En la noche de Navidad del 496, por influjo de su mujer Santa Clotilde, borgoñona, y en acción de gracias por las victorias conseguidas, Clodoveo, rey de los franceses, se bautizó con 3.000 de sus guerreros en –Reims, por S. Remigio. Fue el primer reino cristiano, por eso Francia es llamada la hija primogénita de la Iglesia. (Recaredo, rey de los visigodos, hermano de S. Hermenegildo mártir, abjuró del arrianismo, por influjo de S. Leandro, arzobispo de Sevilla, en el III Concilio de Toledo, 589).
Dos sabios arzobispos historiadores nos relatan la historia: Hicmaro (806-882), arzobispo de Reims, en su “Vida de S. Remigio” (PL 125) dice que una gran luz le iluminó y se oyó la voz de Dios “La paz sea con vosotros. Soy Yo, no temáis, permaneced en mi amor”. Y faltando el crisma en el momento de la consagración del rey, apareció una paloma blanca con una ampolla de óleo santo en su pico. (Todos los reyes de Francia fueron consagrados con éste, hasta que fue rota en 1793, pero una parte del óleo se conserva.)
Entonces S. Remigio profetizó a Clodoveo: “El reino de Francia será predestinado por Dios para la defensa de la Iglesia. Será victorioso y próspero mientras sea fiel a la fe católica, y cuando no, será duramente castigado. Un día será grande entre todos los reinos, abrazará todo el imperio romano (extinguido el 470), someterá todos los pueblos, durará hasta el fin de los tiempos”. El Bto. Rabán Mauro (780-856), arzobispo de Maguncia, cuenta así la anterior profecía: “Hacia el fin de los tiempos un descendiente de los reyes de Francia reinará sobre todo el antiguo imperio romano, será el más grande y el último de los reyes de Francia”.
E. Muraise, según refiere en su libro, ha catalogado desde entonces al menos 76 profecías con signos de credibilidad (44 francesas, 16 italianas, 7 alemanas, 4 españolas, 3 portuguesas y 2 inglesas) que anuncian el futuro gran Monarca francés y van añadiendo datos. Ya vimos antes las de Benedicto XII y Sta. Brígida (siglo XIV), S. Francisco de Paula y Bto. de Bustis (siglo XV), Bto. Factor (siglo XVI) venerable Holzhauser (siglo XVII), Bta. Taigi y Melania de la Salette (siglo XIX), Juana Luisa Ramonet de Kérizinen (siglo XX), he aquí algunas otras:
S. Cesáreo de Arlés (470-543) (1) describe la historia de Francia desde el siglo VI, pero continua la posterior a su publicación “Un capitá ilustre (Napoleón) surge del seno del Mediterráneo recoge los restos del cetro, vuela como el águila y sube con demasiado orgullo, coge al Santo entre sus garras agudas, pero en vano; encadenado rompe sus hierros una vez, mas la fortuna contraria le sujeta en medio de las aguas hasta su muerte”. Hay una breve restauración y un rey ladrón que comienza la conquista de Argelia (Napoleón III). Más adelante, lo que nos interesa: “El hierro y el fuego oprimen a la Babilonia de las Galias (París) que cae en un gran incendio, ahogada en sangre: después la segunda ciudad del reino (Marsella) y otra son también destruidas. Finalmente brilla el resplandor de la misericordia divina, pues la justicia suprema ha golpeado a todos los impíos. Llega el noble exiliado, el dado por Dios, asciende al trono de sus antepasados, del cual la malicia de hombres depravados le había arrojado; recobra la corona de lis refloreciente; con su valor invencible destruye a todos los hijos de Bruto (los revolucionarios; Bruto fue el asesino de César); después de establecer su trono en la ciudad pontifical (Aviñón). Volverá a levantar la tiara real sobre la cabeza de un santo Pontífice que ha estado lleno de amargura por las tribulaciones, quien obligará al clero a vivir según la disciplina de los tiempos apostólicos. Ambos unidos harán triunfar la reforma del mundo; dulce paz, cuyos frutos durarán hasta el fin de los siglos”.
