miércoles, 12 de enero de 2022

ADÁN Y EVA: ¿EXISTIERON DE VERDAD? Por Pacomio

 Por Pacomio


¿Adán y Eva son personas históricas? ¿El relato bíblico de la creación del hombre es una leyenda mitológica? ¿Por qué después del concilio Vaticano II hay tantos obispos, sacerdotes, teólogos, profesores de religión y catequistas que no enseñan lo que la Iglesia católica siempre ha enseñado sobre el tema?¿Se equivocaron la Escritura y la Iglesia sobre Adán y Eva? ¿Cuál es la postura oficial de la Iglesia del relato mismo del Génesis sobre la creación del hombre?

Todas esas son preguntas importantísimas que muchos católicos e incrédulos se hacen y que requieren una respuesta seria y verdadera y no complicada como suele ocurrir con algunos estudios, pensando en que todos son doctores en teología, así la mayoría de los lectores quedan más confundidos que payaso en velatorio.

¡No, señores y señoras!, te vamos a explicar lo que la Divina Revelación y la Iglesia enseña sobre Adán y Eva con un lenguaje sencillo que lo entendería hasta un alumno de enseñanza básica. ¡Comencemos!

El Génesis ¿un libro histórico o de fantasías?

Ni lo uno ni lo otro. El Génesis es un libro de la Biblia escrito por Moisés (Cf. Jos. 8,31-32; 23,6; 1 Reyes 2,3; 2 Rey. 14,16; 23,25; Dan. 9,11; Esdras 3,2; 6,18; Neh. 8,1; 13,1; etc.) que bajo la inspiración de Dios recogió y corrigió diversas tradiciones orales muy antiguas cuyo objetivo era responder a las grandes interrogantes que entonces se tenían sobre el origen de la humanidad y de su relación con Dios. Por eso, es importante recordar que el Génesis no pretende ser una explicación histórica o científica literal, ni tampoco un libro de historia universal, sino que su acento está en el mensaje revelado que nos quiere dar Dios para nuestra salvación. Pero el hecho de que el Génesis no sea únicamente una historia, no implica que sus relatos sean alegorías y meras fantasías. El Papa Pío XII lo explicó así en su encíclica Humani Generis, N° 31 (12 de agosto de 1950):  “… los once primeros capítulos del Génesis, aunque propiamente no concuerdan con el método histórico ..., no obstante  pertenecen al género histórico en un sentido verdadero, que los exegetas han de investigar y precisar“.

El Mensaje del relato de la creación del hombre es darnos a entender que Dios lo creó todo de la nada, lo conserva y lo gobierna todo, que los hombres fuimos creados a su imagen y semejanza, inteligentes y libres, que fuimos expulsados del paraíso por la desobediencia del pecado original, por lo que ahora, debemos morir, vivir sin ver a Dios, padecer las variadas formas de mal a los cuales estamos expuestos por nuestra prevaricación y nuestra inclinación concupiscente al mal en este mundo de exilio. Pero también, nos revela que Dios nos promete un Salvador de nuestra eterna condena, pero para ello es necesario creer sus enseñanzas (doctrina), cumplir sus mandatos (Moral), rendirle homenaje privado y público (oración y culto) para implorar sus favores y protección, pedirle perdón, y ofrecerle sacrificios de expiación, finalmente, llevando una conducta de vida virtuosa en el bien, dentro de la religión y sociedad por Él congregada. Sin duda, hay más enseñanzas, pero esas son las principales.

Adán y Eva ¿Personajes reales o representaciones de la humanidad?

En la actualidad, no son pocos los que llevados de la desconfianza por lo sobrenatural y de la crítica tendenciosa del mundo moderno, argumentan que Adán y Eva son figuras literarias que representan a la humanidad. Esto lo hacen basándose, entre otras cosas, en ciertos juegos de palabras hebreas que aparecen en los capítulos 1 y 2 del Génesis.      

Adam: Hombre.
Ha-aham: Humanidad.
Adamá: Suelo.

