miércoles, 2 de marzo de 2011

Respuestas a las objeciones contra la posición católica sedevacantista 6ª Objeción


6ª objeción: Las definiciones del Vaticano I sobre la perpetuidad del oficio papal contradicen las afirmaciones de los sedevacantistas.








Respuesta: Los dogmas del Vaticano I no se contradicen con una vacancia de la sede papal, de hecho, son aquellos que rechazan a los antipapas del Vaticano II los que están aceptando firmemente estos dogmas papales, ya que Benedicto XVI los rechaza totalmente.

LAS RESPUESTAS A LOS PASAJES ESPECÍFICOS DEL VATICANO PRIMERO QUE SON CITADOS POR LOS ANTI-SEDEVACANTISTAS – Y LO ABSURDO DE UN “PAPA” QUE NO CREE EN EL VATICANO PRIMERO

Las personas que intentan refutar el sedevacantismo a menudo citan tres pasajes del Vaticano I. Responderemos específicamente todos estos tres pasajes. Antes de hacerlo, debemos hacer hincapié del hecho que acabamos de tratar: ha habido largos períodos en que la Iglesia no ha tenido ningún Papa. Ya hicimos mención del interregno de tres y medio años que ocurrió entre el Papa San Marcelino y el Papa San Marcelo.

Aunque el Papa San Gregorio VII murió el 25 de mayo de 1085, fue hasta casi dos años más tarde – el 9 de mayo de 1087 – que fue elegido su sucesor, el Papa Víctor III. El 25 de junio de 1243, el Papa Inocencio IV se convirtió en el sucesor No 179 de San Pedro; sin embargo, su predecesor inmediato, el Papa Celestino IV, ya había muerto hace más de un año y medio – el 10 de noviembre de 1241. Más tarde en el mismo siglo, los católicos se vieron obligados a esperar casi tres años mientras la Iglesia, tras la muerte del Papa Clemente IV de 29 de noviembre de 1268, tardó en nombrar al nuevo Papa, San Gregorio X, el 1 de septiembre de 1271. Pueden ser citados otros ejemplos de interregnos de un año o más entre los Papas, el punto aquí es que mientras era común la práctica de transferir rápidamente el poder papal, se han encontrado excepciones. Entonces, la crisis actual ciertamente no es la primera vez en que la Iglesia ha tenido que sufrir sin un Papa por un período significativo.

Ya hemos tratado de los antipapas que reinaron en Roma y que decían ser Papas, algo que vimos en el caso de Anacleto II y en el Gran Cisma de Occidente. También hay un axioma teológico, “ni más ni menos cambia la especie; un cambio de grado no afecta el principio”. Si la Iglesia no falló o perdió la sucesión papal perpetua por una vacancia de tres años y siete meses, entonces la Iglesia no fallará o perderá la sucesión papal perpetua durante una vacancia de cuarenta o más años. El principio es el mismo, a menos que se cite una enseñanza específica de la Iglesia que declare un límite al interregno papal.

Puesto que no hay enseñanza que ponga un límite a tal interregno papal (un período sin un Papa), y ya que las definiciones del Vaticano I sobre la perpetuidad del oficio papal no hace ninguna mención en absoluto de las vacancias papales o por cuánto tiempo podrían durar, entonces, si fuere cierto que las definiciones del Vaticano I refutan la posición sedevacante (como algunos dicen), se diría también que refutaría la indefectibilidad de la Iglesia católica – cada vez que la Iglesia se encuentre sin un Papa. Pero, por supuesto, esto es imposible y ridículo.

Por lo tanto, con el fin de ser constantes, los anti-sedevacantistas que citan al Vaticano I en contra de la “tesis” sedevacante, deben argumentar que la Iglesia nunca puede estar sin un Papa, ni siquiera por un solo momento (un absurdo evidente). Pero esto es exactamente lo que argumenta uno de ellos en un errado artículo muy interesante. Esto sirve para revelar el profundo prejuicio y los errores esenciales de su posición:

Chris Ferrara, “Oposición a la Campaña Sedevacantista”, Catholic Family News, agosto de 2005, p. 19: “La Iglesia nunca, ni por un momento, en su historia ha estado sin ningún sucesor de Pedro válidamente elegido tras la muerte de su predecesor válidamente elegido”[1].

Esto es obviamente absurdo y completamente falso. El autor sabe que esto es falso porque, en la siguiente frase, declara:

Ferrara: “De hecho, el interregno más largo entre dos Papas de la historia de la Iglesia sólo tenía dos años y cinco meses, entre la muerte del Papa Nicolás IV (1292) y la elección del Papa Celestino V (1294)”[2].

