Por Sofronio y Pacomio
En este breve estudio analizaremos el dogma de la predestinación humana a la vida sobrenatural gracias a la redención de nuestro Señor Jesucristo. La predestinación es en el saber de Dios el plan de la conducción de este hombre o de este ángel a su fin último como ser y criatura. Y este plan, a la vez pre-visto, ordenado y querido por Dios, es el que desde toda la eternidad de Dios determina los medios eficaces que conducirán a este hombre o a este ángel a su fin último sobrenatural.
Vamos a tratar, pues, de un dogma de fe definida y de artículos relacionados, cuya negación supondría una herejía.
Nota: Tienen el supremo grado de certeza - las verdades reveladas inmediatamente. El asenso de fe que a ellas se presta radica en la autoridad misma del Dios revelador (fides divina) y cuando la Iglesia garantiza con su proclamación que se hallan contenidas en la revelación (Escritura y Tradición), entonces dichas verdades se apoyan también en la autoridad del magisterio infalible de la Iglesia (fides catholica). Cuando son propuestas por medio de una definición solemne del Papa o de un concilio universal, entonces son verdades de fe definida (de fide definita).
Oposiciones al dogma.
Niegan el dogma de la predestinación, y otros, los pelagianos que buscan la razón de la predestinación solamente en el esfuerzo personal y en las buenas obras naturales del hombre, evidentemente cometen un error de juicio sobre la naturaleza del cielo, morada en que los ángeles, los santos y los bienaventurados gozan de la presencia de Dios que es un destino totalmente sobrenatural [imposible de acceder al hombre por naturaleza] . Puesto que lo pelagianos ponen toda la obra de la salvación en una base puramente natural (ver naturalismo), ven la predestinación en particular no como una gracia especial divina y mucho menos como la gracia suprema, sino como un premio por un mérito exclusivamente natural. Herejía extendida como una plaga entre los “católicos modernos" de hoy.
La niegan también los semipelagianos, que desprecian también la gratuidad y el carácter estrictamente sobrenatural de la felicidad eterna, puesto que atribuyen el principio de la fe [como acto y hábito] y la perseverancia final al ejercicio de la disposición y los dones naturales del hombre y no a la iniciativa de providencia o prevención de la gracia de Dios. Herejía muy común entre los “católicos” practicantes.
Pero no son menos graves los errores que caen en un segundo grupo de errores haciendo a Dios el único responsable de todo y anulando la libre cooperación de la voluntad para obtener la felicidad eterna. Esto es lo que hacen los que defienden el predestinacionismo, incorporado en su forma más pura al calvinismo y al jansenismo.
Explicación del dogma
El proceso de la predestinación consiste en los siguientes cinco pasos:
(a) la primera gracia de la vocación, especialmente la fe [creer en la doctrina de la fe y aceptarla íntegramente] como el principio, fundamento y raíz de la justificación [es la transformación del pecador del estado de iniquidad al estado de santidad y filiación de Dios];
(b) unas ciertas gracias adicionales, gracias actuales, para lograr con éxito la justificación;
(c) la justificación en si misma como principio del estado de gracia y caridad [amor sobrenatural];
(d) la perseverancia final o al menos la gracia de una feliz muerte;
(e) por fin, la admisión a la felicidad eterna.
Seguiremos, pues, el siguiente esquema, dedicando a cada capítulo un artículo:
- La Doctrina de la Predestinación en la Suma Teológica: Santo Tomás de Aquino
- Historia del dogma de la Predestinación. Patrología
- Magisterio de la Iglesia católica. Denzinger
- La síntesis tomista de la Predestinación: por Garrigou Lagrange
- Definición y razones de la Predestinación de S. Tomás: por Garrigou Lagranje.
- ¿Por qué razón Dios ha predestinado a éste y no a aquél?: por Garrigou Lagrange.
- El grandísimo riesgo del molinismo: Por H. Echevarría y otros.
- ¿Hay algún modo infalible de obtener la perseverancia final? Por Royo Marin.