Es también muy famosa la profecía de un monje de Premol (Cartuja de Francia, cerca de Grenoble) que abarca, con lenguaje simbólico, desde el siglo V. Publicada a finales del siglo XVIII, continúa prediciendo la reaparición del lis (Borbones) después de la caída del águila sobre la roca (Napoleón en Sta. Elena); ve la desolación en Jerusalén (Roma), el Patriarca (Papa) huyendo “hacia el mar donde se pone el sol”; la peste, guerras por todas partes, indica la destrucción de París. Los hijos de Sión (católicos): unos fieles al Pontífice fugitivo, otros disponen del gobierno de Sión (la Iglesia). Dios sacará al mundo del caos y empezará un nuevo mundo. Un hombre resplandeciente como un ángel asciende sobre las ruinas de Sión (el gran Papa), todos se convierten a su voz. Viene un joven extraordinario de Oriente (el gran Monarca), sobre un león, con una espada llameante, y el gallo cantaba ante él; el león puso el pie sobre la cabeza del Dragón (Satanás), dio la mano al Pontífice y llamaron a todos los pueblos.
Otra semejante es la de un monje de Orval, publicada en 1829, pero ya conocida antes de la revolución francesa. Se extiende desde Napoleón hasta el Anticristo. Dice al gran Monarca: “Ven joven príncipe, deja la isla de cautividad (¿Irlanda?, nacido en Blois, según Juan de Vatigueno, y huido a lejanos países hacía muchos años, añade sor Juana Le Royer), une el león a la flor blanca (lis) … Será un retoño de la Cape (Capeto)”.
Numerosos videntes anuncian que el gran Monarca aparecerá en mitad de la crisis, en concreto: después de la destrucción de París (Sto. Cura de Ars), “por el emperador de Alemania después de dos enormes batallas” (añade el canónigo de Brana, que conocía mucho a Melania de La Salette). Según éste, en octubre del mismo año será consagrado rey en Reims y diez días después emperador en Aix-la-Chapelle (Aachen, Aquisgrán, capital de Carlomagno); y se llamará Enrique V. Nombre que le dan también otros, como María Julia Jahenny, Nostradamus, etc.
Lo más repetido es que será descendiente de S. Luis IX, rey de Francia de 1242 a 1270 (de la dinastía de los Capetos), o de la flor de lis (=Lirio emblema de la casa real francesa). “El verdadero descendiente de S. Luis”, vimos puntualiza la Bta. Taigi (2).
Especialmente interesante es que el gran Monarca será nombrado por el gran Papa, como hemos visto en la Bta, Taigi, y éste puede ser el significado de otros muchos que lo describen como enviado o dado por Dios, como la frase de Souffrand: “traído por el santo Pontífice”. ¿Tal vez se pudiera servir del secreto de Maximino de la Salette y de otras informaciones guardadas en los archivos vaticanos?
Ya vimos por qué Francia es llamada la hija primogénita de la Iglesia, titulo dado por vez primera por el Papa Anastasio II en carta al rey Clodoveo después de su conversión.
Gregorio IX escribía en una bula de 1239 a S. Luis, rey de Francia; “Dios, como prefirió la tribu de Judá a las otras, así ha escogido con preferencia a Francia para la protección de la fe católica”. Santa Juana de Arco, guerreando por el rey, afirmaba: “El rey de Francia es el lugarteniente del Rey del Cielo. Todos los que luchan contra el santo reino de Francia, luchan contra el Rey Jesús.”
Y S. Pío X, cuando la iba a beatificar, encargaba al obispo de Orleans: “Decid a los franceses que hagan su tesoro de los testamentos de S. Remigio, de Carlomagno, de S. Luis, que se resumen en estas palabras tan repetidas por la heroína de Orleáns: Viva Cristo que es el Rey de Francia”. En la beatificación del Cura de Ars (1905) había dicho: ésta “prueba que Dios mantiene su predilección por Francia muy pronto obrará prodigios que nos darán la alegría de constatarlo por los hechos”. Y el 27 de noviembre de 1911: “El pueblo que hizo alianza con Dios en las fuentes bautismales de Reims se arrepentirá y volverá a su primitiva vocación… y el Señor le dirá: Hija primogénita de la Iglesia, nación predestinada, vaso de elección ve a llevar mi nombre a todos los pueblos y a todos los reyes de la tierra”.
Pío XII en 1937 (13 de julio) poco antes de ser Papa, proclamaba: “Desde el mismo día que el primer heraldo del Evangelio pisó las Galias, la fe en Cristo y la unión con Roma, centro de la Iglesia, es para Francia la ley misma de su vida… Y el miércoles santo de 1946: “Su misión es difundir en el mundo la verdad, la justicia, la bondad, el amor en la ley.”