En primer lugar, el interregno que él menciona no fue la más larga de la historia de la Iglesia (como vimos más arriba). En segundo lugar, él reconoce que la Iglesia ha existido sin un Papa desde hace años. Así que se han dado un buen número de “momentos” en la historia de la Iglesia donde ella se ha encontrado sin un Papa. ¿Por qué nos diría Ferrara que la Iglesia no puede estar sin un Papa “ni por un momento” cuando él sabe que esto no es cierto?

Ahora que se ha establecido el hecho de que la Iglesia sí puede estar sin un Papa durante un largo periodo, echemos un vistazo a los pasajes del Concilio Vaticano I:

  1. El Concilio Vaticano I declara que el papado es el fundamento visible y el principio perpetuo de la unidad
El Vaticano I, Constitución dogmática de la Iglesia de Cristo, sesión 4, 18 de julio de 1870: “Así, para que el oficio episcopal fuese uno y sin división y para que, por la unión del clero, toda la multitud de creyentes se mantuviese en la unidad de la fe y de la comunión, colocó al bienaventurado Pedro sobre los demás apóstoles e instituyó en él el fundamento visible y el principio perpetuo de ambas unidades, sobre cuya fortaleza se construyera un templo eterno, y la altura de la Iglesia, que habría de alcanzar el cielo, se levantara sobre la firmeza de esta fe”[3].

Lo que Cristo instituyó en San Pedro (el oficio de Pedro) sigue siendo el fundamento visible y el principio perpetuo de unidad, aún hoy, y cada vez que no hay Papa, y esto se demuestra cada vez cuando un católico sedevacante convierte a la fe católica a un “ortodoxo” cismático oriental.

El católico (que en el presente momento es sedevacante) cristianamente le informa al cismático oriental que él no está en la unidad de la Iglesia porque no acepta lo que Cristo instituyó en San Pedro (el oficio del papado), y no solamente eso, sino además de no aceptar lo que los sucesores de San Pedro han enseñado en la historia de manera obligatoria (por ejemplo, el Concilio de Trento, etc.). Este es un ejemplo claro de cómo el oficio del papado todavía está en función – y funcionará para siempre – como el principio perpetuo de la unidad visible, distinguiendo a los verdaderos fieles de los falsos (la verdadera Iglesia de la falsa). Esto sigue siendo verdadero aun cuando no haya Papa, y para los católicos que sostienen hoy en día el sedevacantismo. Esta enseñanza dogmática del Vaticano I no excluye los períodos donde no hay un Papa ni tampoco se opone de ninguna manera a la tesis sedevacante.

De hecho, si bien esta definición sigue siendo verdadera para un verdadero católico, debe quedar claro que, (por ejemplo, en esta época de la Gran Apostasía) esta definición del Vaticano I sólo puede seguir siendo verdadera para el sedevacante (y no para los anti-sedevacantistas). Esta definición del Vaticano I respecto al papado que es el fundamento visible y el principio perpetuo de la unidad ciertamente no puede ser aplicada para los que están bajo Benedicto XVI, ya que el Vaticano II enseña todo lo contrario:

Documento del Vaticano II, Lumen gentium, # 15:
La Iglesia se siente unida por varios vínculos con todos los que se honran con el nombre de cristianos, por estar bautizados, aunque no profesan íntegramente la fe, o no conservan la unidad de comunión bajo el Sucesor de Pedro[4].

Vemos que el Vaticano II enseña que el papado no es el fundamento visible de las unidades de la fe y la comunión. Enseña que aquellos que rechazan el papado están en comunión con la Iglesia. Dado que esta es la enseñanza oficial de la secta del Vaticano II y sus antipapas, aquellos que se adhieren a ellas contradicen las enseñanzas anteriormente citadas del Concilio Vaticano I.

En segundo lugar, la enseñanza del Vaticano I sobre la perpetuidad del oficio papal sólo sigue siendo verdadera para el sedevacante porque ¡Benedicto XVI enseña explícitamente que no es esencial aceptar el papado para la unidad!

Benedicto XVI, Principios de la Teología Católica (1982), pp. 197-198: “En la parte del occidente, la demanda máxima sería que el oriente reconociera la primacía del Obispo de Roma en todo el ámbito de la definición de 1870 [Vaticano I] y al hacerlo someterse en la práctica, de una primacía, como ha sido aceptada por las iglesias uniatas. (…) Lo que se refiere al protestantismo, la demanda máxima de la Iglesia católica sería que los ministros protestantes eclesiales se consideren como totalmente inválidos y que los protestantes se conviertan al catolicismo (…) ningunas de las soluciones de máxima ofrecen una esperanza real de unidad[5].