Comencemos, pues, exponiendo la doctrina segurísima de Santo Tomás de Aquino, Doctor Común, esparcida en varios textos, de los que les presentamos los que nos han parecido más claros.
La doctrina sobre la predestinación en la Suma Teólogica
Santo Tomás de Aquino: Sobre la Predestinación,
Suma Teológica I (parte), q (cuestión) 23 art (artículos) 1 y 7
Artículo 1
Utrum homines praedestinentur a Deo
|
¿Los hombres son predestinados por Dios?
|
Objeciones
S. Th. I, q.
23 a. 1 obi. 1
Ad primum sic proceditur.
Videtur quod homines non praedestinentur a Deo. Dicit enim Damascenus,
in II libro, oportet cognoscere quod omnia quidem
praecognoscit Deus, non autem omnia praedeterminat. Praecognoscit enim ea
quae in nobis sunt; non autem praedeterminat ea. Sed merita et demerita
humana sunt in nobis, inquantum sumus nostrorum actuum domini per liberum
arbitrium. Ea ergo quae pertinent ad meritum vel demeritum, non
praedestinantur a Deo. Et sic hominum praedestinatio tollitur. |
1º Parece que los hombres no son predestinados por Dios:
porque dice San Juan Damasceno Orth. Fid. l.2, c.30 Es
necesario reconocer que Dios conoce de antemano todas las cosas; pero no las
predetermina todas. Conoce de antemano cuanto hay en nosotros, mas no lo
predetermina. Es así que nuestros méritos y deméritos son obra nuestra, pues
que en virtud del libre albedrío somos dueños de nuestros actos. Luego lo que
se refiere a merecer o desmerecer, no está predestinado por Dios; y por
consiguiente no hay predestinación de los hombres. |
S. Th. I, q.
23 a. 1 obi. 2
Praeterea, omnes creaturae
ordinantur ad suos fines per divinam providentiam, ut supra dictum est. Sed
aliae creaturae non dicuntur praedestinari a Deo. Ergo
nec homines. |
2º La Providencia ordena todas las criaturas a sus
respectivos fines, como ya dicho S.Th.I, q.22, a. 1 y 2: pero
no se dice que las otras criaturas sean predestinadas por Dios. Luego los
hombres: tampoco. |
S. Th. I, q.
23 a. 1 obi. 3
Praeterea, Angeli sunt
capaces beatitudinis, sicut et homines. Sed Angelis non competit
praedestinari, ut videtur, cum in eis nunquam fuerit miseria; praedestinatio
autem est propositum miserendi, ut dicit Augustinus. Ergo homines non praedestinantur. |
3º Los ángeles son capaces de bienaventuranza, así como los
hombres: pero los ángeles no parece que sean predestinados, porque en ellos
nunca hubo miseria; y la predestinación es un propósito de compadecerse,
según San Agustín De praedest. Sanct. C.17; luego los hombres
no son predestinados. |
S. Th. I, q.
23 a. 1 obi. 4
Praeterea, beneficia
hominibus a Deo collata, per spiritum sanctum viris sanctis revelantur,
secundum illud apostoli, I Cor. II, nos autem non spiritum
huius mundi accepimus, sed spiritum qui ex Deo est, ut sciamus quae a Deo
donata sunt nobis. Si ergo homines praedestinarentur
a Deo, cum praedestinatio sit Dei beneficium, esset praedestinatis nota sua
praedestinatio. Quod
patet esse falsum. |
4º El Espíritu Santo revela a los Santos los beneficios
otorgados por Dios a los hombres, según estas palabras del Apóstol I
Cor. 2, 12: Nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo;
sino el espíritu, que es de Dios, para que conozcamos las cosas, que Dios nos
ha dado. Si pues los hombres fuesen predestinados por Dios; puesto que la
predestinación es un beneficio de esto, debería ser conocida de los mismos
predestinados: lo cual es notoriamente falso. |
Por el contrario
S. Th. I, q. 23 a. 1 s. c.
Sed contra est quod dicitur Rom. VIII, quos
praedestinavit, hos et vocavit. |
Por el contrario, está escrito Rom. 8, 30: A
los que predestinó, a ésos también llamó. |
Conclusión (Abad de Aparicio)
Conclusión.
