miércoles, 31 de marzo de 2021

LA SABIDURÍA Y EL PODER DE LA CRUZ (3)

 MIÉRCOLES SANTO



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Hoy es Miércoles Santo, nuestro Centro de Estudios San Benito (CEBS) desde el inicio de la Semana Santa viene presentando distintos estudios sobre el sentido y valor del sufrimiento humano, de una mirada inicial desde la razón y del orden natural, poco a poco nos vamos adentrando en el Misterio Pascual de nuestra Salvación o dicho en otras palabras al Misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Divino Redentor.



En esta ocasión queremos presentarle una obra y un autor excepcional, nos referimos al Psiquiatra, Neurólogo, y Filósofo austriaco VIKTOR E. FRANKL, sin duda el mejor psiquiatra del siglo XX, superando a otros científicos como Sigmund Freud y Alfred Adler.  Si bien FRANKL era de origen judío terminó convirtiéndose al Catolicismo. Fue creador de la Logoterapia.

El Editor.


Resumen y comentario del libro y su autor

Su método-la logoterapia-se basa en ayudar a los pacientes a hallar el sentido de la vida. Fue el creador de una psiquiatría abierta a la trascendencia que hoy cuenta con numerosos seguidores en todo el mundo. La atención a la dimensión espiritual del enfermo es la clave de los éxitos clínicos logrados por Frankl.

Para ayudar a sus pacientes a encontrar sentido a la vida, Frankl se apoyaba en la dimensión trascendente de la persona. Era creyente, buen conocedor de la Biblia y del cristianismo. Si le preguntaban qué valores habría que promover para combatir el vacío existencial, solía responder: los Diez Mandamientos. “Cuando la gente vuelve la espalda a Dios, se llega al desprecio de la vida”.

Frankl descubrió que el psicoanálisis de Freud, para el que toda neurosis procede de la represión de la libido, era un craso reduccionismo (el hombre visto sólo como organismo biológico, sin alma). Las neurosis, sostenía, pueden tener origen somático o mental. Por tanto, administraba oportunamente fármacos a sus pacientes. Pero su mayor contribución está en el tratamiento de las neurosis noógenas (con raíz en la mente), a las que se dirige la logoterapia.

La inspiración básica de Frankl procede de su experiencia en los campos de concentración (Alemania Nazi), que relata en su libro más famoso, El hombre en busca de sentido. Al observarse a sí mismo y a los otros presos, vio que las personas, en situación de sufrimiento extremo, pueden desesperarse y degradarse o, por el contrario, sacar lo mejor de sí mismas. Quienes en tales condiciones elevaron su dignidad humana fueron los que llevaron sus padecimientos con la mira puesta en un fin superior. “Cuando hay un porqué vivir, se soporta cualquier cómo”, sentenciaba Frankl.

Frente a los determinismos (ciertas tendencias pseudo científicas materialistas y mecanicistas), Frankl sostenía que el hombre es un ser libre, cuya motivación primaria no es el instinto del placer (Freud) ni el afán de poder (Adler), sino la voluntad de sentido. Es decir, la persona no se mueve por impulsos, empujado “desde detrás”: su motor está “delante”, en la meta intelectualmente conocida y libremente aceptada.

Para descubrir el sentido de la propia vida, señalaba Frankl, hay tres experiencias principales: 

  • el amor a una persona, 
  • el servicio a un ideal 
  • y el enfrentarse al sufrimiento inevitable. 

Un compromiso noble es capaz de orientar toda la existencia. La entrega de las propias energías con olvido de sí proporciona felicidad; pero mirarse a uno mismo neurotiza. Por eso Frankl solía decir a sus oyentes estadounidenses que la Estatua de la Libertad, en la costa oriental, necesitaba un complemento: una Estatua de la Responsabilidad en la costa oeste.

Así pues, Frankl buscaba cómo despertar en los pacientes la responsabilidad de vivir, por adversas que fueran las circunstancias. Insistía en que el hombre, por su espíritu, es superior a los padecimientos, y le es posible y necesario hallarles significado. En cambio, huir del dolor es receta segura de neurosis. “La verdad nos libera del sufrimiento -escribió Frankl-, mientras que nuestro estar libres de sufrimiento no sería capaz ni mucho menos de acercarnos a la verdad”.

La falta de sentido de la vida conduce al “vacío existencial”, que Frankl descubrió en la raíz de muchas neurosis noógenas típicas del hombre occidental contemporáneo. La concepción de la vida basada en el éxito, o la actitud hedonista, supone concentrarse en los medios, con olvido de los fines. Entonces, las inevitables frustraciones abocan al desequilibrio psíquico, pues no es insoportable el sufrimiento, sino vivir sin ideal.