Por eso la prosperidad y gloria de Francia está vinculada a que cumpla esa misión divina, y su prevaricación o traición a ella, es la causa de sus castigos. Esto puede decirse de alguna manera de todas las naciones católicas, sin embargo, a su luz se entienden mejor las predilecciones de la Medalla Milagrosa, La Salette, Pellevoisin (escapulario del S. Corazón), Lourdes, etc. Por algo Juan XXIII el 18 de febrero de 1959 explicaba que en el plan de Dios cada nación tiene una misión, y que califica la de Francia la divisa: Reino de Francia, reino de María.
También a la luz de la misión de Francia como nación, se entiende mejor el mensaje del Corazón de Jesús a Luis XIV por medio de Santa Margarita María, en 1689, pidiendo: 1º.) La fiesta a su Corazón (instituida en 1765). 2º.) Una basílica nacional dedicada a Él (Montmartre, construida en 1873). 3º.) Consagración de Francia al Sagrado Corazón; y 4º.) Colocación del Sagrado Corazón en la bandera nacional.
Estas dos peticiones aún no se han realizado aunque llevan consigo la promesa que así “Dios le dará siempre la victoria sobre sus enemigos y sobre los enemigos de la religión” (pues, obviamente, solo contra ellos luchará). Luis XIV no las atendió, y ese año 1689 fue el principio de la decadencia de Francia. Sin embargo, algún día no lejano se cumplirán.
Entonces S. Remigio profetizó a Clodoveo: “El reino de Francia será predestinado por Dios para la defensa de la Iglesia. Será victorioso y próspero mientras sea fiel a la fe católica, y cuando no, será duramente castigado. Un día será grande entre todos los reinos, abrazará todo el imperio romano (extinguido el 470), someterá todos los pueblos, durará hasta el fin de los tiempos”. El Bto. Rabán Mauro (780-856), arzobispo de Maguncia, cuenta así la anterior profecía: “Hacia el fin de los tiempos un descendiente de los reyes de Francia reinará sobre todo el antiguo imperio romano, será el más grande y el último de los reyes de Francia”.
E. Muraise, según refiere en su libro, ha catalogado desde entonces al menos 76 profecías con signos de credibilidad (44 francesas, 16 italianas, 7 alemanas, 4 españolas, 3 portuguesas y 2 inglesas) que anuncian el futuro gran Monarca francés y van añadiendo datos. Ya vimos antes las de Benedicto XII y Sta. Brígida (siglo XIV), S. Francisco de Paula y Bto. de Bustis (siglo XV), Bto. Factor (siglo XVI) venerable Holzhauser (siglo XVII), Bta. Taigi y Melania de la Salette (siglo XIX), Juana Luisa Ramonet de Kérizinen (siglo XX), he aquí algunas otras:
S. Cesáreo de Arlés (470-543) (1) describe la historia de Francia desde el siglo VI, pero continua la posterior a su publicación “Un capitá ilustre (Napoleón) surge del seno del Mediterráneo recoge los restos del cetro, vuela como el águila y sube con demasiado orgullo, coge al Santo entre sus garras agudas, pero en vano; encadenado rompe sus hierros una vez, mas la fortuna contraria le sujeta en medio de las aguas hasta su muerte”. Hay una breve restauración y un rey ladrón que comienza la conquista de Argelia (Napoleón III). Más adelante, lo que nos interesa: “El hierro y el fuego oprimen a la Babilonia de las Galias (París) que cae en un gran incendio, ahogada en sangre: después la segunda ciudad del reino (Marsella) y otra son también destruidas. Finalmente brilla el resplandor de la misericordia divina, pues la justicia suprema ha golpeado a todos los impíos. Llega el noble exiliado, el dado por Dios, asciende al trono de sus antepasados, del cual la malicia de hombres depravados le había arrojado; recobra la corona de lis refloreciente; con su valor invencible destruye a todos los hijos de Bruto (los revolucionarios; Bruto fue el asesino de César); después de establecer su trono en la ciudad pontifical (Aviñón). Volverá a levantar la tiara real sobre la cabeza de un santo Pontífice que ha estado lleno de amargura por las tribulaciones, quien obligará al clero a vivir según la disciplina de los tiempos apostólicos. Ambos unidos harán triunfar la reforma del mundo; dulce paz, cuyos frutos durarán hasta el fin de los siglos”.
