Con esta publicación iremos dando a conocer los pormenores de una aparición de Nuestra Señora efectuada en el siglo XVI, en Quito, Ecuador, aparición que se mantuvo oculta por milagro de Dios, y que debía darse a conocer en el siglo XX a todos los católicos del mundo, se trata de los Mensajes de Nuestra Señora del Buen Suceso, los anuncios y profecías de esta aparición son específicamente para nuestro tiempo, como consecuencia, ayudan a saber lo que está pasando en los acontecimientos que actualmente vive la Iglesia y el mundo; sus profecías son un verdadero consuelo para los fieles creyentes de esta época tan agredidos por Satanás al no tener un buen Pastor que las proteja y guíe durante la apostasía y la persecución. Según la opinión de muchos expertos su contenido tiene mucho que ver con el verdadero Tercer Secreto de Fátima que aún se mantiene oculto por defección de la Iglesia Cismática del Vaticano II, pero que Nuestra Señora del Buen Suceso previó el que lo conociéramos a pesar de la incredulidad, cobardía y desobediencia de la Jerarquía de la Iglesia.
El editor
Presentación
El presente relato está basado en el libro “Vida Admirable de la Madre Mariana de Jesús Torres y Berriochoa”, escrito en 1790 por el Padre Manuel de Sousa Pereira, OFM, cuya primera edición en español la publicó, el año 2008, la Fundación Jesús de la Misericordia de Quito, Ecuador.
El Padre Sousa escribió su obra a partir de la lectura de la biografía de la Madre Mariana escrita por el franciscano español Padre Bartolomé Ochoa de Alacano y Gamboa, quien vivió y murió en el Convento de San Francisco de Quito.
El Padre Sousa también leyó las biografías escritas por sus Directores Espirituales, los Padres Fray Francisco Anguita y Fray Francisco Pérez, y la autobiografía que la Madre Mariana escribió, en el ocaso de su vida, por orden del Obispo Pedro de Oviedo, que se hallan todas consignadas en un grueso volumen llamado el “Cuadernón”, actualmente oculto y extraviado en los muros del Monasterio de la Inmaculada Concepción de Quito.
Directores Espirituales, Confesores y
Biógrafos de la Madre Mariana
Directores Espirituales:
Fray Juan de la Madre de Dios Mendoza
Fray Francisco Anguita
Padre Ángel Francisco Pérez
Venerable Padre Jerónimo Tamayo
Asistieron su muerte:
Fray Juan de la Madre de Dios Mendoza
Fray Francisco Anguita
Escribieron “Cuadernón”:
Fray Francisco Anguita
Padre Ángel Francisco Pérez
La Fundación del Monasterio
El mismo año de la fundación de la ciudad de San Francisco de Quito, 1534, se asentaron las primeras comunidades religiosas: Franciscanos y Mercedarios, y años después, los Dominicos, Agustinos y Jesuitas.
En el año 1556, las piadosas matronas de la ciudad, llevadas por su amor a la Virgen María y sabiendo que en España existía la Orden de Monjas de la Inmaculada Concepción de María Santísima, comenzaron a pedir a las autoridades civiles y eclesiásticas de Quito la fundación de un Monasterio de dicha Orden.
La Orden de la Inmaculada Concepción había sido fundada en 1484, en Portugal, por Santa Beatriz de Silva, a pedido expreso de la Virgen María, quien le dijo: "Beatriz: quiero que fundes una nueva Orden en honor de mi Inmaculada Concepción, vistiendo hábito blanco y manto azul como llevo Yo".
Las autoridades vieron la conveniencia de fundar un Monasterio donde pudieran recogerse a la vida espiritual doncellas pobres, mestizas y españolas, hijas de conquistadores. Éste sería el primer Monasterio de la Real Audiencia de Quito, creada un año antes por el Rey de España. La Audiencia era una provincia que, junto a otras, era gobernada por un Virrey.