Ya hemos mostrado – pero era necesario citarlo de nuevo aquí – que Benedicto XVI menciona específicamente – y luego rechaza francamente – la enseñanza tradicional de la Iglesia católica que los protestantes y los cismáticos orientales deben ser convertidos a la fe católica y aceptar el Vaticano I (“todo el ámbito de la definición de 1870”) para la unidad de la Iglesia y la salvación de sus almas. Él rechaza específicamente que la definición dogmática del Concilio Vaticano I (aceptar el papado, etc.) es obligatorio para la unidad de la Iglesia. Además del hecho de que este es otro claro ejemplo de herejía manifiesta de los antipapas del Vaticano II, ¡esto prueba que Benedicto XVI (el hombre que actualmente ellos dicen que es el “Papa”) niega el mismo dogma del Vaticano I que fundamenta esta objeción de los anti-sedevacantistas (es decir, que el papado es el fundamento visible y el principio perpetuo de la unidad)!

2.       El papado permanecerá para siempre

Vaticano I, Constitución dogmática de la Iglesia de Cristo, sesión 4, cap. 2: “Aquello que Cristo el Señor, príncipe de los pastores y gran pastor de las ovejas, instituyó en el bienaventurado Apóstol Pedro, para la perpetua salvación y perenne bien de la Iglesia, debe por necesidad permanecer para siempre, por obra del mismo Señor, en la Iglesia que, fundada sobre piedra, se mantendrá firme hasta el fin de los tiempos[6].

Sí, lo que Cristo instituyó en San Pedro (es decir, el oficio del papado) debe permanecer para siempre hasta el final de los tiempos. ¿Qué es el oficio papal? El oficio papal es el oficio de San Pedro ejercido por todo aquel verdadero y legítimo obispo de Roma. Esto significa y garantiza que cada vez que haya un ocupante verdadero y válido del cargo, él será dotado por Cristo con la infalibilidad (es decir, en su capacidad docente autoritaria y obligatoria), él será dotado con la jurisdicción suprema sobre la Iglesia universal, y será jefe visible de la Iglesia. Esto sigue siendo verdadero para todo ocupante verdadero y legítimo del oficio papal hasta el final de los tiempos. Esto no quiere decir que la Iglesia siempre tendrá dicho ocupante, como lo prueba la historia de la Iglesia y las vacancias papales de más de 200 veces, ni tampoco significa que sea algo imposible que un antipapa reine desde Roma (como el antipapa Anacleto II, que reinó en Roma desde 1130-1138). Esta definición no atestigua nada a favor de los anti-sedevacantistas, por lo tanto, continuemos.

3.       Pedro tendrá perpetuos sucesores en su primado sobre toda la Iglesia universal

Papa Pío IX, Primer Concilio Vaticano, sesión 4, cap. 2, [canon]. “Por lo tanto, si alguno dijere que no es por institución del mismo Cristo el Señor, es decir por derecho divino, que el bienaventurado Pedro tenga perpetuos sucesores en su primado sobre toda la Iglesia, o que el Romano Pontífice no es el sucesor del bienaventurado Pedro en este mismo primado: sea anatema”[7].

Este es el canon favorito de aquellos que se oponen a la “tesis” sedevacante; no obstante, como veremos, también no prueba nada a favor de su falsa posición. Las palabras y las distinciones son muy importantes. Si se entienden las distinciones y las palabras, el resultado es que a menudo se puede encontrar una gran diferencia entre el protestantismo y el catolicismo.

El canon del Vaticano I condena a aquellos que niegan “que Pedro tenga perpetuos sucesores en su primado sobre toda la Iglesia”. Nótese la frase “perpetuos sucesores en su primado”. Esto, como hemos visto, no significa y no puede significar que siempre tendremos un Papa. Por eso no dice que “siempre tendremos un Papa”. Es un hecho que han existido periodos sin un Papa. Entonces, ¿qué significa el canon?

Al entender este canon, debemos recordar que hay cismáticos que sostienen que al mismo San Pedro le fue dada por Jesucristo el primado sobre la Iglesia universal, pero que el primado sobre la Iglesia universal terminó con San Pedro. Ellos sostienen que los obispos de Roma no son los sucesores del mismo primado que tuvo San Pedro. Ellos sostienen que la fuerza potente del primado no desciende a los Papas, a pesar de que ellos son los sucesores de San Pedro como obispos de Roma. De nuevo: los “ortodoxos” cismáticos admitirán que los obispos de Roma son sucesores de San Pedro, en cierto modo, debido a que son sucesores como obispos de Roma, pero que no son sucesores con la misma jurisdicción del primado sobre la Iglesia universal que San Pedro tuvo en su vida. Esta es la herejía de la cual trata el canon arriba citado.