Doctor en Medicina a los 25 años, en 1936 Frankl se especializó en neurología y psiquiatría. Desde muy pronto mantuvo contacto con Freud; pero se apartó más tarde de la corriente psicoanalítica. Siguió entonces la psicología individual de Adler, que también acabó abandonando, para formar su propia escuela. Por su condición de judío, en 1942 fue apresado por los nazis, junto con su familia. Pasó por cuatro campos de concentración, donde murieron sus padres, sus hermanos y su primera esposa (tras la guerra contrajo matrimonio por segunda vez). Puesto en libertad en 1945, ocupó la jefatura del departamento de neurología del Hospital Policlínico de Viena. Hasta los 85 años dio clases en la Universidad de la misma ciudad. Además, impartió cursos en cinco universidades de Estados Unidos y recorrió buena parte del mundo para pronunciar conferencias. En 1947 se doctoró en Filosofía. En 1955 fue nombrado profesor de Neurología y Psiquiatría de la Universidad de Viena y, poco después, de las universidades americanas de Harvard, Stanford, Pittsburg y Dallas. Una cátedra de su logoterapia fue creada para él en la Universidad de San Diego (California). Escribió 32 libros, y dio conferencias y cursos en más de 200 universidades de los cinco continentes y recibió 29 doctorados honoris causa. De sus 32 libros, traducidos a 26 idiomas, se han vendido en total varios millones de ejemplares.

Intelectual sensibilísimo, leía a Santo Tomás de Aquino, y lo mejor de Max Scheler y de la sociología postmoderna. Era un charlista brillante tanto en la cátedra como en familia y en el café; un polemista socrático agilísimo, rico en ocurrencias inusitadas, a menudo paradójico y chistoso. Poseía el envidiable atractivo de las convicciones firmes-sin un adarme de fanatismo-, de un idealismo contagioso pero siempre a ras de tierra, y del dolor sufrido en la propia carne. Era un amigo inquietante y provocador, pero al que no habrías abandonado jamás.

Permaneció fiel a la fe de sus antepasados judíos, pero rezaba sus salmos en un breviario romano católico, en latín. Un psiquiatra vienés, gran amigo suyo, ha contado que se emocionó como un niño en una audiencia en el Vaticano, y lloró a moco tendido de gratitud y cariño en los brazos del sacerdote español Josemaría Escrivá.

Como una muestra más de su cercanía con la Iglesia Católica, un sacerdote psiquiatra, P. Juan Bautista Torelló, íntimo amigo de Viktor Frankl, relata: "Le visité dos meses antes de su muerte, en su habitación vienesa: estaba ciego pero vitalísimo, chispeante como siempre, y se movía por su casa con rapidez alucinante. Al despedirme con un abrazo me susurró al oído: «rece por mí». Y agrega, mi condición de sacerdote católico de la Prelatura del Opus Dei no fue en absoluto obstáculo para nuestra larga amistad. Frankl siempre me presentó a sus colegas y amigos con todas mis «connotaciones». Me pidió que bautizara a su primera nieta, y también que le acompañara en sus visitas a Pablo VI y al padre Josemaría Escrivá. Algunas veces aparecía con su mujer católica en la Peterskirche, en donde yo celebraba la Santa Misa… Su mejor estudioso en Italia es el salesiano Eugenio Fizzotti, y uno de sus más cualificados intérpretes en el campo de la teología moral fue el Arzobispo Coadjutor de Viena, Franz Jáchym." Y continúa, "Viktor Frankl tenía esposa, hija y nietos católicos. ¿Se planteó alguna vez su conversión? -La conversión al catolicismo de personalidades hebreas de gran calibre, y de pensamiento y actitud afines al cristianismo-piénsese, por ejemplo, en Henry Bergson-, es una gracia singular que Dios dispensa cuando y como quiere. Dada la actitud personal de Frankl, que aceptó el doctorado honoris causa de numerosas universidades católicas, y dada la calidad de su doctrina, es comprensible que se haya propalado repetidamente la noticia de su «conversión. A una observación que le hice sobre una tesis suya: «esto es cristiano al cien por cien», me respondió de sopetón con una sentencia clásica: «anima naturaliter christiana» (alma naturalmente cristia-na). (Cfr. Palabra, Madrid, 398, Xl-97 (654)).


OBRAS DE V. FRANKL EN CASTELLANO

Un psicólogo en el campo de concentración, Plantin, Buenos Aires

El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona

Psicoanálisis y existencialismo, Fondo de Cultura Económica, México

La psicoterapia en la práctica médica, Escuela, Buenos Aires

El Dios inconsciente, Escuela

La presencia ignorada de Dios, Herder

Homo patiens. Intento de una patodicea, Plantin

El hombre doliente. Fundamentos antropológicos de la psicoterapia, Herder

El hombre incondicionado. Lecciones metaclínicas, Plantin

Teoría y terapia de las neurosis, Gredos, Madrid

La idea psicológica del hombre, Rialp, Madrid

Ante el vacio existencial, Herder

Psicoterapia y humanismo, Fondo de Cultura Económica

La psicoterapia al alcance de todos, Herder

La voluntad de sentido, Herder

Logoterapia y análisis existencial. Textos de cinco décadas, Herder