Es también muy famosa la profecía de un monje de Premol (Cartuja de Francia, cerca de Grenoble) que abarca, con lenguaje simbólico, desde el siglo V. Publicada a finales del siglo XVIII, continúa prediciendo la reaparición del lis (Borbones) después de la caída del águila sobre la roca (Napoleón en Sta. Elena); ve la desolación en Jerusalén (Roma), el Patriarca (Papa) huyendo “hacia el mar donde se pone el sol”; la peste, guerras por todas partes, indica la destrucción de París. Los hijos de Sión (católicos): unos fieles al Pontífice fugitivo, otros disponen del gobierno de Sión (la Iglesia). Dios sacará al mundo del caos y empezará un nuevo mundo. Un hombre resplandeciente como un ángel asciende sobre las ruinas de Sión (el gran Papa), todos se convierten a su voz. Viene un joven extraordinario de Oriente (el gran Monarca), sobre un león, con una espada llameante, y el gallo cantaba ante él; el león puso el pie sobre la cabeza del Dragón (Satanás), dio la mano al Pontífice y llamaron a todos los pueblos.
Otra semejante es la de un monje de Orval, publicada en 1829, pero ya conocida antes de la revolución francesa. Se extiende desde Napoleón hasta el Anticristo. Dice al gran Monarca: “Ven joven príncipe, deja la isla de cautividad (¿Irlanda?, nacido en Blois, según Juan de Vatigueno, y huido a lejanos países hacía muchos años, añade sor Juana Le Royer), une el león a la flor blanca (lis) … Será un retoño de la Cape (Capeto)”.
Numerosos videntes anuncian que el gran Monarca aparecerá en mitad de la crisis, en concreto: después de la destrucción de París (Sto. Cura de Ars), “por el emperador de Alemania después de dos enormes batallas” (añade el canónigo de Brana, que conocía mucho a Melania de La Salette). Según éste, en octubre del mismo año será consagrado rey en Reims y diez días después emperador en Aix-la-Chapelle (Aachen, Aquisgrán, capital de Carlomagno); y se llamará Enrique V. Nombre que le dan también otros, como María Julia Jahenny, Nostradamus, etc.
Lo más repetido es que será descendiente de S. Luis IX, rey de Francia de 1242 a 1270 (de la dinastía de los Capetos), o de la flor de lis (=Lirio emblema de la casa real francesa). “El verdadero descendiente de S. Luis”, vimos puntualiza la Bta. Taigi (2).
Especialmente interesante es que el gran Monarca será nombrado por el gran Papa, como hemos visto en la Bta, Taigi, y éste puede ser el significado de otros muchos que lo describen como enviado o dado por Dios, como la frase de Souffrand: “traído por el santo Pontífice”. ¿Tal vez se pudiera servir del secreto de Maximino de la Salette y de otras informaciones guardadas en los archivos vaticanos?
Ya vimos por qué Francia es llamada la hija primogénita de la Iglesia, titulo dado por vez primera por el Papa Anastasio II en carta al rey Clodoveo después de su conversión.
Gregorio IX escribía en una bula de 1239 a S. Luis, rey de Francia; “Dios, como prefirió la tribu de Judá a las otras, así ha escogido con preferencia a Francia para la protección de la fe católica”. Santa Juana de Arco, guerreando por el rey, afirmaba: “El rey de Francia es el lugarteniente del Rey del Cielo. Todos los que luchan contra el santo reino de Francia, luchan contra el Rey Jesús.”
Y S. Pío X, cuando la iba a beatificar, encargaba al obispo de Orleans: “Decid a los franceses que hagan su tesoro de los testamentos de S. Remigio, de Carlomagno, de S. Luis, que se resumen en estas palabras tan repetidas por la heroína de Orleáns: Viva Cristo que es el Rey de Francia”. En la beatificación del Cura de Ars (1905) había dicho: ésta “prueba que Dios mantiene su predilección por Francia muy pronto obrará prodigios que nos darán la alegría de constatarlo por los hechos”. Y el 27 de noviembre de 1911: “El pueblo que hizo alianza con Dios en las fuentes bautismales de Reims se arrepentirá y volverá a su primitiva vocación… y el Señor le dirá: Hija primogénita de la Iglesia, nación predestinada, vaso de elección ve a llevar mi nombre a todos los pueblos y a todos los reyes de la tierra”.
Pío XII en 1937 (13 de julio) poco antes de ser Papa, proclamaba: “Desde el mismo día que el primer heraldo del Evangelio pisó las Galias, la fe en Cristo y la unión con Roma, centro de la Iglesia, es para Francia la ley misma de su vida… Y el miércoles santo de 1946: “Su misión es difundir en el mundo la verdad, la justicia, la bondad, el amor en la ley.”