Pero más allá de los juegos de palabras, las interpretaciones, o las figuras alegóricas que aparecen en los primeros capítulos del Génesis, la Iglesia Católica desde un principio (Cf. Lc 3,38; 2 Co 11,3; 1 Tim 2, 13-14) nunca ha negado la existencia de un Adán histórico o una Eva histórica. Al contrario, en documentos magisteriales son abundantes las referencias a estos dos personajes como seres reales e individuales. Veamos algunos ejemplos:

  • SAN ZOSIMO, 417-418, II CONCILIO MILEVI (2) año 416 Y XVI CONCILIO DE CARTAGO, año 418.
  • SAN FELIX III, 526-530, II CONCILIO DE ORANGE, año 529 (en la Galia) Confirmado por Bonifacio II (contra los semipelagianos). Sobre el pecado original, la gracia, la predestinación.
  • BONIFACIO II, 530-53, Confirmación del II Concilio de Orange. De la Carta Per filium nostrum, a Cesáreo de Arlés, de 25 de enero de 531]
  • PELAGIO I, 556-561 De los novísimos. [De la Fe de Pelagio, en la Carta Humani generis a Childeberto I, de abril de 557]
  • INOCENCIO II 1130-1143, CONCILIO DE SENS, 1140 ó 1141. Errores de Pedro Abelardo.
  • CLEMENTE V, 1305-1314, CONCILIO DE VIENNE, 1311-131.  Errores de Pedro Juan Olivi (acerca de la llaga de Cristo, de la unión del alma y del cuerpo, y del bautismo) [De la Constitución De Summa Trinitate et fide catholica.
Y un largo etcétera hasta nuestros días.....       

Tampoco faltan las serias advertencias sobre las graves consecuencias para la doctrina de la Fe que supondría negar equivocadamente que ellos existieron como personas individuales o creer que solo representan a una especie simbólica de primera generación de la humanidad.

Por tal motivo, el Papa Pío XII alertó sobre aquellos que creen que Adán solo significa “el conjunto de muchos primeros padres”. Sobre esa idea advirtió en Humani Generis N°30 que: “no se ve claro cómo pueda compaginarse con cuanto las fuentes de la verdad revelada [Biblia y Tradición] y los documentos del Magisterio de la Iglesia enseñan sobre el pecado original, que procede de un pecado en verdad cometido POR UN SOLO ADÁN INDIVIDUAL y moralmente, y que, transmitido a todos los hombres por la generación, es inherente a cada uno de ellos como suyo propio. (Cf. Rom. 5, 12-19; Conc. Trid. ses. 5, can. 1-4). Semejante a esto --guardando las diferencias-- es lo que ocurre a un hijo al nacer con Sida al ser procreado por un padre o madre o por ambos infectados.

Más severo todavía es el Concilio de Trento que al lanzar un anatema [maldición, excomunión] sobre quienes niegan el pecado original, presupone la idea de un primer hombre llamado Adán:
“Si alguno no confiesa que EL PRIMER HOMBRE ADÁN, al transgredir el mandamiento de Dios en el paraíso, perdió inmediatamente la santidad y justicia en que había sido constituido, e incurrió por la ofensa de esta prevaricación en la ira y la indignación de Dios y, por tanto, en la muerte con que Dios antes le había amenazado, y con la muerte en el cautiverio bajo el poder de aquel que tiene el imperio de la muerte, es decir, del diablo, y que TODA LA PERSONA DE ADÁN por aquella ofensa de prevaricación fue mudada en peor, según el cuerpo y el alma: sea anatema”. [Decreto sobre el pecado original].

Conclusión

Según la Divina Revelación y el Magisterio oficial de la Iglesia Adán y Eva, sí fueron personajes históricos e individuales, no, por consecuencia, simbólicas representaciones de la humanidad. Sin lugar a dudas, muchos relatos de el Génesis están envueltos en muchas alegorías, pero al servicio de dar a entender  personas y situaciones que fueron reales, en ningún caso implican la no existencia de sus personajes, en especial Adán y Eva.