Esta herejía – que niega que un Papa sea el sucesor del San Pedro con el mismo primado perpetuamente (es decir, cada vez que haya un Papa hasta el final de los tiempos, él será un sucesor en el mismo primado, con la misma autoridad que gozó San Pedro) – es precisamente lo que condena este canon.

Papa Pío IX, Primer Concilio Vaticano, sesión 4, cap. 2, [canon]. “Por lo tanto, si alguno dijere que no es por institución del mismo Cristo el Señor, es decir por derecho divino, que el bienaventurado Pedro tenga perpetuos sucesores en su primado sobre toda la Iglesia, o que el Romano Pontífice no es el sucesor del bienaventurado Pedro en este mismo primado: sea anatema”[8].

Cuando entendemos bien esto, se ve claramente cuál es el significado de este canon. Hace énfasis al final con las palabras “o que el Romano Pontífice no es el sucesor del bienaventurado Pedro en este mismo primado”, sea anatema. El canon no está declarando que siempre vamos a tener un Papa o que no habrá vacíos, como claramente lo hemos tenido. El significado del canon se desprende por lo que dice. Condena a aquellos que niegan que Pedro tenga sucesores perpetuos en el primado – es decir, aquellos que niegan que cada vez que haya un verdadero y legítimo Papa hasta el final de los tiempos, él será un sucesor en el mismo primado, con la misma autoridad que gozó San Pedro.

Este canon no prueba nada a favor de los anti-sedevacantistas, pero sí prueba algo para nosotros. ¡Recuerden, Benedicto XVI también rechaza este dogma sobre el primado de los Papas! [Si bien la siguiente cita fue escrita por Benedicto XVI cuando era “cardenal”, no existe evidencia que como “Papa” se haya retractado de lo dicho cuando era “cardenal”, por lo que se presume que sigue manteniendo esa creencia o posición.  Si desea ver herejías más recientes durante su falso “pontificado”, lea el capítulo 20, “Las herejías de Benedicto XVI”, de este mismo libro.]

BENEDICTO XVI RECHAZA TOTALMENTE ESTE CANON Y EL VATICANO I

Benedicto XVI, Principios de Teología Católica (1982), p. 198: “Tampoco es posible, por el contrario, que se considere como la única forma posible y, en consecuencia, sea obligatoria para todos los cristianos la forma de esta primacía que se conformó en los siglos XIX y XX [Nota del autor: esto significa que los cismáticos no necesitan aceptar el Vaticano I]. Los gestos simbólicos del Papa Pablo VI y, en particular, su arrodillado ante el representante del Patriarca ecuménico [el Patriarca cismático Atenágoras] fueron un intento de expresar precisamente esto y, por tales gestos, señalar el camino para salir del problema histórico, (…) En otras palabras, Roma no debe exigir más del oriente que no sea la doctrina de la primacía que se había formulado y vivido en el primer milenio. Cuando el Patriarca Atenágoras [el cismático no católico], en el 25 de julio de 1967, con motivo de la visita del Papa a Fanar, lo designó como el sucesor de San Pedro, como el más estimado de entre nosotros, como el que preside en la caridad, este gran líder de la Iglesia estaba expresando el contenido eclesial de la doctrina de la primacía, como era conocida en el primer milenio. Roma no tiene por qué pedir más[9].

Esto significa, una vez más, que, según Benedicto XVI, todos los cristianos no están obligados a creer en el papado tal como fue definido en el Vaticano I en 1870. Esto significa que los “ortodoxos” cismáticos sí pueden rechazar el papado. Esto es una negación descarada por aquel que proclama ser “el Papa” respecto del Vaticano I y de la necesidad de aceptar la primacía y es una ironía que pida ser obedecido según la doctrina del concilio que él mismo rechaza. ¿Quién va a denunciar contra esta contradicción abominable?

Papa Pío IX, Concilio Vaticano I, 1870, sesión 4, cap. 3, ex cathedra: “… todos los fieles de Cristo, a saber, que la Santa Sede Apostólica y el Romano Pontífice mantienen un primado sobre todo el orbe, y que el mismo Romano Pontífice es sucesor del bienaventurado Pedro, príncipe de los apóstoles, y que es verdadero vicario de Cristo, cabeza de toda la Iglesia, (…) Por ello enseñamos y declaramos que la Iglesia Romana, por disposición del Señor, posee el principado de potestad ordinaria sobre todas las otras (…) Esta es la doctrina de la verdad católica, de la cual nadie puede apartarse de ella sin menoscabo de su fe y su salvación[10].