Por eso la prosperidad y gloria de Francia está vinculada a que cumpla esa misión divina, y su prevaricación o traición a ella, es la causa de sus castigos. Esto puede decirse de alguna manera de todas las naciones católicas, sin embargo, a su luz se entienden mejor las predilecciones de la Medalla Milagrosa, La Salette, Pellevoisin (escapulario del S. Corazón), Lourdes, etc. Por algo Juan XXIII el 18 de febrero de 1959 explicaba que en el plan de Dios cada nación tiene una misión, y que califica la de Francia la divisa: Reino de Francia, reino de María.
También a la luz de la misión de Francia como nación, se entiende mejor el mensaje del Corazón de Jesús a Luis XIV por medio de Santa Margarita María, en 1689, pidiendo: 1º.) La fiesta a su Corazón (instituida en 1765). 2º.) Una basílica nacional dedicada a Él (Montmartre, construida en 1873). 3º.) Consagración de Francia al Sagrado Corazón; y 4º.) Colocación del Sagrado Corazón en la bandera nacional.
Estas dos peticiones aún no se han realizado aunque llevan consigo la promesa que así “Dios le dará siempre la victoria sobre sus enemigos y sobre los enemigos de la religión” (pues, obviamente, solo contra ellos luchará). Luis XIV no las atendió, y ese año 1689 fue el principio de la decadencia de Francia. Sin embargo, algún día no lejano se cumplirán.
Notas
(1)Profecía atribuida también a Juan de Vatiguerro, pero que con el título “La gran predicción de S. Cesáreo, arzobispo de Arlés, fue encontrada entre los papeles de Mons, du Lau arzobispo de Arlés, martirizado durante la revolución francesa, y luego ampliamente divulgada y traducida a varios idiomas (cfr. Víctor).
(2) ¿Quién, por tanto? No vamos a dilucidar cuestión tan debatida (cfr. el libro de E. Muraise). Hay al menos 12 pretendientes al trono de Francia, sin contar a los descendientes de Napoleón. Atendiendo exclusivamente a la línea masculina primogénita pública, sería el Duque de Cádiz, y sólo los Borbones españoles unen el león a la flor de lis, de acuerdo con la profecía de Orval; pero no se dan otros detalles citados (Y se alega la discutible renuncia de Felipe V para sí y sus descendientes al trono de Francia; así como la de su padre D. Jaime, y su matrimonio morganático.) Algunos se dicen descendientes desconocidos de Enrique III o de Carlos IX (S. XVI), y sobre todo de Luis XVII (hijo de Luis XVI guillotinado, que algunos sostienen no murió prisionero en el Temple a los diez años en 1795; teoría confirmada por algunos videntes: Souffrand, párroco bretón, 1755-1828, famoso por su santidad y profecías; Ignacio Tomás Martín, ya citado, Josefina Reverdy, 1854-1908, enfermera, vivió en Boulleret, Francia, y se dice la Virgen comunicó este secreto en La Salette a Maximino, quien lo transmitió a Pío IX. “Aquí se ve el candor y la simplicidad de un niño”, fue su comentario)
(2) ¿Quién, por tanto? No vamos a dilucidar cuestión tan debatida (cfr. el libro de E. Muraise). Hay al menos 12 pretendientes al trono de Francia, sin contar a los descendientes de Napoleón. Atendiendo exclusivamente a la línea masculina primogénita pública, sería el Duque de Cádiz, y sólo los Borbones españoles unen el león a la flor de lis, de acuerdo con la profecía de Orval; pero no se dan otros detalles citados (Y se alega la discutible renuncia de Felipe V para sí y sus descendientes al trono de Francia; así como la de su padre D. Jaime, y su matrimonio morganático.) Algunos se dicen descendientes desconocidos de Enrique III o de Carlos IX (S. XVI), y sobre todo de Luis XVII (hijo de Luis XVI guillotinado, que algunos sostienen no murió prisionero en el Temple a los diez años en 1795; teoría confirmada por algunos videntes: Souffrand, párroco bretón, 1755-1828, famoso por su santidad y profecías; Ignacio Tomás Martín, ya citado, Josefina Reverdy, 1854-1908, enfermera, vivió en Boulleret, Francia, y se dice la Virgen comunicó este secreto en La Salette a Maximino, quien lo transmitió a Pío IX. “Aquí se ve el candor y la simplicidad de un niño”, fue su comentario)
Tomado del folleto EL TIEMPO QUE SE APROXIMA, del Padre José Luis de Urrutia, S.J. Editado en 1980.
1 comentario:
el gran monarca sera declarado por conchiglia
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