El 12 de octubre de 1575, el Ayuntamiento de Quito aprobó la compra de dos casas que ocupaban una cuadra entera, cuya esquina daba a la Plaza Mayor, para la Fundación del Monasterio de la Orden de la Inmaculada Concepción, sujeta bajo la Orden Franciscana con mucha razón, pues el Franciscano Juan Duns Scoto fue el primer teólogo que demostró fehacientemente el Dogma de la Concepción de María sin pecado original.
El mismo día el Padre Provincial Franciscano, Fray Antonio Jurado, tomó posesión de las dos casas, puso una Cruz y una campana, y se pidió formalmente al Rey de España el envío de Monjas concepcionistas para la Fundación. Año y medio duraron los trabajos de adaptación de las casas para el Monasterio.
Su Majestad Católica Felipe II accedió a la petición en 1576, y más tarde escogió a cinco Monjas del Monasterio Franciscano Concepcionista de Galicia para la Fundación, figurando a la cabeza la Madre María de Jesús Taboada, prima del propio Rey.
En 1576 el grupo de fundadoras emprendió el viaje por mar hacia el lejano continente descubierto tan sólo ochenta y cuatro años antes. Junto con las cinco fundadoras, venía una niña, la sobrina de la Madre María de Jesús Taboada, Mariana Francisca Torres y Berriochoa, de trece años. Esta niña, desde los nueve años, con motivo de su Primera Comunión, había tenido un éxtasis en el que la Virgen Santísima le anunció que estaba destinada para religiosa de la Inmaculada Concepción. Al saber que su tía partiría para una Fundación en tierras americanas, comprendió que Jesús la llamaba para esa Fundación lejana, pues durante la Comunión, Él le había dicho: “Deja tu Patria, la casa de tus padres, que el Rey del Cielo está enamorado de tu belleza”. Vanos fueron los desesperados intentos de sus padres para que se quedara en un convento concepcionista en España. Mariana Francisca amaba mucho a sus padres, pero amaba más a Jesús y quería cumplir Su Voluntad. Así empezó su aventura espiritual marcada por el heroísmo, que siempre atrae bendiciones incontables del Cielo.
En las ordenanzas de 1564 quedaron fijadas las fechas para la salida y el regreso de las flotas de España teniendo en cuenta las épocas más apropiadas para la navegación. Se dispuso que la flota con destino a la zona septentrional de América del Sur partiría durante el mes de agosto. Con distancias enormes, la travesía atlántica se prolongaba normalmente entre 50 y 70 días, y más tiempo aún para llegar a las costas del Pacífico. Aunque no tenemos documentación al respecto, es de suponer que el barco con las Fundadoras, siguió el camino común de la época, esto es, llegó a un puerto de lo que hoy es Panamá y los pasajeros realizaron el famoso “Paso del Istmo”, para luego embarcarse de nuevo en el Océano Pacífico. O tal vez, sin trasbordo alguno, pasaron al sur por el tormentoso Estrecho de Magallanes, también muy usado por los españoles. La ruta marítima por el Cabo de Hornos, aún más al sur, recién fue abierta en 1616.
El viaje por mar fue sorprendido por una tormenta terrible, que amenazaba naufragio. Estando en oración las Monjas sobre cubierta, Mariana Francisca de pronto dio un grito y se desmayó. Su tía siguió orando, y al terminar la oración la niña abrió los ojos. En ese instante, ella oyó un grito espantoso: “¡No permitiré la Fundación, no permitiré que progrese, no permitiré que se conserve hasta el fin de los tiempos, y en todo momento la perseguiré!”.
Más tarde, a solas, Mariana Francisca le confió a su tía que, al desmayarse, había tenido la visión de una serpiente gigantesca, con lengua bífida. También había visto a una deslumbrante Mujer con un Niño en un brazo. En el pecho de la Mujer había una Custodia con el Santísimo Sacramento. En el otro brazo la Mujer tenía una Cruz dorada que terminaba en punta de lanza. Ella había apoyado el extremo de la Cruz en el Santísimo Sacramento y en la mano del Niño, y con la punta de lanza había golpeado la cabeza de la serpiente, despedazándola. Fue el momento del horrendo grito que ella escuchó.