Por otra parte, nótese que Benedicto XVI reconoce que los gestos simbólicos de Pablo VI con el cismático Patriarca “fueron un intento de expresar precisamente esto” – ¡es decir, sus gestos (como arrodillarse ante el representante no católico, cismático patriarca Atenágoras) expresó que los cismáticos no tienen que creer en el papado y el Vaticano I! Consideren esto como una gran prueba de todo lo que hemos dicho [capítulo 16, etc.] con respecto a los gestos continuos de Juan Pablo II hacia los cismáticos, por ejemplo: dándoles reliquias, dándoles ofrendas, elogiando sus “iglesias”, sentándose a rezar en igualdad con ellos, firmando declaraciones comunes con ellos, levantado excomuniones contra ellos.

Hemos señalado una y otra vez que con estas impropias acciones (ni siquiera considerando sus otras declaraciones) constituyen una demostración que ellos enseñan que los cismáticos no tienen que aceptar el dogma del papado. Innumerables falsos tradicionalistas y miembros “conversadores” de la Iglesia del Vaticano II lo niegan y tratan de explicar estos gestos como meramente escandalosos u otra cosa, pero no heréticos en sí. Bueno, aquí tenemos a Ratzinger – ahora Benedicto XVI como nuevo “jefe” de la Iglesia del Vaticano II – admitiendo precisamente lo que hemos dicho.

En la sección sobre las herejías de Benedicto XVI, hemos cubierto con gran detalle sus otras negaciones del Vaticano I. No vamos a repetirlo todo aquí; por favor consulte esa sección al respecto.

Por lo tanto, por favor contésteme, querido lector: ¿Quién realmente niega el Concilio Vaticano I? ¿Quién niega los dogmas de la perpetuidad, la autoridad y las prerrogativas del oficio papal? ¿Quién niega lo que Cristo instituyó en San Pedro? ¿No son acaso los sedevacantistas los que señalan acertadamente que aquella persona que niega el Vaticano I esta fuera de la Iglesia, fuera de la unidad – ya que ese tal rechaza, entre otras cosas, el principio perpetuo de la unidad que es el papado – y, por lo tanto, no puede esta persona ocupar ningún cargo ni dirigir una Iglesia en la cual él mismo no cree?

San Roberto Belarmino (1610), Doctor de la Iglesia: “Un Papa que se manifieste hereje, por ese mismo hecho (per se) cesa de ser Papa y cabeza, así como por lo mismo deja de ser un cristiano y miembro de la Iglesia. Por tanto, él puede ser juzgado y castigado por la Iglesia. Esta es la enseñanza de todos los Padres antiguos, que enseñaban que los herejes manifiestos pierden inmediatamente toda jurisdicción”.

San Francisco de Sales, Doctor de la Iglesia:
De hecho, sería uno de los más extraños monstruos que podrían versesi la cabeza de la Iglesia no fuera de la Iglesia[11].

¿O acaso los verdaderos negadores del papado y del Vaticano I no son aquellos que profesan la unión con aquel que claramente ni siquiera cree en el Concilio Vaticano I, aquel que ni siquiera cree que el papado y el Vaticano I sean obligatorios para todos los cristianos; aquel que ni siquiera cree que el papado se sostuvo en el primer milenio?

La respuesta es evidente para cualquier persona sincera y honesta que considere estos hechos. Es el antipapa Benedicto XVI, y todos los que obstinadamente insisten en estar en unión con él, quienes niegan el papado; los verdaderos fieles al papado y de la unidad de la Iglesia son los sedevacantistas.



[1] Chris Ferrara, “Opposing the Sedevacantist Enterprise” [Oposición a la Campaña Sedevacantista], Catholic Family News, agosto de 2005, p. 19.
[2] Chris Ferrara, “Opposing the Sedevacantist Enterprise”, Catholic Family News, p. 19.
[3] Denzinger 1821.
[4] Decrees of the Ecumenical Councils, edición inglesa, vol. 2, p. 860.
[5] Benedicto XVI, Principles of Catholic Theology, edición inglesa, pp. 197-198.
[6] Denzinger 1824.
[7] Denzinger 1825.
[8] Denzinger 1825.
[9] Benedicto XVI, Principles of Catholic Theology, edición inglesa, p. 198.
[10] Denzinger 1826-1827.
[11] San Francisco de Sales, The Catholic  Controversy, edición inglesa, Tan Books, 1989, p. 45.