📌📌📌

📎 Para los interesados en mayor profundidad y mejor comprensión del tema en cuestión, ofrecemos a continuación la doctrina dogmática sobre la creación de Adán y Eva:

1. Principios generales

👉Para resolver las contradicciones aparentes entre los datos de las ciencias naturales y el relato bíblico de la creación, hay que tener en cuenta los siguientes principios teológicos y exegéticos generales:

a) Aunque toda la Sagrada Escritura está inspirada y es palabra de Dios, no obstante, siguiendo a SANTO TOMÁS DE AQUINO (Ver Sent. II d. 12 q. 1 a. 2), hemos de distinguir entre las cosas inspiradas por su propia naturaleza (per se) y las que lo están por eventualidad o circunstancia (per accidens). Como la verdad revelada, que se halla depositada en la Sagrada Escritura, tiene por fin darnos enseñanzas de índole religiosa y moral, la inspiración se extiende per se a las verdades religiosas y morales. Las noticias profanas (científicas o históricas) que se contienen en la Sagrada Escritura están inspiradas tan sólo per accidens, es decir, por su relación con las verdades religiosas y morales. También lo inspirado per accidens es palabra de Dios y, por tanto, se halla libre de error. Ahora bien, como los hagiógrafos [escritores sagrados], cuando se trataba de cosas profanas, utilizaron una forma literaria vulgar [común y corriente], es decir, no científica, sino acomodada a las ideas de su época, por lo mismo, cabe en este punto una interpretación más amplia y no tan solo literal. El magisterio de la Iglesia nunca hace declaraciones positivas o absolutas en cuestiones que son objeto de la ciencia profana, sino que únicamente se limita a advertirnos de los errores que ponen en peligro la doctrina de la fe. En estas cuestiones falta también la convicción unánime de los santos padres de la Iglesia [siglos I al VIII], pues ellos en este caso no hablan como testigos de la fe, sino que reflejan su propia opinión matizadas con el saber de su tiempo.

b) Como el conocimiento natural de la razón humana (Dios creador) y el conocimiento sobrenatural de la fe (Dios revelador) provienen de la misma fuente, que es Dios, no puede haber verdadera contradicción entre los resultados ciertos de la ciencia profana y la palabra de Dios entendida como es debido. El concilio del Vaticano I declara : «Nulla unquam inter fidem et rationem vera dissensio esse potest», "Nunca puede haber un verdadero desacuerdo entre la fe y la razón."; Dz 1797.

2. Declaraciones de la Comisión Bíblica (30-06-1909)

a) Los tres primeros capítulos del Génesis contienen relatos sobre sucesos reales «rerum vere gestarum narrationes, quae scilicet obiectivae realitati et historicae veritati respondeant» "narraciones de hechos verdaderamente históricos que respondan a la realidad objetiva y a la verdad histórica" y no mitos ni puras alegorías o símbolos de verdades religiosas; no contienen, en fin, leyendas ; Dz 2122.

b) Cuando se trata de hechos que atañen a Ios fundamentos de la religión cristiana («quae christianae religionis fundamenta attingunt», "atingente a los fundamentos de la religión cristiana"), hay que aceptar el sentido literal e histórico. Tales hechos son, entre otros, la creación de todas las cosas por Dios al principio de los tiempos y la creación especial del hombre; Dz 2123.

c) No es necesario entender en sentido propio todas y cada una de las palabras y frases. Los lugares que han sido interpretados diversamente por los santos padres y los teólogos podrán exponerse según el propio y bien ponderado dictamen de cada uno, estando dispuestos, naturalmente, a someterse al juicio de la Iglesia y guardando siempre la analogía de la fe [concordancia con la doctrina de la fe]; Dz 2124s.

d) Como el hagiógrafo no pretendió exponer con rigor científico la constitución interna de las cosas o el orden en que fueron realizadas las distintas obras de la creación, antes bien se sirvió de un modo de expresarse popular y acomodado al lenguaje y a la ideología de su tiempo, no hay que entender tampoco, las palabras en su significado rigurosamente científico («proprietas scientifici sermonis» "lenguaje propiamente científico") cuando se efectúa la exégesis de un pasaje.

e) La palabra «día» no hay que entenderla en sentido de un día natural de 24 horas, sino que puede tomarse también como expresión de un período de tiempo más largo; Dz 2128. Cf. acerca de esta cuestión en su totalidad la Carta del Secretario de la Comisión Bíblica al cardenal Suhard, de 16 de enero de 1948:  

[Carta del Secretario de la Comisión Bíblica al Cardenal Suhard, arzobispo de París, fecha a 16 de enero de 1948]

(1) AAS 40 (1948) 45 s.

