El cuidado que la Iglesia católica tradicionalmente ha
tenido al proclamar beatos y santos es bien conocido. Se realizan esmeradas
investigaciones para demostrar, sin lugar a duda, la ortodoxia de los siervos
de Dios en sus escritos y dichos, en su práctica de las virtudes heroicas y en
su vida ejemplar, como modelo para toda la Iglesia. Además es necesario un
milagro para la beatificación y otro para proclamar la santidad.
A través de
arduas investigaciones son examinados los escritos y las palabras atribuidas al
candidato para asegurar que todo se adhiera estrictamente al Magisterio y la
Tradición de la santa Iglesia. Incluso la duda más insignificante sobre la
ortodoxia en una afirmación registrada de la persona a la que se investiga ha
sido suficiente para detener el proceso de beatificación, sin seguir adelante.
Citaré el caso bien conocido de Ana Catalina Emmerich, cuyo proceso de
beatificación se ha detenido por orden del papa Clemente XIV, debido a las
cuestionables interpretaciones de sus visiones realizadas por su secretario,
Clemente Bretano. Es incierto si serán aprobadas tales tesis. Pero debido a
esta duda no puede ser beatificada, y ser presentada así, como modelo oficial
para los católicos.
Sabiendo
esta gran vigilancia de la Santa Madre Iglesia al proclamar la ortodoxia de
aquellos a quienes ella eleva al honor del altar, uno puede comprender las
dudas y confusiones que ocasiona la reciente beatificación [octubre de 2003] de la Madre Teresa de
Calcuta entre algunos católicos.
Nadie pone
en duda que ella haya prodigado sus cuidados y asistencia a los pobres de
Calcuta, y haya sido una defensora incansable de los nasciturus. El problema
reside en materia de fe, la primer y más importante de las virtudes heroicas
necesaria para ser proclamada beata. Parecería que es necesario una
reexaminación de algunas afirmaciones de la Madre Teresa que implican que la
salvación es posible en todos los diferentes credos y religiones. En otras
palabras: ¿Puede alguien ser proclamado beato [y mucho menos santo] si afirma
o implica que la Iglesia católica no es la única y verdadera Iglesia, como lo
hizo ella?
Déjenme
ofrecerles algunos ejemplos tomados de un libro de reciente publicación, Everything Starts From Prayer, Mother
Teresa’s Meditations on Spiritual Life for People of all Faiths [literalmente: Todo comienza con la oración. Meditaciones de la Madre
Teresa sobre la vida espiritual para personas de todas las fes]. En el prefacio Anthony Stern enfatiza el espíritu
ecumenista del trabajo de la Madre Teresa, citándola: «Siempre he dicho que debemos ayudar al
hinduista a ser mejor hinduista, al mahometano a ser mejor mahometano, al
católico a ser mejor católico».
Ella es
elogiada como una gran maestra ecumenista de la oración. Quienes la enaltecen
bien podrían formar parte de un encuentro de oración en Asís: un rabino judío,
un maestro zen, un maestro budista tibetano, un ministro protestante y el
presidente de la Conferencia Episcopal Católica de los Estados Unidos, entre
otros. Éste último, el obispo Anthony Pilla, llama a sus meditaciones «núcleos
de verdad», profundos en sabiduría e introspección espiritual.
He aquí uno
de esos «núcleos», la Madre Teresa afirmó:
«Algunos
lo llaman Ishwar, otros Alá, algunos simplemente Dios, pero tenemos que
reconocer que es Él quien nos creó para grandes cosas: amar y ser amados. Lo
que importa es que amamos. No podemos amar sin oración, y así, desde cualquier
religión en la que estemos, debemos orar juntos. »
Esta no es
una declaración aislada tomada fuera de contexto, es uno de muchos
testimoniales que indican la actitud general de la Madre Teresa de indiferencia
hacia el credo que el hombre profese. [1] En esta meditación ella muestra una
noción heterodoxa de Dios, así como una noción distorsionada del amor.
Una noción
heterodoxa de Dios. Una cosa es decir que
Dios tiene diferentes nombres en diferentes lenguas. Por ejemplo, decimos God
en inglés, Dieu en francés, Dios en español, Gott en alemán, y así en otras.
Pero es obvio que tanto los católicos de habla hispana, como los católicos de
habla francesa, los católicos de habla alemana y los católicos de habla
inglesa, todos entienden la misma realidad con la palabra Dios.