Con el tiempo, la Madre María de Jesús Taboada comprendió el significado de esta bíblica visión (Génesis 3, 15, “Enemistad pondré entre ti y la Mujer, y entre tu linaje y Su Linaje: Él te pisará la cabeza mientras acechas tú Su Talón") y se adoptó como la Medalla que en el pecho llevan las Concepcionistas de Quito.
Duro fue para las fundadoras españolas llegar a las costas de la Real Audiencia y darse cuenta que no había caballos para la subida a Quito, a 2810 m sobre el nivel del mar, siendo los de aquella época caminos difíciles y escabrosos. Finalmente entraron a Quito el 30 de Diciembre de 1576 y fueron recibidas con gran júbilo por las autoridades civiles, eclesiásticas y la gente piadosa de Quito. Las Monjas se alojaron en algunos sitios del Convento, aún en construcción. Muy pronto, varias damas de la ciudad empezaron a ser admitidas en la vida conventual.
El día 13 de enero de 1577, se fundó solemnemente el Real Monasterio de la Limpia Concepción de Quito, primer convento de Monjas de clausura en Ecuador y primero de la Inmaculada Concepción en América, bajo la dirección de los Frailes de San Francisco, quedando como Guardián del Monasterio el Venerable Padre Fray Antonio Jurado. La Madre María de Jesús Taboada se constituyó en la primera Priora del Monasterio. Para entonces habían cinco niñas postulantes, entre las cuales se encontraba Mariana Francisca, quienes fueron profesando a medida que cumplían la edad requerida. Los claustros del Monasterio quedaron adosados a una Iglesia con Coro alto y Coro bajo, cuya construcción definitiva se realizó entre los años 1625 y 1635.
LAS APARICIONES
La Visión del Día de su Profesión
Cuando cumplió 15 años, Mariana Francisca entró al año de prueba del Noviciado. El día 4 de octubre de 1579, profesó sus votos perpetuos, tomando el nombre de Madre Mariana de Jesús. El momento de su Profesión tuvo un éxtasis. Vio a Jesús quien la desposaba colocando en su mano derecha un anillo de piedras preciosas. Jesús le dijo, entre otras cosas: “Tu vida será un continuo martirio”. La Madre Mariana de Jesús aceptó complacida y agradecida, y Jesús prometió ayudarla. Conoció también entonces, de forma velada, las futuras apariciones de la Virgen de El Buen Suceso.
La joven Madre Mariana de Jesús empezó una vida de rigurosísimas penitencias, guiadas por el propio Jesús. Cuando su tía y Priora, la Madre María de Jesús, le pidió que le comente al Señor su preocupación por su salud, Jesús le contestó a la Madre Mariana que después de las penitencias ella estaría siempre fresca y vigorosa, y así fue.
Visión de un Castigo Futuro y Primera Muerte de Mariana (sin fecha)
Una noche la Madre Mariana oraba al pie del Sagrario en la Iglesia. De repente vio el Sagrario iluminado, como de día. Se abrió el Sagrario y salió de él Jesús Crucificado, con la Virgen, San Juan y Magdalena a sus pies, de tamaño natural. Jesús comenzó a agonizar y la monjita le dijo a la Virgen: “Mi Señora, ¿soy la culpable? ” La Virgen le contestó: “No eres tú culpable sino el mundo pecador”. Entonces oyó la Voz del Padre Eterno que dijo: “Este castigo será para el Siglo XX”. Sobre la Cabeza de Jesús aparecieron tres espadas, y en cada una decía: “Castigaré la herejía, la blasfemia y la impureza”. Entonces la monjita conoció todo lo que ocurriría en ese siglo y después. La Virgen le preguntó si quería sacrificarse por el pueblo del Siglo XX y la Madre Mariana de Jesús aceptó. Entonces las espadas se clavaron en su corazón y ella cayó muerta.