Son predestinados los hombres por Dios, en cuanto preexiste en él la ordenación
de todos, y la razón del tránsito de la criatura racional al último fin.
Solución
S. Th. I, q. 23 a. 1 co.
Respondeo dicendum quod Deo conveniens est homines
praedestinare. Omnia enim divinae providentiae subiacent, ut supra ostensum
est. Ad providentiam
autem pertinet res in finem ordinare, ut dictum est. Finis autem ad quem res
creatae ordinantur a Deo, est duplex. Unus, qui excedit proportionem naturae
creatae et facultatem, et hic finis est vita aeterna, quae in divina visione
consistit, quae est supra naturam cuiuslibet creaturae, ut supra habitum est.
Alius autem finis est naturae creatae proportionatus, quem scilicet res
creata potest attingere secundum virtutem suae naturae. Ad illud autem ad
quod non potest aliquid virtute suae naturae pervenire, oportet quod ab alio
transmittatur; sicut sagitta a sagittante mittitur ad signum. Unde, proprie
loquendo, rationalis creatura, quae est capax vitae aeternae, perducitur in
ipsam quasi a Deo transmissa. Cuius quidem transmissionis ratio in Deo
praeexistit; sicut et in eo est ratio ordinis omnium in finem, quam diximus
esse providentiam. Ratio autem alicuius fiendi in mente actoris existens, est
quaedam praeexistentia rei fiendae in eo. Unde ratio praedictae
transmissionis creaturae rationalis in finem vitae aeternae, praedestinatio
nominatur, nam destinare est mittere. Et sic patet quod praedestinatio,
quantum ad obiecta, est quaedam pars providentiae. |
Responderemos que es propio de Dios predestinar a los
hombres: porque, como queda demostrado S.Th.I, q.22, a.10,
todos los seres están sometidos a la providencia divina, y a ésta pertenece
ordenar los seres a su fin S.Th.I, q.23, a.1 y 2. Mas hay dos
clases de fin, al que se ordenan los seres creados: uno, que excede la
proporción y facultades naturales de la criatura, y éste es la vida eterna,
que consiste en la visión de Dios, y que está sobre toda naturaleza creada,
como se ha expuesto S.Th.I, q.12, a.4; y el otro fin es
proporcionado a la naturaleza creada, el cual los seres creados pueden
obtener por medio de sus facultades naturales. Cuando un ser no puede llegar
a su fin por sus medios naturales, es necesario que sea llevado hacia dicho
fin por otro ser, como la flecha es dirigida a su blanco por el que la
dispara. Luego, propiamente hablando, la criatura racional, que es capaz de
obtener la vida eterna, es conducida a ella como transportada por Dios: y la
razón de esta transmisión preexiste en Dios, del mismo modo que la razón del
orden de todos los seres a su fin, que ya hemos dicho ser la providencia. Mas
la razón de haber de hacerse algo, que existe en la mente del agente, es
cierta preexistencia del ser mismo en el autor. Por este motivo la razón de
la antedicha transmisión de la criatura racional al fin de la vida eterna
recibe el nombre de predestinación, puesto que destinar es enviar. Con esto
aparece evidente que la predestinación, considerada bajo el punto de vista de
su objeto, es como una parte de la providencia. |
Respuesta a las objeciones
S. Th. I, q.
23 a. 1 ad 1
Ad primum ergo dicendum
quod Damascenus nominat praedeterminationem impositionem necessitatis;
sicut est in rebus naturalibus, quae sunt praedeterminatae ad unum. Quod
patet ex eo quod subdit, non enim vult malitiam, neque compellit virtutem.