El Padre Santo [Pío XII] se ha dignado confiar al examen de la Pontificia Comisión Bíblica, dos cuestiones que fueron recientemente sometidas a Su Santidad acerca de las fuentes del Pentateuco y de la historicidad de los once primeros capítulos del Génesis. Estas dos cuestiones, con sus considerandos y votos, han sido objeto del más atento estudio por parte de los Rvmos. Consultores y de los Eminentísimos Cardenales, miembros de dicha Comisión. Como resultado de sus deliberaciones, Su Santidad se ha dignado aprobar la respuesta siguiente en la audiencia concedida al que suscribe con fecha de 16 de enero de 1948.
La Pontificia Comisión Bíblica se complace en rendir homenaje al sentimiento de filial confianza que ha inspirado este paso y desea corresponder a él por un esfuerzo sincero de promover los estudios bíblicos, asegurándoles, dentro de los límites de la enseñanza tradicional de la Iglesia, la más completa libertad. Esta libertad ha sido explícitamente afirmada por la Encíclica Divino afflante Spiritu del soberano Pontífice gloriosamente reinante en estos términos: «El exegeta católico, llevado de activo y fuerte amor de su propia ciencia, y sinceramente adicto a la Santa Madre Iglesia, por nada ha de cejar en su empeño de acometer una y otra vez las cuestiones difíciles que hasta el presente no han sido resueltas, no sólo para rechazar las objeciones de los adversarios, sino para tratar de hallar una sólida explicación que, por una parte, esté fielmente de acuerdo con la doctrina de la Iglesia, señaladamente con lo que enseña sobre la inmunidad de todo error en la Sagrada Escritura, y, por otra, satisfaga del modo debido a las conclusiones ciertas de las disciplinas profanas.
Ahora bien, recuerden todos los demás hijos de la Iglesia que los esfuerzos de estos denodados obreros de la viña del Señor, han de ser juzgados no sólo con ánimo de justicia y equidad, sino con suma caridad; y apártense de aquel afán nada prudente por el que se cree que todo lo nuevo, por el hecho de ser nuevo, ha de ser condenado o tenido por sospechoso» (2).
Si a la luz de esta recomendación del soberano Pontífice se entienden e interpretan las tres respuestas oficiales dadas antaño por la Comisión Bíblica a propósito de las antes mentadas cuestiones; a saber, el 23 de junio de 1905 sobre los relatos que sólo tendrían apariencia histórica en los libros históricos de la Sagrada Escritura (EB 154), el 27 de junio de 1906 sobre la autenticidad mosaica del Pentateuco (EB 174-177), y el 30 de junio de 1939 sobre el carácter histórico de los tres primeros capítulos del Génesis (EB 332-339), se concederá que estas respuestas no se oponen en modo alguno a un examen ulterior verdaderamente científico de estos problemas, según los resultados obtenidos durante estos últimos cuarenta años. En consecuencia, la Comisión Bíblica no cree que haya lugar a promulgar, por lo menos de momento nuevos decretos a propósito de estas cuestiones.
En lo que a la composición del Pentateuco se refiere, la Comisión Bíblica reconocía ya en el mentado Decreto de 27 de junio de 1906 que se podía afirmar que Moisés «para componer su obra se sirvió de documentos escritos o de tradiciones orales» y admitir también modificaciones y adiciones posteriores a Moisés (EB 176-177). Hoy no hay nadie que ponga en duda la existencia de estas fuentes y no admita un acrecimiento progresivo de las leyes mosaicas, debido a las condiciones sociales y religiosas de los tiempos posteriores, procesión que se manifiesta también en los relatos históricos.
Sin embargo, aun en el campo de los exegetas no católicos, se profesan hoy día opiniones muy divergentes respecto a la naturaleza y el número de tales documentos, su denominación y su fecha. Ni siquiera faltan en diferentes países, autores que, por razones puramente críticas e históricas, y sin intención alguna apologética, rechazan resueltamente las teorías más en boga hasta ahora, y buscan la explicación de ciertas particularidades redaccionales del Pentateuco, no tanto en la diversidad de los supuestos documentos, cuanto en la psicología especial, en los procedimientos particulares, mejor conocidos hoy día, del pensamiento y de la expresión de los orientales, o también en el diferente género literario postulado por la diversidad de materias. Por eso, invitamos a los sabios católicos a estudiar estos problemas sin prejuicio alguno, a la luz de una sana crítica y de los resultados de las otras ciencias interesadas en estas materias, y este estudio establecerá sin duda la gran parte y la profunda influencia de Moisés como autor y como legislador.
La cuestión de las formas literarias de los once primeros capítulos del Génesis es mucho más oscura y compleja. Estas formas literarias no responden a ninguna de nuestras categorías clásicas y no pueden ser juzgadas a la luz de los géneros literarios grecolatinos o modernos. No puede consiguientemente negarse ni afirmarse en bloque la historicidad de estos capítulos sin aplicarles indebidamente las normas de un género literario bajo el cual no pueden ser clasificados. Si se admite que en estos capítulos no se encuentra historia en el sentido clásico y moderno, hay que confesar también que los datos científicos actuales no permiten dar una solución positiva a todos los problemas que plantea... Declarar a priori que sus relatos no contienen historia en el sentido moderno de la palabra, dejaría fácilmente entender que no la contienen en ningún sentido, cuando en realidad cuentan en lenguaje sencillo y figurado, adaptado a las inteligencias de una humanidad menos desarrollada, las verdades fundamentales presupuestas a la economía de la salvación, al mismo tiempo que la descripción popular de los orígenes del género humano y del pueblo escogido... (Dz 2302).