Las Monjas la encontraron helada en el Coro inferior y la llevaron a su cama. Llamaron al médico de la comunidad, el Dr. Sancho, quien la declaró muerta. El pueblo de Quito se alborotó y llegó al Monasterio, pidiendo besar las manos de la muerta, a quien ya se tenía por santa. Los Frailes Franciscanos llegaron al lecho de la Madre Mariana y comprobaron su muerte.
Entonces el Padre Director, inspirado por Dios, le ordenó: “Madre Mariana, te ordeno, en nombre de la Santa Obediencia que, si estás muerta, tu alma vuelva al cuerpo para que viva y nos puedas contar lo que sucedió ”. En ese instante, la Madre Mariana suspiró y abrió los ojos, todavía vidriados por la muerte. Fue llamado el Dr. Sancho, quien no pudo dar ninguna explicación y se retiró. Entonces el Padre Director le pidió que le cuente todo lo ocurrido durante el lapso de su muerte, que fue lo siguiente: la Madre Mariana se presentó al Juicio de Dios y fue encontrada sin culpa. Acto seguido fue presentada a la Santísima Trinidad, algo de cuyo misterio comprendió. El Padre se regocijó por haberla creado, el Hijo por haberla redimido y el Espíritu Santo por haberla santificado. Jesús le presentó entonces dos coronas: una de Gloria y otra de azucenas rodeada por espinas, y le pidió que escoja una, dándole a entender que con la primera llegaba a la Gloria y con la otra regresaba a padecer en el mundo. En ese instante conoció a todas las futuras Monjas concepcionistas de su Monasterio, con nombres y oficios, hasta el fin del mundo. Vio a las que serían fieles y a las infieles. Supo que al regresar a la tierra sería Maestra de Novicias. Vio como los Frailes Franciscanos serían apartados del Monasterio y el sufrimiento que esto causaría. También le fue revelado que el Monasterio de la Inmaculada Concepción de Quito nunca se acabaría. Entonces la Virgen se aproximó a ella y le dijo: “Hija mía, yo dejé las Glorias del Cielo y descendí a la tierra para proteger a mis hijos. Quiero que me imites también en esto y vuelvas a vivir, pues tu vida es muy necesaria para la Orden de mi Concepción. ¡Ay de la Colonia en el Siglo XX! En él será culpable esta tierra si no se encuentran almas que con su vida de inmolación y sacrificio aplaquen la Justicia Divina, lloverá fuego del cielo y consumiendo a sus habitantes, purificará el suelo de Quito…”.
La Madre Mariana le respondió a la Virgen que ella no se consideraba apta para Maestra de Novicias, entonces Ella le dijo: “Hija de mi Corazón, no temas. Tú no serás propiamente la Maestra, sino yo. Por tu medio transformaré tus Novicias en santas Religiosas…” Entonces La Madre Mariana escogió la corona de azucenas rodeada de espinas y regresó al mundo para ofrecerse como víctima a Dios. Y decimos esto porque durante toda su vida conventual, La Madre Mariana fue víctima de la persecución de Monjas infieles, ya sea envidiosas de su santidad o porque deseaban cambiar la estricta Regla Franciscana a su antojo, llegando al punto de hacerla encerrar varias veces, con calumnias, en la cárcel del Monasterio.
Milagros y Oficios
A su regreso al mundo, la Madre Mariana desempeñó varios oficios.
Primero fue Enfermera. Ocurrió que una monjita se quemó la mitad de la cara y el brazo hasta los huesos. El Dr. Sancho avisó que la herida era mortal. La Madre Mariana oró por ella con lágrimas, de rodillas, y al mes se curó completamente. El médico declaró que la Madre Mariana era una santa.
Luego fue Proveedora. Cuando había poco pan, se multiplicaba en sus manos. Cuando faltaba lo necesario para el sustento del Monasterio, la Madre Mariana se postraba a los pies de Jesús en el Sagrario y le pedía socorro. Inmediatamente llegaban las donaciones de alimentos.
También fue Sacristana. En la noche, cuando la lamparita del Sagrario se apagaba, su Ángel de la Guarda la despertaba. Entonces ella corría hacia el Coro y le pedía a su Ángel que la encendiera.