Unde praedestinatio non excluditur. |
Al argumento 1º diremos, que San Juan Damasceno llama
predestinación a la imposición de la necesidad, cual la tienen las cosas
naturales predeterminadas a un destino fijo, según claramente se comprueba
por lo que a continuación añade: pues no quiere la malicia, ni compele a
la virtud; lo cual, como se ve, no excluye la predestinación. |
S. Th. I, q.
23 a. 1 ad 2
Ad secundum dicendum quod
creaturae irrationales non sunt capaces illius finis qui facultatem humanae
naturae excedit. Unde non proprie dicuntur praedestinari, etsi aliquando
abusive praedestinatio nominetur respectu cuiuscumque alterius finis. |
Al 2º que las criaturas irracionales no son capaces de aquel
fin, que excede las facultades naturales del hombre; por cuya razón no se
dice propiamente que sean predestinadas, por más que alguna vez por abuso se
aplica la palabra predestinación relativamente a otro fin cualquiera. |
S. Th. I, q.
23 a. 1 ad 3
Ad tertium dicendum quod
praedestinari convenit Angelis, sicut et hominibus, licet nunquam fuerint
miseri. Nam motus non accipit speciem a termino a quo, sed a termino ad quem,
nihil enim refert, quantum ad rationem dealbationis, utrum ille qui
dealbatur, fuerit niger aut pallidus vel rubeus. Et similiter nihil refert ad
rationem praedestinationis, utrum aliquis praedestinetur in vitam aeternam a
statu miseriae, vel non. Quamvis dici possit quod omnis
collatio boni supra debitum eius cui confertur, ad misericordiam pertineat,
ut supra dictum est. |
Al 3º que a los ángeles conviene el ser predestinados, lo
mismo que a los hombres, aunque aquéllos nunca hayan sido desgraciados;
puesto que el movimiento no se especifica según su punto de partida, sino por
el término, hacia el cual se dirige. Nada influye en el acto de blanquear,
que el que ha de ser blanqueado, haya sido antes negro, o pálido, o rojo.
Asimismo en nada afecta a la esencia de la predestinación que el predestinado
a la vida eterna pase a ella de la miseria o no. Esto no obstante, puede
decirse que toda concesión de un bien superior a lo que es debido a aquél, a
quien se confiere, es un efecto de la misericordia, conforme a lo dicho S.Th.I,
q.21, a. 3 y 4. |
S. Th. I, q.
23 a. 1 ad 4
Ad quartum dicendum quod,
etiam si aliquibus ex speciali privilegio sua praedestinatio reveletur, non
tamen convenit ut reveletur omnibus, quia sic illi qui non sunt
praedestinati, desperarent; et securitas in praedestinatis negligentiam
pareret. |
Al 4º que, si bien por un privilegio especial a algunos
hombres se les ha revelado su predestinación, no es conveniente que a todos
se les revele: porque así los que no están predestinados se desesperarían; en
tanto que los que tuvieran esa seguridad se harían negligentes. |
Artículo 7
Utrum numerus praedestinatorum sit certus
|
¿El número de los predestinados es cierto?
|
Objeciones
S. Th. I, q.
23 a. 7 obi. 1
Ad septimum sic
proceditur. Videtur quod numerus praedestinatorum non sit certus. Numerus
enim cui potest fieri additio, non est certus. Sed numero praedestinatorum
potest fieri additio, ut videtur, dicitur enim Deut. I, dominus
Deus noster addat ad hunc numerum multa millia; Glossa, idest
definitum apud Deum, qui novit qui sunt eius. Ergo
numerus praedestinatorum non est certus. |
1º Parece que el número de los predestinados no es cierto;
porque un número, que puede ser aumentado, no es cierto. Mas parece que se
puede aumentar el número de los predestinados, según estas palabras del
Deuteronomio Deut. 1,11: El Señor Dios nuestro añada a este
número muchos miles; y la glosa dice que el citado número
era el decretado por Dios, que conoce a los que son suyos. Luego el
número de los predestinados no es cierto. |
S. Th. I, q.
23 a. 7 obi. 2
Praeterea, non potest
assignari ratio quare magis in hoc numero quam in alio, Deus homines
praeordinet ad salutem. Sed nihil a Deo sine ratione disponitur.
