a la otra, ¿no es verdad? Por ejemplo: los números, y el amor. Ambos son infinitos cada uno en sí mismo, pero no son lo mismo, ni forman parte uno del otro. Así como algo externo a ellos, pongamos por ejemplo el color verde, tampoco forma parte de ninguna de estas dos infinidades.
El punto entonces está en qué es lo infinito en Dios. Dios no es infinitamente físico, y por lo tanto, nosotros no formamos parte de “su materia”. Dios es infinito en su naturaleza divina, y nosotros tenemos naturaleza humana. También debemos ver la infinitud en sus virtudes: es infinitamente amoroso, infinitamente poderoso, infinitamente justo, infinitamente creativo, infinitamente perfecto, etc.
Por esta razón nuestras virtudes participan de la suya, pero nuestro ser no participa del suyo como “partículas” de su propio cuerpo, por la gran diferencia evidente entre lo divino y lo humano.
La verdadera forma de pensar en esto es ver a Dios como Creador preexistente y distinto al mundo y no como Emanador de este. De esta forma, nosotros poseemos materia y espíritu que Él nos ha dado, pero que no forman parte de Su Ser. Creer eso sería equivalente a pensar que un artista pone su sangre, o su carne en la obra que crea.
El ejemplo de la madre también es válido para mostrar cómo ella puede dar materia y vida a su hijo, e incluso contenerlo dentro de su vientre, pero el nuevo ser es independiente de ella, estando dentro y estando afuera, lo que significa que no son uno y el mismo, sino que son dos.
El sabio Leibniz afirmó: «cada uno de nosotros existe, distinto de los demás»
Hasta aquí vimos sucintamente la idea base del panteísmo. Por supuesto que sus consecuencias y ramificaciones son muy amplias. Pero he aquí el pilar fundamental en que se apoya todo un sistema que, por ver su raíz corrompida por el sofisma, tiene toda su medida estropeada por el error.
El panteísmo al identificar al verdadero Dios, absoluto e infinito, con las cosas esencialmente contingentes y limitadas, va contra el principio de no contradicción, sin el cual no podemos pensar ni concebir nada. En efecto, ningún ser puede ser contradictorio sobre sí mismo, sería como afirmarse y negarse al mismo tiempo.
El "dios" del panteísmo es un dios base de la materia, substrato impersonal, amoral; un dios sin nombre propio, sin rostro propio, sin naturaleza propia, sin vida propia, es tan sólo la suma de todo lo que fue, es y será en este universo.
«Todo es dios, menos Dios mismo» (Juan Opazo)
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