Ahora, es
otra historia el aplicar este razonamiento a los diferentes credos y
religiones, los cuales afirman una variedad de nociones acerca de la Primera
Causa que creó al mundo y al hombre. Es absolutamente incorrecto decir que
Ishwar, Alá y el verdadero Dios [la Sma.
Trinidad] son sólo diferentes nombres de una misma
realidad.
Los
mahometanos niegan la Trinidad del verdadero Dios y la divinidad de Jesucristo.
Por lo tanto, su Alá está muy lejos de ser la misma realidad adorada por
los católicos. El dios de los budistas no es una persona como el verdadero
Dios. Es una especie de fuerza inmanentista que se encuentra esencialmente en
todas las criaturas. Algunas sectas budistas adoran innumerables deidades. Los
hinduistas siguen una doctrina diferente, también adoran a todo un mundo de
deidades, incluyendo espíritus como Ishwar, hombres y animales, como las vacas
y víboras.
Así, la
Madre Teresa presentó una falsa suposición de que esos «dioses» son todos
el verdadero Dios, el cual es adorado por los católicos. Esta afirmación es
completamente errónea, y se opone a la simple razón natural y directamente
contradice el dogma católico.
Es difícil
creer que la Madre Teresa haya sido beatificada [en 2003, y ahora canonizada en 2016]
después de pronunciar estas afirmaciones, las cuales reflejan objetivamente su
pensamiento representativo. También es difícil entender cómo las autoridades
católicas pueden elogiar tales afirmaciones como «núcleos de verdad».
Una falsa
noción de amor. Continuando, la idea que ella presenta, que
toda clase de amor es bueno, es por decir lo menos, muy superficial. Ella
repite frecuentemente esta noción: e.g. «el
amor es un fruto de temporada, siempre disponible y al alcance de todas las
manos. Cualquiera puede obtenerlo sin límite. Todos pueden alcanzar este amor a
través de la meditación, el espíritu de oración y sacrificio… si aprendemos a
amar, aprenderemos a ser santos ».
¿Qué es el
amor? El amor es la adhesión de la voluntad a una persona, objeto o ideal. Esta
relación por sí misma no es buena o mala, depende del propósito del amor. Si
alguien ama con un mal propósito, este amor es indigno. Si se ama por los
motivos correctos, es provechoso. Esta es la razón por la que San Agustín
afirma con sencillez: «sólo
los buenos pueden amar». [2]
Por lo
tanto, cuando alguien ama al verdadero Dios, Quien es la bondad misma, es un
amor bueno. Pero si alguien tiene una inclinación hacia algo malo, hacia algo
que llama dios, pero realmente es un demonio, esto no es un amor bueno. Es una
pasión maligna, no un amor bueno, y se necesita corregir a esa persona, no
mostrar empatía a este respecto. De hecho existen límites para el amor. Santo
Tomás de Aquino lo enseñó claramente: «las
pasiones son malignas si el amor es maligno, buenas si es bueno»
[3].
Sin embargo,
esta enseñanza no se encuentra en la meditación de la Madre Teresa sobre Dios.
Primero, ella asume la falsa suposición de que Dios es el mismo
para mahometanos, paganos y católicos.
Segundo, ella simplifica la noción del amor, e implica que uno
puede amar, tanto de forma buena como mala, que el objeto del amor es
indiferente. Todo lo que importa es el amor. Esto contradice la enseñanza
básica católica del Catecismo que nos instruye a amar al verdadero Dios sobre
todas las cosas.
Una monja,
incluso una muy popular, que afirme estos dos errores, no podría ser proclamada
beata ni santa, ya que para obtener este honor sus enseñanzas en materia de fe
no deben contener errores, ni siquiera uno muy pequeño. Esto es muy importante
no sólo porque involucra el honor y la integridad de la Iglesia, sino también
porque una beata [y ahora santa]
debe ser modelo de salvación para los fieles católicos.
Es obvio que
el amor que predica la Madre Teresa en tales meditaciones no es un modelo de
amor católico, tampoco es la Santísima Trinidad de la Iglesia católica ese dios
del que habla.
Es claro que
existe una justificada preocupación doctrinal de algunos católicos por esta
rápida beatificación de la Madre Teresa. Pero estas dudas inquietantes también
acechan sobre la legitimidad del milagro presentado como prueba de santidad.