Ergo non est certus numerus salvandorum praeordinatus a Deo. |
2º No se puede asignar la razón, porque Dios preordena a los
hombres a la salvación en un número más bien que en otro. Pero Dios nada
dispone sin razón. Luego no es cierto el número de los que han de salvarse,
preordenado por Dios. |
S. Th. I, q.
23 a. 7 obi. 3
Praeterea, operatio Dei est perfectior quam operatio
naturae. Sed in
operibus naturae bonum invenitur ut in pluribus, defectus autem et malum ut
in paucioribus. Si igitur a Deo institueretur numerus salvandorum, plures
essent salvandi quam damnandi. Cuius contrarium ostenditur Matt. VII,
ubi dicitur, lata et spatiosa est via quae ducit ad perditionem, et multi
sunt qui intrant per eam, angusta est porta, et arcta via, quae ducit ad vitam,
et pauci sunt qui inveniunt eam. Non ergo est
praeordinatus a Deo numerus salvandorum. |
3º La operación de Dios es más perfecta que la de la
naturaleza. Pero en las obras de la naturaleza el bien se encuentra en el
mayor número de seres, y los defectos y el mal en los menos. Si pues el
número de los que han de ser salvos está establecido por Dios, serán más los
que se salven que los que hayan de condenarse, lo cual es opuesto a estas
palabras de San Mateo Mat. 7,13: Ancha es la puerta y
espacioso el camino, que lleva a la perdición, y muchos son los que entran
por él; v.14 angosta es la puerta y estrecho el camino, que lleva a la
vida, y pocos son los que atinan con él. Luego no está predestinado por
Dios el número de los que han de salvarse. |
Por el contrario
S. Th. I, q. 23 a. 7 s. c.
Sed contra est quod Augustinus
dicit, in libro de correptione et gratia, certus est
praedestinatorum numerus, qui neque augeri potest, neque minui. |
Por el contrario, San Agustín dice Lib. De
corrept. et grat., c.13: El número de los predestinados es cierto,
y no puede aumentar ni disminuir. |
Conclusión (Abad de Aparicio)
Conclusión.
Debe decirse que el número de los predestinados es cierto para Dios, no sólo
formal, sino también materialmente; no así el de los réprobos.
Solución
S. Th. I, q. 23 a. 7 co.
Respondeo dicendum quod numerus praedestinatorum est certus.
Sed quidam dixerunt eum esse certum formaliter, sed non materialiter, ut puta
si diceremus certum esse quod centum vel mille salventur, non autem quod hi
vel illi. Sed hoc
tollit certitudinem praedestinationis, de qua iam diximus. Et ideo oportet
dicere quod numerus praedestinatorum sit certus Deo non solum formaliter, sed
etiam materialiter. Sed advertendum est quod numerus praedestinatorum certus
Deo dicitur, non solum ratione cognitionis, quia scilicet scit quot sunt
salvandi (sic enim Deo certus est etiam numerus guttarum pluviae, et arenae
maris); sed ratione electionis et definitionis cuiusdam. Ad cuius evidentiam,
est sciendum quod omne agens intendit facere aliquid finitum, ut ex
supradictis de infinito apparet. Quicumque autem intendit aliquam
determinatam mensuram in suo effectu, excogitat aliquem numerum in partibus
essentialibus eius, quae per se requiruntur ad perfectionem totius. Non enim
per se eligit aliquem numerum in his quae non principaliter requiruntur, sed
solum propter aliud, sed in tanto numero accipit huiusmodi, inquantum sunt
necessaria propter aliud. Sicut aedificator excogitat determinatam mensuram
domus, et etiam determinatum numerum mansionum quas vult facere in domo, et
determinatum numerum mensurarum parietis vel tecti, non autem eligit
determinatum numerum lapidum, sed accipit tot, quot sufficiunt ad explendam
tantam mensuram parietis. Sic igitur considerandum est in Deo, respectu totius
universitatis quae est eius effectus. Praeordinavit enim in qua mensura
deberet esse totum universum, et quis numerus esset conveniens essentialibus
partibus universi, quae scilicet habent aliquo modo ordinem ad perpetuitatem;
quot scilicet sphaerae, quot stellae, quot elementa, quot species rerum.
