II. La Teología como comprensión intelectual de la Revelación mantenida en la Fe. (continuación)
La razón humana caída auxiliada por la fe.
6. La Razón, iluminada por la Fe, es el órgano mediante el cual la Teología—no carismática —adquiere sus conocimientos. La razón equipada con esa nueva capacidad visual, la gracia sobrenatural, que tratará de constatar, defender, contemplar y comprender sintéticamente la Revelación. Luz natural de la razón y luz sobrenatural de la gracia se aúnan en la Teología científica para constituir un todo orgánico. Así, pues, la capacidad cognoscitiva de la Teología no es ni la sola razón, ni la sola fe: son las dos simultáneamente constituyendo un conjunto vivo. El éxito de los esfuerzos teológicos será tanto mayor cuanto con más claridad brillen estas dos luces, cuanto más viva sea la fe y cuanto más agudo y penetrante el entendimiento.
En la época de los Santos Padres (San Agustín) y en la primera Escolástica (San Anselmo de Canterbury, Hugo y Ricardo de San Víctor) se hacía resaltar que el pecado original había quebrantado la fuerza del entendimiento. Los efectos más fatales del debilitamiento de la razón en los hijos de Adán se muestran de un modo más neto en lo tocante al conocimiento de Dios. El pensamiento «puro» del hombre caído, en este punto, solamente puede seguir la ley lógica y exacta del pensar cuando recibe el aliento de la gracia purificante. Santo Tomás deduce, como vimos, un profundo razonamiento para demostrar la necesidad de la Fe, destacando en ésta más su capacidad para elevar al hombre a conocimientos superiores que su carácter meramente curativo. La Fe comunica al hombre una visión nueva y necesaria para percibir los misterios divinos; fundamenta la coordinación interna entre nuestro pensamiento y la Revelación sobrenatural.
Los conocimientos teológicos adquiridos por el especialista merced a su esfuerzo especulativo, son—bajo su aspecto formal— puramente naturales, aunque gracias a la Fe posean una fundamentación sobrenatural (habitus furidamentaliter supernaturalis [hábito sobrenatural fundamental]), formaliter naturalis (formalmente natural). No obstante, cuando un teólogo ha obtenido sus conocimientos mediante la especial intervención gratuita del Espíritu Santo—donum intellectus, donum sapientiae (don de sabiduría)—hemos de reconocer que se encuentra en un estado esencialmente sobrenatural.
El misterio no se deja ver del todo en esta vida.
7. Por mucho que penetre la razón en las profundidades de la Revelación, por grandes que sean los adelantos realizados en la comprensión del misterio de Dios, este misterio queda como tras un velo mientras duran los días de nuestra peregrinación. En las verdades racionalmente evidentes no hay Teología, por más penetrante que sea, capaz de convertir las verdades de la Revelación; éstas seguirán siendo verdades reveladas en el tiempo de la historia terrena. La fe es el órgano por el cual nos las apropiamos y sólo por ella el teólogo ocupado en su estudio se adhiere a esas verdades.
El Concilio Vaticano afirma: «Sin embargo, ésta (la razón iluminada por la Fe) no llegará jamás a comprender con el mismo grado de claridad con el que comprende sus propios objetos, las verdades de Fe. Los misterios divinos trascienden de tal forma las posibilidades del entendimiento creado que, a pesar de haber sido manifestados en la Revelación y aceptados en la fe, quedan como cubiertos por un velo, como rodeados de una especie de oscuridad. Mientras peregrinamos en esta vida mortal lejos del Señor, caminamos por las vías de la fe y no por las de la visión» (II Cor. 5, 6 y sigs.) (Sesión 3, cap. 4; D. 1796; N. R. 43.)
No procede aplicar el método crítico a la Palabra de Dios
8. A la Teología no le está permitido criticar, de cualquier modo que sea, la Palabra de Dios. Podrá y hasta en ciertos casos deberá criticar las interpretaciones humanas acerca de la Palabra de Dios y el modo de anunciarla. El celo por la verdad pura de la Revelación y su conservación es lo que debe animar a toda crítica. Celo por el Reino de Dios, reino de Verdad y Amor.
Solo se puede hacer auténtica Teología en y para la Iglesia
9. Dos razones por las que la Teología es una ciencia eclesiástica:
a) La Iglesia entrega al teólogo el objeto de sus investigaciones: la Revelación. La conciencia de la fe existente en la Iglesia universal es la que se lo ofrece. Fácil es comprender el papel decisivo que en esto juega el Magisterio eclesiástico. En las enseñanzas ordinarias o extraordinarias del Magisterio encuentra el teólogo el contenido de la Revelación divina. Se impone, pues, que el teólogo trace un corte trasversal en la fe y el Magisterio eclesiástico del tiempo en que vive, junto con un nuevo corte longitudinal que partiendo de los tiempos presentes llegue a lo largo de los siglos hasta los comienzos del Cristianismo. Sólo procediendo así descubrirá el sentido recto de las enseñanzas actuales. Sólo así reconocerá la plenitud de lo que la Iglesia enseña y el lugar que lo particular ocupa en el seno de lo universal.
b) El teólogo sólo puede practicar la Teología en tanto que es cristiano creyente, como miembro que es de la Iglesia. La Teología no es un asunto privado del teólogo, sino la manifestación viva de la comunidad eclesiástica. En la Teología carismática esto aparece con toda claridad por el carácter de acción directa que en ella juega el Espíritu Santo, corazón y alma de la Iglesia. Cuenta esta Teología entre los dones que según San Pablo (I Cor. 12) sirven para la formación del cuerpo de Cristo. Todos los carismas enumerados por el Apóstol han sido otorgados a los particulares con el fin de que los pongan a servicio de la Comunidad. Ahora bien, la Teología científica, en cierto sentido, es también una manifestación vital del Espíritu Santo que actúa en la Iglesia con la diferencia de que en ella el Espíritu Santo se acomoda a las leyes de la razón y se sirve de ella como de un instrumento. He aquí por qué la Teología católica es una manifestación, una de las formas de manifestación, de la Vida de la Iglesia. El Espíritu Santo, alma y vida de la Iglesia, actúa a través del espíritu particular de un creyente en la comunidad. La Teología científica, manifestación vital de la Iglesia, está al servicio de la Iglesia entera. Por medio de esta Teología adquiere la Iglesia un conocimiento más profundo y completo de las cosas creídas por ella. Cuanto mayor sea la fidelidad de un teólogo en la exposición de lo revelado, tanto mayor será la luminosidad con que la comunidad eclesiástica verá reflejada en su obra la conciencia de la fe en que ella misma cree. Por otra parte, el teólogo puede contribuir a esclarecer y purificar la conciencia creyente de los fieles.
c) Toca que resaltemos, como consecuencia de lo dicho, la enorme responsabilidad del teólogo frente a la Iglesia. Sólo con la condición de estar incorporado a la totalidad, de vivir fiel en y con la Iglesia, podrá el teólogo llevar debidamente a cabo la misión que le ha sido confiada. Por eso tiene que estar dispuesto a someterse siempre al Magisterio, respecto a las interpretaciones de la Revelación. A su vez, el Magisterio, por medio del cual habla la comunidad del Cuerpo de Cristo, al reconocer la validez de la Teología científica, garantiza la verdad de sus afirmaciones. Cabría decir entonces: la Teología, reconocida como válida por la Iglesia, es el fiel estudio y exposición de la Fe y de la Revelación custodiada por la Iglesia, inspirada y mantenida viva por Cristo en el Espíritu Santo.
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