Fue Tornera. Numerosas y milagrosas conversiones consiguió con sus exhortaciones en el Torno. El demonio, furioso, en forma de serpiente, se retorcía junto al Torno, y la Madre Mariana lo echaba con palabras humillantes. Entonces, dando alaridos, desaparecía.
Torno: Armazón giratoria compuesta de varios tableros verticales que concurren en un eje, y de un suelo y un techo circulares, la cual se ajusta al hueco de una pared y sirve para pasar objetos de una parte a otra, sin que se vean las personas que los dan o reciben.
Fue Vicaria del Coro. En cierta ocasión que limpiaba las sillas, se le aparecieron las Religiosas fallecidas, que penaban en el Purgatorio por haber orado poco o con distracción y por romper el silencio en el Coro. La Madre Mariana oraba por ellas y entonces sus penas se aliviaban. Los sábados, barría con energía los claustros inferiores. Los demonios, para molestarla, esparcían gusanos que dejaban inmundicias sobre los claustros barridos. Entonces la Madre Mariana hacía la Señal de la Cruz y gusanos y suciedad desaparecían, con un estruendo.
Finalmente, fue Maestra de Novicias. Como tal, tuvo un elevado discernimiento, pues sólo permitía entrar al Monasterio a las de verdadera Vocación. La Madre Mariana conocía el interior de cada alma. A cada una le revelaba lo que tendría que pasar en el camino que el Señor le indicaba y las preparaba en las virtudes necesarias. También les decía cuándo y cómo morirían, y si morirían antes o después que ella misma. Sabía cuando una novicia había cometido una falta y se la ocultaba; entonces la llamaba a solas, para juntas pedir perdón por la falta.
En todos los cargos que desempeñó, desde el más humilde hasta el más elevado ‐el de Priora‐ se portó siempre con humildad, lo que le granjeaba la estima de las demás Monjas. Entonces la Madre Mariana le pidió a Jesús que no la prive de desprecios e injurias, pues ella conocía el inmenso premio que en el Cielo tienen las almas que en la Tierra se unen a su Pasión. Y Jesús se lo concedió.
Estigmas y Postración
El 17 de septiembre de 1588, la Madre Mariana oraba en su dormitorio a media noche, cuando sintió que su cuerpo se estremecía con fuerza. Pensando que era un terremoto, dio un grito y salió corriendo. La Madre María de Jesús salió al oír su grito y abrazándola, la llevó a su cama. Otras hermanas también se levantaron. La Madre Francisca de los Ángeles, enfermera, notó que en las palmas de las manos y de los pies había unas protuberancias que pugnaban por brotar y en el corazón una mancha roja. El dolor era intenso y los gemidos de la Madre Mariana se escuchaban a lo lejos. Al amanecer, su cuerpo estaba totalmente inmóvil, sólo podía mover los ojos y la boca. El Dr. Sancho no pudo más que hacer conjeturas.
La Madre Mariana fue trasladada a la enfermería, donde estuvo cinco meses en ese estado terrible. La piel en contacto con la cama se llagó, y la movían para tratar de aliviarla. Tampoco podía tragar, y la alimentaban con líquidos; a duras penas recibía la hostia. También tenía que soportar la humillación de la limpieza personal. Los dolores, además, eran intensos.
Continuará...
A la prueba física se unía la prueba espiritual, pues Dios le retiró sus consuelos; hasta su Ángel de la Guarda se le ocultaba, y en cambio veía al demonio en forma de serpiente que trataba de subirse a su cama. Éste le sugería que sus experiencias celestiales habían sido ilusión y engaño y que ella estaba condenada. Aún así, la Madre Mariana continuaba con su oración de medianoche y de las tres de la madrugada. En esa época, la Madre Mariana compuso un canto que se lo dictó a la Madre Francisca de los Ángeles, de los cuales citamos un párrafo:
¡Oh, fuego de caridad! Dios escondido, se abrasa mi alma en tu divino ardor. Ni mis dolores, ni tu aparente olvido me alejarán de Ti, que eres mi amor.
CONTINUARÁ...
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