Individua vero corruptibilia non ordinantur ad bonum universi quasi
principaliter, sed quasi secundario, inquantum in eis salvatur bonum speciei.
Unde, licet Deus sciat numerum omnium individuorum, non tamen numerus vel
boum vel culicum, vel aliorum huiusmodi, est per se praeordinatus a Deo, sed
tot ex huiusmodi divina providentia produxit, quot sufficiunt ad specierum
conservationem. Inter omnes autem creaturas, principalius ordinantur ad bonum
universi creaturae rationales, quae, inquantum huiusmodi, incorruptibiles
sunt; et potissime illae quae beatitudinem consequuntur, quae immediatius
attingunt ultimum finem. Unde certus est Deo numerus praedestinatorum, non
solum per modum cognitionis, sed etiam per modum cuiusdam principalis
praefinitionis. Non sic autem omnino est de numero reproborum; qui videntur
esse praeordinati a Deo in bonum electorum, quibus omnia cooperantur in
bonum. De numero autem omnium praedestinatorum hominum, quis sit, dicunt
quidam quod tot ex hominibus salvabuntur, quot Angeli ceciderunt. Quidam
vero, quod tot salvabuntur, quot Angeli remanserunt. Quidam vero, quod tot ex
hominibus salvabuntur, quot Angeli ceciderunt, et insuper tot, quot fuerunt
Angeli creati. Sed melius dicitur quod soli Deo est
cognitus numerus electorum in superna felicitate locandus. |
Responderemos, que el número de los predestinados es cierto.
Algunos dijeron que lo era formal, mas no materialmente; es decir, que era
cierto que habría ciento, mil, que se salvarían, mas no que fuesen éstos o
aquéllos. Mas esto destruye la certeza de la predestinación, que ya dejamos
establecida S.Th.I, q.23, a.6. Debe por tanto decirse que para
Dios el número de los predestinados es cierto, no sólo formal sino aun
materialmente. Es de advertir sin embargo que este número es cierto para
Dios, no solamente bajo el concepto del conocimiento, es decir, porque sabe
cuántos han de salvarse, pues de este modo es también conocido por él el
número de gotas de agua en la lluvia, y el de granos de arena, que hay en el
mar; sino en razón de la elección y determinación individual de cada uno.
Para demostrarlo, es preciso saber que todo agente tiende a producir alguna
cosa finita, como se ha dicho S.Th.I, q.7, a.2 y 3, tratando
del infinito. Cualquiera que intenta dar a su efecto una medida determinada,
excogita el número de partes esenciales, que por sí requiere la perfección
del todo. Porque respecto a las partes, que no son esenciales, no elige un
número determinado por sí, sino únicamente por razón de otra cosa; si bien
toma tantas, cuantas son necesarias por razón de esa otra cosa. Así el
arquitecto fija las dimensiones determinadas de la casa, y aun el número de
habitaciones, que quiere hacer en ella, y las dimensiones determinadas de las
paredes y el techo; pero en cuanto al número de piedras, que necesitará, no
lo determina, y emplea tantas, como basten, para construir los muros, cuyas
dimensiones ha fijado. Esta misma consideración puede aplicarse a Dios
respecto al conjunto del universo, que es su obra. Ha determinado
anticipadamente, cuál sería la medida total del universo; el número
conveniente de sus partes esenciales, es decir, el número de partes, que de
algún modo se relacionan con su estabilidad; y por consiguiente ha fijado el
número de esferas, de estrellas, de elementos y de especies de las cosas. En
cuanto a los individuos sujetos a la corrupción, no contribuyen
principalmente al bien del universo y sólo se refieren a él de un modo como
secundario para la conservación con ellos del bien de las especies. Por
consiguiente, aunque Dios sabe el número de todos los individuos, no por esto
ha sido prefijado per se por Dios el número de bueyes, de mosquitos o de
otros seres; sino que su providencia produce tantos, cuantos son suficientes
para la conservación de las especies. Entre todas las criaturas las
racionales se ordenan más directamente al bien del universo, pues en tal
concepto son incorruptibles; y muy especialmente las que consiguen la eterna
felicidad, y que por lo mismo tocan más inmediatamente al último fin. De
donde se deduce que es cierto para Dios el número de los predestinados, no
sólo por un modo de conocimiento, sino también por modo de cierta
predeterminación especial. No puede decirse absolutamente lo mismo del número
de los réprobos, que parecen haber sido preordenados por Dios en bien de los
elegidos, para los cuales todo coopera al bien Rom. 8,28. En
cuanto a fijar, cuál será el número de todos los hombres predestinados, dicen
algunos que se salvarán tantos hombres, como ángeles cayeron: otros que serán
tanto, cuantos son los ángeles fieles; y otros en fin que este número será
igual a de los ángeles caídos aumentado con el de todos los ángeles creados.