Un milagro
incierto. Normalmente el proceso de beatificación
puede comenzar sólo después de que el candidato ha cumplido cinco años de
fallecido, y después de que ha sido presentado el milagro como prueba. Los
milagros son algo que la Iglesia no toma con ligereza. En los casos de
curaciones físicas debe ser claro, sin sombra alguna de duda, que dicha
curación no tiene causas naturales.
Ahora, en el
caso de la Madre Teresa, Juan Pablo II exoneró el periodo de cinco años de
espera, y en el 2002 el Vaticano reconoció un milagro, la curación de Mónica
Besra, una campesina de 35 años del norte de la India que sanó de un tumor de
ovarios. Besra y los Misioneros
de la Caridad afirman que el tumor desapareció en 1998, cuando
una medalla con la imagen de la difunta monja albanesa fue puesta sobre la zona
doliente.
Sin embargo,
el Dr. Ranjan Mustafi, jefe de ginecología que trató médicamente a la mujer en
el Hospital del distrito Balurghat en la Bengala occidental, dijo que era muy
posible que esta paciente fuera curada mediante cuatro drogas contra la
tuberculosis que estaba tomando en ese tiempo, las cuales habrían disuelto el
tumor. Él dijo que admiraba mucho a la Madre Teresa y piensa que debería ser
beatificada por su labor con los pobres, pero no por este caso, «ella (Besra) tenía una enfermedad que fue curada
por la ciencia médica, no por un milagro» [4].
Sus
superiores en el hospital apoyaban su opinión, diciendo que los registros
muestran que la paciente respondió al tratamiento como se esperaba. Cinco
doctores en Roma consultados por el Vaticano para este caso desestimaron esta
probabilidad científica y estuvieron de acuerdo para decir que no había
explicación médica para su curación. Mustafi dijo que nunca tuvo comunicación
con el Vaticano [5].
Por
supuesto, Mónica Besra cree que es un milagro, pero admite que ella estaba
recibiendo tratamiento médico en el Hospital de Balurghat en ese tiempo, tan
sólo dijo: «Aquellos
que aman a la Madre (Teresa),
lo creerán». No había duda de que amaba a la Madre Teresa, pero no
es el sentimiento lo que determina el valor de un milagro en el proceso normal
de la Iglesia católica.
Conclusión. Así que, ¿qué es lo que tenemos aquí? Nociones
defectuosas acerca de Dios y el amor, un milagro hundido en la duda, un proceso
colocado en la vía rápida por el papa [2003, Juan
Pablo II], quien en sí mismo es todo un campeón de la
falsa noción del pluralismo teológico. Este concepto implica la admisión de que
no existe una sola Revelación y una uniformidad en su interpretación, como la
Iglesia católica siempre lo enseñó, sino que hay «revelaciones» e
interpretaciones -falsas- de las otras religiones, que también serían
correctas.
Esto lleva
irremediablemente a sospechar que la intención de Juan Pablo II [y hoy al Sr. Bergoglio y su iglesia modernista] no sólo era beatificar a una persona, en este caso la
Madre Teresa, sino a «canonizar» la ideología del progresismo postconciliar
sobre el ecumenismo [sincretista] y
la [nueva] salvación
universal a la que se adhiere.
Esta
beatificación también levanta sospechas acerca de otros personajes, como Juan
XXIII, cuyo cuerpo «incorrupto» fue demostrado que se obtuvo por medio de un
embalsamamiento químico, y quien siempre se adhirió a los errores modernistas.
No podemos hacer otra cosa que preguntarnos lo que ha sucedido: ¿Ha cambiado la
fe católica o una persona no necesita ser ya católica para ser beatificada [o canonizada]?
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Notas:
[1] Stern
relata el siguiente incidente como otro ejemplo de su espíritu ecumenista en
acción: En una ocasión, cuando la Madre Teresa atendía a un agonizante budista,
un visitante escuchó que le susurraba, «Ud.
diga la oración de su religión y yo la repetiré. Oraremos juntos y será algo
bello para Dios» (Prefacio, Everything
Starts From Prayer)
[2] De Trinitate, 8,3,4: Pl
42:949-50.
[3] Summa
Theologica, I-II,24,3.
[4] Too swift to Sainthood,
Newsday, 15 de octubre de 2003.
[5] Beth
Duff-Brown, To
believers, proof of miracle not needed, National AP Courier and
Press internet site, 18 de octubre de 2003.
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