3. Explicación de las obras de los seis días

Todo lo que la Sagrada Escritura dice sobre la duración y el orden con que Dios fue formando el mundo, es puro ropaje literario para expresar la verdad religiosa de que el mundo entero comenzó a existir porque lo sacó de la nada la palabra creadora de Dios. Para ello el hagiógrafo se sirvió de la imagen precientífica del mundo corriente en su época. El que sean seis los días de la creación hay que considerarlo coma un antropomorfismo. La labor creadora de Dios es expuesta según una estructuración rigurosamente esquemática (opus distinctionis [distinción de obra] — opus ornatus [obra de ornato]) a imagen de la semana laboral del hombre, figurándose el cese de la labor creadora con el descanso sabático. El fin de semejante ropaje literario es dar fundamento al trabajo semanal y al descanso sabático en el ejemplo del mismo Dios ; cf. Ex 20, 8 ss.

Las numerosas teorías que se han ido formando para explicar el hexamerón bíblico [(gr.hexa, seis; hemeros, día) relato de los seis días de la creación en el Génesis] se dividen en dos grupos. El primero de ellos ve en el capítulo primero del Génesis un relato histórico sobre el orden y la duración de la obra divina de la creación (teorías realísticas). El segundo grupo renuncia a la historicidad del relato en lo tocante al orden y duración de las obras, y, para evitar todo conflicto con las ciencias naturales, supone que la división en seis días hay que explicarla por una idea del hagiógrafo (teorías idealísticas). Entre el primer grupo se cuentan la «teoría verbal», defendida por la mayor parte de los santos padres y doctores de la escolástica, la teoría de la restitución, la teoría del diluvio universal y diversas otras teorías de tendencia armonizante, que explican los seis días de la creación como seis períodos de tiempo. Al grupo segundo pertenecen el alegorismo de San Agustín, la teoría de la visión, el poetismo, la explicación antropomorfística antes mencionada y el mitismo (concepción mítica) condenado por el magisterio eclesiástico; Dz 2122.

Siglas:

Dz: El Magisterio de la Iglesia por Enrique Denzinger


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