Pero es mejor decir con la Iglesia que sólo Dios sabe el número de los elegidos,
que han de ser colocados en la felicidad suprema. |
Respuesta a las objeciones
S. Th. I, q.
23 a. 7 ad 1
Ad primum ergo dicendum
quod verbum illud Deuteronomii est intelligendum de illis qui sunt praenotati
a Deo respectu praesentis iustitiae. Horum enim numerus et augetur et
minuitur, et non numerus praedestinatorum. |
Al argumento 1º diremos, que aquellas palabras del
Deuteronomio deben entenderse de los que Dios ha designado según la presente
justicia; cuyo número puede aumentarse o disminuirse, mas no el de los
predestinados. |
S. Th. I, q.
23 a. 7 ad 2
Ad secundum dicendum quod ratio quantitatis alicuius partis,
accipienda est ex proportione illius partis ad totum. Sic enim est apud Deum ratio quare
tot stellas fecerit, vel tot rerum species, et quare tot praedestinavit, ex
proportione partium principalium ad bonum universi. |
Al 2º que la razón de la cantidad de alguna parte debe
tomarse de la proporción de esa parte con el todo. Así la razón por qué Dios
ha creado tal número de estrellas, o de especies de cosas, y predestinado
tantos hombres, se ha de tomar de la proporción de las partes principales con
el bien del universo. |
S. Th. I, q.
23 a. 7 ad 3
Ad tertium dicendum quod
bonum proportionatum communi statui naturae, accidit ut in pluribus; et
defectus ab hoc bono, ut in paucioribus. Sed bonum quod excedit communem
statum naturae, invenitur ut in paucioribus; et defectus ab hoc bono, ut in
pluribus. Sicut patet quod plures homines sunt qui habent sufficientem
scientiam ad regimen vitae suae, pauciores autem qui hac scientia carent, qui
moriones vel stulti dicuntur, sed paucissimi sunt, respectu aliorum, qui
attingunt ad habendam profundam scientiam intelligibilium rerum. Cum igitur
beatitudo aeterna, in visione Dei consistens, excedat communem statum naturae,
et praecipue secundum quod est gratia destituta per corruptionem originalis
peccati, pauciores sunt qui salvantur. Et in hoc etiam maxime misericordia
Dei apparet, quod aliquos in illam salutem erigit, a qua plurimi deficiunt
secundum communem cursum et inclinationem naturae. |
Al 3º que el bien proporcionado al estado común de la
naturaleza se realiza con el mayor número de seres, y no en el menor; mas no
es lo mismo respecto del bien superior al estado común de la naturaleza, el
cual se halla en el menor número, y falta en el mayor; así el mayor número de
hombres tiene la ciencia suficiente para el régimen de su vida, y muy pocos
son los que carecen de ella, los cuales son llamados fatuos o idiotas; pero
poquísimos en comparación con los demás los que llegan a tener una ciencia
profunda de las cosas inteligibles. Luego, como la beatitud eterna, que
consiste en la visión de Dios, excede al estado común de la naturaleza, y más
particularmente después que ha sido privada de la gracia por la corrupción del
pecado original; dedúcese que son en menor número los que se salvan: y aun en
éstos resplandece grandemente la misericordia de Dios, porque conduce a
algunos a la salvación eterna, de la cual muchos se desvían según el curso
común y la propensión de la naturaleza. |
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